domingo, 28 de octubre de 2012

Pío Álvarez "El güisqui gran señor"

EL GÜISQUI GRAN SEÑOR
Hace tres siglos quiso la Providencia que los tres trozos de un islote desgajados de Europa seunieran. El islote conocido como Gran Bretania era la morada de una nación, ya poderosa, Inglaterra y a su mando protector se unieron, o acogieron los otros dos retazos, Escocia y Gales,
Cada una con sus peculiaridades. Inglaterra, cuna del parlamentarismo, pionera industrial y con poderosa flota naval, aporta al conjunto, además, una muy superior extensión territorial y población. Y era generosa renunciando a su nombre para compartir el de Gran Bretania.
Desaparecieron las fronteras, se compartieron culturas, producciones agrícolas e industriales y la armonía reinaba en el conjunto.
Y, sin embargo, la confraternización  ocultaba un sustrato nacionalista que iría creciendo con el tiempo. Este proceso se ha desarrollado en Escocia cuyas elites consideran que su país aportan al conjunto mucho más de lo que recib en; exigen compensación los más moderados y la independencia los exaltados.
El ambiente se enrarece y dan motivo a furiosos incidentes entre los que destacan los procducidos entre dos grupos nacionalistas: los “pito gaitas”  y los “pito flautas”, aquellos caraqctgerizados porque sus varones visten faaldas tan cortas como la prudencia permite. Estos conjunttos extreman los nacionalismos enfrentados  y desembocan en refriegas como la protagonizada en un pub de Liverpool entre dos clientes de generoso dispendio alcohólico. Lo que pareciá una conversación normalcambia de cariz cuando por los altavoces del local irrumpe la música de los Beatles, momento en el que el contendiente faldicorto se empecina en confirmar que el grupo musical procedía de Edimdburgo. Ya con malos modos, etílicamente estimulado, el contrario, de pura raigambre inglesa, sostiene loopuesto y le lanza al escocés que él y los de su casta solo saben inundar de güisqui a la morigerada Inglaterra. Curioso efecto de los vapores etílicos, la reyerta se desarrolla con una botella entre ambos de la que el ingles no se recata de escanciar güisqui JB, venido de la repudiada Escocia. Este llama despojo al “pito gaita” y este le replica con epítetos que el buen gusto impide reproducird. La contienda habría llegado a la agresión mutua que evitó el servidor del pub. Este como ingles de pro, invito al escosés a viajar a su patria chica al tiempo uqe lo expulsaba del establecimiento.
El incidente llegó a los periódicos encendiendo el fervor separatista en Escocia; no se entendía que los raudales de güisqui ingeridos en la soberbia Inglaterra no fueran valorados en su justa medida. A partir de este momento por los corrillos escoceses circulaban palabras como “soberanía nacional”, “federalismo”, confederación o independencia. Contrariamen te en Londres se esgrimían los  preceptos de la Constitución inglesa ñque, por no ser escrita, es la más perfecta del mundo. Los ingleses ahab iles en el manejo de la zurda, aplAcaran las ansias  escocesas prometiéndole mayor precio para el JB y sus similares y un referendun plenamente democrático.
Desde las libaciones de losdioses paganos no se había conocido licor alguno con el poder delos que salían de las destilerías escocesas.

Pío Álvarez Martínez
Alcalá de Henares 17 de octubre de 2012
FIN

Nelly C. Piña "Acerca de la tierra"

ACERCA DE LA TIERRA
                                 Nelly C. Piña
¡Qué horror! ¿Dónde me metí? A mí que sólo sé escribir informes técnicos, me piden que escriba sobre un ingés y un escosés que discuten por una tierra.
¿¡Y ahora qué hago!? Si lo único que se yo de un inglés y un escosés es que no se tienen mucha simpatía.
¿Y de qué tierra se trata? ¿De una parcela que pertenecía a alguno de ellos y fue tomada por el que no era su dueño?
¿No será que el que vendió la tierra, engañó al comprador respecto de las dimensiones del terreno?.
¿Será porque la tierra en cuestión no tenía los títulos de propiedad en orden?.
¿Discutirán por la calidad de la tierra de alguna parcela, en cuanto a su fertilidad?
¿Quién sabe si no es por la extensión de la tierra necesaria para la cría de ganado?.
¿No será que se están refiriendo a la tierra donde mejor se habla el inglés?
Tal vez, trabajan juntos y discuten por el polvo que se junta sobre los escritorios  que les ensucia las mangas de sus chaquetas.
También puede ser que sean vecinos y discuten porque uno entro a la casa del otro con tierra en el calzado y le ensució el porch de la casa.
¿O será por la tierra que vuela por el aire cuando la señora de uno de ellos sacude las alfombras?.
Puede ser que se trate de una tierra que uno dejo caer sobre la ropa del otro y le mancho esa prenda.
Serán científicos  que discuten acerca de los efectos de los cambios ambientales que se producen en el planeta Tierra.
Tal vez no estén de acuerdo acerca de las dimensiones del planeta Tierra.
Francamente, ya no sé qué decir acerca de la discusión de un inglés y un escosés acerca de la tierra. Mejor lo llamo a mi amigo Paul que es escosés y que me lo aclare.
  Madrid,11-10-12
FIN

jueves, 25 de octubre de 2012

5ª Recomendación literaria

Esta semana os recomiendo una magnífica novela de Wenceslao Fernández Flórez, que se titula LA NOVELA NÚMERO TRECE. Si os gustó EL BOSQUE ANIMADO, con ésta os vais a divertir muchísimo, pues está en la línea de Jardiel Poncela.

martes, 23 de octubre de 2012

Textos antiguos: Estrella Álvarez "Una feroz sentencia"


         UNA FEROZ SENTENCIA
Un día negro, negrísimo, de esos que frecuentan mi envoltura hasta hacer caer las neuronas en picado, marche de casa y me deje llevar en un autobús de extrarradio, hasta el fin de no sabía dónde. Hice pie y sin volver la mirada, camine sin tregua como impulsada por un resorte. Un gran descampado me abría sus puertas, allí tirada y con el cielo por testigo, me descargue como una de esas tormentas tropicales, que arrasan todo en un instante. ¡Hombres, hombres! Me decía, ¿Por qué a mí? ¡Oh señor, señor! ¿Qué le hice yo, o que le hicieron otros, para volcar en mí su venenosa inquina?
Y atrapada en un tortuoso caos, mi cerebro, quedo vacío de todo contenido, donde lo humano y lo divino, se pierden el  tiempo.
En mi embriaguez profunda, quede largo rato clavada en la firme llanura, como si la tierra tirara de mí para impedir mi regreso.
Anochecía, desorientada y febril (entre el lejano horizonte y mi desnudez mental) sentí que un extraño vaivén me adormecía. En ese estado de sopor una voz interna me advertía ¿Por qué te instalas en este desértico lugar, frágil mujer? Sal de aquí, no hay nada, ni árboles, ni pájaro, ni lagartijas que recorran tu cuerpo con sutil caricia. Nada, nada, ni un latido. Lo sé... lo sé, nada, nadie, ni una ráfaga de viento que me empuje con su fría arrogancia. Nada, nadie, estoy sola, sola y fue suyo ese instante.
El negro manto del ocaso la recogía en su sombra.
Pasadas varias horas en el templo de la paz, una gran sacudida desplazaba su cuerpo violentamente. Llena de espanto y entre tinieblas, exclamó:
- ¡Dios mío! ¿qué es esto?, ¿dónde estoy?
No lo sabía, porque la eterna maraña en la que estaba presa, volvía a enganchar los hilos en su espinosa existencia.
En su oscuro aturdimiento, las luces de los coches le devolvían al punto de partida. Temblando de terror, introducía la llave en la cerradura. Lentamente empujaba la puerta. Un leve crujido alertó a la fiera, que saltó del cubil dando estallidos como volcán en llamas.
Los atronadores y vejatorios despropósitos, se fundían con el derrame de la lava ardiente de su boca.
Solo dos frases tangibles vibraban en los oídos de los temblorosos muros.
Ríe, ríete fuerte, porque esta será la última vez que escaparas de mí, perra maldita.
En su feroz sentencia, al levantar la pesada maza, cayó fulminado en su ataque de ira.
FIN

sábado, 20 de octubre de 2012

"Las tres cosas del tío Juan" José Nogales

Cuento premiado en el Concurso "El Liberal", año 1900
Las tres cosas del tío Juan
(de José Nogales)
Cuento premiado en el Concurso
de "El Liberal", año 1900.
Todo el pueblo sabía que Apolinar se estaba derritiendo vivo por Lucía, y que, aunque ésta no se derretía por nadie, no ponía mala cara a las solicitudes del mozo. Matrimonio igual: ella, joven, guapa, robusta y, de añadidura, rica; él, en los linderos de los veinticinco, no pobre, medio señoritín, por lo que iba para alcalde, y entrambos hijos único. No faltaba al naciente afecto más que el sacramento de la confirmación, y para eso no había otro obispo sino tío Juan, el Plantao, padre y señor natural de la dama requerida.
El ilustre linaje de los Plantaos distinguióse desde muy antiguo tiempo por una terquedad nativa, de que estaba justamente orgulloso, y, de haber querido proveerse de heráldica, su escudo no fuera otro que un clavo clavado por el revés en una pared de gules. Apolinar sentíase cohibido por esta testarudez hereditaria, y recelaba que el tío Juan saliese con una gaita de las suyas, porque era hombre que no se apartaba de sus síes o sus noes así lo hicieran pedazos.
No hubo más remedio que pasar el Rubicón... y tirarse de cabeza en aquellas honduras insondables de la voluntad paterna. El tío Juan había dicho una vez: "¿qué trae ese por aquí?". Y para los que le conocían el genio, era bastante.
—Ahora que está tu padre en la bodega, voy y se lo espeto y Dios quiera que pueda salir con cara alegre ... Pero antes dime, para que lleve fuerza, que me quieres como yo te quiero, con los redaños del alma.
—Apolinar, que me aburres con tus quereres y tonteos. Si quieres decírselo, anda; y lo que saques a mi padre del buche eso será, porque yo también soy plantá.
Renegando de aquellos bravíos rigores de la casta, encaminóse Apolinar a la bodega, pasando primero bajo la llorosa parra, que tendía sus sarmientos como cuerdas secas, y después por el angosto corral atestado de aperos de labranza Y cachivaches de vendimia. En la puerta de la bodega enredósele un manojo de telarañas en el bombín, y tragando saliva entró en la obscura pieza.
—¡Tío Juan; eh, tío Juan...!
—¡Aquí! ¿Eres tú? Con este jinojo de tinglao no se ve gota.
Estaba el hombre muy metido en faena, en mangas de camisa, despechugado, con una pelambre de pecho que parecía una maceta de albahaca. Era más que medianamente apersonado, canoso y fuerte; y sudando, como estaba, parecía un oso polar.
—¿No se figura usted a lo que vengo?
—A tomar un jarrillo.
—No, señor; a tomar un parecer.
—Pues no es lo mesmo. Pero, anda, suéltala; que no hay hombre sin hombre.
—Con esa licencia... no sé cómo le diga que Lucía me tira un poco, un pocazo, si se han de decir las cosas conforme son. Y como me parece a mí que yo también le tiro una migaja, venía, porque es razón, a decirle qué le parece a usted de ese tiraero que va por buen fin y por derecho camino.
Dióse tío Juan cuatro rasconazos en el testuz, y, volviendo las espaldas, fue a buscar el jarrillo y la venencia, y con ambas cosas en las manos, como quien echa el Dominus vobiscum se abrió de brazos, diciendo:
—Todo el toque del hombre está entre sí y un no. Así es que, antes de soltar uno u otro, hay que rumiar bien las cosas. Tomaremos un par de alumbradores y que Dios sea con todos.
Y después de beber por riguroso turno, quedóse tío Juan rumiando aquel escopetazo, como un hermoso y prudente buey, que no pone la pata sino en terreno firme.
—Pues, atento a eso, digo que me parece a mí que la mujer se hizo para el hombre y el hombre para la mujer... y que por eso tiran el uno del otro. Pero como ni el hombre ni la mujer son siempre libres, otros han de agarrarse a la mancera para que el surco salga bien hecho y la simiente no se desperdicie. Yo, que por lo de ahora soy el gañán en este negocio, te digo que quien quiera ayuntarse con mi cordera ha de hacer tres cosas, sin que ninguna le perdone; no haciéndolas, ya se puede ir con viento fresco y levantar la parva.
—Aunque sean trescientas haré yo, con tal de meterme debajo del yugo. Eche usted, tío Juan, por esa boca, que ya se me hace tarde, y aunque me mande cargar con la bodega, todavía me había de parecer mandato ligero, según lo encalabrinado y emperrado que estoy con aquel del tiraero que ya le he dicho.
—No soy tan bárbaro para mandar lo que está fuera de las fuerzas del hombre, por animal que sea. Las tres cosas que pido son éstas: que me traigan todos los días la primera gallinaza que suelte el gallo al romper el alba, para hacer un remedio de este dolor de ijares que me quita el resuello de cuando en cuando; que al que tenga ese querer, véalo yo una vez siquiera trincar un bocado de hierba sin doblar los corvejones, ni acularse, ni tenderse que el tal me dé candela en la palma de la mano el día de mi santo por la mañana, y esto ha de ser con sosiego, sin hacer bailes, ni meneos, ni soplar, ni sacudir.
—¿Nada más?
—En eso me he plantao, y ha de ser a lo justo; que ni sobre ni falte.
—Tío Juan, vaya usted preparando el yugo más fuerte que haya en casa, porque yo me lo echo encima, si Dios no dispone otra cosa.
Y Apolinar salió de allí con la cara radiante, bailándole los ojos en una ráfaga de alegría loca y dando al viento como romántica pluma aquel jirón de telarañas que se pegó en el sombrero.
—¡Troncho, qué suerte! Lucía, me ha dicho tu padre que te vayas preparando, que tenemos que abrir un surco.
—Qué tonto eres. ¿De qué surco hablas? Me parece que viene su merced algo repuntado y que el jarro habló más que las personas.
—Te hablo del surco que han de hacer en el mundo todas las yuntas humanas. Verás qué labor más dulce.
—¡Pero qué borrico te has vuelto!
* * *
"La de alba sería" cuando Apolinar acudió solícitamente a su corral sin quitar ojo del gallo hasta que dio de sí el extraño remedio del mal de ijares, que en caliente recogió, bien así como si llevase dentro una preciosa esmeralda. Cumplida por aquel día la primera condición y no sabiendo qué hacer a tales horas, tan desacostumbradas para su vigilia, fuese con los cavadores a su majuelo a matar el tiempo hasta que el estómago le avisase. Al llegar a la viña, dijo a los jornaleros:
—Vamos a ver, muchachos: un cuartillo de vino hay para quien sin doblar los corvejones, ni acularse ni tenderse trinque un bocado de sarmientos.
—¿Pero eso qué tiene que hacer? ¡Valiente hombría!
Y cuatro o cinco, los más jóvenes, salieron del grupo y doblándose y enderezándose, sacó cada cual un sarmiento del modo y manera que los palomos cogen pajitas para hacer el nido.
—A ver yo...
¡Que si quieres! Cuantas veces quiso probar, dio de cabeza en el montón. Una risa franca y noblota alegró el majuelo, y hasta el sol de color de cereza que subía por la cuesta azul parecía una gran cara hinchada de risa.
—Para hacer eso hay que criar mucha fuerza de espinazo y que las patas no se blandeen. Es menester cavar viñas y darle al cuerpo buenos remojones de sudor.
—¿Sí? Venga un azadón. Este no pesa, otro...
Y como general que arenga a sus tropas, dijo, blandiendo el instrumento:
—Hoy seré uno de tantos. Hay que apretar..., y no os compadezcáis de mí si veis que reviento, porque necesito echar un espinazo que sea a la vez tronco de olivo y vara de mimbre.
Aquella fue una jornada heroica. Los cavadores, viendo cuán gallardamente trabajaba Apolinar, mermaron cigarros, ahorraron coloquios, apresuraron meriendas y sacaron el unto a sus brazos.
Al ponerse el sol, no presentaba aquella cara burlona, henchida de risa, con que apareció entre las brumas de la mañana, sino otra muy grave, casi austera, que parecía complacida con la ofrenda del sudor humano que riega el terrón y fecundiza el mundo.
Al dar de mano, dijo el jefe de la cuadrilla:
—¿No has visto la sementera?
—No.
Y Apolinar sintió una verguenza muy honda por aquella confesión hecha en pleno campo.
—Pues vamos hombre; hay día para todo. Tengo una disputa con tu primo Epifanio: él, que lo suyo es mejor; yo, que lo tuyo. Como sementera temprana, la cebada nos llega a la rodilla; el trigo parece un forrajal.
Y fueron al sembrado, que con su verdor alegraba el alma, y en ella sintió Apolinar una voz gozosa que parecía brincar en otra mancha verde y lozana; gritándole: ¡Todo es tuyo, regocíjate, o no eres hombre!
Y se regocijó honradamente, paternalmente, como si toda aquella vigorosa fuerza germinativa hubiese salido de sus propias entrañas.
—¡Yo, que no había visto esto! ¡Maldito sea el casino y las cartas y quien las inventó! ¡Malditos los tabernáculos, que nos chupan el tiempo y no nos dejan ver esta gloria, esta bendición de Dios derramada por los campos!
Los sembrados del primo Epifanio no resistían la comparación. La tierra era la misma; pero rutinas, codicias, caprichos, ignorancia y necesidad la habían esquilmado y empobrecido. El viejo jornalero explicaba el caso.
Dale a un trabajador carne y vino; a otro, papas y tomates. Eso es la tierra: un trabajador. Según le eches, así produce.
Apolinar sintió que otro amor sano y fuerte se le entraba en el alma: el amor a la tierra, el amor a lo suyo, el gozo íntimo y callado del que posee, del que se conforta al calor del surco, como semilla que germina, brota, crece y se reproduce.
—¿En qué estaría yo pensando? Tío Agapito usted me hace un hombre. Voy a echarme al campo como una fiera.
—¡Al campo, al campo! Esa es la ubre... ¡Si vieras a cuánto gandul mantiene el campo!
—Yo soy el primero. Mejor dicho, lo fui. Ya soy otro. Me duelen los pies... zapatos de vaca... Me duele la cabeza... tiraré este apestoso bombín y compraré un sombrero de esos fuertes, como si los hicieran de cerdas de cochino. No más vestidos de Carnaval. Tío Agapito, un abrazo, y pídale usted a Dios que allá, por la primavera, pueda yo comer hierba sin doblar los corvejones.
* * *
No durmió bien, porque el excesivo cansancio riñe con el sueño. En las manos parecían arder sus huesos desencajados; el espinazo se le engarrotaba... y en medio de sus dolores, otro sentimiento nuevo lo iba conquistando mansamente; un sentimiento de infinita piedad hacia el jornalero desheredado, que todos los días, a cambio de unos cuartos roñosos, aumenta el caudal ajeno con bárbaro derroche de su propia vida, y como a la madrugada oyese cantar al gallo, pregonero de su deber y compromiso, volvió a ver la claridad del naciente día, y otra vez cogieron sus doloridas manos el azadón lustroso, y el sudor del amo cayó como lluvia fecunda en la heredad que parecía estremecerse de amor y agradecimiento.
Y un día tras de otro se fue curtiendo al sol y al aire, y mientras más se endurecía la corteza, más nobles blanduras aparecían por dentro. —Como la viña de Apolinar no hay ninguna. La sementera de Apolinar es la capitana. ¡Qué suerte de hombre!— Este era el tema de conversación entre la gente labradora. Los jornaleros se disputaban la casa porque había formalidad y trago de vino, y allí no se hacía el agio vergonzoso para la baja de jornales. Con Apolinar trabajaban los sanos, los hombres de empuje, estimulados con su ejemplo.
Pasó el invierno y el sol primaveral vistió el campo de gala. Los habares en flor henchían el aire de aromas purísimos; los trigos azuleaban, los cebadales se mecían orgullosamente a compás del viento, las yemas del higueral, reventando al esfuerzo de las primeras hojas, tendían al sol una espléndida gasa de oro verde... y los viñedos extendían sobre la rojiza tierra otra gasa de pámpanos, y ya el olor tempranero del cierne se esparcía como una caricia dulce y vivificante.
Llegó el día de la prueba; el día temido y deseado en que Apolinar tenía puesto todos los grandes anhelos de su vida. Antes que el canticio de los gallos sonaron las campanas de la torre con un repique de gloria, de alegría, como voces de un coro nupcial que celebrase las bodas del cielo y de la tierra.
No pudo Lucía convencer a su padre de que, al menos aquel día, debiera pasarlo con la chaqueta puesta. Me ajogaría . Y por parecerle esta razón de suficiente peso, no daba otra. Con orgullo hereditario cubría su busto de oso polar con limpísima camisa de lienzo, por entre la cual se desbordaba la cresta pelambre como maceta frondosísima. Cuando entró Apolinar, ya estaban allí el primo Clímaco, la hermana Bella con su dilatada prole, los trabajadores de la casa y varios vecinos, atraídos por aquellos olores de cocina y fritanga, fieros despertadores de la gula.
—Que los tenga usted muy felices, tío Juan y la compaña.
—Apolinar, tanta gracias, y lo mesmo digo.
Vaya, aquí tiene usted la gallinaza de hoy, que parece un bruño.
Y sin pedir permiso, fuese a la cuadra y trajo un brazado de amapolas, que tiró al suelo.
—Tío Juan, eche usted cuenta.
Y más ágil que un pájaro, doblose y pescó un manojo de hierba en flor que le caía sobre el pecho como una llama.
—Si usted quiere, me la como.
—No tienes que comerla. El toque está en trincarla.
—Lucía, coge el ascua más grande que haya en la hornilla: hala, ya está. Tío Juan, encienda usted su cigarro, y si quiere fiar otro, por mí no hay apuro: que ni me meneo, ni bailo, ni soplo, ni sacudo... ¡Como que tengo aquí un callo que parece una onza de oro!
—Ya está. Ahora... justo, las tres cosas. Ahora, tú, Lucía abraza a este bruto.
El bruto no esperó a Lucía; él la abrazó con toda su fuerza.
—Tío Juan, ¿de veras que es para mí?
—Para tí, cernícalo. Y dale gracias al gallo que te curó; porque ni yo tengo dolor de ijares ni cosa que se le parezca.
—¿Entonces?...
No seas borrico —dijo Lucía—. Padre quería que madrugases; si no madrugas, no me abrazas.
Apolinar soltó un relincho estrepitoso; un relincho de salud, de amor, de fortaleza y de ventura.
—¿Sabéis lo que soñé esta noche? dijo el tío Juan. Pues que yo era el Padre Eterno, y esta mi cordera era la España, y yo se la daba a una gente nueva, recién venía no sé de aónde, con la barriga llena, los ojos relucientes, con callos en las manos y el azaón al hombro...
Un alarido triunfal hendió como dardo sonoro el aire azul de aquella serena mañana del estío. El sol, deslumbrante, caía en lluvia de oro sobre los aperos de labranza; dos mariposas de color de fuego volaban bajo el fresco toldo de pámpanos, y el alegre repique de las campanas parecía responder, allá, en lo alto, al alborozo de la raza nueva, de la raza fuerte, que abría su fecundo surco de amor en la llanura humana.
FIN

jueves, 18 de octubre de 2012

Comedias Aristófanes


ARISTÓFANES


COMEDIAS
LOS ACARNIENSES • LOS CABALLEROS

INTRODUCCIÓN GENERAL DE
JOSÉ GARCÍA LÓPEZ
TRADUCCIÓN Y NOTAS DE
LUIS GIL FERNÁNDEZ




BIBLIOTECA BÁSICA GREDOS



EDITORIAL GREDOS, S. A.
Sánchez Pacheco, 85, Madrid, 2000

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por la ley, la reproducción total o parcial de esta obra por
cualquier medio o procedimiento, así como su distribución
mediante alquiler o préstamo público sin la autorización
escrita de los titulares del copyrtght.


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ISBN 84-249-2482-7.
Depósito Legal: B. 27453-2000.
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CAYFOSA-QUEBECOR, Industria Gráfica
Santa Perpétua de la Mogoda (Barcelona).
Impreso en España — Printed in Spain.


INTRODUCCIÓN GENERAL

LAS FIESTAS DE ATENAS Y LOS CONCURSOS
DRAMÁTICOS1


 Debemos tener presente que las comedias ylas tragedias
griegas eran escritas por sus autores para ser representadas
en los concursos teatrales que tenían lugar en la ciudad de
Atenas durante la celebración de las fiestas preparadas por
el Estado en honor de Dioniso, el dios más popular entre los
Olímpicos. En efecto, en los meses Gamellón (enero/febre-
ro) y Elafebolión (marzo/abril) el pueblo ateniense honraba
a Dioniso Leneo y a Dioniso Eleutereo, respectivamente, en
las fiestas (Dionisias) Leneas y en las Grandes Dionisias o
Dionisias Urbanas. El tiempo sagrado, por excelencia, que
representaban estas fiestas ocupaba normalmente varios
días, en los que un importante número de ciudadanos toma-
ba parte en los actos oficiales, preparados por los magistra-
dos en el poder y subvencionados por el tesoro público, y
todos los asistentes recibían la enseñanza que desde la esce-
na impartían los autores dramáticos en torno a los distintos

 ‘Las noticias aquí recogidas han sido redactadas teniendo en cuenta
principalmente las obras de L. DSUBNER, Au¡sche Feste, Berlín, 1932, PP.
93-1 42, y A. W. PIc¡u~Rr-CuanumoE, The dramatícfesUvals of A¡hens.
Oxford, 19882, Pp. 29-180.
F
ARISTÓFANES
INTRODUCCIÓN GENERAL
aspectos de la vida ciudadana. A partir de las noticias que
las fuentes antiguas nos proporcionan, sobre todo en rela-
ción con las fiestas Dionisias Urbanas en honor de Dioniso
Eleutereo, así llamado por haber sido traído su culto a Ate-
nas desde Eléuteras, en la frontera entre Beocia y el Ática,
por el tirano Pisístrato, en el último tercio del siglo ví a.
se destacan los siguientes actos: 1) la procesión en la que el
día 8 ó 9 del citado mes una imagen del dios era llevada
desde su santuario hasta un templo cercano a la Academia,
en el camino a Eléuteras, y allí se le hacían sacrificios y se
le cantaban himnos, siendo llevado después al teatro, donde
permanecía hasta su final o era conducido allí cada día, des-
de el mencionado templo, para presidir las representaciones
teatrales que formaban parte de su culto. 2) Ese mismo día,
en el llamado proagón, los poetas elegidos presentaban el
argumento de sus obras y los actores sin máscara aparecían
ante el público, que después iba a juzgar su actuación y, si
lo creía conveniente, premiar su labor. En el proagón, por
ejemplo, del año 406, tras la muerte de Eurípides, Sófocles
se presentó vestido de luto y su coro y sus actores sin los
adornos correspondientes, moviendo al llanto a los especta-
dores; Aristófanes presentó una comedía con este título, El
proagón, en las Leneas del año 422, en la que ridiculizaba
los actos que allí se celebraban. 3) Al día siguiente, 9 ó 10,
el primero de los festivos, tenía lugar la pompé, procesión
religiosa, en la que, junto a otras víctimas, un toro era con-
ducido al sacrificio con la participación de otros personajes,
como la canéforo o los que transportaban otros objetos para
el culto. Seguramente entre éstos se encontraban los falos,
símbolos de la fertilidad y presentes en la indumentaria de
los actores cómicos. 4) Por la tarde se celebraban los con-
cursos de ditirambos a Dioniso, cantados por coros de hom-
bres y niños, y se terminaba con un kómos o fiesta desenfa-
dada acompañada de danzas, que preparaba la atmósfera pa-
ra los certámenes teatrales de los días siguientes. 5) Durante
la Guerra del Peloponeso, 431 a 404 a. C., los días 11, 12 y
13 se representaban cada vez tres tragedias, un drama satíri-
co y una comedia, mientras que, en época de paz, las come-
dias, en lugar de tres, eran cinco y se ocupaba también el día
14. Al final, un jurado nombrado en cada ocasión y pertene-
ciente a las diez tribus áticas, otorgaba los premios tanto a
las obras como a actores y a directores de los coros, premios
que, a través de la obra de Aristóteles, conocemos en su
mayoría.
 Las comedias, sin embargo, fueron admitidas en las
Dionisias Urbanas sólo a partir del año 487/86, cuando las
tragedias estaban presentes ya desde el año 534, mientras
que en las Leneas se constituyen los agones cómicos en el
año 440 y los trágicos en el 432. La Suda (léxico bizantino
del siglo x d. C.) explica que Quiónides fue el primer co-
mediógrafo que compitió en las Dionisias Urbanas, sin es-
pecificar si obtuvo algún premio. A principios del año nue-
vo ateniense, en el mes Hecatombeón (julio/agosto), los
magistrados, que acababan de ser elegidos, seleccionaban
las comedias (el arconte rey) y las tragedias (el arconte epó-
nimo, que daba nombre al año) que se iban a presentar en
las próximas fiestas de Dioniso, unos seis meses después,
proporcionándoles un coro, que sería costeado por una per-
sona rica, el corego, que así pagaba sus impuestos al Estado,
cargo que, a la vez, era considerado un privilegio, como lo
atestigua el hecho de que personajes famosos buscaron ser
elegidos para este puesto. Aristófanes escribió comedias pa-
ra los concursos de ambas fiestas y en las dos recibió alguna
vez el primer premio. Al parecer, tanto los autores de trage-
dias como los de comedias preferían ser seleccionados para
las Dionisias Urbanas. Por lo que se puede deducir a través



L
x
XI
XII
ARISTÓFANES
del texto de las comedias de Aristófanes, los autores no te-
nian que presentar terminadas sus obras al concurso, sino
que se les permitía, a lo largo de los meses hasta su repre-
sentación, introducir cambios, que, en algi»ios casos, eran
ineludibles, si querían recoger los hechos de la actualidad
contemporánea. Por el contrario, si debían entregar, al pare-
cer, los textos y la música de los coros con el fin de que el
coro elegido tuviera tiempo para su aprendizaje.
 Los actores, en cambio, eran elegidos en el mes anterior
a la representación (para las Dionisias Urbanas durante un
concurso en las fiestas Antesterias), con lo que la entrega
definitiva de su texto podía tardar más tiempo. Un testimo-
nio claro de estas circunstancias nos lo proporciona el texto
definitivo de la comedia aristofánica Las ranas, en donde
posiblemente el autor, tras conocer la muerte de Sófocles,
para salvar su comedia, añadió hasta 150 versos, después de
haber recibido un coro para su representación unos meses
antes. La existencia, defendida por algún autor moderno, de
dos teatros, uno para las representaciones teatrales presenta-
das en las Leneas y otro para las Dionisias Urbanas, no ha
sido hasta hoy suficientemente demostrada.
 Todos los atenienses sin distinción de clase podían asis-
tir a estas representaciones teatrales, pues Pericles (490-429
a. C.) habla establecido una ayuda especial para que todos
pudieran acudir al teatro, verdadera escuela del Estado.
Además, las Dionisias Urbanas eran unas fiestas panheléni-
cas, mientras que las Leneas, posiblemente por celebrarse
todavía en pleno invierno, cuando la navegación puede ser
peligrosa, tenían un público exclusivamente ateniense. Axis-
tófanes en Los acarnienses, que recibió el primer premio en
las Leneas del año 425, por medio de su protagonista Di-
ceópolis, nos lo atestigua, cuando dice (Vv. 502-507): «Ahora
no me incriminará Cleón de hablar mal de la ciudad en pre-
1
INTRODUCCIÓN GENERAL
XIII
sencia de extranjeros. Estamos nosotros solos y ésta es la
competición del Leneo. Los extranjeros todavía no están
aquí, ni han llegado los tributos, ni los aliados desde sus
ciudades. Estamos ahora nosotros mondos y lirondos» 2, El
público que acudía al teatro se situaba en las gradas, guar-
dando un orden jerárquico, que iba desde los asientos de la
proedría para las autoridades civiles y religiosas hasta la
parte superior destinada a los espectadores no ciudadanos:
metecos, extranjeros, esclavos, etc.

LA COMEDIA ANTIGUA>

 Aristófanes y Menandro son los dos únicos autores grie-
gos de comedias de los que nos han llegado obras comple-
tas. El género, de origenes posiblemente agrarios y de ritos
de la fertilidad, fue dividido por los gramáticos alejandrinos
en tres períodos: Comedia Antigua (Archala), hasta la muer-
te de Aristófanes; Comedia Media (Mése), hasta la muerte
 2 Según Cleán, un rico curtidor, llegado por entonces a la política y a
la vida militar, Aristófanes habría puesto en ridículo a la ciudad en su
obra Los babilonios, que no nos ha sido conservada, presentada en las
Dionisias Urbanas del año 426, por lo que lo acusó ante el Consejo de
criticar los defectos de la ciudad ante los aliados. Aristófanes, no obstan-
te, lo hizo de nuevo blanco de sus criticas, dos años después, en Los ca-
balleros; la traducción es de Luis Gn FERNÁNDEZ, Aristófanes. Come-
dias, 1. Los acarnienses-Los caballeros, Madrid, Gredos, 1993.
 Para la redacción de este apartado y, en general, para toda la intro-
ducción nos han sido muy útiles y las recomendamos a todos los lectores,
que deseen más información sobre Aristófanes, la traducción de Espe-
RANZA RODRíGUEZ Moi~mscru~o, Aristófanes. Comedias, 1, Madrid, CSIC,
1985; y las obras de Luis Gn. FERNhJDEZ, Aristófanes, Madrid, Gredos,
1996, y Giuseppe MASTROMARCO, Introduzione a Aristofane, Roma-Bari,
Laterza, í9962.
L
XIV
ARISTÓFANES
de Alejandro; y Comedia Nueva (Néa), hasta el final. La
producción de Menandro se sitúa toda ella en el tercer gru-
po, Comedia Nueva, mientras que Aristófanes, uno de los
tres grandes poetas de la Comedia Antigua, tiende un puente
en sus dos últimas obras conservadas a la llamada Comedia
Media, cuya entidad es discutida por la crítica moderna.
 De las 365 obras de la Comedia antigua que poseía la Bi-
blioteca de Alejandría, número que ya supone una importante
selección de la producción total, sólo nos han llegado once
comedias de Aristófanes, autor del que conocemos 44 títulos,
cuatro seguramente espurios, fragmentos papiráceos y nume-
rosos fragmentos de tradición indirecta. Ninguna obra com-
pleta más tenemos de los cuarenta autores conocidos de este
período y sólo, como en el caso de la tragedia, la tradición
destaca, entre otros, a los tres más importantes: Cratino, Éu-
polis y Aristófanes, como hace Horacio, Sátiras 1 4, 1-2, co-
mo creadores de la Comedia antigua («comoedia prisca»):
Eupolis atque Cratinus Aristophanesquepoetae
Atque alii, quorum comoedia prisca virorum est.
 Una anécdota, recogida por una Vida anónima de Aris-
tófanes, según la cual, al pedirle Dionisio de Siracusa a
Platón que le diera a conocer la constitución ateniense, éste
le regaló las comedias de Aristófanes, muestra el rasgo qui-
zá más destacado de las comedias de este período: su gran
interés por la realidad de la Atenas contemporánea y la es-
trecha relación de su temática con los aspectos sociales, po-
líticos e históricos del público que acudía a contemplar estas
obras, representadas en los mencionados certámenes teatra-
les durante las fiestas en honor del dios Dioniso.
 En general, en la Comedia Antigua, a partir de todos los
textos conservados y de las propias declaraciones del mismo
Aristófanes, se distinguen dos tendencias, la tradicional y la
7
INTRODUCCIÓN GENERAL
XV
política, enfrentadas en la elección y tratamiento de los te-
mas. La comedia tradicional, representada, en los textos
mejor conservados, por Crates y Ferécrates prefiere el tra-
tamiento general, el uso de elementos fantásticos y mitoló-
gicos, y adelanta la comedia de tipos de la comedia poste-
rior, rechazando el ataque personal, tan querido por su
oponente. La comedia llamada política, por su parte, cuyo
origen se cree encontrar en las comedias de Cratino, el ma-
yor de la tríada antes señalada, prefiere las referencias a lo
cotidiano y concreto, con alusiones y ataques a personas de
la vida contemporánea (el llamado recurso del onomasti
komodeín, que Horacio, Sátiras 1 4, 5, califica de ataque he-
cho multa cum libertate) y que ocupan un importante papel
en la sociedad, empleando para conseguir sus objetivos
también, si es preciso, elementos fantásticos y miticos, e,
incluso, mostrando una imagen deformada y grotesca de la
realidad de la Atenas del siglo y.
 Aristófanes nos ha legado en la parábasis4 de Los ca-
balleros (Vv. 530 ss.) una crítica literaria de la Comedia An-
tigua, que anticipa la que hará sobre la tragedia en su obra
Las ranas. En general, se muestra objetivo con los autores
anteriores a él, pero, en cambio, es muy polémico y crítico
con los comediógrafos contemporáneos (Platón el Cómico,
Frínico, Amipsias, Licis, Éupolis, etc.), que naturalmente le
podían arrebatar el premio en los certámenes teatrales. Ata-
ca su poca originalidad y rechaza su abuso en el empleo de
elementos bufonescos y obscenos, y, en cambio, se siente
más afin a Cratino, mayor que él, al que alaba de nuevo en
 ~ Propiamente «digresión». Así se llamaba, como veremos en el apar-
tado dedicado a la, estructura de una comedia antigua, una de sus partes.
en la que el coro, quitándose la máscara y volviéndose a los espectadores,
defendía al autor y pedía que lo premiaran, a la vez que les aconsejaba
sobre diversos aspectos de la vida ciudadana.



XVI
ARISTÓFANES
Las ranas, como el gran innovador, que unía la corriente de
las comedias siciliana y ática, que emplea la sátira política
(contra Pericles, al que llama, por ejemplo, «el de cabeza de
cebolla» y belicoso causante de la Guerra del Peloponeso, y
contra Aspasia, la «concubina de ojos de perra»), y del que
él mismo se siente heredero, pues en sus obras se encuen-
tran ya aquellos aspectos de la Comedia Antigua, tanto te-
máticos como de estructura, que conocemos sólo por las
comedias de Aristófanes. No obstante, nuestro poeta termi-
na criticando a Cratino, ya anciano, por su arcaísmo, su es-
tilo grandilocuente y su desorden en la composición. Éste, a
su vez, ante estas alusiones en Los caballeros, se defiende y
critica al joven Aristófanes en sus Dionisoalejandro y La
botella, con la que, por cierto, vence a Las nubes de su jo-
ven competidor en las Dionisias Urbanas del año 423.
 Peor llegó a ser la relación entre Aristófanes y Éupolis,
el otro gran representante de este período, y directo rival suyo,
pues fueron prácticamente contemporáneos, ya que Éupolis
nace en el 446 a. C. Perteneciente también, como Aristó-
fanes y Cratino, a la corriente política de la comedia, em-
plea la crítica a personajes contemporáneos (así Hipérbolo,
Alcibíades y Cleón, políticos y militares, son diana de sus
ataques), y, como los otros dos poetas, añora y defiende la
educación antigua y la ausencia de grandes personajes de la
milicia y la política como Solón, Milcíades, Arístides y Pe-
ricles, a los que en su obra Los demos saca del Hades para
salvar a Atenas. Al parecer, él lo asegura en su comedia Los
Purificadores, del año 416, ayudó a Aristófanes en la com-
posición de Los caballeros, mientras que nuestro poeta en
Las nubes (vv. 553-556) lo había atacado por plagio en su
comedia Ma rica.
 Esta Comedia Antigua, política, utópica y fantástica, tras
el final de la Guerra del Peloponeso, en el año 404, comien-
L
INTRODUCCIÓN GENERAL
XVII
za, como hemos señalado anteriormente, a ser desbancada
por la comedia tradicional, que desemboca en una comedia
más dulce, de caracteres y tipos, y a la que interesan las vi-
cisitudes novelescas presentes en Eurípides. El mismo Aris-
tófanes sigue esta tendencia en las dos últimas obras que
conservamos, Las asambleistas y, sobre todo, Pluto.

VIDA Y OBRAS

 Vida.— Son muy escasos los datos que tenemos sobre la
vida de Aristófanes. Todos ellos se encuentran en dos Vidas
de autor anónimo, en el artículo de la Suda, en un resumen
de Tomás Magistro, en las breves referencias presentes en la
obra de autor anónimo Sobre la comedia, y poco más. Al-
gunas están construidas sobre las noticias supuestamente
biográficas esparcidas en sus obras, como son los datos de
que su fama había llegado a la corte del Gran Rey de Persia
y que Aristófanes era originario de Egina, sacados de la pa-
rábasis de Los acarnienses (vv. 646-55), donde el corifeo
exalta el arte del poeta. En todo caso su relación con la isla
de Egina parece que se puede explicar, según algún comen-
tarista antiguo, por el trozo de terreno que como herencia
recibe el poeta o su padre en esta isla.
 Sabemos que Aristófanes fue hijo de Filipo, un atenien-
se del demo Cidateneo, y de Zenodora; que perteneció a la
tribu Pandiónide, la misma a la que pertenecía su enemigo
Cleón, un rico curtidor, que consiguió cargos políticos y
militares y que, por su belicismo en el enfrentamiento entre
Atenas y Esparta, recibió duras críticas de Aristófanes y
otros comediógrafos contemporáneos. Se le atribuyen hasta
cuatro hijos, cuyos nombres serían: Filipo, haro, ambos
XVIII
ARISTÓFANES
unidos al arte dramático, Nicóstrato y Filitero. La fecha in-
cierta de su nacimiento se sitúa entre los años 450 y 445 a. C.,
pues el poeta debía de tener al menos veinte años cuando en
el año 424 pide, por vez primera, ser director (didáskalos)
de su comedia Los caballeros. En esta misma obra (vv. 512-
516), sin embargo, pone en boca del corifeo que no es un
impedimento objetivo, por ejemplo la edad, lo que le ha lle-
vado hasta ahora a presentar sus comedias bajo otro nom-
bre, es decir, otro director (Calístrato) sino «porque piensa
que la dirección de un coro de comedias es el trabajo más
dificil de todos». Seria, entonces, contemporáneo de escrito-
res como Tucídides, que nace en el año 455; tuvo la oportu-
nidad de conocer a Pericles, que muere en el año 429, y po-
siblemente a Heródoto, que vive entre 484 y 425; así como
pudo contemplar en su estreno las obras de Sófocles y tam-
bién de Euripides, al que tanto criticará en sus comedias, pe-
ro, a la vez, tanto admlrará.
 La muerte de Aristófanes se suele situar alrededor del
año 386, el mismo de la representación de sus dos últimas
obras, dirigidas por su hijo haro, o poco antes.
 Obras.— No conocemos con exactitud el número de
comedias escritas por Aristófanes. Si sabemos que la Bi-
blioteca de Alejandría tenía 44 obras a su nombre, de las
cuales ya los antiguos atribuían cuatro a Arquipo, comedió-
grafo contemporáneo suyo. De todas ellas sólo nos han lle-
gado once y más de 900 fragmentos de las demás, casi todos
ellos de transmisión indirecta y muy breves. En la medida
en que algunas de sus comedias se han podido fechar, los
años de producción de nuestro poeta se sitúan entre el 427,
en el que gana con Los convidados, obra no conservada, el
segundo premio en las Leneas o Dionisias Urbanas (donde
plantea ya el tema del enfrentamiento entre la educación
tradicional y la moderna, que repetirá años después en Las
r
INTRODUCCIÓN GENERAL
XIX
nubes) y el 388, fecha de su última obra conservada, Pluto.
No obstante, como hemos dicho más arriba, su hijo ha-
ro presentó, posiblemente el mismo año de su muerte, dos
obras suyas: Cócalo y Eolosicón. Su comedia Los babilo-
nios, que no conservamos, ganó el primer premio en las
Dionisias Urbanas del 426, bajo la dirección de Calistrato;
en esta obra ridiculizaba a la ciudad, lo que le acarreó la ene-
mistad de Cleón, quien lo acusó ante el Consejo por pre-
sentar los defectos de la ciudad ante un público no atenien-
se, acusación que lo convirtió desde entonces en el blanco
de las críticas de Aristófanes.
 Por las noticias que se pueden recoger en las fuentes an-
tiguas es posible situar cronológicamente las obras conser-
vadas y algunas de las que sólo conocemos el título o algún
fragmento. Según estas fuentes, Aristófanes habría desarro-
llado su mayor productividad en los tres períodos siguientes:
los años 427-421 (que coinciden con los primeros años de la
Guerra del Peloponeso —años 431 a 404— y con la llamada
Guerra arquidámica, años 431 al 421), en el que presentó
once obras a concurso, y el que va desde los años 414 al
404 (años de la llamada Guerra Decelia), que igualmente
conoce once obras presentadas a concurso. Un tercer perío-
do de importante producción se sitúa en los últimos años de
su vida, primeros del siglo ív a. C., de los que conocemos
hasta seis titulos. No todas sus obras fueron presentadas
bajo el nombre de Aristófanes, ya que, como ahora vere-
mos, por motivos varios, el autor podía, a la hora de repre-
sentar su comedia, no aparecer como su director, creando, a
veces, cierta confusión en la transmisión. En resumen, la fe-
cha, la fiesta, en la que fue presentada, y el premio de las
once comedias conservadas, serían como sigue:
Los acarnienses, año 425: Leneas, primer premio, sien-
do Calistrato su director.
1
XX
ARISTÓFANES
Los caballeros, año 424: Leneas, primer premio, siendo
ya director el mismo Aristófanes.
Las nubes, año 423: Dionisias Urbanas, el tercer premio.
Cratino le arrebató el primer premio. No tenemos el
texto de esta obra y sí el de la segunda versión, re-
dactada en el año 421.
Las avispas, año 422: Leneas, segundo premio, siendo
Filónides su director.
 La paz, año 421: Dionisias Urbanas, segundo premio.
 Este año, en que se firma la paz de Nicias con Esparta,
tras la muerte el año anterior del general espartano Brásidas
y del ateniense Cleón, en la campaña de Anfipolis, termina
para Aristófanes su campaña particular contra este último
político, principal representante del partido de la guerra, y al
que había ridiculizado y criticado fuertemente en el 424 en
su obra Los caballeros. En este momento se produce un un-
portante vacío entre las comedias transmitidas y saltamos
siete años hasta la siguiente obra.
Las aves, año 414: Dionisias Urbanas, segundo premio.
Confla de nuevo a Calístrato la dirección.
Lisistrata, año 414: posiblemente en Leneas, sin que se-
pamos el premio que obtuvo, siendo director tam-
bién Calístrato.
Las tesmoforiantes, año 411: posiblemente en Dionisias
Urbanas; desconocemos el premio.
Las ranas, año 405: Leneas, primer premio, con Filóní-
des como director.
 En el verano del 405 se produce la derrota ateniense en
Egospótamos y en abril del 404 el general espartano Lisan-
dro entra con su flota en el Pireo y destruye los Largos Mu-
ros, que unían Atenas con el puerto del Pireo, consurnándose
así la derrota de Atenas y de la democracia, que es suplanta-
da con ayuda de los vencedores espartanos por el gobierno



j
INTRODUCCIÓN GENERAL
XXI
de los Treinta tiranos, de corta duración (404/403). Es, al pa-
recer, en las Leneas del año 404 cuando se vuelve a repre-
sentar Las ranas, cuya parábasis patriota había entusiasma-
do al público ateniense, aunque también es posible que se
viera favorecida su nueva representación por los ataques
que el poeta lanza en esta obra contra Cleofonte, que, como
Cleón, era miembro del radical partido de la guerra y, por
ello, no era bien visto por los actuales gobernantes de la
ciudad, los citados Treinta tiranos.
 En este año termina, como hemos visto anteriormente, el
segundo período en la producción de Aristófanes, en el que
ha mostrado en sus obras un alto nivel poético, notándose,
además, en las mismas su euforia y grandes esperanzas en el
futuro de su ciudad.
 La derrota de los Treinta tiranos por Trasíbulo, un gran
estratega y demócrata ateniense, abre una nueva etapa de la
democracia ateniense y también el tercer período entre los
más productivos de nuestro poeta, del que conocemos hasta
seis titulos, aunque sólo tengamos dos obras completas. Las
circunstancias por las que atraviesa la ciudad de Atenas y la
nueva relación entre los ciudadanos y la ciudad influyen
naturalmente en el nuevo rumbo que Aristófanes imprime a
sus obras. Le interesa poner en escena otros problemas, que
anuncian las llamadas Comedia Media y Nueva. Tras la pre-
sentación de Los Telemeseos en el año 399, cuyo texto no
nos ha llegado, pero del que conservamos el fragmento 543
del prólogo, en el que el poeta dice expresamente que va a
afrontar temas nuevos, tenemos:
Las asambleistas, posiblemente presentadas en las Le-
neas del año 392/391, y
Pluto, 2, en el año 388, una obra con el mismo titulo de
la presentada anteriormente por Aristófanes en el
año 408. Es esta comedia la única que conservamos
XXII ARISTÓFANES INTRODUCCIÓN GENERAL XXIII
de la que, como antes dijimos, los gramáticos ale-
jandrinos llamaron Comedia Media.
 Para fmalizar este acercamiento a la producción aristo-
fánica, diremos que en el año 386, el mismo posiblemente
de su muerte, su hijo haro presentó sus dos últimas obras,
tituladas Cócalo y Eolosicón.
 En total, por las noticias que nos han llegado, princi-
palmente en los Rest~menes, que los estudiosos antiguos so-
lían colocar delante del texto de la comedia, sólo obtu-
vo, como hemos podido ver, tres (o quizá seis) primeros
premios, dos (tal vez cuatro) segundos puestos y un tercer
puesto, escasos si tenemos en cuenta su producción, aunque,
al parecer, fueron numerosos y excelentes sus contrincantes.

ESTRUCTURA5

 La Comedia Antigua, como la mayoría de la producción
literaria griega, sigue unas formas fijadas por la tradición,
que, no obstante, permite al comediógrafo introducir varia-.
ciones en las que mostrar su verdadero arte y genialidad en
el empleo de las mismas según la temática empleada y los
fines propuestos. Aristófanes, único autor de este período de
la comedia del que nos han llegado obras completas, como
ya hemos señalado anteriormente, ha servido para analizar
la estructura de este género literario, en la que seguramente
siguió los pasos de sus predecesores —Cratino principal-
mente— pero a la que también imprimió el sello propio de

 ~ Hemos tenido en cuenta lo que sobre este aspecto escribíamos en
nuestra obra Aristófanes. Las ranas, Murcia, 1993, Pp. 25-3 1.
su genialidad y supo usar con la flexibilidad que permitía su
propia naturaleza.
 Así, según los datos que se pueden conseguir a partir de
la obra aristofánica, toda comedia antigua comienza con un
diálogo o un monólogo, en el que el personaje cómico, solo
o con un acompañante, con frecuencia un esclavo, explica a
los espectadores, a veces de forma directa y rompiendo así
de entrada la ficción dramática, el tema de la obra. Es lo que
generalmente se llama prólogo, cuyo contenido puede ser
enriquecido con otros elementos, siempre que con ello no se
rompa el equilibrio dramático. Esta parte de la comedia no
es lírica, es decir, no es cantada, y se emplea en ella el trí-
metro yámbico, el verso del diálogo en todo el teatro griego,
para el que el poeta cómico disponía de tres a cinco actores.
 A continuación nos encontramos con el elemento formal
llamado párodo, esto es, la canción que entona el coro en su
primera entrada a la orquestra por uno de los accesos a la
misma desde la ciudad o el campo. Lo canta un coro com-
puesto por hombres o mujeres, por animales de distinta
especie o, también, por otra clase de personajes, como las
nubes, en ni¡mero de veinticuatro. Su postura será general-
mente beligerante con lo que va sucediendo sobre la escena,
siendo prácticamente un actor más, que se enfrenta al prota-
gonista, pero con el que terminará normalmente aliado.
 Al terminar esta primera intervención del coro, la come-
dia continúa generalmente con una serie de episodios, que
suelen ser escenas de confrontación, que formarían, cada.
uno, lo que se ha llamado agón, un elemento formal en el
que podemos encontrar o un enfrentamiento entre las partes
interesadas con insultos y amenazas, caso de Los caballe-
ros, que suele terminar con la victoria del protagonista, o
una discusión razonada, donde los contendientes exponen
sus puntos de vista y vence el más hábil en sus razona-
1
XXIV
ARISTÓFANES
mientos (como en Las nubes o Los acarnienses). Este ele-
mento de la comedia presenta un esquema formal complejo,
cuyas partes, sin embargo, no se encuentran en su totalidad
en todas las comedias que emplean este elemento formal,
pues falta, por ejemplo, en Las tesmoforiantes y La paz. Un
agón suele tener las siguientes partes: 1. Oda, a cargo del
coro, que suele dar consejos a los contendientes, cuyas cua-
lidades describe; 2. Katakeleusmós, breve invitación al an-
tagonista, también por parte del coro, para que defienda su
postura, que, por cierto, será derrotada al fmal; 3. Epirrema,
discurso en el que el antagonista, siguiendo las indicaciones
del coro, defiende su tesis; 4. Pnigos, «ahogo», final del
elemento anterior, a modo de conclusión, cantada con apre-
suramiento y ahogo en el mismo ritmo.
 En responsión métrica con todos estos elementos for-
males aparecen a continuación, aunque puede faltar alguno:
5. Antoda, un nuevo canto coral, en el que se invita ahora al
protagonista a que responda a los ataques del adversario; 6.
Antikatakeleusmós, llamamiento del coro al protagonista,
dando paso al siguiente elemento; 7. Antepirrema, en el que
el protagonista pasa a contestar los argumentos y ataques
del antagonista; 8. Antipnigos, fmal apresurado del anterior
y elemento con el que prácticamente finaliza el agón; 9.
Sphragís, elemento con el que, a veces, termina el debate
y en el que el coro, u otro personaje, proclama la victoria
del protagonista, del héroe cómico, y de la tesis por él de-
fendida.
 El agón, a pesar de constituir una parte muy importante
en la comedia griega antigua, puede faltar, como hemos di-
cho, en alguna comedia. De forma completa sólo lo tenemos
en seis comedias: Los caballeros, Las nubes, Las avispas,
Las aves, Lisistrata y Las ranas. Además, en Los caballe-
ros, Las nubes, Las avispas y Las aves tenemos dos o más
INTRODUCCIÓN GENERAL
XXV
agones, colocados, a veces, tras la parábasis (en Los caba-
lleros, Las nubes y Las ranas), elemento al que general-
mente precede y que por eso veremos a continuación. La
falta de comedias completas de otros autores, que nos pu-
dieran servir de punto de comparación, hace que no sepa-
mos hasta qué punto hemos de considerar esta flexibilidad
formal, que podemos analizar en éste y en otros elementos
formales de la obra aristofánica, como un rasgo especial-
mente característico de nuestro autor.
 Junto al agón, el otro elemento formal importante de la
comedia griega antigua es la parábasis, situada, como he-
mos visto, antes o después del agón. En sus orígenes, sin
embargo, se piensa que pudo ser la que abría la obra, como
una especie de prólogo, o, también, es situada al final, como
epílogo. De todas formas, y a pesar de que falte en algunas
comedias &ropiamente en las dos últimas obras conserva-
das, Las asambleístas y Pluto) y en otras, por el contrario,
como sucede con el agón, la encontremos, al menos apa-
rentemente, duplicada en su contenido (Las ranas), es parte
esencial en toda comedia antigua. Significa «digresión» y en
ella el coro, quitándose la máscara y rompiendo así total-
mente la ilusión dramática, se da la vuelta y se dirige, en
nombre del propio autor, a los espectadores para defender y
elogiar al poeta, atacar a sus rivales, así como aconsejar a
sus ciudadanos en torno a diversos asuntos, generalmente
relacionados con los intereses de la ciudad. Como el agón,
la parábasis presenta una estructura formal compleja en la
que se pueden distinguir las siguientes partes, no todas
siempre presentes: 1. Kommation, «pedacito», breve prelu-
dio coral que prepara el largo discurso que sigue; 2. Fará-
basis, parte también llamada Anapestos, por estar escrita en
este ritmo, y cuyo contenido ya hemos explicado anterior-
mente, pues es ahora cuando el coro, dirigiéndose al públi-
1
XXVI
ARISTÓFANES
co, le habla en nombre del poeta, pidiéndoles, entre otras
cosas, su voto favorable; 3. Pnigos, «ahogo», también lla-
mado makrón, en el mismo ritmo que la parábasis, es reci-
tado de manera más rápida y en él se suele encontrar un re-
sumen del tema anteriormente tratado. Estas tres partes son
astróficas, es decir, no tienen en responsión el mismo ritmo,
como silo tienen las dos que siguen: 4. Oda, canto coral,
con frecuencia acompañado de baile, en el que el coro se di-
rige a una divinidad; 5. Epirrema, otro discurso a los es-
pectadores, pero ahora escrito en otro ritmo, generalmente
en tetrámetros trocaicos, múltiplos de cuatro, en el que es-
pecialmente el coro crítica y se burla de ciudadanos o insti-
tuciones públicas; 6. Antoda, que retoma el tema de la Oda,
y, por último, 7. Antepirrema, que tiene un ritmo y conteni-
do similar al Epirrema.
 A continuación se encuentran, generalmente, una serie
de escenas, las llamadas escenas típicas o escenas yámbi-
cas, por estar en este tipo de verso, con intervenciones oca-
sionales del coro, en las que el autor se detiene para descri-
bir los resultados y consecuencias del combate, si éste ha
tenido ya lugar. También pueden aparecer antes de la pará-
basis (por ejemplo, en Las ranas), siendo entonces de con-
tenido distinto, según la comedia.
 Como elemento final de la comedia aristofánica se en-
cuentra el llamado éxodo, escena que cierra la obra y en la
que, en principio, está ausente el coro. En ella el poeta, con
frecuencia, sitúa el banquete, la boda o las manifestaciones
de alegría por la victoria del protagonista, presente en esta
parte de la obra, así como los personajes secundarios que
desean aprovecharse de su victoria. Se trata de todo un con-
junto que toma frecuentemente la forma de un kómos, una
reunión alegre con presencia de cantos y danzas.
INTRODUCCIÓN GENERAL
XX VII
 En resumen, nos encontramos en la comedia aristofáni-
ca con toda una serie de elementos formales con los que el
poeta construye, siguiendo seguramente a sus antecesores,
una estructura que no tiene parangón en su complejidad en
la literatura griega, pero que él sabe tratar con gran maestría
y flexibilidad, al adaptarla cada vez a los temas tratados.

ComENmo

 Ya adelantábamos en el apartado dedicado a la Comedia
Antigua la extraordinaria relación que la comedia aristofáni-
ca presenta en su temática con la realidad contemporánea.
Si es verdad que en otros géneros literarios griegos, sobre
todo teatrales, son frecuentes las alusiones políticas y so-
ciales, ninguno aventaja en este aspecto a la obra de Aristó-
fanes, que pone, sin duda, sobre la escena, para conseguir
sus fmes, una imagen en ocasiones grotesca de su ciudad.
Sus comedias se construyen sobre una referencia constante
a los acontecimientos, personajes, instituciones políticas y
culturales de la sociedad ateniense contemporánea, a los que
somete a juicio y crítica, en ocasiones de manera muy dura
y burlona, como también lo hicieron Cratino y Éupolis. Sin
embargo, nunca hizo diana de sus ataques al pueblo, al de-
mos ateniense, que con toda seguridad no se lo hubiera per-
donado a la hora de emitir el voto para otorgar el ansiado
premio en el concurso teatral. Él proporcionaba al público
una evasión, casi carnavalesca, de la vida cotidiana, al mos-
trar criticados y zaheridos a personajes públicos, posible-
mente odiados y, muchas veces, envidiados por su posición
social y poderío económico. La libertad de expresión de la
que gozaban los ciudadanos de Atenas y de la que estaban


XXVIII ARISTÓFANES INTRODUCCIÓN GENERAL XXIX
muy orgullosos, pernhltía, así, a nuestro autor emplear sin
compasión el onomasti comodein, la burla cómica personal,
contra hombres importantes y sobradamente conocidos de
su tiempo, como Cleán, Antifonte, Euripides, Sócrates, etc.
Aristófanes, desde luego, era consciente del arma importan-
te que le otorgaba esta libertad, de modo que algunos le cul-
pan de la condena y muerte de Sócrates, por la burla y críti-
ca a la que somete al prestigioso filósofo ateniense en su
obra Las nubes, hecho que se piensa pudo ir en detrimento
de la popularidad de nuestro poeta en época posterior. Sin
embargo, no siempre nuestro poeta consiguió su propósito,
como lo demuestra el que, tras su furibunda crítica a Cícón
en Los caballeros, año 424 a. C., éste fuera elegido estrate-
go ese mismo año por los mismos espectadores que le ha-
bían concedido la victoria por esa comedia. Esta estrecha
relación entre los temas cómicos y la sociedad de su tiempo,
en la que el poeta fundamentaba de manera importante el
posible éxito de su comedia, era facilitada por la circunstan-
cia que explicábamos al hablar de las fiestas y los concursos
de comedias y tragedias en ellos celebrados: el poeta podia
hasta el último momento introducir, a raíz de los últimos
acontecimientos, las correcciones que creyera necesarias en
el texto, que había entregado posiblemente incompleto, co-
mo ya hemos indicado, al magistrado correspondiente, el
arconte rey, cinco o seis meses antes de su representación,
para que eligiera su obra y le concediera un coro.
 Los temas arriba enunciados componen el núcleo prin-
cipal de las comedias de Aristófanes que la tradición nos ha
transmitido completas. Así, en Los acarnienses su protago-
nista Diceópolis, privado de su economía rural, «critica a los
belicistas», diciendo que tanto los espartanos como Pericles
arruinan los campos del Ática con una guerra a la que no
quieren poner fm los personajes ricos y dedicados a la mili-
cia, que tienen en el enfrentamiento bélico su sustento o, en
todo caso, nada tienen que perder. Él, Diceópolis, pacta la
paz con los enemigos y por ello tiene que sufrir los ataques
de los belicistas y, en un principio, también del coro de ciu-
dadanos de Acamas que no entienden el pacto de Diceópo-
lis con los enemigos que han arruinado sus campos. Ataca
también a Cleán y crítica la poesía de Eurípides. La come-
dia termina con la entrada de Lámaco, un empedernido beli-
cista, herido, que va a ser objeto de las burlas de Diceópolis,
que regresa del banquete con una hetera, repitiendo él y el
coro: Ténela, grito ritual con el que se saludaba a los vence-
dores en Olimpia.
 En Los caballeros, en la persona del esclavo Paflago-
nio, nuestro poeta «critica y ridiculiza al demagogo Cleón»,
enfrentándolo a un morcillero, Agorácrito, que lo vence.
Los caballeros de Atenas, como coro, lanzan un alegato en
favor del poeta y ayudan a la derrota de Cleón, que no con-
sigue que Demo, que representa al pueblo de Atenas, en su
enfrentamiento con Agorácrito, le dé la razón. La obra ter-
mina con una escena entre el Demo, rejuvenecido por el
morcillero Agorácrito, y este mismo personaje, que lo pre-
senta como el monarca de la Hélade, siendo aclamado por el
coro y recibiendo a una joven, que representa a la Tregua.
El Paflagonio, convertido en morcillero, pagará sus culpas,
ocupando el oficio de su rival. El Demo, agradecido, cierra
la obra invitando al morcillero Agorácrito al Pritaneo y a la
silla que deja libre el Paflagonio.
 La «crítica a la nueva educación», personificada en los
representantes de la Sofistica, con Sócrates a la cabeza, se
encuentra en Las nubes. Un viejo llamado Estrepsíades,
agobiado por las deudas que le causa la afición de su hijo
Fidípides a los caballos, ruega a éste para que acuda a la es-
cuela de Sócrates a fm de que aprenda las artes de los so-
XXX ARISTÓFANES INTRODUCCIÓN GENERAL XXXI
fistas y lo libere de sus acreedores. El resultado es que las
enseñanzas de Sócrates, a pesar de su éxito ante los acree-
dores, convierten a su hijo en una persona irrespetuosa con
su padre, al que se atreve, incluso, a pegar. Irritado, el padre
prende fuego a la escuela de Sócrates y sus discípulos y la
derriba. Con el coro de nubes, que da nombre a la obra, cri-
tica Aristófanes los nuevos dioses, Nubes, Aire, etc., y el
agnosticismo religioso que introducían los filósofos, que,
según la acusación, quería introducir en la ciudad Sócrates.
 «Las instituciones políticas», en concreto los tribunales
de justicia, que en Atenas proliferaron durante la democra-
cia, son criticadas en Las avispas. Un ciudadano ateniense
de nombre Filocleón, muy aficionado a ejercer de juez y a
ser miembro de los tribunales, es amonestado por su hijo,
Bdelicleón, para que abandone esa manía, para lo cual lo
encierra. Sus compañeros de afición, el coro de avispas, que
en la pieza representan a los ciudadanos de Atenas, que de
jóvenes tendían emboscadas a los persas y de viejos pinchan
con los aguijones, intentan ayudarle. El hijo, incluso le or-
ganiza un juicio entre dos perros, que lo engañan a la hora
de emitir el juicio. La obra finaliza con un banquete con
danzas, en el que participa el anciano Filocleón, que poco
antes ponía de nuevo en ridículo a la institución, juzgando a
una panadera.
 «La guerra del Peloponeso», que ya duraba unos diez
años, lleva a Aristófanes a presentar La paz, para mover a
los gobernantes a solventar sus diferencias y optar por la
paz y la concordia. El protagonista, un labrador de nombre
Trigeo, harto de la guerra, decide subir al cielo a lomos de
un escarabajo, traído del Etna y al que cuidaba en su casa,
para preguntarle a Zeus sus planes para con los helenos, a
los que perturba durante ya tanto tiempo con la guerra. Al
no encontrar a Zeus, pide ayuda a Hermes para sacar a la



j
Paz de la cueva donde estaba encerrada. Tras unos diálogos
con el dios Hermes, en los que aprovecha para criticar a fa-
mosos personajes de la vida ateniense, Fidias, Pendes, Hi-
pérbolo y, de nuevo, Cleón, ya muerto, baja a la tierra,
acompañado por dos bellas jóveves, Opora, que representa
las buenas cosechas, y Teoría, que personifica la participa-
ción del individuo en una festividad religiosa, ambas com-
pañeras de la Paz. Se casa con Opora, llevando a Teoría al
Consejo, y la pieza termina con las quejas de los fabricantes
de armas e hijos de soldados y con el regocijo de Trigeo,
quien, tras animar a los helenos a recuperar todo lo perdido
y rechazar la guerra, invita a la novia a acostarse con él,
cantando el himeneo junto con el coro, formado por labra-
dores del Ática, y cerrando de esta manera festiva la pieza.
 «La crítica a los gobernantes de Atenas y a los dioses»
vuelve en la comedia Las aves, en un momento en el que la
situación en la ciudad ha empeorado con la expedición a Si-
cilia y el restablecimiento de la guerra entre Esparta y Ate-
nas. Así la obra presenta a dos ancianos, Evélpides y Piste-
teno, pie abandonan Atenas, hartos de pleitos, y piden consejo
a Tereo, convertido en abubilla, para que les diga la ciu-
dad más adecuada para vivir. Al no gustarles ninguna de las
propuestas deciden recomendar a las aves, que forman el
cono, la fundación de una ciudad entre el cielo y la tierra,
que representa la evasión de la realidad y la búsqueda de
una ciudad utópica. De esta forma podrán exigir a Zeus y a
los demás dioses, muchos de los cuales tienen atributos de
aves, que les devuelvan su antiguo poder, ya que de lo con-
trario les declararán la guerra y no los dejarán bajar a la tic-
rra y exigirán que los hombres les hagan a ellas el primer
sacrificio. Pisteteno consigue la fundación de la nueva ciu-
dad, de nombre Piopio de las Nubes. Se suceden ahora una
serie de escenas en las que Pistetero dialoga con una serie



L
XXXII
ARISTÓFANES
de personajes (un sacerdote, un poeta, un sicofanta, etc.),
que le ofrecen ayuda o rechazan su idea, y, finalmente, con
Posidón, Tríbalo y Heracles, mensajeros de los dioses, que,
al final, abogan por que le devuelvan a las aves su antiguo
poder. La obra tennina con la proclamación de Pistetero
como soberano, su boda con Soberanía y el canto del hime-
neo.
 «La crítica a la guerra» vuelve a ser tema central en Li-
s¡rtrata. La protagonista de la obra que da titulo a la comedia,
Lisistrata, convoca a las mujeres de Atenas, del Peloponeso
y de Beocia para hacerles una importante y sorprendente
propuesta: que no tengan relaciones con sus maridos hasta
que éstos no se decidan a poner fin a la guerra. Las mujeres,
tras algún debate, aceptan. Se suceden una serie de escenas
en las que se describe la dificil situación de los maridos, de-
seosos de sus mujeres, y también cómo algunas de ellas in-
tentan escapar y romper la promesa. Finalmente, Lisístrata
consigue que los embajadores espartanos y la ciudad de
Atenas firmen la paz. La obra termina recuperando cada
hombre a su mujer y con cantos de los dos coros de viejas y
viejos reconciliados y de los que han firmado la reconcilia-
ción.
 «Personajes de la cultura famosos», concretamente Aga-
tón y, sobre todo, Eurípides serán blanco de la crítica aristo-
fánica en Las Tesmoforiantes. Eurípides va a casa de Agatón,
autor de tragedias, para que, vestido de mujer, lo defienda
ante las mujeres, que, aprovechando la fiesta de las Tesmo-
forias, a las que sólo podian asistir las mujeres, van a decidir
su perdición por injuriarías en sus tragedias. Al negarse
Agatón, se le ofrece un Pariente, quien, vestido de mujer,
acude a la fiesta. Allí oye los ataques a Eurípides y responde
defendiendo al poeta. Las mujeres sospechan y con la llega-
da de Clístenes conocen el propósito de Eurípides. Su Pa-
F
INTRODUCCIÓN GENERAL
XXXIII
riente es descubierto y atado a un poste, vigilado por un ar-
quero. En esta situación emplea Aristófanes la parodia trá-
gica, y Eurípides, que viene a salvar a su Pariente, recita con
éste largos pasajes de sus tragedias, repitiendo las palabras
de sus personajes: Palamedes, Helena, Menelao, Perseo y
Eco. Al fmal Eurípides propone un pacto a las mujeres, si
liberan a su Pariente, por el que se compromete a no hablar
mal de ellas en adelante. Ellas aceptan y Eurípides, enga-
ñando al arquero, libera a su Pariente. La pieza termina con
la invitación del corifeo a retirarse cada uno a su casa.
 Con la siguiente comedia conservada, Las ranas, Aristó-
fanes nos ha legado «el texto crítico más antiguo sobre la
tragedia griega». El dios Dioniso, protagonista de la obra,
decide bajar al Hades a traerse a Eurípides, ya que los auto-
res de tragedia contemporáneos son muy malos. Con el con-
sejo de Heracles, a quien visita, y en compañía de su escla-
vo Jantias llega a la entrada del Hades y supera la laguna
Éstige, oyendo el coro de ranas y, ya en el Hades, el coro de
los iniciados. Recibidos por Plutón, el rey de los Infiernos,
Dioniso es nombrado juez de la disputa surgida entre Eurí-
pides y Esquilo, con Sófocles como espectador excepcional,
para decidir quién de los dos fue el mejor en el arte trágico.
El precioso agón entre los dos poetas, que defienden su arte
de escribir con numerosos ejemplos tomados de varias de
sus tragedias, termina sin un claro vencedor, decidiéndose
finalmente Dioniso por Esquilo, con el lógico enfado de Eu-
nípides. La pieza termina con los consejos de Plutón a Es-
quilo para que salve a la ciudad, que deberá enviar pronto al
Hades a ciertos ciudadanos perniciosos para su buen go-
bierno, y las recomendaciones del poeta para que, en su au-
sencia, ocupe su trono Sófocles, a quien considera el segun-
do en el arte de escribir tragedias. El coro de iniciados cierra
la comedia deseando feliz viaje al poeta y buenos augurios
XXXIV ARISTÓFANES INTRODUCCIÓN GENERAL XXXV
para la ciudad, mientras ataca a Cleofonte por su afición a la
guelra.
 En Las asambleístas plantea nuestro poeta el tema del
«reparto justo de los bienes», introduciendo así nuevas
perspectivas en los aspectos tocados hasta entonces en sus
comedias. Siguiendo el modelo de su heroína Lisístrata,
Aristófanes pone a Praxágora al frente de un grupo de
mujeres que quieren cambiar el rumbo de los asuntos de la
ciudad, tomando ellas las riendas del gobierno. Para ello,
saliendo a hurtadillas de sus casas, deciden ir a la Asam-
blea vestidas de hombres y allí, convertidas en asambleís-
tas, votar por sus propuestas. Blépiro, el marido de Praxá-
gora, se entera de lo sucedido en la Asamblea por Cremes,
un vecino, que ha asistido a los debates y le. cuenta cómo
han decidido entregar el gobierno a las mujeres, algo que
todavía no ha intentado la ciudad para solucionar sus pro-
blemas. Las escenas que siguen a esta decisión muestran
los cambios que va introduciendo el nuevo gobierno de
mujeres y las dificultades que les produce el poner en co-
mún los bienes propios y, sobre todo, los problemas a la
hora de compartir posibles amantes, esclavos y libres. La
obra termina con una escena entre dos viejas disputándose
los favores de un joven, que reniega de su suerte, y con
una escena en la que una criada viene a buscar a Blépiro,
el único que aún no ha cenado y asistido al banquete co-
munitano, organizado por el nuevo gobierno mujeril, in-
vitando al mismo incluso a los espectadores. En este mo-
mento el corifeo pide a los espectadores que recuerden lo
que han visto y concedan su voto a Aristófanes por el
buen rato que les ha hecho pasar. La misma criada con
cantos de evohé anima a Blépiro y a las mujeres a que
acudan a la cena, para lo cual les recuerda el suculento
menú que les espera.
 Manteniendo esta «temática más general» y alejada
de cualquier problema concreto relacionado con la ciu-
dad, compone Aristófanes la última comedia conservada,
titulada Pluto, dios de la riqueza. La acción se desarrolla
en torno a los problemas y reacciones que origina el he-
cho de que Pluto, la riqueza, antes ciego, acude al templo
de Asclepio y recupera la vista, convencido por Crémilo,
el protagonista, que lo ha encontrado al salir de hacer
unas peticiones a la divinidad. A partir de este momento
el dios, según Crémilo, podrá repartir equitativamente
sus favores y dejará sin premio a los malvados. Antes la
Pobreza ha advertido de las consecuencias funestas de
esta acción y ha defendido sus virtudes frente a los bie-
nes que puede proporcionar Pluto. Una vez instalada la
divinidad en casa de Crémilo, al que llena de bienes, el
protagonista desea compartir el dios con los demás. Des-
filan entonces una serie de personajes, el hombre justo,
el sicofanta, la vieja, el joven, que se quejan por los cam-
bios sufridos en sus vidas o vienen a traer regalos a Pluto,
agradecidos por su nueva situación. A estos personajes
se une finalmente el dios Hermes, mensajero olímpico,
que viene a quejarse en nombre de los dioses, porque ya
nadie les ofrece sacrificios, rogando, dada la situación,
un puesto de trabajo entre los hombres. Un sacerdote
acompaña en sus quejas a Hermes y la obra termina con
la salida de Pluto de la casa de Crémilo para ser condu-
cido entre cantos y antorchas encendidas al lugar en que
estaba anteriormente, el opistodomo, la celda en la parte
posterior del templo de la diosa, como guardián de las
riquezas que allí se depositan.
XXXVI ARISTÓFANES INTRODUCCIÓN GENERAL XXXVII
LENGUA Y ESTILO

 La gran habilidad con que Aristófanes maneja la com-
pleja estructura de sus obras está acompañada de un admi-
rable dominio de los recursos de la lengua griega. Ésta es
empleada por el poeta en su nivel más vivo, intentando
acercarse en su forma a la lengua coloquial de los ciudada-
nos de su Atenas contemporánea, pero también elevándola
con el empleo muy importante de recursos estilísticos de
muy diversa índole a la condición de una lengua altamente
literaria y artística. Como es natural, mantiene, en líneas ge-
nerales, unas marcadas diferencias en el uso de esos recur-
sos en las distintas partes de sus comedias, que no son
iguales en las partes ocupadas por el diálogo y los discursos
que en las partes cantadas por el coro o los actores. En el
primer caso se trata de una lengua que ha sido llamada
«nuevo ático», en contraste con el ático antiguo de Tucídi-
des y los autores de tragedia, a la que se añaden términos
técnicos del mundo de la medicina, la Sofistica, la crítica
literaria y los artesanos. Además, en el campo de la sintaxis,
tiende a evitar el empleo de formas no coloquiales y poéti-
cas, nuentras que es frecuente en ella el uso de la elisión,
aféresis, crasis, sinicesis, hiato y también la iota deictica, así
como el de las partículas, en las que continuamente se apo-
yan los protagonistas de sus diálogos y discursos, rivalizan-
do en esto con el mismisimo Platón.
 En las partes cantadas, en cambio, se acerca Aristófanes
a la lengua y al estilo de la lírica tradicional, aunque esté
más cerca en su forma de las canciones populares y del gran
poeta lírico Arquiloco, es decir, del llamado yambo arcaico,
que de la que encontramos en los poetas de la lírica coral y
la tragedia. Es aquí, además, donde quiso nuestro autor refle-
jar el conflicto entre la lírica tradicional y las nuevas modas
en las costumbres poéticas y musicales que estaban surgien-
do en su tiempo. En este terreno presentó una importante
batalla contra las innovaciones de los poetas seguidores del
llamado Nuevo Ditirambo, Melanípides, Filóxeno, Timoteo,
etc., pues, aunque él no era insensible por influencia posi-
blemente de Eurípides a las novedades que ellos defendían
y usaban, se mantuvo siempre crítico con la mayoría de
ellas.
 En general, su lengua abunda en el empleo de metáforas
agrícolas y marinas, de palabras de nuevo cuño o empleadas
con acepciones nuevas, de expresiones de carácter sexual y
escatológico, así como todo tipo de obscenidades, cuyo em-
pleo abusivo él crítica en otros autores. Destaca igualmente
por el empleo frecuente de diminutivos, incluso en nombres
‘propios, de refranes, sentencias y proverbios, así como el
uso de expresiones contra lo esperado (aprosdóketa) o con-
tra el sentido, de repeticiones, paronomasias, sinonimias y
homonimias o el uso de epítetos de la tradición literaria,
aplicados a personajes como Cícón, que recuerdan y pan -
cen estar inspirados en la descripción de monstruos como el
Tifón de la Teogonía de Hesíodo o la Quimera en la ilíada
de Homero. Todo lo cual le proporciona a nuestro autor la
posibilidad de expresar contrastes y sorpresas, que fácil-
mente generan lo cómico, instrumento principal de su pai
deia. de su propósito educativo. En este aspecto merece
mención especial la parodia trágica con la que Aristófanes
crítica o alaba el estilo y la temática de autores como Aga-
tón, Esquilo y, principalmente, Eurípides.
 En el empleo de los esquemas métricos, Aristófanes se
muestra como un gran conocedor de la métrica tradicional y
r
XXX VIII
ARISTÓFANES
vemos que emplea los mismos pies y frases métricas que,
por ejemplo, los poetas trágicos, aunque le gusta menos que
a ellos mezclar versos, así como, probablemente por su ca-
rácter más popular y arcaico, que siente cierta predilección
por los versos yámbico-trocaicos y eólicos.

 T¡~..&NsIusIÓN E INFLUENCIA

 Transmisión6.— Como sucede con la mayoría de los
textos literarios griegos, sólo hemos conservado de forma
indirecta la importante labor llevada a cabo sobre la obra de
Aristófanes por los gramáticos alejandrinos, entre los que
destacaron Aristófanes de Bizancio, con el estudio del texto
y los metros, y Aristarco, con su comentario, en los siglos iv
y ni a. C., y, más tarde, Dídimo, siglo í. a. C., y Símaco, si-
glo u d. C. Al parecer, fue precisamente Simaco el que hi-
zo una primera selección de las once comedias que han lle-
gado hasta nosotros, así como una edición en tríadas en la
que aparecían juntas por primera vez las tres ‘comedias de
la llamada tríada bizantina, Pluto, Las nubes y Las ranas,
agrupación que por los manuscritos sabemos que se mantu-
vo en la Edad Media.
 Las fuentes principales para fijar el texto de Aristófanes
proceden de: 1) Papiros (siglos u-vi d. C.), de pobre conte-
nido y que dem~aestran que ya para entonces no disponian
de más obras que nosotros; 2) Escolios, los que derivan de
los comentarios de Símaco y los que realizaron en los siglos
xn al xiv los filólogos bizantinos, principalmente Triclinio,
 6 Hemos seguido lo que sob¡~ este aspecto escribíamos en nuestra
obra citada en nota anterior, PP. 38-42.
INTRODUCCIÓN GENERAL
XXXIX
al que debemos los más importantes de ocho de las obras
conservadas: Pluto, Las nubes, Las ranas, Los caballeros,
Los acarnienses, Las aves, Las avispas y La paz; 3) Textos
de transmisión indirecta, recogidos en obras de autores
posteriores, como Ateneo, Hesiquio, Plutarco, Focio y la
Suda, principalmente, que cita unos 3.000 versos, que sirven
en algunos casos para aclarar el texto transmitido; y 5), so-
bre todo, Manuscritos, en los que el texto más antiguo nos
lo ha conservado el llamado Ravennas (R), del siglo x-xí,
en pergamino, en minúscula y con escolios, que contiene las
once comedias, y el Marcianus Venetus (V), probablemente
del siglo xí-xíí, de la Biblioteca de San Marcos en Venecia,
con escolios más abundantes y valiosos que el anterior, pero
que sólo contiene siete comedias: Pluto, Las nubes, Las ra-
nas, Los caballeros, Las aves, La paz y Las Avispas, y que,
donde coinciden, forma con R la tradición mejor para fijar
el texto de nuestro autor. En total tenemos unos trescientos
manuscritos de Aristófanes, siendo mayoritarios los que
conservan la tríada bizantina. En España, casi todos con la
tríada, tenemos tres en la Biblioteca del Escorial, dos en
la BibliDteca Nacional de Madrid y tres en la Biblioteca de la
Universidad de Salamanca.
 Ya en el año 1498, con la imprenta, aparece en Venecia
la primera edición moderna (la editio princeps) de nuestro
autor en la imprenta de Aldo Manucio, dirigida por el cre-
tense Marco Musuro, con nueve comedias, faltan Las tes-
moforiantes y Lisístrata, y con escolios, pero que no usó los
mejores manuscritos, por lo que su valoración es menor. Las
once comedias juntas aparecen por vez primera en 1532 en
Basilea, siendo su editor Simón Grineo. Desde entonces se
han publicado unas veinticinco ediciones completas de las
comedias de Aristófanes, entre las que destacaríamos la de
V. Coulon para la colección Budé de París de los años
w
XL
ARISTÓFANES
1923-1930. En España, además de las obras completas en
edición bilingi.ie de la Bernat Metge (1969-1977), catalana,
han comenzado a publicarse, igualmente en edición bilin-
gtie, una edición gallega en Santiago de Compostela y una
edición castellana en la editorial del C.S.I.C, en Madrid.
Traducciones completas al castellano tenemos, además de la
antigua de F. Baráibar y Zumárraga (Vitoria, 1874 [1962-
~2 Madrid, Hernando]), la de F. Rodríguez Adrados y J. R.
Somolinos (de 1987,1991 y 1995, Madrid, Cátedra) y la de
L. M. Macía Aparicio (en 1993, Madrid, Ediciones Clási-
cas).
 Influencia.— Como vimos al hablar de las comedias que
nos quedaban de Aristófanes, constatamos que no eran mu-
chos los premios que consiguió en los dos concursos teatra-
les que se celebraban en Atenas y que sólo su comedia Las
ranas mereció una reposición. Además, con pocas excep-
ciones, no parece que sus contemporáneos sintieran la nece-
sidad de hablar de él. Así, sólo sabemos que Cratino descri-
bía su arte como «un hablar como Aristófanes parodiando a
Eurípides», mientras que Platón, como hemos indicado an-
teriormente, regalaba sus comedias al tirano Dionisio II de
Siracusa, porque eran el mejor medio para conocer la socie-
dad ateniense, y fueron encontradas, junto con las del autor
siracusano de mimos Sofrón, en su lecho de muerte. Al
mismo Platón se le atribuye un epigrama funerario para el
poeta, que decía: «Las Gracias, buscando un templo sagrado
que no se cayera, encontraron el alma de Aristófanes».
 Aristóteles lo cita con Homero y Sófocles como ejemplo
de un género de literatura, mientras que Plutarco, en el siglo
í-u cl. C., prefiere a Menandro en su comparación con Aris-
tófanes. Los filólogos alejandrinos, como entre los latinos
Horacio, lo colocaban junto a Cratino y Éupolis, como re-
presentante de la Comedia Antigua. Cicerón lo recomienda



L...
XLI
INTRODUCCIÓN GENERAL
a su amigo Ático, Quintiliano lo sitúa tras Homero, como
modelo de oratoria, y el autor de Sobre lo sublime, empare-
jándolo con Eurípides, considera que Aristófanes consigue
un estilo sublime por la disposición armoniosa de las pala-
bras que usa, aunque éstas sean vulgares. Sí fue, en cambio,
desplazando a Menandro, un modelo fijo para los gramáti-
cos antiguos a la hora de explicar el ático puro. Los papiros
y las citas numerosas en autores antiguos hasta el siglo y d. C.
nos hablan de un manejo de sus obras durante toda la Anti-
giledad y, como modelo escolar, era considerado en los si-
glos xi y xii como máximo representante del género cómico
por los filólogos bizantinos, que le dedicaron ediciones y
comentarios, y desde el siglo xm son numerosos los manus-
critos que nos han trasmitido la tríada bizantina, Pluto, Las
nubes y Las ranas. En Occidente prácticamente no se le co-
noce hasta que en 1423 llega el manuscrito Ravennas. La
edición de todas sus obras en Venecia, Florencia y Basilea a
finales del siglo xv y en el xvi no parece que sirviera para
remediar esta circunstancia, pues en el Renacimiento sólo
fue traducido al latin su Pluto, con lo que siguió siendo un
autor olvidado, como Esquilo, posiblemente debido a su di-
ficultad formal e indecencia, por lo que poco pudo influir en
el nacimiento del teatro moderno. Hasta el siglo xix en Ita-
lia, Francia, Inglaterra y Alemania se encuentran sus obras
casi sólo en círculos reducidos, principalmente universita-
rios, siendo Pluto su comedia más leída. En España, en el
siglo xvi, fue enseñado al parecer en las cátedras de griego
de Salamanca, Valencia y Alcalá de Henares, por su ático
puro y elegante, y todavía en el siglo xviu es un autor es-
colar explicado junto a Eurípides, siendo también Pluto su
obra más estudiada. En el siglo xix Menéndez y Pelayo sólo
cita una traducción de Las nubes y dos del Pluto, mientras
que señala que la influencia de Aristófanes en nuestro tea-
1
XLII
ARISTÓFANES
tro, como en el resto del mundo, fue casi nula y sólo reco-
noce algunas coincidencias, no influencias, entre Quevedo y
Aristófanes. Naturalmente, y a pesar de todo esto, en Espa-
ña, en los últimos años, y en Europa, principalmente desde
el siglo xix, se han venido sucediendo ediciones y traduc-
ciones cada vez más numerosas a los idiomas culturalmente
más importantes del mundo. Además, si se observa el pano-
rama actual en la Grecia moderna así como en el resto de los
paises de tradición clásica, en relación con la reposición de
obras teatrales antiguas, no es en modo alguno Aristófanes
el autor menos representado, sino que es uno de los preferidos
por los directores de teatro modernos, que ven en la reposi-
ción, adaptada o arqueológica, de sus obras un reto impor-
tante, mientras que el público que asiste a esas representa-
ciones admira no sólo la belleza de su estilo y la fuerza de
su crítica cómica, sino que se asombra de la modernidad que
se descubre en el tratamiento que hace de problemas tan an-
tiguos y, a la vez, tan modernos.
JOSÉ GARCiA LÓPEZ. Universidad de Murcia
LOS ACARNIENSES

PRÓLOGO

 Según el argumento que antecede a esta pieza en los ma-
nuscritos de Ravenna y en los dos parisienses, Los Acarnienses
se representaron en el arcontado de Entímenes, en las Leneas,
a nombre de Calístrato, y obtuvieron el primer premio, que-
dando en segundo lugar los Cheimazómenoi de Cratino y en
tercero las Noumeniai de Éupolis. Dado que en el verso 67 de
esta misma comedia se menciona el arcontado de Eutlmenes,
refiriéndose a hechos ocurridos con bastante anterioridad, se
impone corregir Eutímenes (arconte en 437/436) por Eutino
(426/425). Es la tercera obra escrita por Aristófanes —después
de Los comensales y de Los babilonios, representados respecti-
vamente en 427 y 426— y la más antigua muestra de la come-
dia ática que se ha conservado.
 La moderna filología acepta unánimemente los datos de la
mencionada hypóthesis, con la única salvedad de Marta Sor-
di’, quien ha creído encontrar en esta obra ecos de aconteci-
mientos más recientes. La escena de la embajada persa del pró-
logo ridiculizaría la primera y única embajada ateniense a
Persia que tuvo lugar en el otoño del 425 (cf. Tuc., IV 50), con
¡ <La data dcgli Acarneal di Aristofane», Athenaeum 33 <1955), 47-54.



L
2 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 3
posterioridad a las Lencas. En el y. 593 se presenta a Lámaco
como general, cuando su elección como ur~att~yó~ 2 no fue
para el año 426/425, sino para el 425/424 (Tuc., IV 75), dos
meses después de las Leneas. El fracaso de la primera inter-
vención de los atenienses en Sicilia, ridiculizado en el y. 606,
no se hizo del dominio público en Atenas hasta el 424/423 (cf.
Tuc., IV 58; 65). En el y. 651 se alude a los deseos de paz de
los espartanos, cuando las negociaciones no se iniciaron hasta
el verano del 425/424, después del fracaso de Pilo. La burla
del posible incendio del arsenal por parte de los beocios (y.
910 y sigs.) puede haberse inspirado en la toma de Delion (cf.
Tuc., IV 106), que ocurrió en el otoño del 424. Por otra parte,
en el y. 628 de la parábasis, Aristófanes se expresa en primera
persona, lo que no se aviene con el hecho de haber concursado
la pieza a nombre de Calistrato.
 Por todo ello, Marta Sordi postula una segunda redacción
de Los acarnienses, que presentaría Aristófanes en las Grandes
Dionisias del 422, año en que los fastos escénicos no registran
ninguna comedia suya, lo que sería un indicio de que no fue
aceptada a concurso ~. Lo que no se comprende bien en este
 2 H. MOLLHR-STROBING, Ar¿stophanes ¡md die hú¡or¡sche Krit¡k Polemi-
iche Stud¡en zur Gesch¡ch¡e ¡‘on Athen ¿m 5. Jahrhwzdert vor CIu, Leipzig,
1873 (Scientia Verlag, Aalen, 19802>, págs. 498-520, basándose en este verso,
supone que la elección de los estrategos no se efectuaba en verano, sino en in-
vierno. Lámaco, que habla tomado parte en la incursión a Etolia (cf. Tuc. III
98) y allí sería herido —lo que ridiculiza la escena final de nuestra pieza— re-
multaría elegido poco antes de las Leneas. Aristófanes, para dar actualidad a su
comedia reformaría el y. 593, que está en evidente contradicción con el y.
1073 que muestra a Lámaco subordinado a los generales. Su teoría fue acepta-
da por Tli. ZmuNs¡u, Die Ghedenmg der aita¡túchen Komódie, Leipzig, 1885,
págs. 58-68, que explicó por esta modificación de la redacción original la a¡i-
sencia del agón epirremático en esta pieza.
 E. LUPINO, ~cLe ou~a~kn tra Atene e Sitalce: un episodio del primo
anno della guerra del Peloponneso (Tuc. II 29, 1-7)», Rivista Storica diii’ An-
o
caso sería la insistencia del autor en participar en un certamen
cómico con una obra ya premiada, haciendo sólo en ella ligerí-
simos retoques. El argumento de que, escrita para abogar por
la paz en un momento en que ésta parecía lejana, recuperaba
su actualidad en el 423 después de las derrotas, espartana en
Pilo y ateniense en Delion, no es convincente. El estado de
Animo de sus compatriotas distaba mucho de ser en estas fe-
chas el revanchismo bélico que refleja el coro de leñadores de
Acamas: antes bien, se aproximaba al cansancio que denota Lo
paz representada en el 421. Por otra parte, los argumentos en
que se basa esta hipótesis pueden ser fácilmente rebatidos ~.
t,chita 11(1981), 1-14, aceptando la argumentación de la Sordi, cree encon-
trar en las alusiones a Sitalces y a los odomantos un reproche a éstos y una
evocación de la muerte de dicho rey (cf. Tuc. IV 101, 5), que tuvo lugar en el
424. El tono burlesco de las escenas de Teoro y de los odomantos contradice
esta interpretación, que por lo demás implicaría (algo sumamente improbable)
que tan divertidas escenas, las más hilarantes de nuestra pieza, se hubieran
alladido en la segunda redacción.
~ Cf. K. 1. Dovax. <Aristopbanes 1938-1955», L.ustrum 2 (1957), pág. 73,
y Th. Gu¡.zm, ~Aristophanes», RE, Suppl.-Band XII, col. 1421. Como indicio
puede valer la discusión interminable a la que se ha prestado la aparente in-
congn¡cncia entre el y. 593 y el y. 1073, que constituye el principal argumento
de la Sordi. Sobre las soluciones propuestas ya se ha adelantado algo (cf. nota
2). El problema se centra: a) sobre el significado de ati1’yó~ en el y. 593;
b) la época del alio en que se elegían los estrategos; c) el significado de oi
orQ<rcTyyo en el y. 1073. 1. v»¡ Lar.uwe~.¡ y W. RENNIE en los respectivos co-
mentarios de sus ediciones estiman que el término ot~crrYrló< en el y. 593 fue
tomado del Télefo y que tiene, por tanto, un valor poético (como en Sóe. Ant.
8. Fil. 264) y no el técnico de la administración político-militar ateniense.
KANas~aor (RE XII. cols. 537-538) supone que se refiere a un anterior nom-
bramiento de Lámaco como estratego. Como los otQa1:iTyo~. se elegían des-
puás de la sexta pritanla, segiln Amrrói~as (Const. de Los aten. 44,4), una vez
celebradas las Leneas, se ha pensado o que el verso procede de una redacción
posterior (Sordi, Lupino) o que la elección de los estrategos tenía lugar antes
de las Leneas. A este parecer, sugerido por MUller-Str(lbing, se suman H. B.
MAYOR, <The strategy of Athens in dic fifth century», JHS 59(1939), 45-64, y
1
4
COMEDIAS
 Los acarnienses, pese a ser una composición primeriza, re-
únen todos los ingredientes del teatro aristofánico: crítica polí-
tica5 y social, parodia literaria y una justificación personal.

D. M. Lewis, «Double representation in the strategia», JHS 71(1961), 120.
Los vv. 539-619 serían una adición de última hora, poco después de que
Lámaco hubiera sido elegido general en una asamblea con escasa participa-
ción popular. Por su parte W. K. Pnrrcimrr, «flie term of office of Attic strate-
goi», AiF 61 (1940). 469-479», ha selialado las dificultades que implica
sostener esta opinión en el caso de la sublevación de Samos. Una solución di-
ferente ofrece M. y. Mot.rroa, «Aristophanes, Acharn¿ans 593 sod 1073-41»,
CR 83 (1969), 141, basándose en B. D. Mmrrr, The Athenzan year, pág. 218.
Le elección de los estrategos en el alio intercalar de 425/424 se llevó a cabo
antes de lo normal y, por consiguiente, con anterioridad a las Leneas. Por
ello, no hay contradicciones entre el y. 593 y el 1073. Cuando se representa-
ron Los acarnienses Limaco era general electo, pero, al no haber entrado en el
ejercicio del cargo, estaba todavía a las órdenes de los generales en activo. N.
V. Dsma>.n, «Three Notes on Aristophanes: Acharnians 593 and 1073-4, Pca-
ce 991-2, B¡rds 1929», CR, n. s. 20(1970), 269-270, aun mostrindose escép-
tico sobre el valor documental de nuestra pieza sobre el status de Lámaco y
sobre el momento de la elección de los estrategos, observa que no hay con-
tradicción entre ambos pasajes. En 1073 ot osQa~u~yoL puede significar «tus
colegas de generalato», de la misma manera que el probulo de Lisíurata, 609-
610, se refiere a los suyos como rol~ isQo~o1~.oi~. Le exclamación <¡Ay! ge-
nerales más numerosos que valerosos» la puede proferir Diceópolis. Esta in-
terpretación, que no explica demasiado bien esta atribución (al ser la queja
más apropiada a Lámaco), supondría que los generales hablan tomado su deci-
sión en ausencia de Lámaco. Como se ve, las posibilidades de resolver el pro-
blema son múltiples y ninguna de ellas plenamente satisfactoria. De inclinar-
nos por alguna, optaríamos por la mucho más sencilla de Van Leeuwen y
Rennie.
~ Sobres este punto las opiniones se han dividido. Frente a quienes como
G. Muaa.&v (A histo,y of ancíeat Greek literature, London, 1897, págs. 281-
282, y Ar¡stophanes, a study, Oxford, 1933, pág. 271) estaban convencidos
del caricter eminentemente político de esta pieza —alegato por la pez, denun-
cia de la actitud belicista de Cleón y Limaco- desde que A. W. Goaoa publi-
có su conocido artículo «Aristophanes and politics», CR 52 (1938), 97-109
(Recogido en sus More essays u, Greek histo,y ami Literature, Oxford, 1962,
r
LOS ACARNIENSES
5
Compuesta a los seis años de una guerra cruenta, sin que pu-
diera preverse un final decisivo, en medio de las penurias y
del hacinamiento ciudadano a que había dado lugar la concen-
tración en Atenas de la población campesina (cf. Tuc., II
105-114), refleja el punto de vista del pobre labriego que,
arrancado de sus raíces, padece todas las incomodidades del
enclaustramiento en un medio urbano y soporta la destrucción
de sus campos, en la impotencia de ver sus anhelos de paz
cumplidos y sin la menor esperanza de que su voz sea atendi-
da, en un clima de exacerbado belicismo. La idea crítica que
subyace a esta pieza es la misma que anima La paz y Lisístra-
ta: para recuperar la prosperidad perdida es necesaria de todo

págs. 70-91), en el que, por un lado, sostenía la irrelevancia de la postura polí-
tica del cómico para valorar sus obras y, por otro, la imposibilidad de deducir
de L.os acarnienses si estaba o no a favor de la paz, se puso de moda hacer
gala de cieno escepticismo sobre el mensaje que una lectura desprejuic¡.mda de
la misma cree encontrar. W. G. FORREST, «Anstophanes’ Achanuans», Phoenix
17 (1963), 1-12, sostiene que en el 425 a. C. los atenienses estaban tan meti-
dos en la guerra que la idea de hacer la paz quedaba totalmente fuera del hori-
zonte de sus opciones políticas. Parecido escepticismo muestran K. DovER,
Ar¿stophan¿c comedy, Londres, 1972, pág. 88, para quien nuestra pieza sería
una «fantasía de egoísmo total», H.-J. NEWIGER, «War and peace in the co-
medy of Aristophanes», YC!S 26 (1980), 219-237, en págs. 220-224, que
acepta el parecer de Dover, y A. M. Bowie, «The parabasis in Aristophanes.
Prolegomena, Acharnians», CQ 32(1982), 27-40, quien estima imposible des-
cubrir una intención seria en esta comedia. Frente a esta hipercrítica exagera-
da G. E. M. DE Sia. CRoIx, The ongins of Peloponnesian war, London, 1972,
pág. 366; A. H. SOMMERSTEIN, en el prólogo de su edición (Achamians, War-
minster, 1980, pág. 32); L. EDMUNDS, «Aristophanes’ Achamians», YCIS 26
(1980), 1, han defendido el carácter político y pacifista de Los acarmenses,
que con irrebatibles argumentos obtenidos de análisis rigurosos de la pieza
han demostrado D. M. MACDOWELL, «The nature of Aristophanes’ Akhar-
n¡ans», G&R 30, 2 (1983), 143-162; W. KRAUS, Arisrophanes’ polatísche
Komódíen. Die Acharner/ Die Rítter, Wien, 1985, y H. P. Foi.av, «Tragedy
and politics in Aristophanes’ Acharn¿ans». JHS 106 (1988), 33-47.


6 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 7
punto la paz. El tema cómico es una ocurrencia disparatada:
ya que una paz general es imposible, dadas las circunstancias,
un ciudadano hará un pacto particular con el enemigo, demos-
trará la futilidad de los motivos que han conducido a la guerra,.
se beneficiará en exclusiva de las ventajas reportadas por la
paz y, en la prosperidad material de que disfruta, se burlará del
belicismo encamado por un militar de renombre 6
 Se hace díficil determinar si para Aristófanes el ambiente
político-social de Atenas es una consecuencia de los condi-
cionanuentos bélicos o la guerra proviene de ese ambiente po-
lítico-social. En todo caso, se da a entender que la continui-
dad del conflicto se debe a los manejos de demagogos como
Cleón, a la gestión de diplomáticos ineptos que dilapidan los
fondos públicos en misiones interminables y a la arrogancia
de cienos mandos militares: circunstancias todas ellas propi-
ciadas por la pasividad de un pueblo, remiso en acudir a la
asamblea, permisivo con la actividad de los sicofantas, des-
lumbrado por las argucias de los leguleyos en los tribunales.
Un cuadro, en suma, inclemente, que nos deja en la incerti-
dumbre de precisar, dentro de la exageración cómica, el punto
de verdad que contiene.
 El problema de la credibilidad del cómico se plantea de
manera distinta para el historiador que para el filólogo, cuya
atención se centra preferentemente en los aspectos literarios de
esta pieza. Dada la escasez de testimonios directos, se puede
hacer uso de los datos de la comedia aristofánica, a la manera
de V. Ehrenberg 7, otorgándoles un relativo crédito, o adoptar

 • Un análisis detallado del final de la pieza puede encontrarse en M. Psi.-
wmmo, «Anstofane, Acarnesi 1097-1142: Aria di guerra e aria di baldoria»,
A,4fidus 7, n. 19(1993), 43-61.
 ~ 77¡e people of Anstoplwmes. A sociology of oid Arnc commedy, Oxford,
19512.
la postura hipercrítica de K. J. Dover8 o de A. A. H. Chap-
man 9, quienes se inclinan por tener a priori por tan falso cuan-
to dicen los comediógrafos en sus piezas, como los oradores en
sus discursos. Cabe, asimismo, esbozar una metodología como
ha tratado de hacer G. E. M. de Ste. Croix ~0, ~ discernir
dentro de los materiales cómicos lo que puede ser empleado
como documentación histórica, sentando unos criterios de fia-
bilidad; y cabe también, como propugna M. Attilio Levi ~ es-
forzarse, en todo caso, por determinar la relación entre el pú-
blico y la producción teatral, para tratar de comprender cuáles
fueron las disposiciones y el talante de la masa de espectadores
en el momento de la representación dramática.
 Habida cuenta de que lo cómico hunde sus raíces en el sub-
consciente colectivo y de que entre el comediógrafo y su pú-
blico se establece esa complicidad que hace brotar espontánea-
mente la risa 12, el éxito obtenido por esta pieza demuestra que
los atenienses aceptaron, captando bien el mensaje, la crítica
aristofánica. El talante de la colectividad se mostraba cierta-
mente receptivo a este tipo de recriminaciones jocosas. Frente
a sectores belicistas, como los caricaturizados en el coro de
carboneros de Acamas (un grupo importante de la población
del Ática entonces 13), era evidente que otros sectores no me-
nos amplios de la población, por no decir, el pueblo entero de

 En su reseña de la obra de Ehrenberg en el Cambridge Journal 5(1951-
1952), 636 y sigs.
 9 «Aristophanes and history», Acta Clasaica 21(1978), 59-70.
 ‘~ Tite or¿gins of the Peloponnesian war, London, 1972, págs. 232-234.
 “ «Gli ~Acarnesi’ di Aristofane: un problema di metodo», RIL 112
(1978), 90-95.
 12 El propio Chapman reconoce que el genio de Aristófanes <reside más
bien en su capacidad de reflejar los múltiples matices de la opinión y los pre-
juicios públicos que en la de provocarlos», art. cit. (en nota 7), pág. 67.
 ‘~ Proporcionaban tres mil hoplitas al ejército (Tuc. II 19-20).


8 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 9
Atenas afloraba el perdido sosiego y las comodidades de la
paz. No menos evidente es, ya que consta por el testimonio de.
Tucídides, la existencia de críticas a la estrategia preconizada
por Pericles, que hasta el momento no producía resultados efi-
caces. Aristófanes (y. 501 y sigs.) sabe reconocer la importan-
cia del decreto de Mégara como origen de la guerra y, por
ende, la responsabilidad del político en la ruptura de hostilida-
des. La historia de los recíprocos raptos de prostitutas entre
megarenses y atenienses (vv. 524-529) como raíz de ésta, en su
exageración evidente, no surtiría el efecto de comicidad busca-
do ‘~, de no existir una conciencia colectiva, no por difusa me-
nos real, de la futilidad de las razones originarias del conflicto.
 La guerra ¿a quién beneficiaba? Sin duda no era al pueblo
menudo, sino al funcionariado público, como los enviados en
misión diplomática con dietas elevadas, o a ciertos mandos mi-
litares bien retribuidos. Cualquier exageración cómica que se
hiciese en este sentido, con su carga demagógica, tenía asegura-
do el éxito en el gran público, que, lógicamente, no tenía acceso
a los altos cargos de la administración militar y del gobierno.
Lo cómico, como señala la estética marxista con razón 15, surge
de las contradicciones de la sociedad humana —en este caso, de
los deseos de recobrar la paz, por un lado, y los de proseguir la
guerra hasta la victoria, por otro— y de la íntima convicción de

 14 El propio Aristófanes en La paz (vv. 603-628) da otra explicación dife-
rente del origen de la guerra, aunque atribuyéndolo también a razones perso-
naJes de Pericles. Se estima en general la historia del rapto de mujeres como
una parodia de Heródoto, aunque C. W. Fo~¡u~, «Evidence for the date of
Herodotus publication»,JHS 91(1971), 25-34, se inclina a ver aquí más bien
una parodia del T¿lefo. Al menos, la de Heródoto es más perceptible en Aves
1124-1138. Sobre el tema cf. también O. PERROTTA, «Erodoto parodiato da
Aristofane», RIL 59(1926), 105-114.
 ‘5 Cf. sobre esta cuestión, 1. STARK, «Dic aristophamsche Komódienfigur
als Subjekt der Geschichte», Klio 64-71 (1982), 67-74.
que el hombre es el creador de los condicionamientos de su
mundo social y está capacitado, por tanto, para alterarlos, como
hace el protagonista de Los acarnien.ses frente a la alienación
de sus conciudadanos. Abstracción hecha de los resultados
prácticos, la crítica cómica se mostró efectiva de momento: la
propaganda pacifista, con la evocación de tiempos más felices,
descargó en risas el malestar causado por las privaciones y las
penalidades de la guerra en la población de Atenas. Los ate-
nienses, empeñados en un conflicto de supervivencia, al pre-
miar nuestra pieza, no sólo denotaron tener la capacidad inte-
lectual de captación estética del mensaje cómico, sino una salud
moral a toda prueba. Rara vez en la historia, en ocasiones si¡ni-
lares, se otorga semejante libertad de palabra a los poetas.
 Aunque tal vez haya que matizar esta afirmación, cuando
se observa que Aristófanes hizo comportarse a su héroe Diced-
polis con todas las precauciones que la tradición atribuye a los
personajes que se atrevieron a sugerir reformas en la legalidad
vigente o a formular propuestas contrarias a la opinión pública
mayoritaria. Así, el que Diceópolis haga su defensa de los la-
cedemonios con la cabeza puesta en un tajo tiene un paralelo
en la costumbre locria de obligar a quienes presentaban una
ley nueva a defenderla con la soga al cuello 16 y el pilidion
(‘gorrito’) misio que le pide a Eurípides evoca aquél con el que
se presentó Solón en el ágora a declamar, fingiéndose loco, su
elegía sobre Salarnina. También el revestirse de harapos no es
ajeno a los procedimientos habituales para despertar la compa-
sión de los jueces o de la asamblea. Hay, por decirlo con las
palabras de A. Mastrocinque 17, una ‘clave legislativa’ que ex-

 ¡6 D r,ldsTa].es, Contra 7im6cr. 139, Poue,io II 33, Es~romuo II, pág. 165
Meineke, Pausio XII 16, 10-11, Díor,oRo XII 17,4-18. 4.
 “ ‘Oh stracci di Telefo e il capello di Solone», S¡FC 77, 3.’ ser., vol II,
fase. 1(1984), 25-34, en pág. 28.


 10 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 11
plica la cautela de Diceópolis al disponerse a hablar contro-
corrente, tan distinta de la actitud amenazadora y chantajista
que adopta parodiando el proceder de Télefo.
 Junto al aspecto político, efectivamente, hay otro en nues-
tra pieza, no menos importante: el paródico. La larga escena
(vv. 393489) en que Diceópolis va a pedir prestado a Eurípi-
des el disfraz de mendigo de Télefo’8 no sólo es una «elabora-
da parodia del espíritu de los dramas de Eurípides y de su rea-
lismo al vestir sus héroes con harapos» como dice Dearden 19,
sino que desempeña una función dramática primordial en
nuestra pieza, según ha puesto de relieve R. M. Harriott 20~ Los

 ‘ Télefo, rey de Misia, herido por Aquiles, se entera por un orículo de
que sólo el causante de su herida le puede curar. Disfrazado de mendigo, se
presenta en Argos, donde se encontraban los jefes aqueos; defiende ante ellos
la persona de Télefo y a los troyanos, con lo que queda patente su identidad.
Aquiles pide su muerte, pero Télefo amenaza con matar al pequeflo Orestes
que habla tomado como rehén con la complicidad de Clitemnestra, si no se le
permite terminar su discurso. Aquiles, por fin, se aviene a dejarle el arma con
que lo había herido, cuyo contacto le cura. Esquilo también compuso un Téle-
fo y Sofocles trató el mismo tema en sus M¡sios. Le elección de este personaje
y no otro del amplio muestrario que ofrece Eurípides estriba en su adecuación
a las circunstancias de Diceópolis y del propio Aristófanes. Télefo se disfraza
deliberadamente de mendigo para justificar sus acciones pasadas. Aristófanes
ha sido víctima de calumnias y hasta se puso en duda su ciudadanía ateniense;
cf. H. P. Fot.ay, «Tragedy and politica in Aristophanes’ Acharnians», JHS 108
(1988), 33-47.
‘~ C. W. DEARDEN, 77w s:age of Arútophanes, Londres, 1976, pág. 55.
 ~ «The function of ¡he Eur¡pides scene in Ar¡stophanes’ Acharnians»,
GAR, second series, 29 (abril 1982), 35-41. Los harapos con los que se revis-
te Diceópolis subrayan la menesterosidad a la que ha reducido la guerra al
‘cash-consumer’ ateniense, en tanto que los vistosos arreos militares de U-
maco (quien, por lo demás, era pobre) visualizan el medro en la guerra de mi-
litares y belicistas. Las quejas y las motivaciones de Diceópolis son funda-
mentalmente de índole económica, aunque tengan también un fuerte
componente político y social; cf. 5. Douo¡~s OlsoN, «Diceopolis’ motiva-
tions in Aristophanes’ Acharnwns», JHS 11(1991), 200-203.
acarnienses no se limitan a citar literalmente versos del Télefo,
sino que han tomado de esta pieza tres elementos fundamenta-
les: el disfrazarse de mendigo, la toma de un rehén, y el hablar
a favor del enemigo. Lo primero encubre la realidad bajo una
apariencia engañosa que conduce al primer enfrentamiento de
Diceópolis con Lámaco, tras la división de pareceres en el coro
entre los indignados por sus palabras y los convencidos por
ellas (vv. 571-625). En este enfrentamiento quedará claro que
el verdadero ciudadano XQ~~ó~ es Diccópolis, en tanto que
Lámaco se revelará bajo sus arreos militares como un
cT3rOV&LQXL~9; y un ~ (vv. 595-597), que con su
conducta, aparentemente heroica, favorece el medro personal
de los jóvenes vástagos de las clases superiores. Desvelada así
la verdadera naturaleza del protagonista y la de su oponente, el
final de la pieza se encargará de dar a uno y otro su merecido.
La paratragoedia en este caso no es un mero vehículo de la
crítica literaria, sino que se integra de una manera esencial en
la estructura dramática de la pieza.
 Un aspecto de Los acarníenses que suscita no pocos pro-
blemas son las numerosas alusiones personales que contienen,
tanto puestas en boca del protagonista como en las del corifeo
y el coro. Desde un primer momento, Diceópolis revela su
enemistad personal con Cleón. Ya desde el y. 5 del prólogo
hace constar su regocijo por los cinco talentos que ‘vomitó’.
En el verso 377 se alude a los malos tragos que le hizo pasar
por la comedia del año pasado (Los babilonios) y a cómo lo
arrastró a la sede del Consejo para calumniarlo. En el verso
501 afirma que Cleón ahora no podrá denunciarlo por hablar
mal de la ciudad en presencia de extranjeros. El corifeo en los
anapestos de la parábasis (y. 630 y sigs.) alude a la calumnia
de Cleón, y en el pnigos (y. 659) de nuevo vuelve a referirse a
las maquinaciones y maniobras en contra suya, por parte del
demagogo. Aparte de esto, hay otras referencias personales


12 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 13
que ya desde antiguo se prestaron a las especulaciones de los
filólogos, como la alusión a Egina, que tanto ha dado que pen-
sar en la parábasis (y. 652), y la del coro (y. 1150 y sigs.) al co-
rego, que en las Leneas le despidió sin cenar. En la parábasis se
presenta como didáskalos del coro (y. 628) y como un maestro
del pueblo, que con sus críticas descubre los falsos halagos,
pone de manifiesto el especial régimen de democracia que pa-
decen las ciudades sometidas al imperialismo ateniense, y pro-
mete defender siempre en sus comedias lo justo.
 Si Los acarnienses se representaron a nombre de Calístrato
¿cómo entender esta serie de referencias personales? Habida
cuenta de que los asertos de la parábasis coinpiden con lo que
Diceópolis afirma de si mismo, especialmente el decir lo justo
(y. 500), según admite el gula del segundo hemicoro en el
y. 562, se ha sugerido que fue Aristófanes en persona el que
representó el papel de Diceópolis 21~ Pero esta hipótesis cae
por su base, ya que, con la misma legitimidad, se podría supo-
ner que Aristófanes actuó de corifeo, como también se ha pro-
puesto 22• Menos probable, dada la coincidencia de fondo entre

 21 Cf. C. ~‘ji.sy, «Who played Dicaeopolis» en Greek Poetry ami Zafe.
Essays presented to Gllbert Murray on hís seventieth birthday, Oxford, 1936,
págs. 231-240. Una opinión divergente es la de E. L. Bowm, «Who is Dicae-
polis», JHS 108 (1988), 183-185, quien estima que Diceópolis representa al
comediógrafo Éupolis: los nombres en -polis tienen habitualmente un primer
componente verbal y. gr. Archépolis, SiSs(pohs, los dos únicos que no lo tienen
son Éupolis y Diccópolis. En este último, el público reconocería inmediata-
mente al autor teatral, de la misma manera que en el L4bIs y el K>i3n de M’li-
pas descubría a Laques y a Cleón. Con buenos argumentos. L. P. E. PARKER,
<Eupolis or Dicaeopolis», JHS 111 (1991>, 203-208, desmonta esta teoría y
concluye que Diceópolis no es sino una variante del tipo cómico del anciano
<adoptada, eso si, para hablar momentáneamente en nombre del poeta y para
afirmar, lo que es más importante, la paradójica 8LXCIK>O1J VT~ de la comedia»
(pág. 208).
 ~ Cf. Th. Omisa, o. c. (nota 4), col. 1421.
la parábasis de Los acarnienses con la de Los caballeros, es
que todas las alusiones personales antedichas se refieran a Ca-
lístrato. Si el poeta pone en boca de Diceópolis asertos, como
ese de decir lo justo 3tEQL tiN’ 3róXLv, lo es por la identificación.
de sus puntos de vista con los del héroe cómico, pero su verda-
dero portavoz es el corifeo que transmite de un modo directo a
sus conciudadanos su conciencia de ser un maestro de lo bue-
no y de lo justo. Pero esto implica de alguna manera que los
espectadores conocieran quién era el autor de la pieza; es de-
cir, que tuvieran bien clara la diferencia entre autor y produc-
tor teatral, entre el ~coti~’n~ y el p8o&&toxctXo~. Y al
autor de comedias, todavía inexperto para asumir todas las res-
ponsabilidades técnicas y económicas de una representación,
pero con intervención cada vez mayor en los ensayos y puesta
en escena de sus propias obras, parece referirse al título de di-
dóskalos que atribuye el coro a Aristófanes en nuestra pieza,
como con buenas razones sugiere Stephen Halliwell23
 Fundamental para la comprensión de ésta es la interpreta-~
ción de su protagonista Diceópolis 24~ Desde su mismo co-
mienzo25 le vemos, en contraposición al resto de los figuran-
tes, en soledad, como un modelo de ciudadanía, puntual en su
asistencia a la asamblea, molesto por la tardanza de los magis-
trados, descontento con la gestión de los asuntos públicos y la
continuidad de la guerra. Su misma forma de expresarse con
términos poéticos, neologismos, coloquialismos, arcaísmos, en

 23 «Aristoplianes’ apprenticeship», CQ 30 (1980), 33-45.
 24 Este antropónimo, atestiguado históricamente (IG 112, 1622, 1. 685),
como demuestra su uso adjetival en PINDARO (Pít. VIII 22), puede significar
«el de la ciudad justa»; cf. L. EOMuND5. ‘Aristophanes’ Acharnians», YCS 26
(1980), 1, nota 2.
 25 Sobre la estructura del prólogo, cf. y. OORDZIEJEW, «De prologo Achar-
nensium», Eos 39 (1938), 321-350.
u


14 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 15
variopinta dicción, demuestra, como ya observara Ivo Bruns 26,
que no representa un individuo, sino un tipo 27, que puede ana-
lizarse en sus afinidades literarias con otros personajes aristo-
fánicos de parecida índole, o desde el simbolismo que quiso
otorgarle el poeta en esta pieza. Cedric H. Whitman28 ha visto
en Diccópolis una variante del héroe cómico, del individuo
anónimo que supera su propia insignificancia, libera y exalta
su yo individual. Hecha la paz en beneficio propio y en el de
su familia, mediante su pon&Ia engaña bajo el disfraz de Téle-
fo a unos rudos campesinos; se enfrenta a Lámaco como ein~n
para mostrarse después como un alazÓn mayor que su rival;
saca provecho de sus tratos mercantiles con el Megarense y el
Beocio; no quiere compartir con nadie el mágico bálsamo de la
paz y se burla inniisericorde del ciudadano herido en el cum-
plimiento de su deber. La música de Los acarnienses sería, se-
gún esta interpretación, «el canto de la salvación personal e iii-
dividual, entonado con júbilo estrepitoso e imprudente» 29~
 Pero cabe preguntarse si esta conclusión, por comprensible
que sea para la mentalidad moderna, responde a la realidad de
los hechos. Un representante tan descarado del individualismo
insolidario, ¿podría haber recibido el nombre de «el de la ciu-
dad justa»? Con aparato filológico más riguroso, Lowel Ed-
munds 3<> ha dado otra interpretación al tipo que se ajusta mejor
al mensaje que Aristófanes quiso transmitir a sus contemporá-
neos. Al asegurar su paz privada y retornar a su demo, Diceó-
 ~ Das literaruche Porrr*>it der Gr¡echen imfiinften ¡u¡d vierten Jahrhun-
deil, BerlIn, 1986. pág. 149.
 27 Sobre la lengua del prólogo, cf. H. D¡u.FÁt, «Zum Umgang des Aristo-
phanes mit der Sprache, erlautert anden Achamern», Hermes 106(1978), 509.
 ~ Cf. el cap. III («City and individual: Acharnians») en Aristophanes ami
the conuc hero, Harvard, 19712, págs. 59..80.
 ~ O. c., pág. 79.
 ~ «Aristophanes’ Acharn¡ans», YCS 26(1980), 1-41.
polis recupera su propia ciudad, al menos lo que era la verda-
dera ciudad para ese sector campesino de la población del
Ática cuyas penalidades menciona Tucir>n~s (II 16); una ciu-
dad de estrechos horizontes, como simbolizan los límites del
ágora que traza, en la que la comida, el sexo, la bebida y las
condiciones de culto están aseguradas; una ciudad elemental,
en suma, que corresponde a la primera (la &vayxatotát~) de
las mencionadas por Sócrates en la República (372 b 1-8) y
que puede ser calificada de &xaLct, en el sentido de cumplir
con sus deberes con los hombres y dioses. «La ciudad justa
asegurada por la tregua privada de Ciudad justa’ estA caracte-
rizada de manera similar por la piedad estrecha, específica-
mente dionisíaca y por su interés egoísta. El objetivo primario
del nuevo orden de cosas de Diceópolis, que se funda en el sa-
cramento dionisíaco, es celebrar el festival dionisíaco. Y es
para conservar la piedad de este orden por lo que Diceópolis es
egoísta. Su egoísmo, dentro de los términos de la pieza, prima-
riamente es el resultado de la justicia piadosa, y solamente una
ética externa a los presupuestos de la pieza podría hallarlo en
falta» 31~ Una ética moderna en definitiva, como la que subya-
ce a la valoración hecha por Whitman de nuestro personaje.
Aristófanes contrapone la ‘ciudad justa’ —que es la ciudad en
paz— a la ‘ciudad injusta’, que es la ciudad en guerra. En ésta
proliferan la sicofancia, la impostura, los decretos ridículos, la
retórica judicial. En aquélla, el culto de las divinidades dadoras
de la vida y alegría, Dioniso y Afrodita. Para la comprensión
del aparente materialismo y la falta de solidaridad de su prota-
gonista es de capital importancia entender cómo el contraste
entre ambas ciudades se presenta ‘in tenns of language’.
 Hans-Joachim Newiger descubrió en 1957 32 y ejemplificó
31 0. c., pág. 28.
 32 Metaphor ¡md Allegorie, Zetemata 16, Munchen, 1938.


 16 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 17
después con ulteriores trabajos ~ un principio poético, propio
de la comedia aristofánica, consistente en la transformación de
lo metafórico en lo literal, es decir, de hacer aparecer in perso-
no o materializado en escena lo que es una metáfora o una fi-.
gura de lenguaje. Pero, antes de referimos a cómo el propio
Whitman y Edmunds han sabido sacar provecho de ese descu-.
brimiento en el análisis de nuestra pieza, no está de más poner
unos ejemplos de cómo el lenguaje —en este caso la onomásti-
ca personal— determina la presentación aristofánica de los he-
chos o le mueve a e~gir sus títeres escénicos.
Las escenas del prólogo se estructuran, después del parla-
mento en solitario de Diceópolis, en tomo a un enigmático per-
sonaje cuyo nombre es Anfiteo ~. Los comentaristas han optado
por darle al nombre el significado convencional de ‘semidiós’,
cuando por su etimología no puede tener otro sentido que el de
‘dios por ambas partes’. Únicamente Muller-StrUbing35 se mdi-
33 «Kneg und Frieden in der Komodie des Anstophanes», AOPHMA,
Hans Diller zum 70. Gebursrag, Atenas, 1975; traducción inglesa en YCIS 26
(1980), 219-237.
 3’ La intervención de Anfiteo, tras las breves palabras del heraldo (y. 45),
cierra el largo parlamento de Diccópolis (vv. 1-41). Su expulsión de la tribuna
(y. 55) da paso a la divertida escena de la embajada persa (sobre ella cf. Ch. C.
CHAssON, «Pseudartabas and bis eunuchs: Acharnians 91-122», CP 79 [1984].
131-136). Su reaparición en clv. 129 y su salida de escena (y. 133) para ir a
negociar a Lacedemonia la paz privada de Diceópolis sirve de introducción a.
la embajada de los tracios (vv. 134-174). Su reaparición con las treguas en el.
y. 175 y su diálogo con Diceápolis sientan las coordenadas de la pieza y pre-
paran la aparición del coro en la orquestra (y. 204).
 ~ H. MOU..ER-STROBING, o. c. (en nota 2). págs. 697-699. Por su familia, per-
tenecía al linaje de los K¿rykes, que desempeifaban. hereditariamente el oficio de
6~6o~cot de los misterios de Eleusis, quienes tradicionalmente eran próxenos
de Esparta (Js¡~oeowra, Hel. VI 3, 4-6) y se les confiaban misiones diplomáticas
de paz (Js¡~., Banquete ni 14, IV 48). Hermógenes, por lo demás, estaba siem-
pre falto de dinero (P¡.AT., Crdri¡o 384 C 5; Jsru. Mem. 1110). Según se jactaba
Calias (Js>¡., Hel. VI 6), su padre descendía por ambas partes de los dioses.
nó a considerarlo un mote cómico que encubría a un personaje
de carne y hueso: Hermógenes, hijo de Hiponico y hermano de
Calias. Pues bien, Sterling Dow36 descubrió que este antropóni-
mo correspondía a una persona real, del mismo demo que Aris-
tófanes y muy posiblemente conocido suyo. Movido por las po-~
sibilidades etimológicas del nombre, Aristófanes le atribuye la
concesión divina de hacer las paces con los espartanos y la ge-
nealogía, que únicamente se toma en serio Diceópolis. La ac-
ción de Los acarnien.ses arranca de este acto de credulidad y es-
tupendo hallazgo cómico ~ Anffteo, un ciudadano del montón,
viene a ser el mago que trae al protagonista las treguas ansiadas
en forma de vino.
 Pero, aun sin caracterizar, Aristófanes sabe dar énfasis có-
mico y crítico a la presentación misma de lo real. El personaje
llamado Teoro, que en el y. 134 introduce el heraldo como em-
bajador llegado tras una larga ausencia de Tracia es, sin duda,
el mismo que aparece en Las nubes como peijuro y en Las
avispas como un parásito de Cleón. En el contexto de nuestra
pieza, dado que OewQó~ era el enviado oficial a una festividad,
su propio nombre anticipa cuál fue su verdadera actividad en
la corte de Sitalces, confirmada después por sus propias pala-
bras. Aquella embajada no fue en definitiva otra cosa que una
 ~ ~Some Athenians in Aristophanes», AJA 73(1969), 234-225. En un ca-
tálogo de thias&ai (IG IP, 2343), junto con el nombre del sacerdote de laco-
fradía, aparecen otros 15, entre ellos el de Filónides, de quien se valió Aristó-
fanes para representar Avispas. Anflarao, Aves y Ranas, y el de Anfíteo.
 ~ Cf. J. O. Gawrmt, <Amphitheos and Anthropos in Aristophanes», Her-
mes 102 (1974), 367-369, ha sostenido que el hallazgo de Sterling Dow no in-
valida la identificación de MUhIer-Snilbing. Supuesto que Aristófanes bajo el
nombre de Anfíteo (una persona de came y hueso) aludiera a Hermógenes. el
chiste continuarla con la pregunta del heraldo (Oi~x &vOQwno~...), ya que
por Aristóteles se sabia <Ét. Mc. 1147 b 34) que Ánrhrs~pos era el nombre de
un vencedor olímpico, lo que ha sido confirmado por el P. Oxy. 222, col. 11,11-
nea 3; Ánthrópos fue vencedor del pugilato en el 456 a. C.


 18 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 19
eeo)QkZ, una romería, una fiesta para sus componentes. Al me-
nos en la valoración aristofánica.
 El pundonoroso militar que era Lámaco, aunque se refiera
a si mismo como general (y. 593), en realidad lo presenta Aris-
tófanes como un taxiarco subordinado, según él mismo dice
(y. 1077), a «generales más numerosos que valerosos», el cual
cumple con su deber saliendo de operaciones un día festivo
para ser víctima de un percbnce inmerecido que nada tiene de
heroico. ¿Por qué la crueldad de Aristófanes en presentarle
como un anticipo del miles gloriosus? 38~ Se hace dificil creer
que entre el personaje real y su caricatura escénica hubiera ex-
cesivos puntos de contacto. La elección de su figura, como en
el caso anterior, la daba sin duda la ambiguedad etimológica
de ~u nombre (del prefijo ?~a- relacionado con XLav que se en-
cuentra en Xaxcttarci~ywv, o bien la forma dórica de Xcxó~,
que en ático hubiera dado un Aeo~xáXo~ como en IG II,
1894). ¿Qué quería decir en realidad Aái.tctxo~: el ‘campeón
del pueblo’ o el ‘rebelicoso’? 39. En todo caso, el nombre se
‘prestaba a jocosos juegos 4e palabras (3rQay~.&áttov re xa’~
wrx<bv xai. ACq.Lá~WV &7rctKXayEL~, y. 269/270, ‘LO) ~¡óvot ‘re
xczi W~xa~ xai AáI.LcLXO~, y. 1071), a los que se podrían añadir
asociaciones como -roi,g ?..ó~ovg xai. ‘roi>g Xóqovg (y. 1074) y
toda la parafernalia militar de penachos y gorgonas.
 Hasta cierto punto, pues, cabe decir con Whitman que es-
tos caracteres son ‘imágenes’, pero hay otro tipo de ellas que
abocan en la acción, las imágenes dramáticas: por ejemplo, la
 35 Exactamente no, puesto que, si el miles gloriosus en el fondo es un co-
barde, Aristófanes no pone en duda la valentía de Lámaco y sólo pretende
simbolizar en él la «arrogancia del oficial de carrera», como dice W. Ka.~us,
Arutophanes’ poliusche Komtidien. Die Acharner ¡ Dic Ritrer, Wien, 1985,
pág. 97.
 39 Este punto ha sido bien tratado por J. A. O. Luism.¡, «¡be Acharmana
and the pay of taxiarchs», CP 41 (1946), 91-97.
de representar la paz como vino, lo que anticipa las drinking
scenes del final. Junto a éstas hay imágenes dominantes (con-
¡rolling images) como la del carbón, originada por la profe-
sión del coro, que determina, entre otras cosas, los nombres
de los coreutas y la naturaleza del rehén tomado por Diceó-
polis.
 Pero ha sido Edmunds quien ha llevado sistemáticamente
la investigación sobre esta implicación de las imágenes lin-
gilisticas en el desarrollo de Los acarnienses. El tomar el tér-
mino spondái ‘treguas’ en su sentido literal (‘libaciones’) con-
duce a que el protagonista las ‘libe’ y las ‘beba’ (y. 199), con
lo que lo político (la tregua), lo privado (el beber) y lo sagrado
(la libación) se unen en un mismo plano; y de ahí que de un
acto meramente profano se pase a la celebración de las Dioni-
sias camperas. La procesión fálica que entraña conduce a po-
ner de relieve los aspectos sexuales de la paz, después mani-
fiestos en la escena del Megarense, y que, unidos de nuevo al
vino, aparecerán al final de la pieza. La aparente falta de soli-
daridad de Diceópolis con el campesino que ha perdido sus
bueyes no es tal, sino un acto apotropaico, como pone de relie-
ve que dé parte del bálsamo de la paz a la recién casada. A lo
largo, pues, de una serie de interpretaciones literales de figuras
del lenguaje que se van plasmando en acción dramática se lle-
ga a un final en el que «la base ritual de la comedia se reafirma
y restaura y se consagra de nuevo el lugar. de la comedia en el
festival, en este caso las Leneas “a».
 Desde el punto de vista de la puesta en escena, Los acar-
nienses plantean algunos problemas. No hay unidad de lugar.
El prólogo se desarrolla en la Pnix, la acción pasa después al
campo y de allí a la ciudad, ante la casa de Eurípides; poste-
riormente transcurre’ en el campo, luego ante las casas de Di-
 4<> 0. c., pág. 25.


 20 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 21
ceópolis y de Láxnaco, en un espacio que figura ser el mercado
privado de Diceópolis. La decoración exige al menos dos ca-
sas (probablemente tres): una de ellas, la que representa, según
el cambio de lugar, la casa de campo de Diceópolis, tiene una
azotea (y. 262). Esta misma casa, de no montarse una especial-
mente destinada al efecto, puede figurar como la de Eurípides,
para lo cual era preciso que estuviera provista de bcxuxXr~a
(y. 408 sigs.); por último, puede valer como la casa en la ciu-
dad de Diceópolis, en tanto que la otra representa la de Lán~ia-
co. Tampoco hay unidad de tiempo, o, mejor dicho, se juega
muy libremente con la duración de las ausencias de los acto-
res. La ida a Esparta y el regreso de Anfiteo a Atenas tienen
lugar entre los versos 133 y 175.
 El número mínimo de actores requerido para la representa-
ción es de cuatro o quizás cinco, si el que hacia de Anfiteo no
abandonaba la escena para asumir el papel de Pseudartabas (y.
100 y sigs.). Una repartición posible de los papeles podría ser:
el protagonista (Diceópolis), un segundo actor podría encar-
garse de representar al Embajador, Teoro, Eurípides, Lániaco,
el Megarense, el Beocio, el Labrador, el Padrino de boda; un
tercero haría de Anfíteo, de la hija de Diceópolis, el esclavo de
Eurípides, el sicofanta, el mensajero de Lámaco, el segundo
heraldo, el mensajero del sacerdote de Dioniso; y un cuarto,
del heraldo de la Asamblea, la hija del Megarense, Nicarco y
el mensajero de los generales. Un extra se encargaría de repre-
sentar a Pseudartabas4t.
 Una especial dificultad ofrece la invitación al &7ro-
buweaL del y. 627, al inicio de la parábasis (&XX’ &~¡o8i~v’r~
-rotg &vctnctLcrro~ brLo~Ev). El coro de viejos acarnienses en
vez del himátion lleva el ¡ríMn (vv. 184, 343), que era un

 41 Cf. A. PICKARD-CAMDRIDOE, ¡be dramatic fesrivais of A¡hens, Oxford,
19692, págs. 149-150.
manto corto de lana que dejaba en libertad las piernas. Un es-
colio informa que el coro se despojaba de sus mantos para fa-
cilitar así los movimientos de una viva danza. Pero éste no
puede ser el caso en la parábasis de nuestra pieza, ya que una
danza alocada hubiera distraído la atención del mensaje serio
que en este momento se transmite al auditorio, sin contar con
que semejante recurso no se aviene a la naturaleza del coro de’
ancianos. La explicación de que los coreutas se despojaban de
sus máscaras no es convincente 42, porque siguen hablando
como viejos acarnienses y es la máscara y no el vestido lo que
caracteriza al personaje teatral, sin contar con que el verbo
 se refiere siempre a la ropa. Tampoco es convin-
cente la teoría de que dicho verbo está empleado metafórica-
mente en el sentido de «arremangarse y poner manos a la
obra» ~ ya que esta acepción, tomada del atletismo, es tardía.
Por todo ello, y fijándose en terracotas que representan actores
cómicos vestidos con ¡rlb<3n, Robert C. Ketterer ~ 0pta por la
interpretación literal del término. El ¡ríMn cubría los hombros
y la cabeza, dejando sólo en libertad un brazo (lo suficiente~
para tirar piedras, vv. 280 y sigs), pero impedía la gesticula-
ción necesaria para dar énfasis retórico a lo que se decía con
brazos y manos. La invitación a desnudarse, como jóvenes
atletas, a un coro de ancianos, para ejecutar unos desmayados
ejercicios retóricos crearía, por lo demás, un ‘visual joke’ muy
propio de la comedia.
 42 Cf. O. NAVARRE, Le zhéar~ grec, Paris, 1950, pág. 150, yO. SIFAIUs, Pa-
rabasis and animal choruses, London, 1971, págs. 16-17, que resume esta
teoría adelantada por primera vez por C. Kock.
 ‘~ Cf. A. M. DALE, «Oíd comedy: The ‘Achamians’ of Aristophanes», Co-
llecred Papers, Cambridge, 1969, pág. 290, que se basa en el compuesto
E3ta,tobuo1IaL <Lys: 615) para dar esta interpretación.
 <~< «Stripping in the parabasis of Acharnians», GRBS 21(1980), 217-221;
cf. M. Bianra, The his¡ory of ¡he Greek and Roman ¡hearre, London, 19612,
pág. 39, figs. 135-138.


22 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 23
 No es del todo convincente la hipótesis de A. M. Dale45 y
de A. H. Sommerstein 46 de que las escenas de cocina (vv.
1003 y sigs.), que presuponen las órdenes de Diceópolis, se
ejecutaran en realidad, lo que implicaría que se viese el interior
de su casa y el empleo del ecciclema por segunda vez. Diceó-
polis puede dingirse al interior desde fuera. El verso 1096
(«cierra la puerta y que alguien coloque la comida en la cesta»)
tampoco presupone que haya que replegar el ecciclema para
dejar libre el espacio. Sobre el ritmo rápido en la representa-
ción de los preparativos de la marcha de Lúmaco y de Diceó-
polis, pueden leerse las observaciones de Rosemary Harnott ~
 Dos palabras ahora sobre la traducción que ofrecemos. Ex-
tendemos en consideraciones sobre la manera de verter en una
lengua moderna un texto tan vivo y condensado como el de
Aristófanes, nos parece fuera de lugar. Los criterios que hemos
seguido, el lector puede fácilmente deducirlos por su cuenta.
Las crudezas del lenguaje, por lo demás, ya no molestan a los
oídos de nadie. Son otros los aspectos de mi versión que pue-
den quizá herir ciertas susceptibilidades: concretamente, el
empleo de un ‘gallego’ y un ‘catalán’ sui generis para reprodu-
cir respectivamente las formas dialectales que pone Aristófa-
nes en boca del Megarense y del Beocio. Que nadie se escan-
dalice por las lógicas imperfecciones del gallego y del catalán
empleados 48, ya que el intento del traductor ha sido servirse de

 ~ O. c. (en nota 37), págs. 291-292.
 ~ «Notes on Aristophanes’ Acharnians» CQ 28, 385-390. Diceópolis no
dice ~.xq~ep.e en el y. 1007, sino qéQe, lo que presupone la presencia real en
escena.
 ~ a<Acharnians 1095-1142: Words and actiona», BICS 26 (1979), pági-
nas 95-98.
 48 También distaban de ser correctas las formas dialectales empleadas por
Aristófanes, como advierte G. VERBAARSCHOT, «Dialect passages and text
constitution in Aristophanes’ Acharnians, Mnemosyne 41(1988), 269-275.
la riqueza lingilística peninsular para reproducir de alguna ma-
nera el efecto cómico causado en el espectador ateniense por el
uso escénico —por lo demás de corrección harto dudosa— de
dialectos diferentes del ático. Ciertas peculiaridades que los
prejuicios populares --en los que hunde sus raíces lo cómico—
atribuyen a los hablantes de una y otra lengua me han decidido
a la elección del ‘gallego’, en un caso, y del ‘catalán’, en el
otro. El lector puede captarlos y juzgar de mi acierto. Quisiera,
por último, evocar la figura entrañable de Sebastián Mariné (q.
e. p. d.) con quien consulté la ‘paría’ que atribuyo a mi Beocio
y expresar mi agradecimiento a Ana Moure, no sólo por su
inestimable ayuda, sino también por lo mucho que nos diverti-
mos interpretando a la gallega al ‘coitadiño’ del Megarense.








ARGUMENTOS

1
 Se supone una sesión pública de la asamblea en Atenas, en
la que se hace intervenir a un cierto Diceópolis, un labrador,
que demuestra que los oradores incitan a la guerra y engañan
descaradamente al pueblo. Por medio de un individuo llamado
Anfiteo éste hace la paz en privado con los laconios y entera-
dos del hecho unos ancianos de Acamas se presentan persi-
guiéndole en forma de coro. Y viéndole después a Diceópolis
hacer un sacrificio, se disponen a lapidarlo en la idea de que ha
hecho las paces con sus más acérrimos enemigos. Pero éste
promete defenderse poniendo su cabeza sobre un tajo, con la
condición de dejarse cortar el cuello si no logra convencerlos
de que sus argumentos son justos, y va a casa de Eurípides a
pedirle un atavio de pobre. Revestido de los harapos de Télefo,
parodia el parlamento de éste atacando con gracia a Pericles
por el decreto de Mégara. Irritados algunos de aquéllos porque
parecía estar defendiendo a los enemigos y dispuestos a echAr-
sele encima, se ponen a su favor otros en la idea de que habla
dicho lo justo, y en ese momento aparece Lámaco y trata de al-
borotar. Se produce a continuación una discusión, el coro con-
vencido absuelve a Diceópolis y dirigiéndose a los espectado-
1
26
COMEDIAS
res habla de la excelencia del poeta y de otros particulares. Y
cuando Diceópolis disfruta ya de su paz privada, se presenta
primero un megarense que lleva en un saco para venderlas a
sus hijas disfrazadas de lechones; después de éste llega otro
que viene de Beocia a traer al mercado anguilas y toda suerte
de aves. Aparecen a continuación unos sicofantas, Diceópolis
agarra a uno de ellos, lo mete en un saco y se lo entrega al be-
ocio como mercancía de intercambio, y acercándosele algunos
más a pedirle que les diera parte de las paces, los despacha
desdeñosamente. Cuando está preparada la fiesta de las Caes,
llega un mensajero de parte de los generales a ordenarle a LA-
maco, que vive al lado de Diceópolis, a salir con sus armas a
vigilar los accesos del territorio, y viene otro de parte del sa-
cerdote de Dioniso invitando a comer a Diceópolis. Poco des-
pués regresa aquél herido y malparado, y también Diceópolis
de vuelta del banquete con unas heteras. La pieza es de las que
están muy bien elaboradas y de las que invitan por todos los
medios posibles a la paz. Fue representada en el arcontado de
Eutino en las Leneas por Calístrato, y obtuvo el primer premio;
el segundo, Cratino con Los azotados por la tempestad (no se
conserva), y el tercero Éupolis con Los primeros de mes.

II

De Aristófanes el gramático (3 ia)

 Durante la celebración de una asamblea, se presentan unos
embajadores que vienen de Persia y otros que regresan de la
corte de Sitalces; éstos traen un ejército, aquéllos oro. A conti-
nuación llega una embajada de Lacedemonia ofreciendo tre-
guas, a la que no admiten los acarnienses y la expulsan. El



~jj
r
LOS ACARNIENSES
27
poeta los critica duramente y afirma de una manera convincen-
te que no es el La,conio, sino el propio decreto de Mégara y Pe-
ricles la causa de todo aquello y que la paz es la solución de
los males presentes.
ABREVIATURAS PERSONAJES DE LA OBRA
Ag. = Agón
Anap. = Anapestos
Cto. = Canto
Ep. = Epirrema

Esc.(c). = Escena(s)

Éx.= Éxodo
Kat. = Ka¡a,keleusmós
Kom. = Kommdtion
Od. = Oda
Pbs. = Parábasis
Pdo. = Párodo
Pn. = Pnigos
Pr. = Prólogo
Sphr. = Sphrag(s
Str(r). = Estrofa(s)
PrAg. = Proagón

AEp. = Antepirrema
PrEp. = Proepirrema
AprEp. = Antiproepirrema
Esc. bat. = Escena de batalla
Esc. dial. = Escena dialogada
Esc. lír. = Escena lírica
Esc. strr. = Escena con estrofas
AKat. = Anuikatakeleusmós
AOd. = Añtoda

APn. = Antipnigos

AStr. = Antistrofa
Diceópolis
Heraldo
Anffteo
Embajador
Pseudartabas
Teoro
Coro de Acarnienses
Hija de Limaco
Criado de Eurípides
Eurípides
Limaco
Megarense
Muchacha 1
Muchacha II
Sicofanta
Beocio
Nicarco
Dércetes
Padrino de boda
Mensajero 1
Mensajero II
Mensajero m
PERSONAJES MUDOS
Prítanes
Asambleístas
Arqueros
Embajadores
Dos eunucos
Jantias, criados
Esposa de Diceópolis
Soldados de Limaco
Ismenias
Madrina de boda
Dos heteras








LOS ACARNIENSES

(La orquestra representa la Pnix. En la escena hay tres casas, en me-
dio la de Diccópolis con una azotea, y a ambos lados, las de Eurípides
y Lámaco. El interior de la casa de Eurípides puede verse gracias al
artilugio giratorio denominado ecciclema y tiene dos planos.)
 DIc~ÓPOL1s [Pr. 1-203 (3 ia)
(Tras un silencio) ¡Cuántas veces me he reconcomido el cora-
zón! Pocas, muy pocas, me he alegrado: cuatro ~. Mis pesares
fueron tantos como las arenas de la playa. ¡Ea!, veamos, ¿qué
satisfacción tuve digna de ‘gocedumbre’ 2, Yo sé lo que vi con
regocijo de mi alma: los cinco talentos que vomitó Cleón. 5
¡Cómo me refocilé con eso! Por esa acción me caen bien los

 El numeral simboliza una cantidad insignificante, como en castellano e
italiano; cf. C. F. Russo, «Aristoph. Ach. 2; 7», SJFC 26 (1952), 217-219. Es
innecesaria la corrección de O. Scw~oaoa,~, «Lesefrilchte aus den Acharnern»,
Hermes 68 (1935), pág. 405: fru~ <oii> rmaQa.
2 El término chairédónos (y. 4) es una creación cómica sobre algid?rn,
achthéd6n. Lo hemos reproducido así por analogía con ‘pesadumbre’; cf. E.
FRAENKEL, Beobachtungen zu Arístophanes, Roma. 1962. págs. 15-16.
32
COMEDIAS
 caballeros 3. Fue, en verdad, benemérita para la Hélade ~. Pero,
en cambio, sentí un dolor trágico, cuando esperaba boquiabier-
ío to a Esquilo y el heraldo pregonó: «Teognis, saca el coro a es-
cena» ~. ¿Qué vuelco te crees que eso me dio al corazón? Sin
embargo, tuve otra alegría, cuando después de Mosco entrÓ
Dexíteo a cantar una tonada beocia 6~ En cambio, el año pasado
15 estuve a pique de morir y de quedarme bizco cuando vi a Que-
ns asomar la cabeza para atacar el himno ortio 7. Pero nunca,
desde que me lavo, me escoció tanto el jabón en las cejas
como ahora: la asamblea ordinaria estaba convocada para el
amanecer, y mirad (señalando a su alrededor), la Pnix está de-
20 sierta. Ellos, charla que te charla en el ágora, esquivan arriba y
abajo la maroma almagrada 8~ Los pnítanes no llegan sino a
deshora, y luego —imaginatelo— ¡cómo se empujan y precipitan
25 los unos sobre los otros para disputarse el primer banco, aba-
El alio anterior Aristófanes había acusado a Cícón en L<s babilonios de
haber recibido de las ciudades aliadas de Atenas un dinero que le habrían obli-
gado a ‘vomitar’ los caballeros.
 ~ Según un escolio, este hemistiquio (y. 8) fue tomado del T¿lefo de Eurí-
pides.
 Las tragedias de Esquilo, fallecido hacía tiempo, gozaban del privilegio
de su reposición, cuando sólo se admitían a concurso obras nuevas. Teognis,
un poetastro, recibió el apodo de ch0n (‘nieve’) por su frialdad.
6 Ambos citaredos: el primero, mediocre; el segundo, excelente. Entre
Móo~tp ~(lit. ‘ternero’, y. 13) y Bo~nrtov (y. 14) probablemente hay un juego
de palabras. M. LANDEESIxR, «Aristoph. Ach. 13 ff», RhM 113 (1970), págs.
93-94, estima que ~óo~p no es un nombre propio y que btt debe entenderse
como )~¿yetv bri tLVL. La traducción sería: «cuando entró Dexiteo a cantar so-
bre un ternero» (?).
 Un mal citaredo y flautista. El mimos órthios (y. 16) se caracterizaba por
sus tonos agudos.
 8 A la hora de la asamblea, por medio de una maroma recién teñida de
rojo (almagre o bermellón), los magistrados empujaban hacia la Pnix a los
ciudadanos que remoloneaban en el ágora. Los manchados por ella podían ser
multados.
r
LOS ACARNIENSES
33
lanzándose todos a la vez! El que haya paz no les importa
nada. ¡Oh! ciudad, ¡oh! ciudad. Yo, sin embargo, llego siempre
antes que nadie a la asamblea y me siento. Luego, aburrido de
estar solo, suspiro, bostezo, me estiro, me peo, no sé qué hacer, 30
dibujo en el suelo, me arranco pelos, hago mis cuentas, con la
mirada puesta en mi tierra, deseoso de paz, aborreciendo la
ciudad, añorando mi pueblo, que jamás pregonó «compra car-
bones», ni «compra vinagre», ni «compra aceite», y ni siquiera
conocía eso de «compra», pues por sí mismo producía de todo 35
y no había allí quien te aserrara el oído gritando «compra» ~.
Pero hoy vengo dispuesto sin más a dar voces, a interrumpir, a
insultar a los oradores, si se habla de otra cosa que no sea la
paz. (Entra un grupo precipitadamente) ¡Tate! ya están aquí
los pnítanes, ¡a mediodía! ¿No lo anunciaba yo? Ya está: lo que 40
decía. Todo quisque se empuja hacia la presidencia.
HERALDO
Pasad hacia delante, pasad, para quedar todos dentro del recin-
to purificado ¡0.
ANFtrEO
¿Habló alguien ya?
HERALDO
¿Quién quiere tomar la palabra?
ANFÚrEO


 ~ Traducimos así j~d> ,i~uov &~rf~v (y. 36) que hace juego de palabras con
IiQ(O) ‘compra’.
 ¡O Antes de celebrar la sesión se purificaban los límites del recinto con la
sangre de un lechón.
Yo.
45


 34 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 35
HERALDO
¿Quién eres?
ANFITEO
Anfiteo.
HERALDO
¿No eres del género humano? II
ANFITEO
No, soy inmortal. Anfíteo
 era hijo de Deméter y de Triptólemo. De éste nace Céleo; Cé-
50 leo se casa con Fenúreta, mi abuela. De ella nació Licino’2. Por
parte de éste soy inmortal y, por ello, el único a quien los dio-
ses encargaron hacer treguas con los lacedemonios. Pero, pese
a ser inmortal, señores, no tengo dietas de viaje, porque los
prítanes no me las dan.
HERALDO
¡ Arqueros!
ANPf’rEo
Ss <Mien*i’as se lo llevan) Triptólemo y Céleo, ¿me vais a dejar
abandonado?
D¡cEÓPous
<Levantándose) Señores prítanes, afrentáis a la Asamblea dete-
niendo a un individuo que quería hacernos treguas y colgar los
escudos.
 ~‘ Sobre el nombre, cf. el prólogo.
 “Parodiando las genealogías de Eurípides, Aristófanes modifica los da-
tos del ¡nito de Deméter en busca de Pers¿fone. Céleo era cl rey de Elcusis
que dio hospitalidad a la diosa, y biptólemo su hijo. Ni Anfíteo ni Pendreta
tienen nada que ver con dicho mito.
Siéntate y calla.
DICEÓIoLís
¡Por Apolo!, no lo haré, si 6o
no ponéis a debate la paz.
HERALDO
Los embajadores que vienen de ver al Rey.
DIcEÓPoLIs
¿Qué rey? Me cargan los embajadores, con sus pavos reales 13
y sus imposturas.
HERALDO
Cállate.
DícEÓPoLIs
<Viendo entrar a los embajadores) ¡Caray! ¡Qué pinta! ¡Ecbá-
tana pura!
EMBAJADOR
Nos enviasteis junto al Gran Rey con un sueldo de dos drac- 65
mas al día en el arcontado de Eutímenes 14
DICEÓPoLIs
¡Lástima de dracmas!
EMBAJADOR
Y así, extenuados por las llanuras del Caistro, errábamos por

‘~ Que traían como regalo del Rey de Persia.
‘~ Eutímenes fue arconte epónimo en el 437/436 a. C., cf. el prólogo.


 LOS ACARNIENSES 37
 36 COMEDIAS
70 los caminos 15 al abrigo de toldos, recostados en carrozas blan-
damente, a punto de perecer.
DIcEÓPoUs
 Yo sí que estaba bien a res-.
guardo recostado en basura junto a las almenas.
EMBAJADOR
Hospedados, nos forzaban a beber, en copas de cristal y de oro,
buen vino puro.
DICEOPOLIs
75
 ¡Oh! ciudad de Cránao 16,
¿no te das cuenta de la burla de los embajadores?
EMBAJADOR
Los bárbaros, en efecto, sólo consideran hombres a quienes
pueden comer y beber más.
DIcEÓPoLIS
Nosotros, en cambio, a los mamones y a los que toman por
culo.
EMBAJADOR
so Al cuarto año llegamos al palacio real. Pero el Rey se había
 ‘~ En el texto hodoiplarn2mes (y. 69), cuando se esperaría el habitual ho-
do¡pon2rnes. El camino a Susa atravesaba efectivamente dos llanuras del Cais-
tro, según hace notar W. M. CALDEE, «Aristophanes, Acharnians, II, 68, ff.»,
CR 35 (1921), pág. 144. La corrección en nuila kak¡5s del malihakOs del texto
(y. 70), propuesta por D. PAce «Some Emendations in Aristophanes’ Achar-
nians», WS 69 (1956), 116-117, no es necesaria; cf. K. J. Dovax, «Notes on
Aristophanes’ Acharniana», Maja 15 (1963), pág. 6.
 16 Entre dnQarov oivov y KQctvaa (y. 75) hay un juego de palabras im-
posible de traducir. La invocación recuerda el ~scit&~ K~czvao0 de EsQuno,
Ew,¡., 1011 (cf. O. Sc¡utoanal, Hermes 68 (1933], pág. 465).
marchado con un ejército al retrete más lejano y se estuvo ca-
gando ocho meses en los Montes Áureos ~
DICEÓPoLIS
¿Y en qué plazo cerró el culo? ¿En luna llena’8?
EMBAJADOR
Después se fue a casa. Lue- ss
go nos hospedó y nos servía bueyes enteros sacados del horno.
DIcEÓt’oLís
Y ¿quién ha visto alguna vez bueyes al horno? ¡Qué patrañas!
EMBAJADOR
Y también, lo juro por Zeus, nos sirvió un ave como tres veces
Cleónimo ¡9 Su nombre era ‘ave falaz’ 20

 17 Se esperarla «a la guerra». El término apópaton ‘retrete’ (y. 81) sugiere
la idea de lejanía (cf. peripatos). La leyenda de los Montes de Oro existentes
en Persia fue una creación de la imaginación de los griegos. Al chiste chaba-
cano se prestaba la homonimia entre óms ‘montaña’ y Aron orina’. Todo lo
que habla en el palacio del Gran Rey, por lo demás, se creía que era de oro (cf.
Hatónoro, V 49; VII 27). Para la interpretación de este pasaje, véase J. T~i-
LLARDAT, «Aristophanea 1. Acharniens, 83-84>.. BAGB IV serie, núm. 1 (marzo
1961>, 106-108.y A. CESARE CAssIo. «Un re di Persia nei monti dell’ Oro
(Ar., Ach. 80 sigs.; Ctes. FGrH 688 F45».. Ej/cosmos 2 (1991). 137-141. A un
elemento A, relato de una expedición armada que regresa al cabo de mucho
tiempo de un territorio aurífero (cf. HERÓD., III 105, Eu~o, VH 27~ CTE5IAS,
Indik4 FGrH 688 F 45h), Aristófanes superpone un elemento B fantástico-es-
catológico. Hall-Geldart atribuyen este hemistiquio (y. 84) al embajador, lo
que no da sentido aun suprimiendo la interrogación.
 “ Para el y. 83 aceptamos la interpretación de J. TAILLAEDAT, «Anstopha-
oea 1. Acharrnens. 83-84», BAGB IV serie. núm. 1 (marzo 1961), 106-lOS.
 ‘~ Una de las victimas predilectas de Aristófanes.
 20 En griego ph¿no.x ‘embustero’ (y. 84), que tiene semejanza fónica con
la fabulosa ave Fénix.


 38 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 39
DIC~wous
90 Falacia la tuya al cobrar las dos dracmas.
EMBAJADOR
Y ahora hemos llegado con Pseudartabas, el Ojo del Rey.
DICEÓPoLIs
 ¡Así se lo sacara un cuervo
a picotazos! Y el tuyo también, señor embajador.
HERALDO
El Ojo del Rey (Entra con un ojo enorme en la frente y dos
acompafiantes).
Díc~ó~ous
95 ¡Soberano Heracles! ¡Por los dioses!, hombre, tienes cara de
buque de guerra21. ¿Doblas acaso un promontorio y divisas la
dársena? Te cuelga el estrobo por debajo del ojo. ~

 21 Lasnavesdeguerrasollanllevarpintadosdosgrandesojosenlaproa.EI
término vcó<pczQxsov (y. 95), en el sentido de ‘buque de guerra’, probablemen-
te ha sido tomado de la tragedia. Si se pone punto detrás de bWpeLs y se traslada
la interrogación al verso siguiente, es innecesaria la corrección de D. PAGa,
«Soma Emendationa in Aristophanes’ Acharniwas», WS 69(1956), 117-1 19 de
bUpeis por bUp~n entendiéndolo como una aposición a &vOQwRe.
~ Ea decir, en lugar equivocado, cuando su sitio era la popa donde se
ajustaba el remo que servia de timón. Normalmente se interpreta dsk¿~ma
como una funda de cuero que cubría la parte supenor del remo. Creo más pro-
bable que se trate del estrobo o correa con la que se ajustaba éste al tolete o
escálamo. Si fuera la funda del remo, ¿cómo podría colgar por debajo del
‘ojo’, tronera o escobén por donde se introducía el remo? La existencia en la
monarquía persa de funcionarios llamados ‘ojos’ (y también ‘oídos’) del Rey
está atestiguada por Heródoto, Esquilo y Jenofonte; cf. C. Aw~. «12 oeil dii
Roi: conccpt politico-administratif commun á 1’ Iran, á la Chine et & 1’ HélIa-
de>., Hwnam¡as 3(1950-1951), 287-291. Sobre este pasaje, cf. L. Gu., «Note
agli Acarneui di Aristofane>., MCr 18 (1983), 77-78.
EMBAJADOR
Anda, explica ya lo que te envió a decir el Rey a los atenien-
ses, Pseudartabas.
PSEUDARTABAS
Lartaman exarsan apissona satra23. íoo
EMBAJADOR
(A los prítanes) ¿Entendéis lo que dice?
DICEÓPOUs
¡Por Apolo!, yo no.
EMBAJADOR
Dice que el Rey os enviará oro. (A Pseudartabas) Di más alto
y con claridad eso del oro.
PSEUDARTABAS
No recibir oro culiabierto24 Jaonau.

23 Se han realizado diversos ensayos de interpretación de estas palabras
desde el supuesto de que contienen genuino persa. Para J. FRIEDRICH, «Dic alt-
persiache Stelle in Aristophanes’ Acharnern (y. 100)», IF 38 (1921). 93-102,
significarían «Jerjes, el de piadosas intenciones, al estado ateniense»; segiln
O. H~uism>i, «Zum persiscben im Vers 100 der Acharner des Aristophanes»,
FesíchriftfiIr Max Vasmer, 1956, 177-180, querrían decir «Oid, (Su) Majestad
(el Rey) Jerjes escribe estos mandatos»; K. 1. Dovaa, «Notes on Aristophanes’
Achanuans», Ma¡a 15 (1963), págs. 7-8, interpreta «larta de nombre, hijo de
Jerjes, sátrapa>. Nos inclinamos con 1. WAcxaaNAom., «Li dar allpersiachen
Steile in Aristophanes’ Achamern», JF 38(1921), 224, en su crítica a la inter-
pretación de Friedrich, a ver aquí reproducidas, tal como sonaban a oídos grie-
gos, palabras persas, pero carentes de sentido.
 24 El término ~cwvó~sgwxio~ (y. 104), de acufna~ión aristofánica, alude a
los defectos, chaw,ót¿s y euiyprók¡(a, que más echa en cara el cómico a sus
conciudadanos. En ‘Iaovat~ hay una reminiscencia del ‘Iáova~ de Es~uu.o,
Pers. 178, 567 (cf. O. ScisaosoaR, Hermes, 68 [1933], 465).


 40 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 41
DIcEÓPoLIS
íos ¡Ay!, desgraciado, ¡qué claro!
EMBAJADOR
¿Qué dice ahora?
DIcEÓoLls
¿Qué? Que son tontos del culo los jaonios, si esperan recibir
oro de los bárbaros.
EMBAJADOR
 No. Habla de ‘ajanas’ ~ de oro.
DícEÓPOus
íío ¿Qué clase de ‘ajanas’? Eres un gran embustero. Apártate. Yo
le interrogaré por mi cuenta. (A Pseudartabas) Venga ya, ex-
pílcame claramente ante éste (mostrándole el puño), si no
quieres que te de un bailo en púrpura de Sardes 26, ¿nos va a
enviar oro el Gran Rey ? (alza la cabeza negativamente) ¿Nos
están engallando miserablemente entonces los embajadores (la
115 inclina afirmativamente). Estos tipos han afirmado al modo
griego. Imposible que no sean de aquí mismo. De los dos eu-

 ~ La &~ávi~ (y. 108 ) era una medida persa equivalente a 25 medimnos
áticos (unos 2,35 m3). Para mantener de alguna manera las evocaciones foné-
ticas del original, he optado por transcribir ‘ajana’.
 ~ Ea decir ‘que te deje cubierto de sangre’. Sobre la representación de
esta escena, cf. L 1. Dovan, «Notes on Aristophanes’ Achanuo.ns», Maia 15
(1963), 8-12. Diceópolis empuja al embajador y probablemente lo hace salir
(así el actor que representaba este personaje podía aparecer luego como Teo-
ro). Los eunucos que acompallaban a Pseudaba¡tas niegan y afirman simultá-
neamente con él. Se acerca después a uno de éstos y le descubre la máscara,
que lleva tapada en su parte inferior a la moda persa. La máscara carece de
barba.
nucos, éste de aquí yo sé quién es: Clístenes el de Sibirtio 27~
¡Oh! tú, el del culo de ‘ardorosas determinaciones’ 28
¿con esa barbaza que tienes, macaco 29, nos vienes disfrazado 120
de eunuco? Y este otro, ¿quién, diantre, es? ¿No es en realidad
Estratón? ~
Hm~u,o
Calla. Siéntate. El Consejo invita al Ojo del Rey al pritaneo í~s
(Pseudartabas y los eunucos salen).
DícEóPous
¿No es esto para ahorcarse?
Y encima yo aquí soportando dilaciones, cuando jamás deja
esa puerta de hospedarles. ¡Ea!, haré algo pasmoso y grande.
Pero ¿dónde está Anfiteo?
ANF~EO
(Acercándose agachado y
en voz baja) Estoy aquí.
DícEÓPous
Toma estas ocho dracmas y haz treguas para mí solo, los niños 130
y la parienta. (A los prítanes). Vosotros enviad embajadores y
seguid con la boca abierta.

 27 Afeminado, cf. Avísp. 1187, llamado por burla ‘hijo de Sibirtio’, que
era un maestro de gimnasia de conocido rigor. Por Cab. 1373, sabemos que
tanto Clistenes como Estratón eran barbilampitios.
 ~ Parodia de un verso de Eurípides, donde se ha substituido el término
spldnchnon por este otrO, harto menos noble.
 29 Deformación de un verso de Arquiloco, en el que rhet5rós ha sido subs-
tituido por p6gclna.
~ Otro afeminado, citado con el anterior en Cab. 1374.



L.


 42 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 43
HERALDO
Que entre Teoro3’ que regresa de ver a Sitalces 32~
TEORO
Aquí estoy.
DícEóPous
135 Otro impostor este que anuncia el heraldo.
TEORO
No hubiéramos estado en Tracia tanto tiempo...
DIcEóPOus
Claro que no, ¡voto a Zeus!, si no hubiérais recibido un buen
sueldo.
TEORO
Si el inviemo no hubiera cubierto de nieve la Tracia entera y
helado los ríos.
DícEóPOus
 140 Por la misma temporada en
que competía aquí Teognis ~.
TEORO
Durante este tiempo estuve de copeo con Sitalces, que, por
cierto, era extraordinariamante amigo de los atenienses: un
verdadero enamorado vuestro. Tanto es así que escribía en las

 31 El nombre evoca el de the,~rós (enviado a una festividad religiosa),
como advertimos en el prólogo.
32 Rey de Odrisas. hijo de Teres, mencionado por Tucloinas (II 29. 95-
 100; IV 101). Los atenienses se aliaron con él en el primer alio de la guerra.
~ Cf. nota 5.
paredes «atenienses, guapos». Y su hijo ~ a quien le concedi- 145
mos la ciudadanía, tenía pasión por comer morcillas de las
Apaturias35 y suplicaba a su padre que ayudara a su patria. Y
éste juró, derramando libaciones, que vendría a auxiliaros con
un ejército tan grande que dirían los atenienses: «¡menuda 150
nube de ... langostas se aproxima!».
DIcEÓFOLIS
¡Que me aspen!, si creo algo de lo que acabas de decir aquí,
salvo eso de las langostas.
TEORO
Y ahora nos ha enviado al pueblo más belicoso de los tracios.
DícEóPous
Eso sí está ya claro.
HERALDO
¡Eh! tracios, los que trajo Teoro, venid aquí.
155
DIcEóPous
¿Qué chusma es ésta?
TEORO
Un ejército de odomantos ~.
 3’ Se llamaba Sádoco y recibió, efectivamente, la ciudadanía ateniense
(Tuc., 1129). Sobre una actuación suya favorable a Atenasm cf. Tuc., 1167.
 ~ En las Apatunas se inscribía a los milos en las fratrías. La alusión es
doble: por un lado, a la calidad de ateniense de Sádoco, por otro, a ‘engallo’
(apatl).
 ~ Pueblo de Tracia asentado en las riberas del Estrimón, célebre por su
crueldad y salvajismo. No eran súbditos de Sitalces. La alusión de más abajo
(apo:ethr(aicen, y. 158) a la circuncisión es inexacta históricamente. Diceópo-
lis la menciona por lograr un efecto cómico; cf. K. 1. Dov~a, «Notes on Aris-
toplianes’ Achanuans». Maia 15(1963), págs. 12-13.


 44 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 45
DIcEÓPoUS
¿Qué clase de odomantos? (Se¡lalando el falo que portan)
Dime: ¿Qué significa esto? ¿Quién ha descapullado la picha de
los odomantos?
TEORO
160 Por un sueldo de dos dracmas, éstos aplastarán con sus escu-
dos Beocia entera 3~.
DIcEÓpous
A esos descapullados, ¿dos dracmas? Gemiría el personal del
remo alto3s, la salvaguarda de la ciudad. (Los o4omantos le
quitan las alforjas).¡Ay!, desgraciado de ml. Estoy perdido.
165 Los odomantos me han saqueado los ajos. Pronto, tiradlos al
suelo (hacen ademán de comerlos).
TEORO
 ¡Desgraciado!, no te acer-
ques a ellos, picados como están de ajos 39.
DícEc5Pous
Prítanes, ¿vais a consentir que reciba esta afrenta en la patria, y
encima de unos bárbaros? Me opongo a que se discuta en la
170 Asamblea la soldada de los tracios. Hay una señal de Zeus, os
lo aseguro ~: me ha caldo una gota de agua.
 El escudo ligero (p¿Ia) y la jabalina eran el armamento típico de los
tracios. ~l verbo xaraxeXráaovra¿ (y. 160) es de la cosecha de Aristófanes.
 ~ Los remeros que ocupaban el banco superior de las tres hileras de re-
mos de las naves de guerra manejaban el más largo de éstos, realizando así el
mayor esfuerzo.
 » Se lea daba ajos a los gallos de pelea en la creencia de que así se enar-
decían en el combate.
 ~<> Cualquier fenómeno (trueno, lluvia, etc.) de la naturaleza se estimaba
una selial de Zeus que aconsejaba disolver la asamblea.
HERALDO
• Que se retiren los tracios y se presenten pasado mañana. Los
prítanes disuelven la Asamblea (se retiran).
DICEÓPoLIS
¡Ay!, desdichado de mí, ¡Qué cantidad de alioli41 he perdido. 175
Pero, ¡ tate!, ya está Anfíteo aquí de regreso de Lacedemonia.
Buenos días, Anfíteo.
A?.~rtrEo
(Sin cesar de correr y con
tres odres) Buenos no, hasta que no pare de correr. Huyo de
los acarnienses y tengo que escapar de ellos.
DIcEÓPOUs
¿Qué ocurre?
ANrtrEo
 Venía corriendo aquí con las
treguas, pero las olieron unos ancianos de Acamas, unos vejetes tao
recios, tercos como alcornoques, inflexibles, excombatientes de
Maratón, duros como leños de arce 41b, e inmediatamente rom-
pieron todos a gritar: «¡Grandísimo canalla! ¿Traes treguas, es-
tando las vides taladas?». Y se pusieron a recoger piedras en sus
mantos. Me fui huyendo, pero ellos me persiguieron gritando. 185
 41 Con ajos, puerros, queso, miel, aceite y huevo se condimentaba el
iwttwróv (y. 174). una especie de ensalada.
 41b Basándose en la sugerencia de Starlcie de que oq~sv6á~svivo~ es posi-
blemente una broma cómica x<zrú oi,vwvi~wzv por analogía con ~rQ(V1.VOE, L.
A. LOSADA, «Achamians 181: a jest after alí», AJPh 105 (1984), 327-329, le
da una interpretación contraria a la habitual. La madera de arce no sugeriría
robustez, ni fortaleza, sino molicie y refinamiento. Las mesas oCpev~>áiivwa¡,
como se sabe por CIumNo, fr. 301 Edmonds, formaban parte del mobiliario de
lujo de los ricos y refinados.



j


 46 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 47
190
D¶cEÓPous
Ellos, que chillen. A lo nuestro: ¿traes las treguas?
ANFITEO
Por supuesto. Aquí tienes tres gustos. Éstas son de cinco años:
toma y prueba.
DícEÓPouS
(Oliendo) ¡ Uf!
ANFITEO
¿Qué pasa?
DlcEÓPous
No me gustan, hie-
den a pez y a preparativos navales.
ANFtrEo
Entonces, tomay prueba estas otras de diez años.
DICEÓPOLIS
También éstas tienen un tufo muy acre a embajadas a las ciu-
dades, como a desgaste42 de los aliados.
ANFtrEO
195 Pues bien, éstas de aquí son treguas de treinta altos por tierra y
mar.
Dícnó~ous
(Tras oler y echarse un trago) ¡Fiestas de Dioniso!, éstas si
huelen a néctar y ambrosía y no a aguardar la orden de «vive-
42 El término dioiríb¿ (y. 193) es ambiguo: por un lado, significa ‘dila-
ción’, pérdida de tiempo’; por otro, ‘desgaste’. Puede referirse a retrasos en el
pago del tributo o a defecciones de las ciudades aliadas.
res para tres días» ~3, y le dicen al paladar «ve adonde quie-
ras». Las tomo, si, las libo y las bebo hasta apurarlas, mandan- 200
do mil veces a paseo a los acamienses. Libre de guerra y de
desgracias, voy a entrar en casa a celebrar las Dionisias cam-
peras.
Ar.wtrEo
Y yo voy a ponerme a salvo de los acarnienses (salen, entra el
coro).
204-207 (4 tro)]
CORIFEO [Pdo 204-241 (204-233 sizigia)
Que todo quisque siga y persiga por aquí, y pregunte por el fu-
gitivo a todos los viandantes. Es un servicio a la ciudad pren- 205
der a ese individuo. (A los espectadores) Así que, si alguno
sabe a qué parte de la tierra se ha dirigido el que traía las tre-
guas, indicádmelo.
CoRo
[Str. 208-218 pacon.)
Ha huido, ha desaparecido.
¡Ay! desdichado de mí,
¡cómo me pesan los años!
Si fuera en mi juventud,
cuando corría parejas con Fallo ~
210
215
 ~3 Que debían llevar consigo los soldados al salir de operaciones. En la fra-
se siguiente (frxLv’ &iri~ eéXe~ y. 198), G. W. D¡cxa~soN. «Aristophanes’ Ra-
nae 862», HSCP, 1974, 177-188, ha reconocido (págs. 18 1-182), dado el senti-
do sexual de frILVELV (‘montar’) referido a los sementales, un juego de palabras
por segmentación de 8~j, de tal manera que el espectador pudiera entender si-
multineamente el dativo de ,rao~ (‘monta con el pene lo que quieras’). Estas
palabras anticiparían los aspectos sexuales de la paz, puestos de manifiesto más
adelante en la procesión fálica que Diccópolis celebra con sus familiares; cf. L.
EDMUNDS, »Aristophanes’ Achar,uwzs». YCS 26(1980), 6.
 ~ Un célebre corredor. Su nombre hace juego de palabras con el adverbio
phduk5s (y. 215), que hemos tratado de reproducir en lo posible en la traduc-
ción.


 48 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 49
con una carga de carbón encima,
de manera tan fulera,
no hubiera escapado de mi persecución
ese que lleva las treguas,
ni sus piernas le hubieran puesto
a salvo con tanta ligereza.
219-220 (4 tro)]
Co~o
220 Pero ahora, como ya tengo endurecida la corva y al anciano
Lacrátidas45 le pesa la pierna, se ha marchado. Mas hay que
perseguirlo. Que jamás pueda reírse por haberse escapado de
unos acarnienses, por viejos que sean.
CoRo
[AStr. 223-233
CoRIFEo [Esc. en vv. largos, 234-24 1 (4 tro)
¡Ea! hay que buscar a ese individuo y mirar hacia Ba ... lene ~ 235
y perseguirlo tierra a tierra48, hasta encontrarlo de una vez. Que
yo no me hartaría jamás de apedrearlo.
DIcEÓPOUS [Esc. con cto. 242-279 (3 ia)
(Desde dentro) ¡Chitón! ¡Respeto!
CORIFEO
¡Silencio todo el mundo! ¿Oísteis, amigos, pedir silencio? Es
ése el que buscamos. Apartaos. Todos aquí. (Aparece Diceópo- 240
lis con una olla, seguido de su mujer~ su hija y dos esclavos
con un falo) El tío sale, según parece, a hacer un sacrificio.
Quienquiera que sea,
¡oh! Zeus padre y dioses,
pactó con unos enemigos,
contra quienes, por mi parte,
la guerra sin cuartel aumentará
a causa de mis campos.
Y no cejaré hasta
clavarme en ellos hasta
la empuñadura ... cual
caña aguda y dolorosa ~,
para que no vuelvan ya
a pisotear mis viñas.


 ‘~ Arconte en la época de Darío y. por ende, personificación de la edad
provecta, segiln los escolios; uno de los coreutas para van Leeuwen; el corifeo
segdn P. GRoes~eaooM, «Sorne notes on Aristophanea», CR 30 (1916), pág.
183.
Un clásico aprosdókiton aristofánivo.
DlcEÓl’oLIs
¡ Chitón! ¡ Respeto! Que se adelante un poco la canéfora. Que
Jantias ponga derecho el falo. Deposita 1a cesta en el suelo,
hija, para hacer los ritos previos.
HUA
(Sacando una torta de la cesta) Madre, alcánzame el cucharón, 245
para echar el caldo en esta torta.
DIcnÓPoLIs
Así está bien. ¡Oh! soberano Dioniso, que sea de tu agrado la
procesión y este sacrificio que te hago con los de casa, y que 250
celebre felizmente las Dionisias camperas 49, descargado del

En lugar de Palene (y. 234). La substitución de la sorda por la sonora
evoca la idea de bóllein ‘apedrear’.
 ~ La expresión gEn pr¿ gEs (y. 225) evoca el peregrinar de lo y tiene re-
miniscencias de tragedia. Pór analogía con ‘palmo a palmo’, la traducimos de
esa manera.
 ~ Segiin HasíQulo y TEopa.~rro, Caracteres 3, las Dionisias camperas se
celebraban en el mes de Poseideón (invierno). Basíndose en nuestra pieza.
225



230


 50 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 51
servicio militar. Que las treguas de treinta afios me resulten
provechosas. Anda, hija, procura llevar con compostura la ces-
255 ta, compuesta y con carita de haber comido ajedrea 50~ ¡Qué fe-
liz será el que se case contigo y te haga ... comadrejas ~ no
menos pedorras que tú cuando amanece! Avanza y gu~rdate
muy bien (señalando al público) entre el gentío de que nadie te
birle las joyas de oro sin darte cuenta. Jantias, a vosotros dos
260 os toca tener enhiesto el falo detrás de la canéfora. Yo os se-
guiré cantando el himno fálico. Tú, mujer, contémplanos desde
la azotea. ¡En marcha!
y de L4macos.
Mucho más agradable es, ¡oh! Fales, Fales
encontrar llevando leña robada del peñascal ~
a esa buena moza, la tracia de Estrimodoro
agarrarla de por medio y levantarla,
tumbarla al suelo y ‘despepitarla’55,
¡Oh! Fales, Fales.
Si bebes con nosotros, terminada la juerga,
después del alba, sorberás una taza de paz.
Y el escudo, seguirá colgado sobre las brasas56
(Llegan hasta donde se apartó el coro).
  Fales 52, camarada de Baco,
  compañero de jarana, noctíva go,
 265 adúltero, bujarrón,
[Cto 263-279 (ia lír.)
  después de cinco años, te saludo,
  contento de mi regreso al pueblo,
  tras haberme hecho treguas para m( solo
 270 y librado de guerras, ‘pejiguerras’53

principal fuente de información sobre el ritual de esta festividad, G. N. Bm.-
¡c~s’, «The date of Diccopolis’ rural Dionysia~, JHS 54 (1934), 77-78, infiere
que debían celebrarse (al menos en ciertas localidades del Ática) en primave-
ra, ya que de ella se saca la impresión de que las Antesterias las seguían inme-
diatamente.
 ~ Es decir, con formalidad. En lugar de drim~’ bidpusa Aristófanes em-
píes bidpusa thymbrophdgon (y. 254). La th>~mbra (‘ajedrea’), que se emplea-
ba como purgante, tenía un sabor agrio. En castellano, también se dice con
‘rostro avinagrado’.
 SI Los griegos se servían de comadrejas para los usos domésticos del gato.
Según parece indicar Taócnrro, XV 28, el término se podía aplicar cariñosa-
mente a las muchachas (cf. ‘gatita’).
 ~ Personificación del falo procesional.
 53 Tratamos de reproducir de alguna manera en castellano el juego de pa-
labras y efecto de rima en griego de ItQUYILárO)v Te xcd. ~saxdv xa~
AOIIÚXWV &3~ct>JJrye(~ (vv. 269-270).
280-283 (2 tro, paeon.)]
CORIFEO
[Esc. bat. 280-346
Ése es, ése. ¡A cantazos con él!
280
¡A cantazos, a cantazos, a cantazos!
Pégale, pega a ese canalla!
¡Apedréalo, apedréalo de una vez!
 DICEÓPoLIs [Str. 284-302 (paeon +4 tro)
(Protegiéndose con la olla) ¡Heracles! Esto, ¿qué es? Haréis
pedazos la olla.

 ~ No creo que phe¡1b3s (y. 273) sea un topónimo, sino el nombre común
que designaba el monte pedregoso.
 ~ En sentido obsceno: ytycIQ¶ov es el grano ola pepita de la fruta. De ahí
2taTCty%yGQTLOaL (y. 275). El paralelo de Carmina Príapea 5 y 38 y de Tsé-
cmrro V 116 sigs. le hace pensar a K. J. DOVER, «Notes on Aristophanes’
Acharnmans». Ma¡a 15 (1963), págs. 13-14, que era éste el castigo que recibí-
an los ladrones de los campos.
 ~ En e[Qijvi~ ... TQú~WV (y. 278) una ‘taza de paz’ hay un aprosdókl-
tos en lugar del esperado ptisdn¿s (cf. Ai.axís fr. 144 K) como remedio de la
resaca; vide E. Fa.~arncsz., Beobachtungen zu Ar¡stophanes, Roma 1962, pág.
28. El escudo se colgaba en tiempos de paz sobre la chimenea para que no se
oxidase.
275


 52 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 53
Co~EO
A ti sí que te vamos a matar
a pedradas, tipejo repugnante.
DícEÓPOus
(Retrocediendo) ¿Por qué causa, venerabilísimos acarnien-
ses?
Como
¿Lo preguntas? Eres un sinverguenza
y un asqueroso. ¡Traidor a tu patria!
Eres el único que hizo treguas,
¡y te atreves a mirarme a la cara!
DICEÓPOUs
El motivo de mi pacto lo ignoráis. Escuchádmelo.
CoRo
¿ Que te escuchemos? Morirás.
Te sepultaremos a cantazos.
DícnóPOuS
No lo hagáis sin escucharme. Conteneos, buena gente.
CORO
No me voy a contener
y no me vengas con razones,
porque te odio aún más que a Cleón;
y a éste le corto un día a tiras
para hacerles suelas a los caballeros.
303-334(4 tro)]
CoRn~O
DIcEÓPoLís
Buena gente, dejad de lado a los laconios y oíd sobre mis tre- 30s
guas, si las hice con razón.
CoRí¡~o
Pero ¿cómo puedes decir que con razón, desde el mismísimo
momento en que pactaste con quienes no respetan el altar, ni la
palabra dada, ni el juramento?
DICEÓPoL¡s
También yo sé que los lacomos, contra los que arremetemos
en exceso, no son los culpables de todas nuestras desgra- 310
cias.
Co¡w~o
¿Que no lo son de todas, bribonazo? ¿Te atreves a decirnos eso
ya a las claras? Y encima, ¿voy a dejarte impune?
DICEÓPOUS
De todas no, de todas no. (Señaló,ndose) Yo mismo, si hablara
aquí, podría hacer ver muchas cosas en las que ellos han sido
incluso agraviados.
CORIFEO
Esta afirmación es intolerable ya y revuelve el estóma- 3is
go. ¿Tendrás la osadía de hablarnos en favor de los enemi-
gos?
DícEóPous
En efecto, y si no digo lo justo y no se lo parece al pueblo, es-
toy dispuesto a hablar con la cabeza en un tajo.
No voy a ofrte exponer largos razonamientos, a ti que pactaste
con los laconios, pero sí te daré lo merecido.
285
290
295





300


 54 COMEDíAS LOS ACARNIENSES 55
Coan~o
Dime: ¿por qué escatimamos las piedras, paisanos? ¿Qué nos
320 impide despellejar a este tipo y dejarlo como capote de púrpu-
ra? ~.
DícEÓI’oLís
¡Cómo hierve el negro tizón58 de vuestra bilis! ¿No me vais a
escuchar? De verdad, ¿no vais a escucharme, hijos de Acar-
neo? ~
Coi~u~o
Por supuesto, no te escucharemos.
DIcEÓ¡’oLís
Grave desconsideración tendréis conmigo.
Coi~u~o
Que me muera, si te escucho.

 El verbo ka¡axáinein propiamente significa cardar’. La phoin¡kls era
un capote teflido de púrpura que llevaban los espartanos. La expresión
xci~a~ci~ve~v et~ cpOLVLXL8cI (y. 320) es similar a la de ~á~pw fr~qqrn
XctQ&avwáv (y. 112).
 SS El adjetivo negro’ y el verbo ‘hervir’ sugieren el humor conocido
como ‘bilis negra’. En su lugar aparece un compuesto cómico 8u1¿úXwi~ (~ti-
zón’) en el y. 321, cuyo primer elemento se asocia a thymós (anímus), que evl-
dentemenle pronunciarla el actor con una pequefia pausa interna para lograr el
efecto.
 ~ Diccópolis se dirige a los acarnienses con un gentilicio cómico
(J~aQv,~a¡. y. 322) como si descendieran de un mítico Acarneo. MIs abajo
deforma su nombre con el sufijo culto -ikos (d~a~vutoL, y. 324) y con la desi-
nencia arcaica y poética en -oÚi (‘AX«QVLXO~OL. y. 329). Traducimos «lugare-
fios de Acamas» para reproducir de algún modo el rebuscamiento de la expre-
325
DlcEóPous
No, por favor, ¡oh! lugareños de Acamas.
CORIFEO
Ten seguro que vas a morir ahora mismo.
DIcEÓI’oLís
Entonces os hincaré los
dientes. Os replicaré matando a los más queridos de vuestros
seres queridos, pues tengo rehenes vuestros, y los voy a coger
para degollarlos (entra en su casa).
Co~o
Decidme: ¿qué amenaza es ésa, paisanos, que nos hace a los
lugareños de Acamas? ¿Acaso tiene encerrado en casa a un
hijo de alguno de los presentes? Si no, ¿en qué apoya su brava- 330
ta?
DIcEÓPous
(Saliendo con un capacho y un cuchillo) Apedrealme, si que-
réis. Yo acabaré con éste y pronto sabré quién de vosotros mira
por los carbones.
CORIFEO
Estamos perdidos. Ese capacho es paisano mío. No hagas lo
que vas a hacer. ¡Jamás! ¡Jamás!
DícEÓPous
Tened seguro que lo mataré.
Chillad, que no voy a prestar oído.
CORIFEO
¿ Vas a matar a este compañero.
[AStr. 335-346
335
a un amigo de los carboneros?
sión.


 56 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 57
DícnÓPOLís
Tampoco hace un momento
quisisteis escucharme, cuando hablaba.
CoRo
Pues bien, si te parece, explica ya
cómo y por qué el lacedemonio
te cae bien; pues yo jamás
traicionaré a ese capachín.
DIcEÓPOUS
 Entonces, tirad vosotros primero las piedras al suelo.
CoRIFEo
(Mientras el coro sacude sus vestiduras) Ahí las tienes en tie-
rra, pon en ella tú también el cuchillo.
DICEÓPOUS
¡Ojo! no vaya a quedar alguna en vuestros mantos.
CoRo
Los hemos sacudido y cayeron al suelo
 ¿No ves cómo lo sacudo? (doblan repetidas veces sus mantos)
345 No me vengas con pretextos
y tira el arma, que ya con tantas vueltas
quien lleva la sacudida (señalando el falo) es éste 6<)•
 347-357 (3 la)] DIcEÓPous (Ese. strr. 347-488
(Dejando el cuchillo en el suelo) Era seguro que ibais a bajar
el tono de vuestras voces, pero por poco murieron unos carbo-
 ~ Juego de palabras con seistós (y. 344), que en ¿poca tardía significó
pendiente’. Diferimos de la interpretación de K. J. Dovea, <Notes on AnsIo-
phanes’ Acharn¡ans», Mnem~ 20 (1967), 409, cf. L. Qn., <Note agli Acamesi
di Aristofane>i, MCr 18 (1983) 78-80.
nes del Panes sólo por la chaladura de sus paisanos. Del mie- 350
‘do, el capacho me echó encima una buena plasta de carbonilla,
talmente como una sepia. Indigna que el genio de algunos sea
tan agrio como para tirar piedras y gritar y no avenirse a escu-
char nada que aporte igualdad de oportunidades, cuando yo es- 355
taba dispuesto a decir cuanto dijera en favor de los lacedemo-
nios con la cabeza en el tajo; y eso que tengo aprecio a mi
vida.
CoRo
[Str. 359-65 (dochm)
¿Por qué no sacas, pues, a la puerta un tajo
y dices, desgraciado, eso tan importante
que tienes que decir? Pues tengo muchas
ganas de saber lo que tú piensas. Pero,
tal como concertaste el pleito,
pon aquí el tajo y trata de habla¡t
360



365
DICEÓPOLIS
(Entra en su casa y sale) Aquí está el tajo, miradlo, y aquí
también, tan poquita cosa, el hombre que va a hablar. Descui-
da, ¡por Zeus!, no me escudaré con subterfugios y diré a favor
de los lacedemonios lo que es mi parecer. Aunque tengo mu- 370
cho miedo, pues conozco el carácter de los campesinos y sé
cuánto se alegran, si algún embustero les elogia a ellos y a la
ciudad, con razón o sin ella. Y así no se percatan de que se
chalanea con ellos. También sé que los viejos por su talante no 375
miran sino a morder con su voto. En cuanto a mí, sé lo que me
hizo pasar Cleón por la comedia del año pasado 6l~ Me arrastró
 61 Aristófanes habla aquí en su propio nombre y no en el de Calístrato. La
comedia aludida son Los Babilonios, representada en 426. Cícón acusó al co-
mediógrafo ante el Consejo de haber ultrajado a los magistrados y vilipendia-
do a la ciudad ante los extranjeros. Otras alusiones a este hecho se encuentran
en los vv. 520 y 630 de esta comedia.
340


 58 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 59
390 a la sede del Consejo para calumniarme, me baboseó falseda-
des, cayó sobre ml como el Ciclóboro62 y me dio tal baño, que
faltó muy poco para que sucumbiera enfangado en la porquería
de sus manejos. Así que ahora, antes de hablar, permitid que
me arregle de la manera más miserable.
CoRo
[AStr. 385-92
395 ¿ Qué rodeos son ésos? ¿ Qué dilaciones maquinas
y preparas? Por ml puedes coger de casa de Jerónimo63
390 algún casco de ‘tupida, espesa y tenebrosa pelambrera’,
propio de Hades; puedes sacar a relucir las tretas de Sísifo 64,
que este juicio no admitirá excusa.
393-488 (3ia)
DícEó’ouS
 Es el momento ya de cobrar un ánimo esforzado. Tengo que ir
395 a casa de Eurípides. (Llamando a la puerta) ¡Chico! ¡Chico!
Clu4¡o 65
(Entreabriendo la puerta) ¿Quién es?
DícEÓPous
¿Está dentro Eurípides?
CRIADO
Dentro está sin estar dentro, si me entiendes.
DIcEOPoLIS
¿Cómo? ¿Está dentro y no está dentro?
CRIADO
Exactamente, anciano. Su mente,
que está fuera recogiendo versecillos, no está dentro, pero él
está dentro, con los pies en alto, componiendo una tragedia. 400
DIcEÓPous
 ¡Qué dicha tan grande la de Eurí-
pides, cuando su esclavo responde tan sabiamente! Lláinalo.
CRIADo
Imposible.
DIcEÓPoLIs
 Aun así, hazlo. (El
criado cierra la puerta) Pues no me iré, y golpearé la puerta.
¡Eurípides! ¡Euripidln! Atiéndeme, si alguna vez lo hiciste con 405
algún mortal. Te llama Diceópolis el Colida ~, yo.
EURÍPIDES
(Desde dentro) No tengo tiempo.
DícnÓPoLIs
Haz que te saque el ecciclema 67~
Torrente del Ática, temible por sus inundaciones.
 ~ Poetastro lírico y trágico, conocido por su pelo hirsuto y mal cortado,
que da pie a la alusión al casco de Hades de más abajo, el cual hacia invisible
a su portador.
 “ Sísifo, el tuis habilidoso de los mortales (II VI 153), era el prototipo de
la astucia y de la falta de escrilpulos.
 ~ La mayoría de los códices y escolios atribuyen el papel de criado a Ce-
fisofonte, lo que no encuentra apoyo alguno en el resto de la pieza.
Eu¡dpn~as
Imposible.

 ~ Hay un juego de palabras entre Choll¿idis (y. 406), natural de un demo
del Ática, y Cholldis, 1xi~o de cojo’, imposible de reproducir, alusivo a la afi-
ción de Eurípides a los personajes tullidos, criticada por Diceópolis más abajo.
 67 Plataforma semicircular que podía girar y mostrar, con cambio de deco-
ración, el interior de una casa.


 LOS ACARNIENSES 61
 60 COMEDIAS
Dícnót’ous
Aun así, hazlo.
EURÍPIDES
Me haré sacar con el ecciclema, pero no tengo tiempo para ba-
jar (El giro del ecciclema muestra el interior de la casa de Eu-
rípides, el cual se encuentra en un plano superior sobre un es-
trado. En el suelo y las paredes hay vestuario y accesorios de
teatro).
DICEÓPoLIS
410 ¡Eurípides!
EURÍPIDES
¿Qué vociferas 68?
DICEÓPoLIs
 ¿Compones con los pies en
alto, pudiéndolo hacer con ellos en el suelo? Con razón creas
personajes cojos. Pero, ¿por qué te has puesto esa ‘vestimenta
lamentable’, esos harapos sacados de alguna tragedia? 69• Con
razón creas mendigos. Te lo suplico por tus rodillas, Eurípides,
415 dame algún andrajo de ese viejo drama tuyo, pues tengo que
hacerle al coro70 un largo parlamento y, si lo hago mal, me
costará la vida.

 ~ En toda la escena Eurípides usa un lenguaje pomposo y rebuscado que
hemos tratado de reproducir en lo posible.
 ~ Como en Tesm. 148-170, donde se muestra al poeta Agatón vestido de
mujer. Aristófanes se burla aquí de una supuesta identificación mimética del
creador con sus personajes.
 ~ Obsérvese la ruptura de la ilusión escénica. Diceópolis habla como ac-
tor-autor, no como dramaus persona.
EURÍPIDES
¿Qué clase de harapos? ¿Aquellos con los que se presenté a
concurso éste de aquí, Eneo 71, el anciano malhadado?
DícEÓI>ous
No eran los de Eneo, sino los de otro todavía más cuitado.
EURÍPIDES
¿Los del ciego Fénix 72?
DICEÓPoUS
No, los de Fénix, no. Había
otro más cuitado que Fénix.
EURÍPIDES
(Para sí) ¿Qué desgarrones de peplos pedirá este hombre? (A
Diceópolis) ¿Te refieres a los del pobre Filoctetes”?
420
DICEÓPous
No, a los de otro mucho, muchísimo más pobre.
425
 7’ Eneo, rey de Calidón, fue derrocado del trono por sus sobrinos. En la
pieza curipidea del mismo nombre se contaba cómo lo reinstalaba en el trono
su nieto Diomedes.
 72 Como Hipólito, la figura de Fénix pertenece al ciclo legendario que des-
arrolla el tema de Putifar. Hijo de Amíntor, rey de Beocia, víctima de la falsa
acusación de una concubina de su padre, fue cegado por éste y enviado al exi-
lio. Al final de la tragedia curipidea se demostraba la inocencia del héroe, que
recuperaba también la vista.
 ~3 Filoctetes abandonado en la isla de Lemnos por los aqueos, debido
al insoportable hedor de una herida, fue recogido cuando un oráculo reveló
que sin su ayuda no podía tomarse Troya. Trataron el tema Sófocles y Eurí-
pides.
1


 62 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 63
EwtfrmEs
¿Deseas el sórdido indumento que portaba ese de ahí, el cojo
Beleforontes ~
DICEÓt’OuS
No era Beleforontes, pero también era cojo, pedigueño, parlan-
chín, experto orador.
EURÍPIDES
430 Ya caigo: Télefo75 el misio.
DICEÓPOLIS

les, te lo suplico.
EURÍPIDES
Chico, dale el andrajario76 de Télefo. Está encima de los an-
drajos de Tiestes, debajo de los de mo77.
C~no
Aquí los tienes, tómalos.
Si: Télefo. Dame sus palia-
 ~‘ Protagonista de historia similar a la de Hipólito y Fénix. Su cojera se
debió a una calda de su caballo Pégaso, cuando trataba de ascender con él al
cielo.
 “ Télefo, rey de Misia, herido por Aquiles, fue a Argos, donde se halla-
ban reunidos loa jefes aqueos, disfrazado de mendigo en busca de curación,
avisado por un oráculo deque sólo quien le habla causado la herida podía cu-
r~rsela.
 76 El término rhakA mata, formado sobre rhdkos, sólo aparece aquí y paro-
dia el estilo trágico.
 “ Tiestas, el hermano de Atreo, aparecía en la pieza del mismo nombre y
en Lis Cretenses de Eurípides. tao, esposa de Atamante, rey de Tesalia, e hija
de Cadmo, era la protagonista de otra tragedia curipidea así llamada.
1
DICEÓ8’oLís
(Mostrando al público los muchos rotos del manto) 78 ¡Zeus 435
oteador y escudriñador de todo!, concédeme disfrazarme del
modo más lamentable. Eurípides, ya que me hiciste este rega-
lo, dame también lo que hace juego con los andrajos, el gorri-
lío misio para la cabeza (en tono melodramático),
«pues hoy me es menester semejar pobre,
ser, si, el que soy, más no parecerlo» 79.
440
Los espectadores han de saber que soy yo, y los coreutas han
de estar ahí como imbéciles, para que con mis palabrejas les
pueda dejar con un palmo de narices.
EURÍPIDES
Te lo daré, pues con sólida mente maquinas sutilezas.
445
DlcnÓPoLls
(Poniéndose el gorro) ¡Que te vaya bien! (Apane) Y para Té-
lefo ... los sentimientos que le tengo. ¡Qué bien! ¡Qué lleno es-
toy ya de palabrejas! (Da unos pasos y vuelve) ¡Tate!, necesito
aún una cachavita apropiada a un mendicante.
EURÍPIDES
Toma ésta y apártate de los pétreos aposentos.
DICEÓPoUS
¡Oh! corazón, ¿ves como soy rechazado de estas mansiones, 450
menesteroso de múltiples trebejos? (Aparte) Ahora hazte el pe-
75 Aceptamos la invcrsión del orden de palabras propuesta por P Gaoei~’a-
BOOM, «Some notes on Aristophanes», CR 30 (1916), 183, basada en Avisp.
246 y Tesm. 660.
~ Versos del T¿Iefo curipideo.


 66 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 67
punto ya de hablar en favor dc los lacedemonios? ¡Adelante!,
corazón. Aquí está la línea de salida. ¿Te paras? ¿No arrancas?,
¡si te echaste Eurípides al coleto! 82 (Rompiendo a andar) Eso
415 está bien. Anda, pues, sufrido corazón, vete allá y ofrece luego
tu cabeza allí diciendo lo que te parezca. ¡ Ánimo!, ve, avanza.
Te admiro, corazón mío.
Str. 490-496 (dochm + 3 la)]
CoRo
[Esc. strr. 490-625
490 ¿ Qué vas a hacer? ¿ Qué dirás? Entérate bien:
eres un hombre sin reparos y de hierro,
pues ofreces el cogote a la ciudad y vas a decir
lo contrario que todos, tú, uno solo.
No le hace temblar al tío el compromiso.
Sea, puesto que tú lo eliges, habla.
Dí~Ói~ous
 «No me tengáis a mal, señores espectadores, el que, pese a ser
pobre, me disponga a hablar ante los atenienses sobre la ciu-
sao cIad» S3, representando una ‘trigedia’ 84~ Pues la trigedia conoce
también lo justo y, aunque duras, serán justas las cosas que diré.
Ahora no me incriminará Cleón de hablar mal de la ciudad en
presencia de extranjeros. Estamos nosotros solos y ésta es la
sos competición del Leneo. Los extranjeros todavía no están aquí,
ni han llegado los tributos, ni los aliados desde sus ciudades.
 52 Como si fuera un licor estimulante. El término gransm~ del y. 483, in-
terpretado por los escolios como línea de salida de una carrera pedestre, según
A. H. So>.wzasi-un, <Notes on Aristophanes’ Acharnians», CQ 28 (1978),
383, debe significar aquí ‘¡neta’ (como en Pfrro., P(t. IX 18, y Eua., El. 956),
ya que para el primer significado emplea Aristófanes balbís <Cab. 1159,
Avúp. 548). En el primer caso, el actor trazaría una línea en el suelo y, en el
segundo, señalarla el tajo.
 83 Parodia del Te<iefo.
 8~ La palabra tryg3idta, formada por analogía con tragtsid(a sobre tr3$gl
vendimia’ o :r9x ‘mosto’, designa en tono festivo la comedia.
Estamos ahora nosotros mondos y lirondos, pues a los metecos
los tengo por la paja del vecindario. Yo también, sí, les odio a
los lacedemonios mucho y ¡ojalá! el dios del Ténaro85, con un sio
terremoto, les derribe a todos sus casas. Pues también tengo yo
taladas mis vides. Pero —puesto que somos amigos los que esta-
mos aquí hablando— ¿por qué culpamos de esto a los lacomos?
Algunos de los nuestros —y no me refiero a la ciudad, tened pre- 515
sente eso, que no me refiero a la ciudad, sino a unos tipejos mi-
serables, de mala ley, sin valía, falsos ciudadanos medio-extran-
jeros— denunciaban los manticos de lana megarenses 86; y si 520
velan por alguna parte un pepino o un lebrato, un cochinillo,
una ristra de ajos o sal gorda, todo ello procedía de Mégara y se
ponía a subasta el mismo día. Eso, ciertamente, era poca cosa y
no salía de aquí, pero unos jóvenes que habían ido a Mégara,
emborrachándose en el juego del cótabo 87, raptan a Simeta, 525
una puta 88• Los megarenses, enfurecidos de dolor como gallos
picados de ajo, robaron en venganza dos putas de Aspasia ~. Y
de ahí se desencadenó sobre todos los griegos el principio de la
guerra: ¡de tres furcias! Desde ese momento, Pericles el Ohm- 530
pico, enfurecido, comenzó a lanzar rayos y truenos y a remover

 ~ Como lo indican sus epítetos de Se¡s(schthOn y Ennosigajos». Posidón
era la divinidad causante de los terremotos. La matanza de hilotas refugiados
en su santuario del cabo Ténaro (actualmente Matapán) se estimó el origen del
terremoto que asoló Esparta en el 466 (cf. PAus. VII 25, 1). Aristófanes alude
a este seísmo en Lis. 1142.
 ~ Se trata de unas túnicas de lana con mangas (las exiSmides) de mala ca-
lidad, que constituían la principal manufactura de Mégara.
 ~‘ El juego .del kóttabos consistía en arrojar sobre una palangana el resto
de una copa, pronunciando el nombre del ser amado. Según fuera el sonido
producido, se extraían diferentes predicciones.
 Según un escolio, el autor de este desaguisado fue Alcibíades, lo que no
parece probable por razones de edad.
89 Sobre este negocio de Aspasia, cf. ATENEo, XII 25; PurrAitco, Per. 24,
5. La célebre amante de Pericles fue un blanco predilecto de los cómicos.
E


 LOS ACARNIENSES 69
 68 COMEDIAS
la Hélade entera. Daba leyes escritas como escolios: «no se
debe consentir la permanencia de megarenses, ni en la tierra, ni
535 en el mercado, ni en el mar, ni en el cielo» ~<>. Los megarenses
después, cuando empezaron a sentir gradualmente los efectos
del hambre, pidieron a los lacedemonios que se revocase el de-
creto ese originado por las furcias. Y nosotros no quisimos,
aunque lo pidieron muchas veces. Después, vino ya el fragor de
s~o los escudos. Dirá alguien: no debió ocurrir. Pero ¿qué era preci-
so hacer? Decidlo. Supongamos que un lacedemonio, dándose
a la mar, hubiera denunciado y puesto a subasta un chucho de
los serifios 91, ¿os hubierais quedado quietos en casa? Ni por lo
más remoto. Muy al contrario, inmediatamente hubierais bota-
545 do trescientas naves, y la ciudad se habría colmado del tumul-
to de los soldados, de griterío alrededor de los trierarcos, del
pago de las soldadas, del estofado de los paladios ~ del alboro-
to de la lonja ~ del reparto de raciones, de odres, de estrobos,
550 de gente comprando cántaros; de ajos, aceitunas, cebollas en re-
des; de coronas, de anchoas ~, de flautistas, de caras contusio-
nadas. El arsenal, a su vez, de maderos aplanados para hacer re-
mos, de martillazos en los toletes, de taladros de escobenes ~5,
 ~ Un escolio apunta la semejanza de estas lineas con un conocido poema
de Timocreonte de Rodos. Al texto del decreto contra los megarenses alude
Tucídides en varias ocasiones (1 67; 139; 144).
 9’ Sérifo, minúscula isla de las Ciclades, se hizo proverbial para denotar la
insignificancia. Aristófanes traslada a Esparta, confundiéndolos deliberada-
mente, los hechos que condena en Atenas: la denuncia de mercancías importa-
das fraudulentamente, con su venta en pública subasta, y el rapto y traslado a
otra ciudad de alguien sin importancia.
 92 En las proas de las trirremes se ponían, a modo de mascarones, estatuas
de Atenea (PaLMdía), cuyo estofado se reparaba periódicamente.
 ~ La stoa, dedicada a la venta de trigo del Pireo, constniida por Pendes.
~ Los alimentos que los remeros y soldados llevaban consigo.
 ~ Aceptamos con Sotnznerstein la conjetura de J. 5. Monison ~inrov-
p~vwv (y. 553), en lugar del r~O2TOlapéVwv de los mss.
de flautas, de cómitres, de pífanos, de silbatazos 96~ Eso es lo 555
que hubiérais hecho, lo sé. ¿Y «creemos que Télefo no lo hu-
biera hecho también»? Si es así, no tenemos seso ~ (Pone su
cabeza en el tajo. La mitad del coro se dirige amenazadora-
mente hacia él; la otra trata de impedirlo).
Gub~ DEL HEMICORO 1
¿De verdad?, garduño, más que asqueroso. ¿Te atreves tú, un
mendigo, a decir eso de nosotros? ¿Nos insultas tú que eres el
mayor sicofanta que haya habido?
GuL& DEL HEMICORO II
Pero, si todo lo que está diciendo, ¡por Posidón!, es justo y s¿o
nada de ello es mentira.
GulA DEL HEMICORO 1
¿Y porque sea justo, tenía que decirlo? Pero no se va a alegrar
de tener esa osadía.
GulA DEL HEMICORO II
(Interponiéndose) ¡Eh! tú, ¿adónde corres? ¡Quieto! Si le pe-
gas a ese hombre, pronto te alzarán por alto.
HEMICORO 1 [AStr. 566-571 (dochm=3 ia)
¡Ay! Limaco, tú que tienes mirada de relámpago
y te pones la Gorgona por cimera,
acude en mi auxilio, déjate ver
¡Ay! Limaco, amigo, compañero de tribu.
Si hay por ahí algún comandante o general
565
El cómitre (keleus,¿s), ordenaba a los remeros el ritmo de boga que le
indicaba el timonel con un silbato; el flautista (auilt& o tnerdu¡ls) lo marca-
ba con el pífano.
 ‘~ La larga rltes¡s de Diceópolis se cierra, como comienza, con una cita
del T¿lefo.


 70 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 71
 570 o expugnador de muros, que venga de una vez
  en mi ayuda. Estoy agarrado de por medio.
                LÁMACO
(Saliendo de su casa armado) ¿De dónde viene el belicoso gri-
terío que he escuchado? ¿Adónde hay que prestar auxilio?
¿Adónde hay que llevar el fragoroso estruendo? ¿Quién levan-
tó a la Gorgona de su funda 98?
de las armas me marea. Anda, te lo suplico, aparta de mí (se-
tialando la Gorgona del escudo) la ... Cocona ~
LÁ>~co
Ya está.
DxcnÓ~ous
Pónmela a este lado, por favor, boca arriba.
DtcnÓ~ous
575 ¡Oh! Lámaco, héroe de los airones y de los batallones ~.
GulA DEL HEMICORO 1
¡ Oh! Lámaco, ¿no lleva ya un buen rato este individuo cu-
briendo de injurias a toda nuestra ciudad?
LÁMACO
(A Diceópolis) Tú, un mendigo, ¿te atreves a hablar así?
DIcEc5Pous
Héroe Lániaco, discúlpame si dije alguna inconveniencia y me
fui de la lengua, pese a ser pobre.
LÁMACO
580 ¿Y qué dijiste de nosotros? ¿No lo vas a repetir?
DICEÓPoLIs



 “El ságma (y. 574) era una funda de tela o de cuero con la que se pote-
gían los escudos.
 ~ Tratamos de reproducir en la versión la cómica rime rd~v )~óqxov tcaL
rd~v Xá~wv (y. 575).
LÁMACO
Ya está puesta.
Dícnó~ous
Dame el penacho de tu casco.
LÁM~co
(Quitando una pluma enorme) Aquí tienes una plumita.
DICEÓPoLIs
 Sujétame la cabeza (intro-
duciéndose la pluma en la boca) para que vomite. Me dan náu-
seas los penachos.
LÁMACO
¡ Eh! tú ¿Qué vas a hacer? ¿Tratas de vomitar con la pluma? Es
una pluma de
DICEÓI’ous
Dime: ¿de qué diantre de ave es?
¿Acaso de ‘chulogallo’ lot?
 ‘~<> En el texto ¡>n mormóna (lit. ‘el coco’) es una clara alusión a la (3or-
gona del escudo de Limaco.
 101 En el texto xo~roXax~6ou, en lugar de aapoi~6oi>, compuesto sobre
xóiso~ ‘jactancia’ y Xctxéw ‘hacer nudo’. Para dar una idea de la deformación
cómica, ofrecemos ésta del castellano ‘urogallo’.
585
Ya no lo sé, pues el espanto


 72 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 73
LÁMACO
590 ¡Qué muerte te espera!
DícnÓPoLIs
 De eso nada, Lámaco. No
se. trata de fuerza. Si tan fuerte eres, ¿por qué no me descapu-
lías? Para eso estás bien armado ~.
LÁMACO
¿Dices eso a un general, tú, un mendigo?
DICEÓPouS
¿Que yo soy un mendigo?
LÁMACO
Entonces, ¿qué eres?
DICEÓPOLIS
595 ¿Qué soy yo? Un ciudadano honrado, y no de la familia Bus-
cacargos. De la Militroncho soy, desde que empezó la guerra,
mientras que tú, desde entonces, eres de la Cobrasueldos.
LÁMACO
Me eligieron por votación
DIcEÓPous
Si, tres cucos ‘03.Y por
~oo darme asco eso hice la tregua. Veía en filas a hombres que

 ‘~ En doble sentido hóplon significaba también aidoton. Recuérdese que
los actores llevaban colgando el falo de cuero.
 103 Expresión popular para indicar un nómero insignificante, originada
por los hábitos solitarios de este ave, que tiene cotTelatos en griego moderno;
K. Pwísatog, <01 xóxxuye~ ~Qet~ to~ ‘AQLcrrocpávo1J~», A6HNA 59
(1955), 73-75.
peinaban canas, y escurrir el bulto a jóvenes como tú: unos
en Tracia con paga de tres dracmas, los Tisámenos y Fenipos
y los Mangantehipárquidas, a otros con Cares; a aquéllos en-
tre los Cáones, los Geres y Teodoros y los impostores de Dio- 6.05
mía, y a los de más allá en Camarina, en Gela y en Ja-Ja-
Gela ¡04
LÁMACO
Los eligieron por votación
DICEÓPoLIs
¿Y cuál es la causa de que
a vosotros, de un modo u otro, siempre se os pague, y de que
no se le pague a ninguno de éstos? (Dirigiéndose a un coreuta)
De verdad, Marfiades, tú que hace tiempo tienes canas ¿has 610
sido ya embajador? Dice que no con la cabeza, y eso que es
sensato y trabajador. ¿Y qué decir de Dracilo, Eufórides y Prí-.
nides? íO5~ ¿Vio alguno de vosotros Ecbátana o Caonia? Dicen
que no. Pero sí las han visto el hijo de Césira ‘~ y Lámaco, a 615

 ¡04 En este pasaje aparecen deformados algunos nombres representativos
de las grandes familias atenienses, en los que cualquier intento de identifica-
ción histórica falla. Los cáones eran un pueblo de Tracia y los habitantes de
Diomía, demo ateniense, tenían fama de impostores. Cares parece ser un per-
sonaje histórico. Camarina y Gela. ciudades de Sicilia, harían esperar un Ka-
tdn¿i. que es alterado por un juego de palabras con Gela en Katage<1¿~i (‘irri-
sión’).
 ~ En contraposición, a los acamienses les aplica Diceópolis nombres re-
lacionados con el oficio de carbonero: MaQt>~á8i~, E ogi&~, HQLVtE>9~.
De ahí que estimemos probable la conjetura ‘Av8gánvXXo~ de Reiske, en lu-
gar del AQáx1fl~Xo de los mss.
 ~ Césira, madre de Megacles, padre a su vez de Clístenes, de la familia
de los Alcmeónidas, era el prototipo de la dama de la alta aristocracia. Lima-
co, sin embargo, era tan pobre que se vela obligado a pedir prestado para ves-
tirse y calzarse (Purr., AIc. 21, Nic. 15).


 74 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 75
quienes, por impago de cuotas y por deudas, ayer mismo les
decían todos sus amigos «apértate», como quien vierte agua
sucia al atardecer.
LÁMACO

¡Oh! democracia, ¿es esto soportable?
DICEÓ¡’oLIs
Desde luego que no, si no percibe Lámaco su sueldo.
LÁMACO
620 En cualquier caso, yo siempre combatiré contra los pelopone-
sios y los hostigaré por todas partes, por tierra y mar, hasta
donde lleguen mis fuerzas (coge el escudo y entra en su casa).
D¡CEÓI’oLIS
 Y yo pregono a todos los peloponesios, megarenses y beocios
625 que vengan a vender y comerciar conmigo y con Lániaco no
(entra en su casa).
Kom. 626-7 (4 an)]
Coawao
[Pbs. 626-718
Este sujeto ha vencido con sus razones, y le está haciendo
cambiar al pueblo de opinión sobre las treguas. ¡Ea!, despojé-
monos de los mantos y pasemos a los anapestos.
CoRo
[Anap. 628-658
Desde que nuestro maestro está al frente de coros ‘trígicos’ to-
davía no se ha dirigido al auditorio para decir lo capaz que es.
630 Pero, calumniado por sus enemigos, entre los atenienses de
precipitadas decisiones, de burlarse de nuestra ciudad y de ul-
trajar al pueblo, se ve precisado ahora a responder ante los ate-
nienses que saben retractarse de sus decisiones. Y afirma el au-
tor que merece muchas recompensas de vosotros, porque puso
fin a que os dejarais engallar incautamente con palabras pere-
635 grimas, a que os gustara recibir halagos y fuerais unos ciudada-
nos panolis 107~ Anteriormente, los emisarios de las ciudades,
ya de entrada, os llamaban para embaucaros, «coronados de
violetas» y nada más decir alguien esto, os sentabais, por el
aquel de «las coronas», sobre el borde del culete.Y si por daros
coba, llamaba alguno «reluciente» a Atenas, por eso del «relu-
ciente» 108 conseguía todo, pese a echarle un piropo adecuado a 640
las sardinas. Por haber conseguido eso os ha hecho muchos be-
neficios, así como por haberos mostrado también qué régimen
democrático 109 padece la gente en las ciudades. Por esa razón,
ahora, cuando de ellas os traigan el tributo. vendrán deseosos
de ver a ese excelente poeta, que arrostró el peligro de decir 645
entre los atenienses lo justo. Y tan lejos ha llegado la fama de
su valentía, que, cuando el Gran Rey estaba tanteando a la em-
bajada de los lacedemonios, les preguntó, primero, cuál de los
dos bandos tenía el predominio naval y, a continuación, de
cuál de ellos echaba pestes el poeta. Pues estos últimos, afir- 650
mó, seguramente se habrían ya mejorado mucho y vencerían
con ventaja en la guerra, por tenerlo de consejero. Por ello los
lacedemonios os proponen la paz y os reclaman Egina tt0~ La

 107 Xauvo,~oXira~, lit. ciudadanos de xavvll ~ la ciudad boquiabier-
ta. Se ha prestado a discusiones el participio ¿t~o8i,vTeg (y. 627). Seguimos la
interpretación mis sencilla de R. C. KErTERER, «Stripping in the Parabasis of
Acharnians», GRBS 21(1950), 217-219. Los coreutas se quitarían los trih5nes
o mantos cortos. Lo que nos parece improbable, como sugiere Ketterer, es que
debajo de los mismos no llevaran ropa alguna.
 t~ Tanto el epíteto anterior, como éste, proceden de PÍNDARO, fr. 76.
 tOS Alusión irónica a los abusos de Atenas sobre las ciudades aliadas de la
confederación.
 tíO Egina, tributaria de Atenas, fue ocupada por los atenienses nada más
empezar la guerra. Sus habitantes fueron expulsados y se instalaron colonos
atenienses en la isla (Tito.. II 27). Los espartanos tomaron bajo su protección a
los eginetas exiliados y los devolvieron a su patria en el 405 (cf. JEN., Hel. II
2, 9). Sobre este pasaje, cf. 1. R. AIJ’AGEME, «Aristófanes, Acarn. 652-654. El
poeta y Egina», ECIÓ.s. XXV~ núm. 89 (1985), 61-66.


 LOS ACARNIENSES 77
 76 COMEDIAS
isla esa no les importa. Lo hacen para arrebataros a ese poeta.
655 Vosotros, ¡ojo!, no le soltáis jamás, pues defenderá en sus co-
medias lo justo. Y asegura que os dará muchas buenas ense-
ñanzas, de suerte que seréis felices; pero, eso si, sin halagaros.
ni prometeros sueldos falazmente, sin andarse con engañifas,
ni con trapacerías, y sin regaros de elogios: sólo con enseñaros
lo que es mejor (en tono vivo).
Ante esto, que maniobre Cleán [Pnig. 659-664 (sist. an)
y que maquine todo contra mí.
El bien y lo justo serán mis aliados
y jamás quedaré convicto de ser
con respecto a la ciudad, como él,
un cobarde y un mariconazo.
660
[Sizigia 665-718
HEMICORO 1
[Od. 665-675 (paeon)
nuestras hazañas guerreras en la mar. El trato que padecemos
es indigno. Metéis a ancianos en procesos públicos y permitís 680
que oradores jovenzuelos se burlen de ellos, cuando ya no son
nada más que hombres sin voz, como flautas desgastadas por
el tiempo, y no tienen otro Posidón para apoyarse 112 que su ca-
yado. Con un hilo de voz, de puro viejos, estamos junto a la
piedra 113, sin ver otra cosa que la oscuridad de la justicia. El 685
joven, en cambio, que se ha cuidado bien de intervenir contra
él como procurador 114, pronto descarga sus golpes y le ataca
con rotundas frases. Arrastra luego al interrogatorio al Tito-
no115 de turno, tendiéndole trampas de palabras; le hace trizas,
le desconcierta y le confunde. Musita éste sus palabras con tor-
peza senil y sale encima condenado. Luego, gimotea, llora y 690
dice a sus amigos: «el dinero con que debía haberme compra-
do el ataúd, me voy condenado a pagarlo».
665 Ven aquí, Musa ardiente, con lafi¿erza del fuego,
vigorosa como nacida en Acamas.
Tal como del cisco de encina salta la chispa,
excitada por el aura favorable del soplillo,
670 cuando los pescaditos están ya listos,
y unos remueven la salsa de Taso de
 reluciente diadema 111, mientras otros amasan;
675 así ven a mi, tu paisano, con un canto
 vivaz, vigoroso y campesino.
GUÍA DEL I4EMICORO 1
(Ep. 676-69 1 (41ro)
Los viejos veteranos estamos quejosos de la ciudad, pues no
recibimos de vosotros en la vejez el cuidado merecido por

 ~tt La eaoia dApaj o salsa de Tasos, uno de cuyos ingredientes era el
aceite, dejaba grasiento y reluciente (liparós) el borde del plato. De ahí el epí-
teto lapardmpyka, de cómica solemnidad, forjado por analogía con
XQ1oálA3~1J~ t~seQájAnu~. propios de la poesía elevada.
 HEMICORO II [AOd. 692-702 (paeon)
¡Cómo va a ser natural eso!: causar por la clepsidra 116
la ruina de un anciano, de un hambre con canas,
que pasó mil trabajos, se ha enjugado
chorros de sudor, ardiente y varonil
 1t2 Como divinidad causante de los terremotos, Posidón recibía el epíteto
de asphdJeios (‘que no hace caer’) de manera apotropaica. ya que de su volun-
tad dependía el provocar o no seísmos.
 tt3 Aquella en la que se hacía el recuento de los votos (cf. Avúp. 332>.
 t14 Aunque el derecho ático no conocía la representación de partes, pernil-
tía intervenir a favor de los litigantes a pers<~nas de reconocida capacidad jurí-
dica u oratoria. Aquí se sobreentiende ‘sinégoro’ (lit. ‘co-orador’) de la parte
contraria.
 tt3 Personaje proverbial para designar la extrema vejez.
 tt6 Así traducimos la expresión del y. 690. provocada por contraposición a
7SeQi ~v 35ó>.&v (y. 697). A cada parte se le concedía un tiempo limitado para
hablar en los juicios. El eseoliasta explica xe~ xXeapi)6~av como &v rQ
&xc«mlQL(p.
695


 78 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 79
y se porté con la ciudad como un valiente
en Maratón. Si, cuando en Maratón estábamos,
nosotros perseguíamos, ahora, en cambio,
700 somos perseguidos encarnizadamente
por unos malvados y, encima, se nos condena.
A esto, ¿qué Marpsias va a replicar? 117•
GUÍA DEL HEMICORO II [AEp. 703-718(41ro)
¿Cómo va a ser natural que un viejo encorvado de la edad de
Tucídides 118 se perdiera enzarzado en esa discusión con ese
ios ‘yermo de los escitas’ 119, con ese hijo de Cefisodemo, el pro-
curador charlatán? Tanto es así , que yo sentí compasión y me
enjugué las lágrimas, al ver aturullado por un vulgar arquero a
un anciano, que, ¡por Deméter!, cuando era aquel ilustre Tucí-
dides, ni ante la misma Aquea 120, se hubiera contenido fácil-
tt~ Orador embrollón y charlatán.
 tt8 Tucídides. hijo de Melesias. rival de Pendes, a quien éste logró conde-
nar al ostracismo. Tras los diez altos de exilio que implicaba esta condena, pa-
rece que de nuevo fue acusado por un joven, Evado, hijo de Cefisodemo, cii-
yos discursos le aturdieron de tal manera que no encontró palabras para
defenderse. Aristófanes alude también a este proceso en Avup. 947.
119 La expresión ~ LcuOdv &Q11~¡&q parece ser proverbial. Cefisodemo,
al parecer, tenía algo de sangre escita, a lo que alude también la expresión de
más abajo (y. 707) un’ &vóQó~ to~ótoii xv2cw$izvoV, ya que los arqueros que
 ejercían de policías en Atenas eran de esta nacionalidad.
 t20 Epíteto de Deméter. El sentido no está muy claro. La corrección
Agrótan (es decir, Ártemis) de Headlam hace más inteligible el texto. La de
autón ArtachdUn (personaje mencionado en HERÓCoTO. VII 117) de E. K.
BoKn4wíc¡c, <Ariatophanes. Acharníans 709: An oíd cruz. A new solutioni.,
BICS 17 (1970). 107-líO, lo altera demasiado, pero es sumamente atractiva.
De dicho personaje -el encargado de abrir el canal en el monte Atas- dice He-
ródoto que era el más alto del ejército persa y que tenía la voz más potente de
todos los hombres. Los tres mil arqueros de más abajo no son sino la multipli-
cación por diez de los trescientos escitas que ejercían funciones de policía en
el ágora y en la Asamblea.
mente. Antes habría dejado fuera de combate a diez Eva- 710
tlos 121, aturdido con sólo sus gritos a tres mil arqueros y aca-
bado a flechazos con la parentela del padre de ése. Pero, ya
que no dejáis conciliar el sueño a los ancianos, decretad que
los procesos se hagan por separado, para que el que apoye al 715
contrincante del anciano sea un viejo desdentado, y el que apo-
ye a los jóvenes, un culiancho, un charlatán o el hijo de Cli-
nias 122 En adelante, los destierros y las multas, si alguien es
procesado, los deben solicitar el anciano para el anciano y el
joven para el joven.
 DICEOPOLIS (Esc. dial. 719-835 (3 ia)
(Saliendo con cuatro postes y tres enormes correas) Éstos son
los mojones de mi mercado. Aquí les está permitido comerciar 720
a todos los peloponesios, megarenses y beocios, a condición de
que me vendan a mí y no a Lámaco. Como ediles del mercado
instituyo a quienes les ha correspondido el cargo en el sorteo, a
estas tres correas procedentes de los ... Desolladeros 123, Que 725
aquí no entre sicofanta, ni otro alguno del género’fantasio-
~o’ 124 (Dirigiéndose a su casa) Pero voy a buscar la estela a
cuyos términos ajusté la tregua, para ponerla a la vista de todos
en el ágora (entra).
 12t Melesias, padre de Tucídides, fue un famoso entrenador de luchadores
y sus hijos se contaron entre los mejores de su época. Evado quizá es el mis-
mo personaje que, segiln A¡usTÓra¡.as (fr. 67), acusó de impiedad a Protágoras.
 122 Alcibíades.
123 En himdnres ek L.eprdn (y. 724) hay un juego de palabras no muy bien
explicado. Probablemente habla en el Ática una localidad llamada Lepreis
cuyo genitivo de plural hubiera sido Upr&~n. Al emplear la forma contracta,
se asocia el nombre con el adjetivo leprós, -6, -6v (‘áspero’, ‘rugoso’, ‘esca-
moso’) y con el verbo Up~ (‘quitarla corteza’, ‘desollar’).
 124 En Phasianós, y. 726 (lit. ‘de la ribera del Fasis’) hay un juego etimo-
lógico con phdsu (‘denuncia’,’delación’). Hemos traducido ‘fanta-sioso’, que
hace juego con ‘sico-fanta’.


 80 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 81
MEGARENSE
 Megarense (Entrando con un saco y dos niñas) ¡Salud!, merca-
730 do de Atenas amigo dos megarenses. Tiña tanta saudade de ti,
¡por o deus da amistade! 125, como da miña mai. ¡Ea!, pobriñas
rapazas de un cuitado pat, tiradvos á torta, si lía encontrades
por alguna parte. Qidme agora, préstenme atención as vosas
barriguiñas 126• E logo, ¿qué queredes: ser vendidas o morrer
de fame?
MUCHACHAS
735 Ser vendidas, ser vendidas.
MEGARENSE
Eu mesmo, digolo tamén. E ¿quén vai ser tan necio para com-
prarvos, si sodes una verdadeira ruina? Mais teño un amallo
megarense: vos disfrazaréi de chonas 127 y diréi que eso traigo
740 (abriendo el saco). Poñeos istas pezuñas de porco y cuidad de
pracer filías de una boa porca. Pois, ¡por Hermas! 128, si volve-
des a casa sin vender, vades a comprobar lo que es arreventar
745 de fame (metiendo la mano en el saco). Poñeos tamén istos ho-
cicos y meteos dispois aquí n’ iste saco. Y agora toca a gruñir
y a facer ‘coi’ y lanzar os berridos dos lechones mistéricos 129•
‘~ El de ‘guardián de la amistad’ (ph ¡¡¿os) era uno de los epítetos de Zeus.
 ‘~ En el y. 733 hay un aprosdók~ton, al substituirse el esperado :¿~n nodo
por tEn gaste<ra en el conocido giro ‘prestar atención’.
 ¿27 Toda la gracia de esta escena reside en el doble sentido del término
chotros (‘lechón’ y también pudendwn muhebre). No es convincente el es-
fuerzo de L. R>~naas~.&cua¡, <Chotros ‘MEdchen’», RhM 89 (1940), 236-238,
por demostrar que dicha palabra significaba simplemente ‘muchacha’, como
en otras ocasiones n6,Xo, &¿¡saL4, ~sóo~o~.
 128 El Megarense invoca a Hermes, que era la divinidad protectora de las
actividades comerciales.
 129 En los misterios de Eleusis las lustraciones se hacían con sangre de le-
chón.
Eu gritaréi, como o pregoneiro: «Diceópolis», pra ver do se
encontra. (A gritos) Diceópolis, ¿e que queres mercar unos
chones?
DICEOPOLIS
(Saliendo a la puerta) ¿Qué? ¿Un megarense?
750
MEGARENSE
Viñemos ao mercado.
DICEÓPOLIS
¿Cómo andáis?
MEGARENSE
Consumímosnos 130 sempre xunto
ao fogo.
DICEOPOLIs
¡Por Zeus! eso si que es agradable, sobre todo cuando se tiene
una flauta. Y ¿qué otra cosa hacéis ahord los megarenses?
MEGARENSE
O que se pode. Cando eu
salí de ah e metí pernas ao cainiño, os conselleiros coidábanse 755
pra ben da cidade de que morréramos canto antes e peor.
DICEÓPOLIS
Así saldréis pronto de dificultades.
MEGARENSE
¡Cómo non!

 130 El Megarense dice daapeindmes ‘estamos siempre con hambre’ y Diceó-
polis entiende díap(nomen ‘estamos siempre bebiendo’. Mediante el verbo
‘consumir’ hemos tratado de conservar el equivoco.


 82 COMEDIAS

DICEÓPOUS
¿Y qué más hay por Mégara? ¿A cuánto se vende el trigo?
MEGARENSE
Aprecio ten entre nos, tantísimo como os dioses.
DIcnÓPOus
760 Entonces, ¿traes sal?
MEGARENSE

 E logo, ¿non sodes vos os
amos de da? 131

¿Tampoco ajos?
DIcEÓPOLIS

MEGARENSE
¡Qué allos! Si vos, cantas
veces nos invadís, tantas outras arrancades, como ratos de
campo, os dentes de alío.
DICEÓPOuS
(Seflalando el saco) ¿Qué traes entonces?
MEGARENSE
Eu traigo lechonas místicas.
DICHÓPOLIS

MEGARENSE
765 Bien dicho. Enséñalas.
 Fermosas a fe que son (Se-
‘3’ Los atenienses hablan ocupado en el 427 (Tuc., III 51; IV 69) la isla
de Minoa e impedían la exportación de sal a los megarenses.
 LOS ACARNIENSES 83

ñalando el saco). Sopésalo, si queres, pois gordas y fermosas
si que están.
DIcEÓPOLIS
(Introduciendo la mano) Esto, ¿qué cosa es?
MEGARENSE
Una chona, ¡por Zeus!
DICEÓPOLIs
¿Qué dices tú? ¿De dónde es esta chona?
MEGARENSE
De Mégara. ¿E que non e
una chona ista?
DICEÓPOLIS
No me lo parece a mí.
MEGARENSE

¿Non e pra indignarse? (A los espectadores) Mirade a descon- 770
fianza de iste. Dice que non e una chona ista. (A Diceópolis)
Veña, si queres, aposta comigo un puñado de sal con tomi-
llo 132, si non e ista una ... cona según a ley dos gregos (abre el
saco y aparece una de las muchochas).
DICEÓPOLI5
Lo es, pero de género humano.
MEGARENSE
Pois claro, ¡por Diocles 133!
 ¡32 Por Ou~wufidv ¿¿Xbv (y. 772) hade entenderse sal mezclada con tomi-
lío.
¡33 Héroe megarense en cuyo honor se celebraban las Diocleas.



84
COMEDIAS
775 E miña. ¿E de quén perksas ti que vai ser? ¿E que queres oírla
berrar?
DICEÓI’oLIs
 Yo sí, ¡por los dioses!
MEGARENSE
Berra enseguidiña, chonina. ¿Non queres? ¿Ficas callada, niais
que desgraciada? Tórnote, ¡por Hermas!, a levar outra vez a
casa.
MUCHACHA
780 Coi, coi.
MEGARENSE
 ¿Non e ista una chona?
DICHÓPOUS
 Ahora si parece chona.
MEGARENSE
E, crecida, se fará coí~a “~. En cinco altos, entérate ben, se pa-
recerá A sua mai.
DICHÓPOLIs
Pero a ésta no se la puede sacrificar.
MEGARENSE

 E logo, ¿Cómo non vai ser
sacriflcable9
785
 ‘~‘ Por razones de coherencia con lo que dice Diceópolis más abajo, en su
empeño de demostrar que ¡a muchacha no es xo¡~o~ s:r¡cto sensu. creemos
que el y. 782 con~sponde en su totalidad al Megarense, cf. L. Gil.. «Note agli
Acarnesi di Aristofanep, MCr 18 (1983), 82.
LOS ACARNIENSES
85
DICEÓPOLIS
No tiene rabo 135
MEGARENSE
Porque e noviña. Mais, en facéndose porca, ha de ter-lo gran-
de, macizo e bermelio. (Sacando la otra muchacha) Si la que-
res pra cebar, fsm se te fará una boa chona.
DICEÓPoLIS
¡ Qué aire de familia tiene la cona de ésta con la otra!
MEGARENSE
E que e filía da mesma mai e do mesmo pai. En canto engorde 790
y líe salga o pelo, ha de ser a chona mais fermosa pra sacrificar
a Afrodita.
DICEÓPOLIS
A Afrodita no se le sacrifican chones 136
MEGARENSE
¿Que non se líe sacrifican cho ... nes a Afrodita? ¡Si e a única
divinidade a que se líe sacrifican! E a carne d’ istos cho ... iies 795
está riquísima, cando ten metido dentro o espeto.
DíCEÓpoLís
¿Pueden ya comer sin su madre?
MEGARENSE
¡Por Poteidán!, e tamén sin opai.
 ‘~‘ Los animales de los sacrificios no debían tener ningún defecto físico.
Pero aquí kbic<>s cola’ se entiende corno penis. El verbo ¿chei tiene’ adquie-
re el significado de no da cabida’.
 ‘~ Por haberle matado a Adonis un jabalí, según apunta un escolio. No
obstante, este tabú no era general.


 86 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 87
DICEÓPoUs
(Se flalando una) Y ¿qué es lo que mejor come?
MEGARENSE
Todo canto líe de-
800 res. Pregúntalle ti mesmo.
DICEÓPOLIS
Chona, chona.
MuC11Acu~ 1
Coi, coi.
DICEÓPOuS
¿Comerlas nabos?’37
MuC¡IACK& 1
Coi, coi, coi.
Díc~óPOus
¿Y qué dices de las brevas de Fíbalis?
MUCHACHA 1
Coi, coi
Dlc~óPOuS
Luego, ¿qué? ¿Las comerlas?
 ‘3’ El texto dice er¿buuhos ‘vaina de garbanzo’, que como más abajo la
ischds ‘higo seco’ (que vertemos por ‘breva’), eran designaciones populares
del miembro viril. Para el verso 803 P. L~uc¡>.m. «Aristofane, Acarnesi 803»
QUCC n. a. 26(1987), 49-53, propone leer ~t 6k; a0xa ~Qtoyo. czir~ó~ dv -
xci xom. Diceópolis se dirigirla a sí mismo, señalando con un gesto obsceno su
pcú)~ó, habida cuenta de que oI)xov designaba el pudendum muhebre. La
traducción sería: «Y tú ¿qu¿? ¿Comerlas higas?». Y la muchacha se anticipa-
ría a responder con el gruñido del XOTOO9
MUCHACHAS
Coi, cos, coi.
DICEÓPOLIS
¡ Qué fuerte habéis gruñido a eso de las brevas! Que alguien 805
traiga de dentro algunas para las choninas. (Echándoles unas
pocas) ¿Las comerán? ¡Huy! ¡Qué ruido meten al masticarías!
¡Heracles santísimo! 138 ¿De dónde son las chonas? Parecen de
Traga ... sas
MEGARENSE
(Apane) Mais non tragéronse todas as brevas. Que eu collin 810
una de elas, ista.
DICEóPOLIS
¡Voto a Zeus! ¡Qué lindo par de animales! ¿Por cuánto te com-
pro las choninas? Di.
MEGARENSE
Ista de aquí por una ristra de allos. A outra, si queres, por sólo
un quénice ““‘ de sal.
DICEóPOLIs
Te las compraré. Espera aquí (entra en su casa).
MEGARENSE
Eso faréi, ¡ Hermas comer-
 138 La exclamación es provocada por la glotonería proverbial del perso-
naje.
815
 139 Juego etimológico de palabras que en castellano puede reproducirse
bien: Tragasdi, localidad de la Tróade, se asocia al katérragon del verso si-
guiente por su similitud fonética.
 140 El chotníx, medida de líquidos y de addos, equivalía a poco mAs de un
litro.


 88 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 89
ciante! ¡ Inda pudera vender asín á miña muller e á miña mes-
ma mai!
SIcOFM’rrA
(Acercándose) Buen hombre, ¿de dónde eres?
MEGARENSE
De Mégara. Sou vendedor
de chones.
SICoFAWrA
820 Pues bien voy a declarar estos chones como enemigos y a ti
también.
MEGARENSE
¡Velay! Chegóu outra vez aquelo de do nace o principio de no-
sas desgracias.
SICOFANTA
Lágrimas te va a costar ejercer de megarense. Suelta de una
vez el saco.
MEGARENSE
Diceápolis, Diceópolis, decláranme.
DícEóPOus
 (Saliendo precipitadamente) ¿Quién? ¿Quién es el que te de-
825 clara? (Empuñando las correas) Ediles, ¿no vais a poner en la
puerta a los sicofantas? ¿Dónde aprendiste a ‘aclarar’ sin me-
cha? 141

 ‘~‘ En todo el pasaje se juega con el doble sentido de phdmnemn (‘dejar en
claro’, pero también ‘denunciar’).
SICOFANTA
¿No voy a declarar a los enemigos?
DícEóPOus
 Con lágrimas, si no te vas
comendo a sicofantear a otra parte (el sicofanta huye).
MEGARENSE
¡Qué desgracia e Ista en Atenas.
DICEÓPOUs
Tranquilo, megarense. El precio por el que vendiste las choni- 830
nas, los ajos y la sal, aquí los tienes. Tómalo y que lo pases
muy bien.
MEGARENSE
 Non úsase eso na nosa terra.
DICEÓPOLIS
¿Fue una impertinencia? Que caiga sobre mi cabeza 142~
MEGARENSE
Chomnas, tratade sin o voso pai de untar a torta con sal 143, si e 835
que vos la dan (Sale. Diceápolis entra en su casa con las mu-
chachas).
 ¡42 Cf. el aparato crítico.
 “~3 La expresión ~aieiv &q~’ ¿tXi ~ijv ~iA66«v (lit. ‘golpear la masa sobre
sal’. y. 835) puede tener un doble sentido, que se nos escapa. El inmediato pa-
rece ser el de comer pan con sal a falta de otro alimento. J. HENDERSON. «A
note on Aristophanes’ Acharrnans 83435», CF 68 (1973). 289-290, estima
que 3UXLELV puede tener un sentido obsceno como el inglés bang, designando
el movimiento violento delacto sexual (cf. Paz 873, 897; IJs. 852); m¿Iddan
referirse al cwmus. y &q,’ ¿tAl, debidamente enfatizado y acompaftado de un
gesto obsceno, evocar el phallós. El doble sentido captado por el auditorio se-
ría el de ‘golpear el cunnus contra el phallós’.


 LOS ACARNIENSES 91
COMEDtAS
 CORO [Cto. 835-59 (sist. ia + cláus.)
Tiene buena suerte el individuo.
¿No oíste cómo progresa la trama de suplan?
Recogerá fruto el tío, sentado en el mercado.
Y si entra algún Ctesias 144 u otro sicofanta,
le va a doler~ cuando tome asiento 145
Nadie te dará un disgusto
engañándote en la compra de alimentos
ni Prepis 146 se limpiará en ti
su culo amplificado,
ni chocarás con Cleónimo 147
8.45 Con el manto bien pulcro te pasearas
y no tropezará contigo HipérbolO 148
para infectarte de pleitos.
Ni se topará contigo en el mercado,
ni se acercará a ti Cratino 149,
que se anda siempre paseando~

 ~“ Puede referirse a un personaje real (p. ej., un sicofanta), o ser un nom-
bre parlante (‘un aprovechón’).
145 Evidentemente, por haber sido golpeado allí donde la espalda pierde
su honesto nombre.
 ‘~ Personaje desconocido. Lo estimamos también un nombre parlante
(‘un distinguido’).
 147 El mismo personaje que aparece en el y. 88.
 ~ El conocido demagogo, mencionado en todas las piezas de Aristófa-
nes.
 ~ No parece que sea el poeta cómico, a la sazón un anciano de avanzada
edad, sino un mal músico. El corte de pelo a navaja (mía máchaira) y no a ti-
jera <dipl¿ máchaira) era el llamado k¿pos. Demasiado complicada la interpre-
tación de H. Eansa, «Zu Aristophanes». Eranos 52 (1954), 83, quien en el giro
xfpto; 2tExaQlA vo~ (sustituido por ~oLxóV xe~aQlAkVo~) ve una referencia al
conocido castigo de los adúlteros y estima que hay aquí una alusión a la calvi-
cie del personaje.
con corte de pelo a navaja,
al estilo adúltero, ese canallesco
Artemón 150, tan traído y llevado,
tan precipitado en la música,
con el mal olor a sobaquina
de su padre el de Tragasas 151
Tampoco en tu mercado se burlarán de ti
el bribonazo de Pausón 152, ni Lisístrato 153
el oprobio de los colargenses,
el purpurado de vicios,
hambriento siempre y tiritando
más de treinta días cada mes.
BEocIo
850




855
[Esc. dial. 860-928 (3 ia)
(Apareciendo con un esclavo y un grupo de flautistas) ¡Testi- 860
moni Heracles! se m’ ha fet un mal callo a 1’ espalla (deposita
en tierra el saco que lleva, se frota el cuello y se dirige a su
esclavo). Ismenias, pon tú con cuidadu el poleo a terra. (A los
flautistas) Y vosaltres, ints els flautistes que me haveu seguit
desde Tebas, aneu a bufar amb vostres instruments n’ el cuí d’
un can. (Se apartan tocando con fuerza sus flautas).

 ‘~ La expresión 6 ~tEQLJSóVI~QO~ ‘AQrc¡sdv es una deformación del dicho
proverbial flEQLq~ÓQ1ito~ ‘AQte~ubv. Hubo dos personajes de este nombre: el
atacado por Anacreonte (frs. 16, 54, 4 D.) por sus costumbres licenciosas y el
ingeniero militar de Pendes en la guerra de Samos, el cual, por ser cojo, tenía
que ser llevado de un lado para otro (3uQLq2ó~rlto~) en litera.
~‘ A diferencia del juego de palabras del y. 808, Tragasái evoca aquí el
macho cabrío (tragos) por el mal olor de este animal.
¡52 Pausón era u6 pintor, que aparece también en Tesm. 949 y Plul. 602.
~53 Lisístrato. del demo de Colarges (el de Tucídides), era un muerto de
hambre, célebre por su lengua viperina. Es mencionado en Cab. 1267 y en
Avisp. 787, 1302.
90
840
L


92 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 93
DícEÓPous
865 (Saliendo furioso) ¡Parad! ¡Al cuerno! ¿No se apartarán estas
avispas de mi puerta? ¿De dónde vinieron a posarse en ella es-
tos malditos soplaflautasl54 de la ralea de Queris? 155~ (Los mú-
sicos se van).
BEOCIO
¡Per Yolau!, m’ has fet un favor ~, forasté, pues venen bufant
rere meu desde Tebas y han tirat per terra les flors del poleo.
870 ¡Apa!, si vois, compra algo de lo que porto, deis volatils o deis
quadrivolatils l57~
DíCEÓPous
¡Salud!, beocín, zampachuscos 158• ¿Qué traes?
BEOCIO
 Simplement, cuantes coses bones tenim els beocis, orégano,
8~5 poleo, esteras de junco, mechas de candil, patos silvestres,
arrendajos, francolines, pollas de agua, gallinetas, somormu-
Jos.


 ‘~‘ El hlpax cómico bombduloi (literalmente ‘zumbaflautas’ y. 865) se
ha creado sobre el nombre de la flauta (asdós) y bombyliós ‘insecto zumba-
dor’.
~ El poetastro aludido en el y. 16.
 ¡36 Aceptamos la lección &3T.EXQQLTTW y’ (y. 867), como Sommers-
tein.
 ‘~ La formación tetQwr.teQlñ.XL&i>v (y. 871) es un típico apmsdókiton
aristofánico. En cuanto a óQta>IXWV, si en atico designaba cualquier pollue-
lo, en beocio, según el escoliasta, significaba ‘gallo’. El escoliasta sugiere
también que por la primera palabra ha de entenderse ‘saltamontes’.
 ‘~ Un escolio al y. 872 informa que el kóUi.x era una especie de ‘pan re-
dondo’ y ATE?¿ao (III 78) que era lo mismo que el pan llamado kóllabos.
DICEÓI’oLIs
Como granizada de pájaros 159 líe-
gaste a la plaza.
BEOCIO
Y porto tumbé ocas, liebres, zorras, topos, erizos, gatos, tabli-
llas de escribir, garduñas, nutrias, anguilas del Copais ‘<‘~>.
DIcEÓPoLIs
¡ Oh! portador de la más sabrosa tajada para los hombres, per-
míteme saludar, si traes, a las anguilas.

 ‘~ Sobre la expresión áve~sot ¿¡QvtOiLu, vientos del Norte, predominantes
en primavera cuando llegan las aves, Aristófanes crea la de xe~wnv 6QVL0LdI~
‘tempestad’, ‘granizada de pájaros’.
 ~ En esta enumeración se entremezclan animales de reconocido valor
gastronómico con otros que sólo en épocas de hambre se usan de alimento.
Hay algunas dificultades: ~uxrL&x~ (y. 879) no se refiere a ningún animal co-
nocido, sino que es lo mismo que xuxrt6a~ ‘tablillas de escribir’. Su apari-
ción se justifica por hacer rima con txtLba;’garduñas’, cf. los buenos argu-
mentos con que defiende esta lección C. MORENILLA TALENS, «Aprosdoketon
oder Hapax? Aristophanes, Ach. 879«. Gloria 54(1986), 216-221. Sorprenden-
temente, O. HANSEN. «A note on 3ructL&Lg ,TuxrLba; of Aristophanes’ Ach.
879«, Philologus 134(1990). 158-159, defiende la variante piktidas, que sería
un extranjerismo procedente del armenio o del georgiano con el significado de
‘pino’. Como por ESTACIO, Tebaida IV 426-427, se conoce que cerca de Tebas
había un pinar, Hansen postula que sus retuilos fueron importados del Cáucaso
y que el beocio traería madera procedente de los mismos al mercado (!). Los
VUbQ<0 (y. 880) probablemente no son ‘nutrias’, sino ‘culebras de agua’ que
anticipan, como vianda de dudosa calidad, las excelentes anguilas que cierran
en clímax la enumeración. Igualmente, junto a las viandas y condimentos,
aparecen en la lista anterior los psidhós ‘esteras de junco’ y las 0QvaXXi&z~
‘mechas de candil’. El propio coro reconoce (y. 975) que Diccópolis, gracias a
su tregua particular, ha podido agenciarse mercancías ‘útiles para la casa’ al
propio tiempo que víveres.
880
94
COMEDIAS
BEOCIO
(Abriendo una cesta) Pubilla de las cincuenta noias Copai-
des 161 surt aquí y dónali gust al forasté.
DICEÓPoLIS
885 ¡Oh! tú, tan querida y tanto tiempo anhelada, llegaste añorada
por los coros ‘trigédicos’ y amada por Mórico I62~ Criados, Sa-
cadme fuera la hornilla y el soplillo (Los sacan con sus hijos).
890 Contemplad, muchachos, a la excelente anguila que a duras
penas ha regresado tras dejarse echar en falta cinco años. Salu-
dadía, hijos, que yo os procuraré carbón en honor de esta ex-
tranjera. Anda, sácala í63~ ¡Que ni al morir esté separado de
ti 164 bien cocidita con acelgas.
BEOCIO
895 ¿Y cómo se me fará efectiu el preu de aquesta?
DICEÓPoLIS
Ésta me la vas a dar como arbitrio de mercado. ¡Ea!, si vendes
algo de lo demás, dilo.

 161 Parodia de la ‘~O~t?~wv XQLOLÍ de Esquilo, en la que las cincuenta hijas
de Nereo, con Tetis, la mayor, como corifeo, tomaban parte en la adjudicación
de las armas de Aquiles.
 ¡62 Personaje célebre por su glotonería.
 ¡63 Preferimos la lección ~xqe~’ a<,TIpP ‘sácala’ a &Jq>eQ’ airn~v. Diceó-
polis contempla con los suyos absorto la anguila que está todavía en la cesta, y
en el momento en que el beocio le obedece, se la quita rápidamente de sus
manos. E. K. Bo¡trHw¡cK, «Three Notes on the ‘Acharnians’», Mnem., Ser. IV,
20 (1967). 412, dado el contexto, entiende áxq,eQ’ el sentido de ‘sacar un ca-
dáver’ para el sepelio. Una vez que Diceópolis la coge, se haría una parodia
de procesión fúnebre, llevando la anguila al brasero.
 ‘“ Parodia de la Alcestis euripidea (y. 367). Palabras de Admeto a su es-
posa, que va a sacrificar la vida por él.
r
LOS ACARNIENSES
95
Buoao
Por mi part, tot aquesto.
DIcnÓPoLIs
Anda, di por cuánto. ¿O te
piensas llevar de aquí otra carga para allá?
BEocíO
De lo que hi ha en Atenas y en Beocia no.
900
DícEóPous
Boquerones del Falero, entonces, comprarás para llevarte, o
cacharros de cerámica.
BEOcíO
 ¿Boquerons y trastes de ce-
rámica? De aquesto hay allí. Compraré lo que nosaltres no te-
mm. y aquí hi ha cantitat.
DICEÓPOuS
Entonces ya lo sé. Llévate a un sicofanta. Puedes empaquetarlo
como si fuera un cacharro de barro.
BEOCIO
¡ Per els dos deus! 165, faría un negoci y redó emportándolo 905
como una mona plena de mala sang (entra un sicofanta).
D1nÓPoLIS
Ya está. Por ahí viene Nicarco a delatarnos.
 ‘~ Las exclamaciones del beocio sirven para su caracterización nacional.
Así, jura por la pareja de Heracles y Yolao, típicamente tebana, aeriba; aquí
por ~w Oua ha de entenderse a Anfión y Zeto, hijos gemelos de Zeus y Antio-
pe y fundadores de Tebas. La misma exclamación en boca de un espartano
aludiría a Cástor y Pólux, y en la de un ateniense, a De’néter y Core.


96 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 97
BEOCIO
Un chic chiquet es aqueste.
DícEÓPOUS
Pero todo maldad.
NIC~xCO
910 Estos fardos de aquí, ¿de quien son?
BEOCIO
De aqueste de aquí, meus, de Tebas,
 testimoni Deus 166•
NIC~.acO
Pues este Otro de aquí los
declara enemigos.
BEocío
 ¿Qué mal te han fet aques-
tos passarells para declararles guerra y combat?
NIC~acO
Y a ti también te voy a denunciar además de ellos.
BEOCIO
¿En qué te he faltat?
Níc~nco
915 Te lo explicaré «en atención a los circunstantes» 167• (Cogiendo
una mecho) Importas de territorio enemigo mechas de candil.
 ‘~ Por su semejanza con el catalán dejamos la forma beocia Aea)S (Zeus).
Como sabemos por Pi~. Fed. 62A, la exclamación Trm (= tmw) Ae<,~ era tí-
picamente beocia.
 ¡67 Parodia de un lugar común oratorio: cf. Damnósratias, Sobre la corona,
249; Contra Conón, 55.




il~
DíCEÓPoUs
¿Entonces es verdad que ‘aclaras’ por una mecha de candil? 168
NICARCO
Si, porque podría prender fuego al arsenal.
DIcEÓPoL¡s
¿Al arsenal, una mecha de candil?
NICARCO
Así lo creo.
DICEÓI’oLIS
¿Cómo?
Níc~itco
Si el beocio la pone en una típula 169 y la enciende, la podría 920
enviar a través de un regato al arsenal, si espera a que sople re-
cio el cieno, y sólo con que alcanzara el fuego a alguna de las
naves, al instante quedarían todas envueltas en llamas.
DIc1~ÓPoL1s
¡Grandisimo desgraciado! ¿Iban a quedar envueltas en llamas 925
por una típula y una mecha?
Níc>.aco
Doy fe de ello.


 ‘~ Ironía basada en el doble sentido de cpctivesv.
 ‘~ En el y. 920 tI’phE (= sUplul) es nombre de insecto (‘típula’). Pero pro-
bablemente designó también un tipo de embarcación que pudiera usarse como
brulote, como las que emplearon los siracusanos contra la escuadra ateniense
(cf. Tucinmes, VII 53. 4).


 98 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 99
DícEÓPOus
 (Al beocio). Ciérrale la
boca. (Al esclavo) Dame paja de embalar para que se lo entre-
gue empaquetado como cerámica y no se rompa al llevarlo (Le
amordazan y envuelven en paja).
Str. 929-939 (sist. ia)]
CoRn~o
[Esc. lir. 929-951
Empaquétale bien, buen hombre,
la mercancía al extranjero.
para que no la rompa al llevarlas
DícEÓPOUs
Eso corre de mi cuenta, puesto que,
como sifi¿era a cascarse con el fuego,
cruje sin parar y de forma, además,
aborrecida por los dioses.
Coan~no
¿Qué uso hará de él?
D¡CEóPous
Le será un recipiente útil para todo
cratera de males, mortero de pleitos,
candelabro para ‘aclarar’ incursos
en rendición de cuentas, y copa
para revolver los asuntos 170.,
CORIFEO
FASIr. 940-951
Pero, ¿ cómo se podría estar confiado
usando en casa cacharro semejante,
que siempre está crujiendo tanto?
DICEÓFoLIs
Es sólido, buen hombre, de modo que
jamás se rompería, ni aunque
se le col gara de los pies cabeza abajo.
CORIFEO
940
945
(Al beocio) Ya lo tienes bien empaquetado.
Bnoc¡o
Ya recullo la ganancia.
CORIFEO
Excelente extranjero, recójela
sin dejar nada. Agarro a éste
y aplicalo a lo que quieras,
pues te llevas un sicofanta para todo 171~
950
 DICEÓPOLIS [Esc. dial. 952-970 (3 ia)
Trabajo me costó empaquetar a este maldito. Beocio, agarra y
levanta el cacharro.
Bnocío
Isménico, ven y abaixa la espalla (le carga al sicofanta).
 ‘~ El triptír era la vasija que recogía el liquido procedente de la tritura-
ción de las aceitunas o las uvas. El genitivo d,kón en vez de eMrI,u es un apros-
dóklton. Con k9lix y enkylc~2sthai se esperaría pharmdlcón ‘medicinas’ y no
x~á’yjsara. DeIrda de x1)X¡~ falta una secuencia ydmbica que completarla el
dimetro. A efectos de traducción optamos por la lección de Al’ (ia
~spáy~urra), que evidentemente es una corrección del xci ~sgáy~scsr« que
ofrece R para dar algún sentido.
DícEÓPOus
Procura transportarlo con cuidado. De todas formas no te vas a 955
llevar nada bueno, pero, aun así, llévatelo. Si sacas algún pro-

 17~ El texto ofrece dificultades de interpretación.
930
935


 100 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 101
vecho cargando con ese bulto, serás afortunado, al menos en lo
que respecta a los sicofantas. (Mientras el beocio se marcha
sale un criado de caso de Lámaco).
CRIADo DE LÁMACO
¡Diceópolis!
DIcEÓPoLI5
¿Quién es? ¿Por qué me
llamas a gritos?
CluAno
~o ¿Por qué? Lámaco te pide que le des por esta dracma para la
fiesta de las Jarras 172 parte de los tordos; y por tres dracmas te
pide una anguila del Copais.
DícnÓpous
¿Quién es ese Lániaco que quiere la anguila?
CRIADO
965 El terrible, el invulnerable, el que blande la Gorgona y «agita
tres penachos que proyectan larga sombra» 173

 ‘~ El segundo día de las Antesterias, fiestas en honor de Dioniso Leneo,
era llamado Jarras’ (Chóes) y consistía en un concurso de bebedores. Tenía
lugar el 12 del mes de Antesterion ylos participantes debían ilevar consigo
sus provisiones.
 ‘~ Limaco es descrito con epítetos homéricos (ra>m)~ivov xo>~epum~v
referido a Ares, IL V 289, XX 78, XXII 267) y de Esotm.o (Siete 379: ~el~
xarcsaxLov; X&pov~ oeirs, apropósito de Tideo). El texto del y. 965 debe ser
corregido en xQcsfiaLvwv ~4 xnamdov~ )~óq>ou;, como indica más abajo
(y. 967) la expresión io<~~ >~óqoti; xQa&uvérw. Hay probablemente una
alusión a la pedantería de Umaco, que dio a su hijo el nombre de Tideo (cf.
JG IP. 1556, 30).
DíCEÓPOUs
No se la vendería, ¡voto a Zeus!, ni aunque me diera el escudo.
Que agite los penachos sobre una loncha de arenque. Y si alza
la voz (señalando las correas), llamaré a los ediles del mercado.
Que yo voy a coger para mí solo este fardo y a entrar en casa 970
«bajo las alas de tordos y de mirlos» 174 (coge el saco y entra).
CoRo (Cto. 971-999 (paeon + 4tro) SIr. 971-987]
Viste, viste, ¡oh! ciudad entera,
la sensatez y supersabidurio de este hombre,
y cuántas mercancías, por haber hecho la tregua,
tiene para comerciar: unas útiles para la casa,
otras pintiparadas para comerlas calentitas.
Espontáneamente toda clase de bienes se le agencian.
Ya nunca más daré acogida en casa a Combate,
ni cantará jamás reclinado conmigo el Harmodio 175;
por ser hombre de mal vino, pues cuando iba de jarana
a casas de todo bien provistas mil fecho rías perpetraba:
derribaba las mesas, derramaba el vino, peleaba;
y encima, aunque se le insistiera diciendo:
«sigue reclinado y bebe, toma esta copa de amistad»,
echaba todavía más rodrigones al fuego y derramaba,
violentándonos, el vino fuera de las vides I76~
Se ha provisto de alas para irse a
y a la vez se muestra muy ufano. Como .indicio de su abundancia
975



980



985
 ‘7~ La forma dialectal hyp<~i (it. hypó) y el gen. dórico k¡chldn permiten
suponer una parodia de un pasaje lírico.
 ‘~ El célebre escolio (cf. BERGK, Poetae Lyric¿ Graecí III, pág. 646-647)
aludido también en el y. 1099.
 ‘~ A saber, el vino contenido en potencia en las vides que se pierde al ser
taladas éstas.
 ‘~ En el texto, eptérótal (y. 988) ‘se ha provisto de alas’ alusivo a las aves
que se lleva Diceópolis a casa.
II
1
102
COMEDIAS
ha tirado estas plumas delante de su puerta. ¡Oh! Reconciliación,
criada junto con la hermosa Cipris y las Gracias queridas.
990 ¡Qué bello era tu rostro y yo no lo advertía!
¿ Cómo podría unirme contigo algún Amor~
cual el del cuadro ~ que tiene una corona de flores?
¿ Tal vez me estimas demasiado viejo? Pero,
site agarrora, creo que aún te echaría . -. tres cosas:
~s primero plantaría una larga hilera de cepas recientes;
luego, retoños nuevos de higuera junto a ella,
y en tercer lugar~ un vástago de parra 179; si, yo,
este viejo, y en torno o la finca pondría
a la redonda olivos, para ungirnos
con su producto tú y yo en las lunas nuevas.
1000-1007 (3 ia)]
HERALDO
[Esc. strr. 1000-1142
í~ Oíd, gentes. Según la costumbre de los antepasados bebed las
jarras al toque de trompeta. Y el que la apure primero, recibirá
un odre como la barriga de Ctesifonte’80 (se retira).
DlcEÓPous
(Saliendo de su casa y quedando a la puerta) Chicos, mujeres,
¿no habéis oído? ¿Qué hacéis? ¿No estáis oyendo al heraldo?
 17a Segtln el escoliasta, se trata de un cuadro de Zeuxis del templo de
Afrodita en Atenas que representaba a Eros en la figura de un niflo coronado
de rosas.
 ‘7’ En el y. 994, ~r~oofrxXelv tiene un sentido ambiguo (cf. isQoo~oM
‘abrazo’). En el y. 995, eitUai es igualmente ambiguo (&>auvetv lo emplea
Aristófanes por frveiv). En el y. 997, adoptamos la corrección 8a>ov de
Bunck (vástago’). La distinción entre &pne)~~ (y. 995) y 1’IJA2QL~ (y. 997) nos
hace pensar que esta dltiina se refiera a una parra y no a una vid cultivada’,
ya que de vides cultivadas en uno y otro caso se trata.
‘~ Como premio a quien primero vaciara su jarra se entregaba una corona
de hojas y un odre de vino. En el texto &oxov Kti~otqbvco~ ‘cl odre de Cte-
sifonte’ alude a la abultada barriga de este personaje.
r
LOS ACARNIENSES
103
Coced, asad, dad la vuelta, retirad las tajadas de liebre, pronto, íoos
trenzad las guirnaldas. Trae los espetones para que ensarte los
tordos.
Str. 1007-17]
CoRo
(Cto. (sist. is)
¡Cómo te envidio, hombre, por tu
buena determinación o, mejor dicho,
por la buena vida que te estás pegando!
1010
DICEÓPoUs
¡Qué diréis después, cuando
veais asarse los tordos!
CoRo
También en esto creo
que tienes razón.
Dicuópous
(A un esclavo) Atizo el fuego.
CoRo
tois
¿ Oíste cuán cocineril, refinada
y banqueterilmente ISI
se está sirviendo?
(Entra un labrador sucio y harapiento)
1018-1036 (3 is]
LABRADOR
¡Ay! desgraciado de mí.
Díc¡~Ópous
¡Heracles! ¿Quién es éste?

 ‘~‘ Ensayamos reproducir la rima entre payeLQu«b~ y 6eurvt1w«T~ acu-
fIado ex profeso por Aristófanes (vv. l0lS-1016).



Un hombre desdichado.
 104 COMEDIAS
  LABRADOR

DICEÓPOUS
Entonces, toma tu camino a solas 182•
LABRADOR
1020 Queridlsimo amigo, ya que sólo tú tienes treguas, dame una
medida de paz, siquiera de cinco años.
DícEÓPous
¿Qué te ocurrió?
LABRADOR
yunta de bueyes.
¿Cómo?
DícuOPoLís

LABRADOR
Estoy hecho cisco: perdí mi



Se los llevaron de File ¡83
los beocios.
DícEópoLís
¡Grandísimo desgraciado! ¿Y encima te vistes de blanco? 184~
LABRADOR
1025 Y te lo aseguro, ¡por Zeus!: era la pareja que me mantenía en
la abundancia ... de boñigas 185
 ‘~ Expresión formularia, cf. Nubes 1263.
 183 File estaba en la frontera de Atenas y Beocia.
 ‘“ El color del luto era el negro.
 “~ Se hubiera esperado &v tdot &yci0ot~ y no &v itóci ~o?~or (y. 1026).
L
 LOS ACARNIENSES 105

DicnÓ~ous
Entonces, ¿qué necesitas ahora?
LABRADOR
Tengo los ojos perdidos de llorar por los dos bueyes. Si tienes
alguna consideración a Dércetes 186 el Filasio, úngeme pronto
con paz en uno y otro.
DIcEÓPOLIs
¡Desgraciado!, no ejerzo de médico público. 1030
LABRADOR
Anda, te lo mego, a ver si recupero de algún modo mis bue-
yes.
DícEÓPoLIs
Imposible. Vete a llorar a los ayudantes de Pítalo ‘~.
LABRADOR
Al menos, échame una gota de paz en este canutillo.
DIcEóPous
Ni una pizquinina. Ve con tus quejas a otra parte.
LABRADOR
¡Ay! desdichado de ml. ¡Qué pena, mis bueyecitos de labor! 1035
(se va).


 ‘~ El nombre de Déitetes (cf. de’rkomaí), en uno que ha perdido la vista,
es irónico.
 187 Uno de los médicos públicos, mencionado también en y. 1222 y Avisp.
1432.


 106 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 107
Co~o
Este tío le ha tomado gusto
a las treguas, y no parece
que vaya a compartirlas con nadie.
PAD¡w’~o
Y pide que, agradecido por ellas, le escancies en este esenciero
sólo una pizca 188 de paz, para no ir a la guerra y quedarse en
casa jodiendo.
DícEóPouS
(A un esclavo) Echa miel en la longaniza.
Asa las sepias.
CoRo
¿Oíste esos gritos?
Dícnó~ous
Asad las anguilas.
CoRo
Me matarás de hambre, a mí
y a los vecinos, con el humo y las voces
que das diciendo cosas semejantes.
1047-1142(3 ja)]
DícEóPouS
Asad eso de ahí y dejadlo bien doradito (Entran un padrino y
una madrina de boda).
PADRINO
¡Diceópolis!
DícEÓPouS
¿Quién es éste? ¿Quién es?
DIcEÓPC>US
Aparta, aparta las tajadas y no me las ofrezcas, pues no la es- ¡055
canciaría ni por diez mil dracmas. (Reparando en la madrina)
Pero ésta, ¿quién es?
PADRINo
La madrina de la novia, y
pide decirte de su parte unas palabras a ti solo.
DícEÓIouS
(A la mujer llevándose la mano a la oreja) Vamos a ver ¿qué
me dices? (la mujer cuchichea algo) ¡Qué risa da, ¡dioses!, la
petición de la novia! Tanta insistencia para pedirme que se ío~o
quede a mear en casa la picha del marido 189~ ¡Ea! trae acá las
treguas, para que le dé sólo a ella, porque es mujer y no es cul-
pable de la guerra. (Un esclavo saca un odre) Ven acá, mujer,
y sostén por debajo aquí el pote de los ungtientos ¿Sabes cómo
se hace? Explicasela a la novia: cuando recluten a los solda- 1065
dos, que unte de noche con esto (vierte un poco de vino) el pijo
del marido (la mujer se va. Al esclavo) Retira las treguas. Trae
el cacillo del vino, que voy a escanciarlo para la fiesta de las
Jarras 1~0 (entra un mensajero).
PADRINO
loso Te envía un recién casado estas tajadas de carne de la boda.
DícnÓ~ous
Hizo bien, quienquiera que sea.
 188 El texto dice un ‘ciato’ (xúct0ov), y. 1053, la 1/24 parte del XotvL~
(unos 45 cm3). Cf. y. 814.
 189 El otxoi,~ del y. 1060 <lit. ‘se quede en casa’) se prestaba a una aso-
ciación con otxot y oilQetv, dada su referencia a itéo.
 190 QuizA debe leerse aquí eL~ ~ ~óct~ ‘en las jarras’ y no É1 ~
Xóci~ ‘para la fiesta de las Jarras’.
[ASIr. 1037-1046
1040
1045


 108 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 109
Como
íoio ¡Tate! aquí se acerca uno, deprisa y con el ceño fruncido, como
si viniera a dar una terrible noticia.
MENSAJERO 1
¡ Ay! fatigas y combates y Lámacos (llama a la puerta de U-
maco).
LÁi~co
(Saliendo) ¿Quién resuena cabe estas mansiones de broncíneo
ornato 191?
MENsAJERO 1
 Los generales te ordenan ponerte hoy en camino rápidamente
íois con tus batallones y tus airones, y vigilar después los pasos
fronterizos aguantando la nevada. Alguien les ha anunciado
que en la fiesta de las Jarras y las Ollas harán una incursión
unos bandidos beocios.
LÁMACO
¡ Ay! generales más numerosos que valerosos. ¿No es indig-
nante que ni siquiera se me deje celebrar la fiesta?
DICEÓPoUs
íoso ¡ Ay! cuerpo expedicionario de la guerra Lamacomáquica.
LÁMACO
¡Qué desgracia la mía! ¿Te ríes ya de mí?


 191 En el texto xaXxopáXaQa ( y. 107). Por <pdtXCtQOV se entendía una
placa de metal convexa. Puede referirse a las paredes interiores de la casa en
las que hubiera escudos colgados.
DICEÓPoLIs
¿Quieres luchar con un Geriones de cuádruple 192 penacho?
LÁMACO
¡Ay! ¡Qué noticia me trajo el heraldo! (Entra el segundo men-
sajero).
DícEÓt’oLIS
¡Ay! Y a mí ¿qué noticia se me trae tan corriendo?
MENSAJERO II
¡085
¡Diccópolis!
DícnÓPoLIs
¿Qué hay?
MENSAJERO II
Ve enseguida al banquete
con la cesta y la jarra. Te manda a buscar el sacerdote de Dioniso.
Date prisa. Hace rato que lo retrasas. Todo lo demás está ya pre-
parado, lechos, mesas, almohadones, manteles, coronas, perfume, ío~o
aperitivos -también están las putas-, pasteles, tortas, panes de sé-
samo, tartas de miel, bailarinas —lo más querido de Harmodio ‘93...
hermosas. Conque apresúrate lo más rápido’~ que puedas.
 ¡92 Geriones. cuyo ganado robé Heracles en su décimo trabajo, tenía tres
cabezas según Haslono (Teog. 287).
 ¡93 Texto dificultoso. Probablemente hay un juego de palabras con el co-
nocido skóflon (mencionado en el y. 980) que comenzaba q>iXta0’ ‘AQpÓ&’,
0<, ~ itw téOvipccig. Al unirse la negación al nombre propio, la palabra ante-
rior pasaba a entenderse como neutro plural. El Harmodio aquí mencionado,
de aficiones heterosexuales muy distintas al de la tradición, probablemente es,
como sugiere Sommesstein, Harmodio de Afidna, un contemporáneo de Aria-
tófanes, de la misma familia del tiranicida. Sobre el empleo de la exclamación
‘O q>iX~crr’, cf. D. B. GREGOR, «‘O q(Xtcr~’«, CR n.s. 7 <1957), 14-15.
 ‘~ Evocación cómica del refrán spei2de bradb3s ‘apresúrate despacio’.



 110 COMEDIAS

LÁMACO
¡Desdichado de mí ‘~~!
DícEÓPOus
ío9s Claro (setialando el escudo) ¡Te hiciste pintar encima esa Gor-
gona 196 tan grande! (A un esclavo) Cierra la puerta y que al-
guien coloque la comida en la cesta.
LÁMACO
Chico, chico, sácame afuera el macuto.
DIcEÓPoLIs
Chico, chico, sácame afuera la cesta.
LÁMACO
Trae sal con tomillo y cebollas, chico.
D¡cEÓPous
ííoo Y a mí unas lonchas de pescado: aborrezco las cebollas.
LÁMACO
Chico, trae acá una hoja de higuera con algo de conserva ran-
cia.
DícEóPous
Y a mí una hoja de higuera con un trozo de manteca. Guisaré
alil.

 ~ Sommerstein, basíndose en que xai ydQ es una réplica elipdca a algo
dicho anteriormente (‘claro, porque’), acepta la sugerencia de D. S. Roemno~
de que hay una laguna en el texto. A la exclamación xc¡xo6a4uov &yt~ de U-
¡naco (y. 1094) seguiría algo así como «b~ peycO~a xsQL~á>J.8L ~
~i,arin~jta~a> (<Notes on Aristophanes’ Acho,rnians~i, CQ 28119781. 384-
385).
 ‘~ La Gorgona estada pintada o grabada en la superficie del escudo.
 LOS ACARNIENSES 111

LÁMACO
Trae acá las dos plumas del casco.
D¡cEOPouS
Y a mí sácame las torcaces y los tordos.
LÁMAco
¡Qué hermosa y blanca, la pluma de avestruz! ííos
D¡cEóPous
¡Qué hermosa y dorada, la carne de la torcaz!
LÁMACO
¡Hombre! deja de reírte de mis armas.
DICEÓIous
¡Hombre! ¿Quieres dejar de mirar a los tordos?
LÁMACO
Saca el estuche de los tres penachos.
DIcEÓPoUs
Y a mí dame una fuente de tajadas de liebre. ¡¡10
LÁMACO
¿Se habrá comido la polilla los penachos?
Dí~n<wous
¡Vaya! ¿Me comeré el estofado de liebre antes del banquete?
LÁMACO
Buen hombre, ¿quieres hacerme el favor de no dirigirte a mí?
DícnÓ¡’ous
No va contigo la cosa. El chico y yo llevamos un rato discu-
1
112
COMEDIAS
1115 tiendo. (Al esclavo) ¿Quieres apostar y dejar decidir a Lámaco
qué sabe mejor, los saltamontes o los tordos?
LÁMACo
¡Ay! ¡Cómo te cachondeas!
DICEÓPOUs
(Al esclavo) Prefiere con mucho los saltamontes I97
LÁMACO
Chico, chico, descuelga la lanza y sácala aquí.
DícEóPous
Chico, chico, saca del fuego la longaniza y tráela acá (les traen
una lanza enfundada y una longaniza ensartada en un pin-
dio).
LÁMACO
íí2O ¡Ea!, voy a quitar la funda de la lanza. Ten, sujeta, chico (le
tiende un extremo).
DícEÓPous
(Seflalando el pincho) Y tú, chico, sujeta esto.
LÁMACo
Trae los soportes del escudo, chico.
DICEÓPoUs
Saca también los ... (golpeándose el vientre) chuscos del mío.

 “7 En akrfdas kr(nei (y. 1117) hay un falso juego etimológico irreproduci-
ble (algo así como ‘juzga acríticamente los saltamontes’). Sobre las dificulta-
des de ordenación que presentan los vv. 1103-17, cf. A. H. SoMMaas1~asN,
<Aristoph.. AcIu. 1103-17», MCr25-28 (1990-1993), 139-144.
LOS ACARNIENSES
113
LÁMACO
Trae acá la gorgonífera rodela 19S.
Dícnó~ous
Y a mí la quesífera rodela de una torta.
¡125
LÁMACO
¿No es esto lo que la gente estima una burla desatenta?
DICEÓPouS
¿No es esto lo que la gente estima una torta suculenta?
LÁMACO
Echa, chico, aceite en el escudo ‘~. En la broncínea superficie ¡130
veo a un viejo que será procesado por cobardía.
DICEÓPoLIs
Echa tú la miel en la torta. También en ella se ve a un viejo
que manda a paseo a Lámaco, el hijo de ... Górgaso 200•
LÁMACO
Trae acá, chico, el peto guerrero.

 ‘“ Parodia del estilo trágico, que da lugar en el y. siguiente (1125) a la có-
mica formación Iyrón¿Ston, ya que el queso era uno de los ingredientes de la
torta denominada plakils. Al derivar el castellano ‘rodela’ de rotula. se simpli-
fica la traducción (lit. ‘el círculo del escudo de la torta’).
 ‘“ Para abrillantarlo antes de entrar en combate, según era costumbre (cf.
Ja~¿. Anábasis 1 2, 16; 11sf. VII 5, 20). En este pasaje T. J. DUMBAaIN, «The
Oracle of Hera Alcraia st Perachora», ABSA 46 (1951), 61-72, ha descubierto
una alusión a la lekox.ománleia, o adivinación mediante la observación de una
vasija de metal.
 200 Alusión a la Gorgona del escudo. Górgaso era un héroe tesalio, hijo de
Macaón. El padre de Lámaco se llamaba en realidad Jenófanes (Tuc., VI 8).



1


 114 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 115
DícEÓPouS
Sácame también, chico, la jarra que me «es-peto».
LÁMACO
(Poniéndose el peto) Con él me acorazaré contra los enemi-
gos~”’...
Dícnó~ous
1135 (Levantando la jarra) Con ella me aco ... gorzaré contra los
que beban conmigo.
LÁMACO
Ata las mantas, chico, al escudo, que yo cargaré con el macuto.
Dícnó¡’ous
Ata la comida a la cesta, que, en cogiendo el manto, arranco
LÁMACO
íwo Levanta el escudo y camina, chico. Nieva.¡Maldición! ¡ De in-
vierno se pone la cosa!
DIcEÓPous
Coge la comida. ¡De cuchipanda se pone la cosa! (Salen am-
has).
1145
Kom. 1143-1149 (sist. an)] CoRuno
Id con Dios de operaciones
¡Qu¿ ¿hferentes caminos tomáis!
Ése, el de beber coronado;
tú, el de hacer guardia tiritando,
mientras él se va a dormir
 ~“ Hemos tratado de dar alguna idea de los juegos de palabras existentes
en los vv. 1132-1135, basados en el doble sentido de tl0rJxonwi ‘ponerse el
peto’ y ‘emborracharse’.
con una requetebuena moza
y a dejarse frotar el chirimbolo.
CoRo
[Od. 1150-1160 (choia)
A Antímaco, el hijo de Espurreo 202,
redactor de leyes y autor de pésimos cantos 203,
dicho simplemente: ¡mala muerte le dé Zeus!
Pues, cuando fue corego en las Leneas 204,
me despidió, ¡pobre de m(!, sin cenat
¡Ojalá! le viera deseoso de una sepia,
y ésta, asada y chirriante, estuviera
1150


1155
 Debe leerse (y. 1150) Psakddos (‘llovizna’). Un escolio informa que
<aspergía al hablar a quienes tenían trato con él». Sobre Antímaco no se sabe
nada cierto. No parece que sea el mismo personaje de Nubes 1022.
 203 En griego melb’in (y. 1150) puede significar ‘cantos’ y también ‘cosas
vanas.
 ~<>~ El corego estaba moralmente obligado a invitar a un banquete al coro
después de la representación (cf. Paz 1356-1357, Asambl. 1181). El problema
ea saber si el coro se refiere aquí al propio Aristófanes, a un coro de Aristófa-
nes, o a un grupo determinado de coreutas. que pudo representar una comedia
de éste o de otro comediógrafo con anterioridad. Lo primero no es probable,
ya que en todo el contexto el coro se expresa como viejos acamienses. De op-
tar por la segunda posibilidad, habría que pensar en la existencia entre Los co-
mensajes, Los babilonios y nuestra pieza, de una comedia perdida representa-
da en las Leneas del 426, como C. E Russo, Arustofane autora da teatro.
Pirenze. 1962, pág. 26 y sa., y 5. HALUWELL, <Aristophanes’ Apprenticeship»,
CQ 30(1980)44-45. Por el contrario, K. 1. Dover, <Notes on Aristophanes’
Achamian,», Mala 15 (1963), 23, cree que el poeta habla de coreutas en ge-
neral, tal como Demóstenes identifica al jurado particular de cada caso con los
jurados en general. A. H. Soao..aas¶e¡N, en su edición (pág. 211). matiza esta
opinión, en el sentido de que los coros cómicos se identifican unos con otros
(cf. Mies, 789). Cabe,~ por último, pensar que el mismo coro que representó
Los acarmenses intervino en una pieza puesta en escena en las 1-eneas del azio
anterior de la que fue corego Antímaco, sin necesidad de postular la existencia
de una comedia de Aristófanes perdida.
[II Pbs. 1143-1173


 116 co~¡~s LOS ACARNIENSES 117
en la mesa, como nave a la orilla 205de1 mar
  que va a tocar tierra; y que luego,
  cuando fuera a cogerla, se la arrebatara
 1160 una perra y saliera corriendo.
Que su primera desgracia sea ésta. [AOd. 1162-1172
Y que otra también de noche le suceda.
 1165 Que tiritando de fiebre regrese
  del picadero2~ a casa; que le abra una brecho
  en la cabeza un ‘Orestes furioso’ borracho;
  que, queriendo tirarle una piedra, agarre
  en la oscuridad con la mano
 1170 una ¡¡órdiga recién cagada; que se eche
  adelante con el ‘brillante proyectil’ 207;
  que marre el blanco y le dé a .. Cratino 208~
3 ia+vers. ¡Ir] MENSAJERO III [Esc. con diii. lírico, 1147-1226
(Entra corriendo) «Sirvientes que estáis en la casa de Láma-
1175 co», agua, calentad agua en un puchero. Preparad vendas, cera-
to, lana grasienta, hilas para el tobillo. Nuestro amo se ha heri-
do con una estaca al saltar un foso, y se ha torcido y dislocado
 __ Un juego etimológico: pdra¡os hace referencia directa a la nave correo
de Atenas y al propio tiempo sugiere la idea de ‘estar junto a la sal’.
 ~ Probablemente hippaslas (y. 1165) tiene un sentido obsceno semejante
al de keL¿t(zem. De ahí nuestra traducción mediante el ambiguo ‘picadero’.
Orestes en el verso siguiente es un nombre genérico para los jóvenes gambe-
rros que cometían tropelías bajo los efectos de la embriaguez.
 ~ La expresión (y. 1172) tt3n mdrmamn es homérica (cf. IL XII 380, Od.
IX 499, E¡.m.. Fen. 1401). E. 1<. BocnIw,cL <Three notes on the Acarrdanr»,
Mnem., ser. IV, 20 (1967). 412-413, cree que la escena evocada es la de IL V
580 es., en la que Antíloco (nótese la semejanza de nombre con Antímaco) se
lanza hacia delante tras haber cogido un chermddion. Es también un clich¿ ho-
mérico el de marrar el blanco y herir a otro (cf. iL IV 489. XIII 518 es.)
 ~ El mismo personaje mencionado en el y. 849, del que no poede preci-
sarre si es el famoso poeta cómico.
el tobillo. Cayó sobre una piedra, se abrió una brecha en la ca- í ¡so
beza, e hizo levantarse del escudo a la Gorgona. Y la gran plu-
ma de ‘chulogallo’ yendo a dar sobre las piedras, entoné una
horrenda melodía:
<¡Oh! ilustre rostro!, viéndote ahora por postrera vez
abandono la luz de mi vida. Mi existencia ha terminado 209» 1185
Dicho esto, cae en un regato; se levanta y se topa unos deserto-
res fugitivos 210, cuando eran bandoleros a quienes «perseguía
y acometía con su lanza». Pero, helo ahí en persona. Abre la
puerta (entra Limaco sostenido por dos soldados).
LÁMACO
¡Ayayay! Odiosos padecimientos éstos
que hielan de espanto. ¡Cuitado de mí!
Perezco herido por lanza enemiga.
ligo
 —- Sobre este difícil pasaje se ha ejercido en vano el acumen de los filólo-
gos, desde quienes como WILAMOW1TZ y D. PAGa, <Some Emendations in Aris-
tophanes’ Acharn¿ans». WS 58 (1956), 125-127 lo estiman obra de un poetas-
tro y puro <nonsense», a los que, como CouLoN y H. ERasE, <Zu Aristo-
phanes», Eranos 52 (1954), 89, partiendo de la idea de que es Limaco quien
habla, estiman que pesón (y. 1182) es un acusativo absoluto. Más acertada A.
M. DALE. <Heroic end». BICS 8 (1961), 47-48, cifténdose al tenor literal del
texto. interpreta que es el ptílon quien se despide al modo heroico. El idemnón
ómma del y. 1184, no obstante, creemos que se refiere ala Gorgona, no a Li-
maco. Así lo entiende M. L. Wasr, <Aristophanes’ Achamíans 1178-186», CR
21 (1971). 157-158, quien, sin embargo, prefiere corregir pesón en ¡cidras con
Weber y propone leer en 1185 phdos ¡cdi thymón. A. H. SOMMERSTEIN, <Notes
on Aristophanes’ Acharn¡ans», CQ 28 (1978). 390-395, acepta la corrección
de K. 1. Dovax. Maia 15(1963) 23-25, del y. 1182 en ,rtiAov U ró ~
¿6ev bc xQávou~> irwóv, entendiendo que es Limaco quien habla.
 210 Todo este pasaje es una parodia de los relatos de los mensajeros de la
tragedia. Los fugitivos probablemente son sus propios soldados.


 118 COMEDIAS LOS ACARNIENSES 119
Pero lo que sería para dar ayes de dolor
es que Diceópolis me viera maltrecha
y encima se burlara de mis desventuras.
(Entra Diceópolis agarrado a dos heteras)
D¡cEÓPoL¡s
¡Ayayay! ¡Qué teticas!
¡Qué duras y melocotonudas!21’
Besadme blandamente, mis dos tesoros,
con la boca bien abierta,
a cerrojazo. Pues he sido
el primero en apurar la jarra.
LÁMÁco
¡Oh! triste azar el de mis males.
¡Ay! ¡Ay! heridas dolorosas.
DIcEÓPoLIS
¡Eh! ¡Hola! Lamaquipito 212•
LÁMACO
¡Aborrecible, mi sino!
DícEóPous
(A una de las heteras) ¡Qué besos me das!2t3

 211 En realidad lcyd&¡ía (y. 1199) son ‘membrillos’.
 212 El segundo elemento de los compuestos en -hippos propios de la ono-
mástica de la nobleza, se degrada aquí con el diminutivo (Lamach4ipion. y.
1206) apuntando burlonamente a la forma de cabalgar en que Limaco es traí-
do por la pareja de soldados.
 213 El pronombre den este verso (1207) y más abajo (1209) no tiene valor
interrogativo sino exclamativo. Se trata de acusativos intemos abreviados. Re-
cuérdese que el griego carece de signo gráfico para la exclamación, cf. L. Gn.,
<Note agli Acarnesi di Aristofane», MCr 18 (1983), 83.
LÁMACO
¡Lamentable mi suerte!
DICEÓPoLIs
(A la otra) Y tú ¡qué muerdos me pegas!
LÁMÁco
¡Pobre de mí! ¡Cara fue mi contribución!
1210
DICEOPOLIS
¿Se te exigió pagar contribución para la fiesta de las Jarras?214
LÁMACO
¡Oh! Peán, Peán.
DIcEÓPoUS
No se celebran hoy las Peonias 215•
LÁMACO
Cogedme, cogedme la pierna.
¡Ay! agarradla bien, amigos.
DIcEÓPOLIs
1215
Ya mí, vosotras dos, por medio del pijo
agarradme bien, amigas.
LÁMACO
Me estoy mareando, herido en la cabeza por la piedra.
Se me nubla la vista y todo me da vueltas.
 214 Pretendemos dar así una idea del doble sentido de las palabras de Li-
maco y de Diceópolis. Emplea el primero xymbol¿ (y. 1210) en la acepción de
encuentro guerrero’, ‘choque’. Diceópolis finge entenderlo en la de ‘escote’,
contribución’ que también tenía el término.
 215 Nada se sabe de esta fiesta, cuya mención aquí probablemente es un
mero recurso cómico.
1195




1200




1205



LOS ACARNIENSES
DIcEÓI’ous
También yo quiero acostanne y estoy empalmado,
y se me nublo la vista de ganas de follar~
LÁMACO
Uevadme fuera a casa de Pitalo
a ponerme en sus curadoras manos.
DICEÓPOLIS
Llevadme a los jueces del certamen.
1225 ¿Dónde está el rey? 216 Devolvedme el odre. (Se lo entregan)
1227-1231 (4 ia)]
LÁMACO
[Ex. 1227-1234
Se me ha clavado una lanza en los huesos dolorosamente.
D¡cEÓr’ouS
(Mostrando el odre vacio) Mirad, está vacío. (Al coro)
¡Ol¿ por la gran victoria!
CoRIFEO
¡Olé!, sí —puesto que me invitas, anciano—
¡por la gran victoria!
DícEÓPOus
Y es más: lo llené de vino puro
y me lo pimplé de un trago.
ColuFEo
¡Olé.’ otra vez, tío grande.
Coge tu odre y camina.
 216 A saber, el arconte rey que presidía las Leneas. Tal vez el actor señala-
se al magistrado que ocupaba un asiento de preferencia en el teatro. Los jue-
ces son los del concurso de bebedores, con una indirecta alusión a los que dis-
cernían el premio de las comedias.
1232-1234 (sist. ia)]
Dícnó~ous
Seguidme, pues, cantando:
¡Olé por la gran victoria!
Co~no
Por darte ese gusto, te seguiremos cantando:
«¡Olé por la gran victoria!», en loor tuyo y de tu odre.
120
COMEDIAS
1220
1
121
1230
1~~




r
LOS CABALLEROS

PRÓLOGO

Representada en las Leneas, durante el arcontado de Estra-
tocles (424 a. C.), concurrió con Los sátiros de Cratino, que
obtuvieron el segundo premio, y con Los leiiadores de Aristó-
menes, que quedaron en tercer lugar. Asombra que esta come-
dia, la tercera que compuso Aristófanes y la primera que hizo
representar en su nombre 1, fuera galardonada con el primer
premio, pues, aparte de no ser una de sus más logradas piezas,
desde el punto de vista político resultaba un tanto inoportuna.
Los caballeros, en efecto, llevan el ataque a Cleón, iniciado
con Los babilonios y Los acarnienses, a extremos sin paran-
gón posible en la historia universal de la libertad de expresión.
Y eso cuando el predicamento del político se hallaba en su
apogeo, por haber logrado a finales del verano del 425 a. C. to-
mar Esfactena y traerse prisioneros a Atenas los casi trescien-
tos supervivientes espartanos que quedaron en la isla. Por afta-
1 Es posible que Calístrato se negara a presentar una obra como ésta, y
también que Aristófanes eligiera las Lencas y no las Grandes Dionisias a las
que asistían los aliados para evitar que se le acusara de airear ante ellos los
trapos sucios de Atenas, como sugiere C. H. WHrr1~N, Aristophanes <md the
conuc hero, Harvard Univ. Press, 19712, pág. 80.


 124 COMEDIAS LOS CABALLEROS 125
didura, había conseguido, ese mismo alio probablemente, ele-
var de dos a tres óbolos el salario de los heliastas, lo que fue
posible gracias al brutal incremento del tributo de los aliados,
aprobado a propuesta de Cleónimo, esbirro del demagogo y
víctima favorita del poeta. La popularidad de Cleón entre las
clases bajas de Atenas, por todo ello, era enorme y no pequeño
el riesgo de toparse ante los tribunales con la contundente ré-
plica del demagogo, sobre todo para quien, como Aristófanes,
era ya reincidente. Y sin emb~o el poeta arrostré el peligro,
buscando las simpatías de los caballeros, un contingente mili-
tar de mil hombres, reclutado anualmente entre quienes podían
permitirse el lujo de mantener un caballo, más vistosos quizás
en los desfiles, como la procesión de las Panateneas inmortali-
zada en el friso del Partenón, que eficaces en el combate, pero
que, a la sazón, gozaban de cierta popularidad por haber obte-
nido recientemente al mando de Nicias una victoria en Soligea.
 Veamos, pues, cómo sucedieron los hechos 2~ En la prima-
vera del 425, el general Demóstenes logró apoderarse de Pilo
en la costa de Mesenia, donde puso una guarnición, prosi-
guiendo después su navegación costera. La proximidad de di-
cha localidad a Esparta, con la consiguiente amenaza para su
seguridad, les obligó a los lacedemonios a retirarse del Ática y
a ocupar la isla de Esfacteria, que cierra, salvo por dos peque-
ños estrechos, la bahía de Pilo (la actual Navarino), cercando a
los atenienses por tierra y mar. De regreso, la flota ateniense
puso en fuga a las naves espartanas y bloqueé la isla de Esfar-
turia, donde había quedado una guarnición espartana de cua-
trocientos veinte hombres, ciento ochenta de los cuales perte-
necían a las mejores familias de Esparta. Para conseguir su
liberación los espartanos concluyeron un armisticio con De-
 2 Sobre el contexto histórico de Los caballeros, cf. A. TAccoNa, «Sui SCa-
vahen’ d’Aristotane,., Atene e Roma. n. ser. 6(1925), 48-62.
móstenes, en tanto que sus emisarios negociaban en Atenas un
convenio de paz. Sin embargo, las condiciones impuestas por
los atenienses, soliviantados por el verbo demagógico de
Cleón, fueron tan duras, que la embajada lacedemonia se fue
sin haber concluido acuerdo alguno.
 Al regreso de la legación el armisticio expiré y se reanu-
daron las hostilidades. Los espartanos atacaban por tierra la
pequeña península de Pilo, muy fácil de defender por su em-
plazamiento, en tanto que las naves atenienes continuaban
bloqueando Esfacteria, cuyo avituallamiento sólo podía reali-
zarse por mar y con gran riesgo, cuando el estado de éste les
impedía patrullar a las trirremes de Atenas. Con la proximidad
del inviemo, la situación de uno y otro bando se hizo crítica al
escasear los víveres y Demóstenes, alarmado por la gravedad
de las circunstancias, urgía a dar el asalto definitivo a Esfacte-
ria, facilitado por un incendio que había destruido buena parte
de los bosques que cubrían la isla. Pero para ello le eran preci-
sos refuerzos. Las noticias que llegaban a Atenas del peligro
que corrían sus tropas aumentaban el descontento contra
Cleón, por cuya culpa se habían rechazado las propuestas de
paz del enemigo. Los planes de Demóstenes, por otra parte,
eran considerados por muchos como una insensatez. Así las
cosas, se produjo un violento debate en la Asamblea, en el que
Cícén se mostró partidario de satisfacer las demandas de De-
méstenes, tachando de alarmistas las noticias procedentes de
Pilo y oponiéndose al propio tiempo al envío de una comisión
para examinar la situación in situ, por ser el momento de obrar
y no de hacer indagaciones. Y en el acaloramiento del debate
llegó a decir que, si los generales (entre los cuales estaba Ni-
cias, su rival político> fueran hombres, se darían a la mar in-
mediatamente con los refuerzos pedidos para sacar de apuros
a los suyos; que él personalmente, si fuera general, así lo ha-
ría. Toméle entonces Nicias la palabra y se ofreció a resignar

1
COMEDIAS
126
el mando de la expedición en su persona. La Asamblea, entre
divertida y complacida, acepté la propuesta poniendo a Cleón
en el aprieto de asumir el compromiso, so pena de arruinar su
carrera política. Y así lo hizo, con la jactanciosa promesa ade-
más de traer en veinte días vivos o muertos a los espartanos de
Esfacteria.
 Llegados a Pilo con grandes refuerzos, cuando Demóstenes
estaba ya a punto de poner en ejecución su plan de ataque, de-
sembarcaron ambos en el extremo sur de la isla, cogiendo de
sorpresa a los defensores, y pese a la dura resistencia esparta-
na, lograron capturar a los supervivientes, que se llevaron pre-
sos a Atenas. El entusiasmo de los demócratas radicales, al ver
cumplida la promesa de Cleón, fue enorme. Al demagogo se le
concedieron los máximos honores, la alimentación a expensas
públicas en el pritaneo y asiento de preferencia en el teatro, a
lo que aluden los vv. 281, 575 y 702-704 de nuestra pieza. A
los prisioneros se les puso a buen recaudo con la amenaza de
pasarlos a cuchillo, si los espartanos invadían de nuevo el
Ática. Las embajadas espartanas que llegaban con ánimo de
discutir su liberación eran despedidas por el triunfalismo del
ambiente.
 A finales del verano del 425 la caballería ateniense había
tenido una brillante actuación en el desembarco en Soligea, al
poner en fuga a los hoplitas corintios con unas pérdidas casi
del cuádruplo de las sufridas por el cuerpo expedicionario
mandado por Nicias. Sin embargo, el éxito de la empresa no
fue comparable al obtenido en Pilo por Cleón y Demóstenes,
ya que el general que la dirigió no fue capaz de tomar el mon-
te Soligeo y el pueblo de Soligea, fracasando con ello el objeti-
yo estratégico de aislar a Corinto del puerto de Céncreas, en el
golfo Sarónico. La comparación entre los resultados consegui-
dos en una y otra campaña surgirían espontáneamente, acre-
centando la rivalidad existente entre las diversas armas ate-
LOS CABALLEROS
127
nienses. Téngase en cuenta que los caballeros constituían la se-
gunda clase censitaria de la constitución soloniana, en tanto
que los hoplitas y las tripulaciones de la flota pertenecían a los
estamentos más bajos de la población. Si por su misma posi-
ción económica los caballeros tenían una mentalidad conserva-
dora que les ponía en guardia contra los excesos demagógicos
de Cleón, por un pasaje de Los acarnienses (vv. 6-7) hay cons-
tancia de un enfrentamiento colectivo de esta clase con él~ . La
hostilidad de los caballeros a su persona, la de los campesinos
a los belicistas, cuyo líder era Cleón, y el escándalo de la gen-
te sensata por la indebida apropiación de una victoria que en
realidad correspondía a Demóstenes, creaban el clima de opi-
món en el que Aristófanes se apoyé al componer esta pieza y
que da razón de su éxito.
En la figura del Paflagonio/Cleón el poeta pone, inmiseri-
corde, en solfa al arribista político, al general de ocasión y al
individuo sin escrúpulos. Como estratego el demagogo se re-
viste de galas que no son suyas y se atribuye méritos ajenos.
Como político es un traidor que sólo mira a su medro personal,
practica la extorsión, acepta sobornos ~, engaña al pueblo con
oráculos y míseros halagos como el trióbolo; despliega una
oratoria truculenta y halaga las bajas pasiones, la agresividad y
la codicia del pueblo. Como persona es un depravado indecen-
El escoliasta, basándose en Teopompo, explica que Cícón recibió de los
‘isleños’ cinco talentos con el compromiso de persuadir a los atenienses de
aligerarles su tributo anual. Los caballeros, enterados del caso, desbaratarían
el acuerdo. Aunque la referencia es dudosa, tampoco tienen mayor fundamen-
to las hipótesis que se han adelantado para explicar este verso: que Cícón trató
de rebajar en esa suma el misthós (‘soldada’) de los caballeros y que éstos lo-
graran imponerse a su propuesta, o que trató de aumentar en dicha cantidad el
tributo de los isleños y que los caballeros se opusieran a ello.
 ~ En el y. 932 se insinúa que se proponía recibir un talento de Mileto y en
el 835 que aceptó una suma superior a las cuarenta minas de Mitilene.


 128 COMEDIAS LOS CABALLEROS 129
te, al igual que todos los demagogos. Lo que haya de verdad
en este retrato despiadado debe ponerse en duda, pues ya en el
prólogo de Los acarnienses nos referimos al tiento con el que
debe emplearse la comedia aristofánica como documento his-
térico. Pero no sería justo dejar de notar que en el caso de
Cleón, a diferencia de otras ovejas negras del cómico, como
Eurípides y Sócrates, las coincidencias de Aristófanes con
otros testimonios contemporáneos y posteriores, como los de
Tucídides, Éupolis, Aristóteles ~, Eliano y Plutarco penniten
forjarse una imagen poco halagueña del personaje.
 Desde el punto de vista literario, Los caballeros constituyen
un caso aparte, en lo que a la organización dramática se refiere,
dentro de la producción aristofánica. El conocido esquema de

 ~ Tucídides coincide con Aristófanes en presentar a Cleón como hombre
muy violento y persuasivo (III 36, 6) y como partidario de proseguir la guerra,
a fin de no quedar al descubierto como malhechor y perder crédito en sus ca-
lumnias (V 16, 1). Éupous. fr. 308 Kock, se refiere a las muchas penas que
causó el demagogo a la ciudad. AiusiÚ¡vias (Const. de los aten. 28) afirma que
fue el principal corniptor del pueblo, y el primero en dar gritos, insultar y per-
der la compostura al hablar en público. Purr~.sco hace frecuentes alusiones a
Cícón en la Vida de Nicias, coincidiendo en lo fundamental (vulgaridad, auda-
cia, demagogia, falta de decoro) con las fuentes anteriores. Ninguna de ellas,
sin embargo, le acusa a Cleón de venalidad, como Aristófanes en nuestra pie-
za. Esta imputación se encuentra en ELIANO (Var Hist. X 17) y en Schol. Luc.,
hm.., 30. Pretender rehabilitar la figura de Cleón, como T. A. Dosav, «Aria-
tophanes and Cleon», Greece & Rome 25 (1956), 132-139, quitando credibili-
dad al testimonio del cómico y al de Tucídides, por tener ambos motivos per-
sonales de enemistad con el político, y al de Aristóteles (al que habría de
añadir el de la escuela isocrática) por pertenecer a una tradición adversa a la
democracia, nos parece excesivo. En ausencia de datos contrarios fidedignos
(la única alusión favorable a su figura es la de DEMÓSTENas, Boeot. de dote
25), hay que respetar el consensusfonriwn. Viene a dejar las cosas en su pun-
to la disertación doctoral de H. L¡ND, Der Gerber Kleon re den ‘Riaem’ des
Aris¡ophanes. Studíen zur Demagogen Kom¿Jd¿e (StwL zur klass. Phd. hrsg. y.
M. von Albrecht), Frankfurt am Main-Bern-New York-Paris, 1990.
situación conflictiva, ocurrencia genial, agón, ejecución del plan
y ejemplificación de sus beneficiosos resultados tras la parába-
sis, no funciona. En su lugar, si no fuera por el sentido técnico
que ha adquirido el termino, se podría decir que la pieza entera
es un agón continuo que sigue inmediatamente a la exposición
del conflicto y a una párodo reducida a la mínima expresión.
 En el prólogo (vv. 1-246) se hace un trasunto dramático de
la situación conflictiva en que, a juicio de Aristófanes, se en-
cuentra Atenas, transfiriéndola de la esfera pública de la pólis a
la privada del oíkos. Dos esclavos de Demo, un viejo atrabilia-
no y caprichoso, se quejan amargamente de las desgracias que
sobre ellos se abaten continuamente por las malas artes de un
compañero de esclavitud recién comprado, el Paflagonio, que
le tiene sorbido el seso por completo al amo. Si el valor simbó-
lico de Demo como personificación del démos ateniense era
evidente, tampoco el público tardaría en reconocer qué perso-
najes representaban ambos esclavos en su calidad de servidores
públicos, porque Aristófanes se encarga bien de dar las claves
necesarias para su identificación. El primero que toma la pala-
bra (el llamado ‘doméstico primero’ en los manuscritos) es el
general Demóstenes, a quien Cleón había ‘arrebatado’ la victo-
ria de Pilo (vv. 54-57) y que el cómico describe con rasgos tan
personales como el descreimiento religioso (y. 32) o la afición
al vino (vv. 85, 90-95, 105), que por ser de dominio público lo
harían inconfundible. El ‘doméstico segundo’ no es otro que
Nicias, retratado también con insólito realismo con las notas
más salientes de su carácter: la timidez (vv. 16-18), el escapis-
mo (vv. 21-25), la religiosidad (vv. 30-33), el pesimismo (vv.
34, 111-112) y la sobriedad (vv. 87-88, 97)6, que nos son cono-

 6 De las coincidencias en la caracterización del personaje en las fuentes
me ocupé hace muchos años (cf. «La semblanza de Nicias en Plutarco»,
ECIJs. VI, núm. 35 [19621, 404-450). Mi acuerdo con la identificación de los


 130 COMEDIAS LOS CABALLEROS 131
cidas por otras fuentes. Facilitaría la identificación el hecho de
que posiblemente ambos portasen una máscara que caricaturi-
zase sus rasgos, como inducen a creer los vv. 230-231.
 Tampoco era dudoso el personaje encubierto bajo el disfraz
del Paflagonio, pese a no aparecer caracterizado, como De-
móstenes advierte, al no haber querido hacer por miedo «nin-
gún fabricante de máscaras una que se le pareciera» (vv. 230-
231) ‘. El apodo teatral, un étnico (‘natural de Paflagonia’,
territorio situado en el N. de Asia Menor) como tantos otros
nombres de esclavos, se lo sugirió a Aristófanes su semejanza
fónica con el verbo paphlázein ‘bullir’, ‘borbotear’ (cf. y.
919). Y aunque el nombre de Cleón no aparece hasta muy
avanzada la pieza y una sola vez (y. 976), el espectador inteli-
gente, como el propio Aristófanes avisa (y. 233), no tardaría en
descubrirlo bajo esa máscara. Las constantes alusiones a su ac-
tuación política y a su oficio de curtidor (cf. vv. 44, 59, 104,
136, 197, 203, 376, 449, etc.) lo hacían fácilmente reconocible.
Dos verbos dan la clave de la primera, taráttein ‘perturbar’,
‘agitar’ y kykdn ‘machacar’, ‘majar’, en un lenguaje figurado
que ha estudiado detenidamente Lowell Edmunds 8~ El Pafla-
gonio/Cleón es como el viento que ‘agita’ a la vez la tierra y el
criados de M. LANDFESTER, Die Rítier des Aristophanes, Amsterdam, 1967,
págs. 13-14 y A. H. SOMMERSTEIN «Notes on Aristophanes’ Kn¡ghss», CQ 30
(1980). 46-56 en págs. 46-47 y en Aristophanes, Knzgh¡s. Warminster, 1981,
págs. 2-3, es total frente a las reservas de K. J. Davea, «Portraits-Masks in
Aristophanes» en H.-J. NEWIGER (ed.), Aris¡ophanes und dic alíe Komodie,
Darmstadt 1975, 155-159. y de V. TAMMARO, «Demostene e Nicia nei ‘Cava-
lien’», Eikasmos 2(1991), 143-357.
 ~ Con ingenio V. Tammaro (art. cit.) supone que la gracia de la presenta-
ción escénica de Cleón, que era más bien feo, estribaría en adjudicarle una
máscara horrible.
 8 «The Aristophanic Cleon’s disturbance of Athens», AJPh 108 (1987)
233-263. El autor ha reelaborado este extenso artículo en su monografía Cleon,
Knights, andArisíophanes’ po¡it¡cs, Lanham-New York-London, 1987.
¡
mar (y. 431), un viento de sicofancias (y. 437), un ‘tifón’ (y.
511). Su caracterización metafórica se encuadra, por un lado,
en el contexto tradicional de la nave del estado, desestabilizada
por las siáseis o facciones que adoptan los vientos políticos
cuando soplan recios; por otro, en la más moderna oposición
ideológica entre la polypragmos5n~ de la democracia radical y
la apragmos~n~ a la que aspiraban los aristócratas, tanto en la
vida privada (cf. vv. 261, 265), como en el plano político na-
cional e internacional. Un ideal de tranquilidad y paz inalcan-
zable en la Atenas sacudida por la incesante actividad y entre-
metimiento del demagogo que no dejaba margen alguno al
sosiego. Y así su correlato cómico el Paflagonio/Cleón es des-
crito como una mano de almirez que ‘maja’ —en el sentido me-
tafórico de incordiar o molestar que también tiene en español
el término— a todo bicho viviente (y. 984) o un cucharón (ibid.)
que se mete en cualquier caldo; o mejor aún, como un borbo-
rotáraxis ‘removedor de fango’ (y. 309) que saca su provecho,
como los pescadores de anguilas, a río revuelto.
 El modo de salir de miserias y de escapar de la opresión
del Paflagonio no son capaces de encontrarlo ni el más decidi-
do, ni el más tímido de los esclavos. El héroe cómico no será
esta vez, como en otras piezas, el creador de su destino a la
manera de un Diceópolis, sino el destino el designador del hé-
roe cómico. Un oráculo que Nicias arrebata al Paflagonio
mientras duerme da cuenta del pasado político reciente de Ate-
nas y revela su futuro inmediato, en una línea descendente de
degradación. El poder ocupado sucesivamente por un vende-
dor de estopa (y. 129), otro de borregos (y. 132), y un último
de cueros, el Paflagonio, le corresponderá después a un vende-
dor de morcillas. Y como traído de la mano por los dioses apa-
rece uno en la escena al punto de leerse el oráculo.
 Los personajes enumerados en éste podían identificarse
con la misma facilidad que los actores. El vendedor de estopa


 132 COMEDIAS LOS CABALLEROS 133
y el vendedor de borregos, son respectivamente, como infor-
man los escolios, un tal Eucrates y un tal Lisicles ~. En cambio,
no encuentra correlato alguno en la realidad histórica el Morci-
llero, como genuino títere cómico que es nacido de la imagina-
ción aristofánica. Un enigma supone que no revele su nombre
hasta el y. 1257, cuando su triunfo sobre el Paflagonio está
asegurado y se encuentra a punto de cumplirse su misión sal-
vadora. Y no menos enigmático es que, si dicho nombre, el de
Agorácrito 10, guarda estrecha relación con el resto de la pieza,
la entidad dramática del personaje cambie radicalmente cuan-
do su nombre se revela. El Morcillero es un producto del ágora
(‘plaza’, ‘mercado’) como le recuerda Demóstenes (y. 181): en
ella se ha criado (y. 293) y educado desde niño (y. 636); sus di-
vinidades protectoras son el Hermes (y. 297) y el Zeus del
mercado (y. 500) y el adjetivo que mejor le define es el de
agoralos ‘hombre del mercado’ (y. 218) 11~ Y sin embargo, al
final de la pieza (y. 1319 sigs.) no sólo se muestra capaz de
acabar con la tiranía del Paflagomo, sino de devolver su juven-
tud a Demo cociéndole y quitándole de encima la vejez que le
afeaba, como costra de suciedad adherida al cuerpo y a la men-
te. De villano del montón, de pícaro procaz y sin escrúpulos, el
Morcillero se trueca en un taumaturgo casi divino, como si a la
postre diera muestras de unos poderes y de una naturaleza has-
ta ese momento deliberadamente ocultos. Es ésta la solución
que da Landfester 12 a la inconsecuencia en el carácter del per-
sonaje. El Morcillero/Agorácrito es el salvador que aparece.

 ~ Pmsopographia Attica, cd. Kirchner, n« 5759 y 9417.
 lO SoMMaRsraIN, Aristophanes, Knights, Warminster, 1981, pág. 209, re-
cuerda que es un nombre griego, pero que no está atestiguado en Atenas.
 ¡ Parece como si Aristófanes hubiera reinventado el nombre, cuyo senti-
do etimológico es el de ‘elegido por la asamblea popular’, en el de ‘discutidor
en el mercado’; cf. SOMMERSTEIN, ad. loc.
 12 Die Ritier des Aristophanes, Amsterdam, 1967, págs. 36, 92-94.
como enviado por la divinidad (y. 147), cuya epifanía, aludida
en los versos 149 y 458, es saludada en el y. 1319 de una ma-
nera solemne por el coro. A la postre queda en claro que la
aparente abyección del personaje era un disfraz y con ello se
resuelven algunas contradicciones perceptibles en la primera
parte de la pieza, como la de que el coro de los caballeros se
ponga inmediatamente de su parte desde el momento mismo
de su aparición en escena, y la de que se incluya a sí mismo
entre los pretendientes de Demo kalói re kagaíhói (y. 735), en
contraposición con los indignos «vendedores de lámparas, cor-
deleros, zapateros y curtidores» (y. 738), a los que Demo otor-
ga atolondradamente su favor. ¿Cómo podría expresarse así un
vil canalla con un oficio harto menos noble?
 Otras hipótesis se han sugerido para dar razón de la incon-
sistencia dramática del personaje. E.-R. Schwinge 13, por ejem-
plo, sostiene que el Morcillero en las primeras escenas de L<s
caballeros no es todavía una persona sui juris dramatici, sino
que desempeña una función impersonal, la de retar al Paflago-
mo a una competición de avilantez y villanía, para que el pú-
blico viera reflejarse en el personaje la catadura moral de
Cleón. Pero cuando esta función se ha cumplido y se ha rego-
cijado el auditorio con la derrota del Paflagonio, el autor ha de
encontrar una solución satisfactoria al impasse dramático al
que se ha llegado, para evitar que del público se apodere el de-
saliento al hacerse patente que el liderazgo político en la de-
mocracia es un continuo ir de lo malo a lo peor. Si se quería
transmitir el mensaje de que era posible con un cambio mejo-

 13 «Zur Asthetik der aristophanischen Komódie am Beispiel der Ritter»,
Mala 27 (1975), 177 sigs. Parecida es la opinión de B. H. KRAUT, 1 Aristopha-
nes: Poetic se¡f-assert¿on in oid comedy, Diss. Princeton, 1985, pág. 123, para
quien dentro del juego alegórico en el que el Paflagonio representa a Cícón y
Demo al auditorio, el Morcillero encamaría al poeta Aristófanes.


 134 COMEDIAS LOS CABALLEROS 135
rar la situación, era preciso prescindir de dos indeseables, el
vencido y el vencedor. Pero, ¿cómo? ¿introduciendo una nueva
dramatis persona cual deus ex machina o confiriendo pleno
status dramático al Morcillero? La primera alternativa era im-
posible, dado el papel de protagonista desempeñado por éste a
lo largo de la pieza. La segunda exigía la transmutación del
personaje: «Agorácrito tiene que nacer del Morcillero —dice
Hermann Steinthal 14..• No sólo Demo, también el Morcillero
es nuevo, rodo es nuevo... El absurdo antagonismo entre el in-
dividuo y el demos, del que el Paflagonio y el Morcillero que-
rían sacar provecho, queda superado». Sin embargo, por mu-
chos esfuerzos que se hagan para defender la coherencia del
personaje, Agorácrito adolece de cierta falta de identidad per-
sonal, como el propio Steinthal reconoce, y de cieno aire fan-
tasmal, así como de incoherencia el hecho de que Demo, con-
trariamente al propósito inicial (vv. 1098-1099) de reeducarlo,
sea rejuvenecido por cocción 15~
 Por otro camino, trata de interpretar las incoherencias de
Los caballeros R. W. Brock l6~ En contra de Landfester, este
autor no cree que surjan de las dilaciones en resolver el dilema
de Demo (quedarse con el Paflagonio o elegir un sinverguenza
aún peor), ni en el disimulo de la verdadera naturaleza de un
«ser de algún modo divino» (el Morcillero), sino del hecho de
operarse en nuestra pieza con una estructura- de trama doble.
En la primera, los criados de Demo y los caballeros pretenden
librarse del Paflagonio reemplazándolo por un individuo toda-
vía más vil que favorezca sus intereses con una concepción cí-
nica de la política ateniense. Su único deseo es el meramente

 ‘~ «Zwisclsen Ernst und Irrsinn. Zu den ‘Rittern’ und ‘Ekklesiazusen’ des
Aristophanes», Gymnasium 97 (1990), 484-506, en pág. 494.
 ‘~ Ibid. pág. 495.
 16 «The double plot in Aristophanes’ Knights», GRBS 27 (1986), 15-27.
I
egoísta de ponerse a salvo personalmente. La segunda trama,
en cambio, aspira a una reforma total de la política sobre la
base de una renovación y un rejuvenecimiento de Demo. El
demos comienza a ser tenido en cuenta en el relato del debate
entre el Paflagonio y el Morcillero en el Consejo (vv. 624-
682), en el y. 710 donde se alude a su función judicial, y como
encarnación del pueblo soberano en la Asamblea, a la vez que
dramatis persona, en su diálogo con el coro (vv. 1323 y sigs.)
donde manifiesta que, aunque viejo, no es un necio. La solu-
ción ideal se alcanza cuando se le restaura a Demo en su ma-
nera de ser, anterior a la aparición de demagogos, en la época
de la democracia conservadora (vv. 1323 y sigs.)
 Brock cree encontrar un apoyo a su teoría de la doble tra-
ma en los vv. 1254-1256 en los que «tras una ausencia de 750
versos, el otxétr~ ci’ (Demóstenes) reaparece para decir adiós
al Morcillero y recordarle que es a él a quien debe su éxito po-
lítico y pedirle el favor de que se. le conceda ser el escribano
que firme sus decretos judiciales, como Fano lo fue del Pafla-
gonio». Pero, aparte de la «rareza de esta reaparición repenti-
na» del siervo primero en la escena, después de su larguisima
ausencia, la implícita pregunta sobre su identidad que le hace
Demo nada más terminar el parlamento, al pedirle que le diga
su nombre, resulta incomprensible tratándose de un esclavo
suyo, que a mayor abundamiento pronuncia sus palabras,
como supone Sommerstein, asomándose a la ventana de su
propia casa. Según nos imaginamos la escena, el y. 1253 co-
rresponde al Corifeo y los vv. 1254-1256 al Morcillero, como
propone Marzullo y parece lo más lógico.
 En resumen, no convence ese principio de estructuración
que Brock intenta encontrar en nuestra comedia, ni su valora-
ción de ésta como Una de las ‘most sophisticated works’ (pág.
27) de Aristófanes. En cambio, su trabajo tiene el mérito de
haber puesto en relación Los caballeros no sólo con la coyun-
Mh~~


 136 COMEDIAS LOS CABALLEROS 137
tura política ateniense del 424, sino con el debate ideológico
sobre la democracia contemporánea. La imagen peyorativa de
los políticos (vv. 191-193, 214-219) recuerda lo que dice el
Viejo Oligarca sobre este régimen de gobierno (Ath. Pol. 1, 1,
6-9). Por otra parte, en la concepción del démos como ‘monar-
ca’, que tiene su paralelo en Las suplicantes de Eurípides (vv.
352, 4.06 sigs.), se perfila la noción de ‘pueblo soberano’ y se
detecta la tendencia a identificar el pueblo soberano con la
Asamblea, confusión que origina las tensiones entre el Estado
y el individuo anteriormente aludidas. Por último, a lo largo de
toda la pieza se cuestiona el status del líder político en la de-
mocracia.
 Tras la párodo en la que el coro de caballeros irrumpe en la
orquestra persiguiendo al Paflagonio, comienza la larga discu-
sión entre éste y el Morcillero, arbitrada por el Corifeo (y.
276). El interminable debate se divide en cinco ‘asaltos’ (con-
siderando como tal el relato del enfrentamiento entre ambos en
el Consejo hecho por el Morcillero) separados por cantos cora-
les y por dos parábasis. El primer ‘round’ (vv. 278-301) es un
verdadero campeonato de insultos entre ambos, en el que se va
poniendo progresivamente de manifiesto la superioridad en be-
llaquería del Morcillero. El coro, que interviene también en la
porfía largando lo suyo contra el Paflagonio (vv. 304-313, 325-
334), comenta regocijado la derrota de éste (vv. 328-329) y
con gran asombro la desvergtlenza y la procacidad de su rival
(vv. 382-390).
 La primera parábasis (vv. 498-610) consta de un kommd-
tion más largo de lo normal, con una despedida al Morcillero,
que martha en pos del Paflagonio al Consejo (vv. 498-501), y
una exhortación del coro a prestar atención a los anapestos (vv.
502-506). La parábasis propiamente dicha (vv. 507-546) con-
tiene una justificación personal del poeta y una ojeada crítica a
sus predecesores, Magnes, Cratino y Crates. El breve pnigos
(vv. 547-550) solicita el aplauso de los espectadores. Lo intro-
duce una extraña expresión parapémpsath’ eph’ héndeka k¿~pais
«dadle como escolta sobre los once remos» que Thomas K.
Hubbard 17 ha interpretado en el sentido recogido en una nota
al texto. Que los caballeros portasen remos evidentemente se
prestarla a un excelente aprosdóketon, daría color a la ‘memo-
rable descripción de los caballos marineros’ del antepirrema
(vv. 595-610) y a la conversación de las trirremes de la segun-
da parábasis. Anticiparía además visualmente el mensaje ideo-
lógico que el poeta quiere transmitir en la parábasis. En una
palabra, sería un estupendo hallazgo. Pero no se acierta a com-
prender de qué manera podrían portar remos los coreutas, a no
ser que aparecieran cabalgando sobre ellos como si fueran ca-
ballos de juguete y mostraran aquí al público lo que en reali-
dad eran éstos. Pero ¿por qué precisamente ‘once’ remos cuan-
do el número de coreutas era más del doble?
 El mensaje ideológico que Aristófanes quiere transmitir a
sus conciudadanos se prepara con la oda (vv. 551-564) que
contiene una invocación a Posidón como dios a quien placen
tanto las raudas trirremes como los corceles y las carreras de
carros y que ha mostrado su afecto a Formión, el más famoso
de los almirantes atenienses. Con ello se deja constancia de
que los caballeros y el pueblo que empuña el remo en la flota
tienen el mismo divino patrón y se hace un llamamiento encu-
bierto a la unión de las clases sociales atenienses.
 El epirrema es una parodia, como ha visto bien Lowell Ed-
munds 18, de los lógoi epitáphioi. Se elogia el valor de los an-
tepasados y se descarga un golpe indirecto sobre Cleón al re-

 ‘~ «The Knight’s eleven oars (Aristophanes, Equites 564547)», CI 85
(1989), 115-118.
»The Aristopharnc Cleon’s disturbance of Athens», AJPh 108 (1987),
233-263.
5
1
138
COMEDIAS
cordar que ninguno de ellos «exigió la alimentación a expensas
públicas, pidiéndosela a Cleéneto» (y. 574), es decir, solicitan-
do la intercesión de este individuo, que era el padre del dema-
gogo, para que el todopoderoso hijo arrancara de la asamblea
dicho honor. Una indignidad para un aristócrata con orgullo de
clase, la de pedir recomendaciones a gente de rango social in-
ferior. Un nuevo mazazo se le asesta a Cleón en el verso si-
guiente al insinuar que los generales del momento se niegan a
combatir, si no se ¡es concede asiento de preferencia en el tea-
tro, un honor que había sido otorgado al demagogo después de
su victoria en Esfacteria. Los caballeros muestran su disposi-
ción a emular el comportamiento de los antepasados defen-
diendo gratis a la ciudad. A cambio, piden, para cuando llegue
la paz, que no se les tenga a mal el dejarse crecer la melena y
andar bien pulidos tras haberse cepillado con el estrígilo’9
En la antoda (vv. 581-594) se invoca a Atenea para que
acuda con Nike a ayudar a los miembros del coro, como patro-
na que es de los poetas, pero también de la ciudad. Con ello se
identifican los intereses de los caballeros con los superiores de
la patria, y se hace probablemente una alusión a la construc-
‘~ El texto, y. 580, añade a komdsi el participio apestlengism¿nois. Dejar-
se crecer el pelo se habla puesto de moda entre los jóvenes de la clase acomo-
dada (cf. Nubes 14), lo que no sólo era considerado una muestra de insolencia
(Nubes 545), sino de ideología oligárquica <Avispas 463-470, Liststrata 16;
18). En cuanto al participio, Sommerstein, basándose en que stlengú no sólo
significa estrígilo (raspadera o almohaza con la que tras el ejercicio en la pa-
lestra se quitaban los atletas del cuerpo la grasa y el polvo), sino también ‘dia-
dema’, lo traduce por ‘llevar diademas’, argumentando que todo el mundo an-
tes de baflarse hacía lo propio y que tal acto no podía considerarse un
esnobismo. Pero el preverbio apo- que lleva el verbo impide tal interpretación
(otra cosa hubiera sido un inexistente compuesto con peri- o dia-). Por lo de-
más, el verbo aposdenglzc3 en el sentido de ‘frotarse’ está atestiguado en JaNo-
i’orrra, &onómico 11, 18, y el derivado apostiéngisma en el de ‘suciedad que
se quita raspando del cuerpo’ en ESTRABÓN, 224.
r
LOS CABALLEROS
139
ción del templo de Atenea Nike en la Acrópolis, con la que
Cleón quizá tuviese algo que ver. Se contrarrestan así los in-
tentos del demagogo de arrogarse en exclusiva el favor de la
diosa, que se harán patentes más adelante (vv. 652-656, 763-
764, 1171-1172, 1181-1182). Lowell Edmunds20 llama la aten-
ción sobre el epíteto medéousa que se da en el y. 585 a la divi-
nidad políada, un arcaísmo desusado ya en Atenas y que
aparece, sin embargo, en los mojones de los recintos sagrados
de la diosa en Samos, a la que, con la advocación de Arhe!nón
medéousa ‘protectora de Atenas’, se rendía culto juntamente
con los Epónimos y Jon (también de procedencia ateniense)21.
Con este mismo epíteto invoca Cleón a Atenea en el verso
763, parodiando el comienzo de un decreto de Temístocles ~,
como anticipo de su pretensión de igualarse y hasta de superar
al gran benefactorde Atenas (vv. 811-812).
 En el antepirrema 595-6 10 los caballeros alaban la conduc-
ta valerosa de sus caballos durante la travesía por mar, en la
que se comportaron como avezados marineros, y en tierra, tras
el desembarco en el istmo. Se alude, pues, a la participación de
los caballeros en la campaña de Nicias en Corinto (TUC., IV
42-44) y a su brillante actuación en la victoria de Soligea
(Tuc., IV 44-51). De acuerdo con el resto de la sizigia, Aristó-
fanes trata de captar las simpatías del pueblo llano hacia los
caballeros, visualizando la comunidad de intereses de todas las

«The Aristophanic Cleon’s disturbance of Athens», AJPh 108 (1987),
255-256.
 2! J• p• BARRON, «Religious propaganda of the Delian League», JHS 84
(1964), 35-49, interpreta estos hallazgos como ejemplos de un culto común de
la Liga de Delos, cuya sede principal estaba en Atenas. La inclusión de Jon y
los héroes epónimos se debe a la tradición de que Jonia fue colonizada por
Atenas después de la invasión dórica.
 ~ Su texto ha sido publicado por M. JAMESON, «A decree of Themistocles
from Troizen». Hesperia 29(1960), 198-223.



L


 140 COMEDIAS LOS CABALLEROS 141
clases sociales atenienses en esa vívida imagen de los caba-
llos/remeros. El comentario de Teoro (608-610), un parásito de
Cleón, que cierra la parábasis, viene a darle a éste el aviso de
que, al igual que el ‘cangrejo corintio’, tampoco podrá escapar
de la acción de los caballeros23
 El relato del enfrentamiento del Morcillero con el Paflago-
nito en el Consejo (vv. 624-682) constituye, como se ha dicho,
el segundo asalto del combate. Lo encuadran dos cortos cantos
que sirven para que el coro exprese en uno su alegría por el re-
greso del Morcillero (Vv. 6 16-623) y para que le anime en el
otro (vv. 684-690) a proseguir el ‘agón’ lo mejor posible. Y en
ese ‘mundo al revés’ que es la comedia aristofánica, los pape-
les del Morcillero y del Paflagonio se invierten con relación al
desempeñado hasta el momento por el Cleón histórico. Ahora
es el Paflagonio quien propone escuchar a una embajada lace-
demonia recién llegada a negociar la paz, cuando su correlato
real se había opuesto, después de su triunfo en Esfacteria, a
cualquier tipo de negociación con Esparta. Pero no logra con
su treta impedir que los consejeros abandonen la boulé en
masa para precipitarse a comprar en el mercado los boquero-
nes cuya llegada a Atenas les había anunciado el Morcillero
Irónicamente se hace éste el causante indirecto del rechazo dc
la paz.
 Con la llegada del Paflagonio se inicia el tercer ‘asalto’ de
la enconada disputa (vv. 691-959), que tras una fase preliminar
(vv. 691-729) de insultos y amenazas, se efectúa en presencia
de Demo y adopta la forma de una porfía amorosa en la que
éste desempeña el pasivo papel del mancebo amado (erÓme-
nos), el Paflagonio el de erast~s o cortejador (y. 732) y el

 23 Sobre el complicado chiste que aquí se hace, cf. 5. HAInwm., «Notes
on some Aristophanic jokes (Ack 854-59; Kn. 608-10; Peoce 695-99; 7lcnn’.
605; Frogs 1039)», Liverpool Cbassica¡ Monlhly 7 (1982), 153.
Morcillero el de rival en amores (y. 732). Y en la aparente in-
transcendencia de obsequios y zalemas se dicen algunas cosas
de substancia. Cleón se jacta de ser el benefactor del Demo/de-
mos (vv. 774-776), por haberle asignado cuando era consejero
al tesoro público muchísimo dinero 24, aun a costa de presionar
a unos, agobiar a otros y extorsionar a los de más allá sin el
menor reparo, con tal de serle grato. El Morcillero, por su par-
te, le echa en cara tener encerrado al pueblo en la ciudad los
siete años que dura ya la guerra con sus obstáculos a la paz y
su rechazo a las legaciones que vienen a ofrecerla (vv. 794-
796) 25~ Dejando corto el aumento del salario de los jurados de
dos óbolos a tres (cf. la alusión al trióbolo en y. 51), aprobado
a propuesta de Cícón, el Morcillero ofrece elevarlo a cinco,
pero no en Atenas, sino en Arcadia, en pleno corazón del Pelo-
poneso, conforme a lo escrito en los oráculos y a su promesa
de conseguirle a Demo, si resiste las penalidades de la guerra,
el imperio sobre todos los griegos (y. 797). El Morcillero repli-
ca que por culpa de la guerra, de su menesterosidad y su de-
pendencia del misihós, el pueblo no percibe los daños que le
causa la política belicista del Paflagonio.
 Estos razonamientos logran convencer a Demo que le exige
al Paflagomo la devolución de su sello, resultando falso el que
le entrega (vv. 947-959), de suerte que tiene que darle otro
suyo al Morcillero para que sea su administrador y despensero.
Con el triunfo de éste la pieza podía terminar aquí, pero, por un
lado, quedaría demasiado corta y, por otro, a Aristófanes le in-
teresa seguir golpeando a Cleón en su trasunto escénico. Así
 24 El Consejo velaba por la recaudación de impuestos y se encargaba de
castigar a los defraudadores. Cleón probablemente se está refiriendo a la cii-
phord o contribución extraordinaria que se impuso por primera vez en el 428
(cf. Tuc., III 19, 1), y volvió a imponerse tal vez a partir de entonces repetidas
veces (cf. y. 924).
 ~ Cf. Tuc., IV 17-27; IV 41 3-4.
y
142
COMEDIAS
que Demo accede a dejar en suspenso su determinación hasta
no haber escuchado unos oráculos que afirma el Paflagonio te-
ner en su poder. Y mientras corre a buscarlos seguido del Mor-
cillero, que va también a traer otros suyos, el coro expresa en
un canto su convicción de que el día más agradable será aquel
que contemple la perdición de Cleón. Esta tardía mención al
demagogo (y. 976) constituye una ruptura evidente de la ilu-
sión dramática. Su aparición en este lugar sirve para señalar
con claridad palmaria, incluso para el más lerdo, a quién oculta
la máscara del Paflagomo. ¡Ojalá! —parece Aristófanes decir a
los espectadores— le suceda a Cleón lo que estáis viendo que ha
sucedido ya y queda aún por suceder a su remedo dramático.
 En el cuarto asalto (vv. 997-1110) ambos contrincantes ex-
ponen sus respectivos oráculos. Termina también con el espe-
rado triunfo del Morcillero y Demo decide ponerse en sus ma-
nos para ser reeducado (vv. 1098-1099). A la larga serie de
oráculos con sus respectivas interpretaciones se añaden dos
sueños, uno del Paflagomo (vv. 1090-1091) y otro del Morci-
llero (vv. 1092-1095). Considerados por la crítica como meras
intercalaciones sin una funcionalidad definida, Carl A. Ander-
son ~ ha demostrado que desempeñan un papel fundamental
en el duelo entre ambos contendientes y que anticipan la derro-
ta y el destierro final del Paflagonio.
 El Paflagonio declara que ha visto a Atenea en sueños
(1090-1091) derramar ‘salud y riqueza’ sobre la cabeza de
Demo con un aguamanil, instrumento propio de los baños pú-
blicos. En consonancia con su manera de ser, el indeseable su-
jeto atribuye a Atenea un papel indigno de una diosa, ya que
los bañeros eran gente de baja extracción y mala fama. Su sue-
ño prefigura en realidad su condena final a vender morcillas a

 26 «The dreamn-oracles of Athena, Knigh¡s 1090-95», TAPIL4 121 (1991),
149-155.
LOS CABALLEROS
143
las puertas de la ciudad, a beber el agua sucia de los baños y a
enzarzarse en disputas con furcias y bañeros.
 Por el contrario, el ensueño que finge el Morcillero (vv.
1092-1095) sobre el pie forzado de su rival atribuye a la dio-
sa una función más elevada y mayor dignidad premonitoria al
contenido somnial. Él también ha visto a la diosa salir de la
Acrópolis con una lechuza en el hombro y derramar con un
esenciero ambrosía en la cabeza de Demo y salmorejo en la
del Paflagomo. La ambrosía tiene la virtud de conferir la in-
mortalidad y la de renovar el vigor y las fuerzas (cf. Himno a
Deméter 237; Plnd., PIt. IX 63). La ficticia visión prefigura
el rejuvenecimiento de Demo (vv. 1326-1328) y su nuevo
aroma (cf. y. 1332), en tanto que el derramamiento de skom-
dá¡m~ (‘salmorejo’) recuerda el oráculo del prólogo (y. 199:
«entonces ya se echará a perder el salmorejo de los paflago-
nios») y anuncia la pérdida de la influencia del Paflagonio so-
bre Demo. Los ensueños en cuestión reflejan, pues, los carac-
teres de los personajes, traslucen la distinta concepción de
Atenea que tienen ambos y prefiguran su destino al final de la
pieza.
 Cierra esta sección un diálogo lírico entre el coro y Demo,
en el que aquél se anticipa al pensamiento político del si-
glo ív27 al comparar a éste con un tirano (y. 1114), y Demo re-
vela estar lejos de ser —como ya sugiere esa misma compara-
ción— el pasivo er6menos de marras (cf. vv. 1162-1163). Viene
a continuación un nuevo ‘round’, que le concede al Paflagomo
su amo (vv. 1108-1109) contradiciendo su determinación ante-
rior (vv. 1098-1099). La acumulación de ‘asaltos’ hasta este
que hace el quinto, en un combate decidido ya en el tercero
(cf. vv. 947-959), sirve para describir el carácter indeciso, tor-
nadizo e impresionable de Demo y su comicidad radica en el
 27 Cf. Jat’c. Mem. 1 2, 40 sigs., Banq. IV 45, PLÁT. Gorg. 513 A


 144 COMEDIAS LOS CABALLEROS 145
énfasis reiterativo. Se trata ahora de hacerle al amo pequeños
favores y de servirle suculentas gollerías. La culminación de la
porfía se alcanza cuando el Morcillero ofrece a Demo como
cosa suya las tajadas de liebre que le traía el Paflagonio (y.
1199). El robo del regalo y la usurpación del mérito es la justa
réplica al escamoteo que hizo el Paflagonio de la tarta lacónica
amasada en Pilo por el doméstico primero (vv. 55-57). La peri-
péteja cómica, que sigue la pauta de las inflexiones del destino
en la tragedia, se efectúa a un ritmo muy vivo entre los versos
1219 y 1264. Cuando compara la cesta llena del Paflagonio
con la vacía del Morcillero, Demo advierte el robo y un dolori-
do reproche le sale del hondón del alma, como no podía ser de
otro modo, en el dórico poético de la lírica coral (y. 1225). Y
su amargo desencanto se trueca en justa cólera con el cínico
alegato de haber robado en beneficio del pueblo que le endilga
el infiel siervo (y. 1226). Colérico, le exige devolver la corona
que portaba para entregársela al Morcillero, lo cual equivalía a
una destitución del cargo 2S~ Pero el criado se resiste a entre-
garla y afirma tener un oráculo pitico donde figura el nombre
de su sucesor. La anagnórisis del Morcillero que viene a conti-
nuación (vv. 1231-1251) se ajusta a la pauta marcada por tra-
gedias como el Edipo rey sofócleo (vv. 1121-1181) o Las ba-
cantes (vv. 1271-1289) de Eurípides. El Paflagonio se expresa
con lenguaje y ritmos paratragédicos, con citas de versos euri-
pideos 29, literales o con deformaciones cómicas. A modo de
sphrag(s, el Corifeo, cogiendo la corona que el Paflagonio aca-
ba de arrojar al suelo, se la tiende al Morcillero y le proclama

 23 Cf. Psaun.-Das~. XXVI 5; LVIII 27, L¡cuftoo, Contra Leócra¡es 122.
Magistrados, consejeros y quienes tomaban la palabra en la Asamblea sc po-
rilan una corona. Al magistrado que se destituía sc le quitaba la corona.
 ~ V. 1240: = Eua.. fr. 700 (del T¿lefo); y. 1249:= EUR., Ir. 310 (dcl Belefo-
rontes); vv. 1250-1252: Eua., Alcestú 177-182.
vencedor (y. 1253) 30, pero éste se la cede a Demo, el verdade-
ro beneficiario del resultado de la disputa (vv. 1253-1255).
 Tras la revelación del nombre del Morcillero (no una ver-
dadera epifanía como será en el éxodo la de Demo), cierra el
debate de éste con el Paflagonio una segunda parábasis carente
de la parte estrófica. La oda, en dáctilo-epítritos, que comienza
con unos versos tomados de un pmsódion de Píndaro 31, deja
al socaire de burlas a dos personajes, como preparación al con-
tenido escóptico del epirrema. Se trata de Lisistrato, del demo
de Colarges 32, individuo poco recomendable (Acarn. 855-859)
y lenguaraz (Avisp. 787-795) y de Tumantis, de quien sólo se
conoce su exagerada delgadez por un fragmento de Hermipo
(35, 3) y la extrema pobreza que conmueve al cómico. El texto
del y. 1273 no es demasiado claro y hay que sobreentender un
«te implora» del que depende el infinitivo m~ kakós pénesthai.

 ~ El sintagma Zeú Helidnie se presta a dudas en lo referente a) a la elec-
ción del epíteto y b) a su función sintáctica. Las explicaciones que se han dado
a lo primero son: 1) se escoge esta advocación porque la victoria del Morcille-
ro es la de un griego sobre un bárbaro (el Paflagonio) y 2) en Egina había un
culto a Zeus Helanio (cf. PINO., Nem. 5, lO) y Aristófanes, que aspiraba a
triunfar con su comedia como el protagonista de ésta, tenía alguna vinculación
con dicha isla (cf. Acarmenses 652-654). Creo que, como el empleo del dórico
en el y. 1225. se justifica por la parodia del lenguaje trágico. En lo que toca a
la función sintáctica puede ser: a) un vocativo; b) una exclamación. En el su-
puesto a) el Corifeo miraría al cielo y elevana la corona arrojada a] suelo por
el Paflagonio. En el supuesto b) el Corifeo se dirigiría al Morcillero y le tende-
ría la corona, que éste, a su vez, ofrecería a Demo. Aunque nos inclinamos por
esta interpretación, preferimos respetar en la traducción la ambiguedad del tex-
to. De ahí que no hayamos puesto signos de admiración ni indicación alguna.
 ~‘ El compuesto en honor de Atenea Afea de Egina (Ir. 101 Turyn) según
E. Fs,~sr<ia, Beobachiun gen zu Anstophanes. Roma, 1962, págs. 204-207, o
de Leto y Ártemis (Ir. 89 Schrader = 89 a Snell) según SoMMamsrrnN, Aristo-
phanes, Knights. Warminster. 1981, pág. 210.
 32 Prosopographia Anica, cd. Kiascwraa. n 9630.



 146 COMEDIAS LOS CABALLEROS 147
 El epirrema contiene una denuncia a la opinión pública de
las prácticas sexuales de Arífrades, un entusiasta del cunnilin-
gus, como se conoce también por otras piezas de Aristófanes
<Avispas, 1280-1283; Paz, 883-885, fr. 63). que realizaba en
condiciones especiales (tal vez durante la menstruación), se-
gún nuestro texto, lo que repugna al comediógrafo, el cual,
como parecen indicar otros pasajes suyos (Asambí., 846-847 y
tal vez Paz, 716), no se escandalizaba demasiado por semejan-
tes juegos en condiciones ‘normales’. Por ello es muy probable
que la arremetida contra dicho individuo no venga dictada aquí
por la decencia, ni tampoco por los módulos morales de los ca-
balleros de los que Aristófanes se erigiría en portavoz, como
supone W. Kraus 33, sino por las rivalidades profesionales. Arí-
frades, como sugiere Sommerstein (o. c., pág. 211), pudo ha-
ber compuesto alguna comedia. El personaje en cuestión ~,
además del Arignoto que aparece en este epirrema (y, 1278) te-
nía otro hermano, un actor mencionado en Avispas, 1279, y era
hijo de un tal Autómenes, cuyo irónica felicitación (ma/caris-
mós) se hace ibid. 1275 por tener hijos tan excelentes. De ha-
cer caso a un aserto de un interlocutor de un diálogo de Ésqui-
nes de Esfeto citado por ATENEO (V 220 b-c), Arífrades fue
discipulo de Anaxágoras 35.
 El tono irónico del ma/carismós del progenitor de los tres
hermanos a que nos hemos referido hace muy probable que la
mención de Arignoto en el y. 1278 como punto de referencia
para denigrar a Arífrades tenga también su poquito de ironía
encubierta. En Avispas, 1277-1278 se le califica de ‘amigo de
todos’ y de ‘citaredísimo’ a quien jamás abandonaba la chóris,

~ Ar¡stophanes’ polinsche Komód¡en, Wien, 1985, pág. 15.
 ~‘ Cf. Prosopographía Amca, cd. KIRSCHNER, n~ 2201.
 ~‘ Sobre el personaje, cf. E. DEGAN¡, «Aiifrade 1’ Anassagoreo», Mata 12
(1960). 190-217.
pero este encanto suyo (charis) no puede ser otro que el propio
del citaredo, figura tradicionalmente afeminada. De Arignoto
se dice en nuestro epirrema (y. 1279) que lo conoce todo aquel
que sepa distinguir «lo blanco del nomos ortio», alterando «lo
blanco de lo negro» del dicho proverbial. La interpretación ha-
bitual por ‘nomos ortio’ entiende aquí los ‘rudimentos de la
música’, pero es muy probable que la asociación de leukós
‘blanco’ con los afeminados y la de órrhios con el phallós (cf.
Acarn., 259), sobre todo si se hacía algún gesto obsceno, se
prestaran a un mensaje harto diferente del que en su acepción
habitual transmiten estas palabras, como sugiere Piero Tota-
ro36. En tal caso, se hace muy díficil creer que Arignoto fuera
en realidad amigo de Aristófanes.
 El epirrema termina con un par de versos (1288-1289) que
tienen cierta semejanza con un final epirremático de los D~moi
de ÉUPOLIS (fr. 1, 33-34 Austin: «a aquel que decida mandar se-
mejantes hombres, ni le den crías sus ovejas, ni frutos sus tie-
rras»). Esta semejanza, por lo demás no muy grande, con el
pasaje de Los caballeros se prestó a que algunos filólogos anti-
guos, dando crédito a la afirmación de ÉuIoLIs en sus Bóptai
(fr. 78) de que le había ayudado al ‘calvo’ a componer Los ca-
ballems, se imaginaran que la totalidad de la segunda parába-
sis era obra suya y no de Aristófanes, como informa un escolio
en los mss. VE al y. 1291 de dicha pieza ~ La -afirmación de
Éupoíis tal vez fue la réplica a otra de Aristófanes en su prime-
ra versión de Las nubes (y. 553) que le acusaba de haber pla-
giado mal en su Maricante a Los caballeros. Y basándose en el

~ «II bianco Arignoto (Ar. Eq. 1279)», E¡kasmos 2 (1991), 153-157.
 ~“ Así lo ha demostrado M. Pow.miz, Ar¡stophanes’ Riner, Nachr. d. Aka-
demie d. Wissenschaften in Góttingen, phil.-hist. Kl. 1952/5 (= M. Pohlenz,
Kje¡ne Schr¡ften, Hildesheim. 1965. 11519 sigs. y A. Co¡.of4NÁ, «Aristofane cd
Eupoli nella scconda parabasi dei Cavalieri», Dioniso 15 (1952), 32-37.


 148 COMEDIAS LOS CABALLEROS 149
aserto cupolideo de Bdptai y en otro, apoyado tal vez en éste,
de CRAnNo en su Pytín~ de que Aristófanes «decía lo de Éupo-
lis» (cf. schol., Eq. 531a), llegaron a dicha conclusión los eru-
ditos antiguos. Pero no hay prueba fehaciente que induzca a
creer que Éupolis colaborara en la composición de Los caba-
lleras.
 En la antoda (vv. 1293-1299) prosigue el tono ‘escóptico’,
con la inevitable mención a Cleónimo, una de las bestias ne-
gras de Aristófanes cuya gula, como en Acarnienses 88 su obe-
sidad, simbolizada por la voracidad de la gaviota anterionnen-
te (y. 958), se describe de manera harto gráfica ahora. En el
antepirrema (vv. 1300-1315), dentro del tono festivo de una
prosopopeya, el comediógrafo da el primer aviso sobre la apa-
rición, en su fase ascendente, de un nuevo astro de mal signo
en el horizonte político: Hipérbolo, que en los inicios de su ca-
rrera comenzaba ya a llamar la atención de los comediógrafos
(cf. C¡u1’¡No, fr. 262, Éupous, fr. 238). Aristófanes alude a sus
actuaciones en los tribunales como acusador en Acarnienses,
847 y se refiere despectivamente a su oficio de vendedor de
lámparas (vv. 739 y 1315). pero es en este epirrema donde se
asocia al personaje con un inquietante proyecto político 38• De
manera similar a como los caballos cobraban voz humana en la
primera parábasis, ahora son las trirremes39 atenienses las que
celebran una reunión para discutir la noticia que trae una más
vieja: Hipérbolo ~ pide una flota de cien naves para ir contra
 38 En piezas posteriores Aristófanes volvería a atacarle (cf. Nub. 55 1-558,
1065, Paz 679-692), como sucesor de Cleán <muerto el 422 a. C.) en las pu-
Usa del cómico, hasta su asesinato el 411 en Samos.
 3’ El presentadas como mujeres lo favorecía el hecho de ser femeninos
tanto el nombre de la ‘nave’ (naus), como el de la ‘trirreme’ <¡rd,fs).
 ~> La vieja trirreme le alda <y. 1304) de dndra mochtherón. lo que tiene
una exacta correspondencia en la calificación de nwchtherdn dnthn~pas que le
da Tudnmnss (VIII 73, 3>.
Cartago. La reacción no se hace esperar. Una trirreme, recién
construida y sin botar4’ (y de ahí que el poeta, comparándola
con una virgen, precise que no había tenido contacto con varo-
nes, un plural representativo de la tripulación) proclama que,
antes que prestarse a tan loca aventura, prefiere envejecer co-
rroída por la carcoma, o navegar42 hasta el templo donde Ci-
món43 había depositado los restos de Teseo” o hasta el de las
diosas venerables (las Euménides) para tomar refugio como
suplicante.
¿Qué puede haber de realidad histórica en esa supuesta
aventura cartaginesa? Como en el y. 174 se le promete al Mor-
cillero el dominio de Cartago, hay quienes estiman el proyecto
de Hipérbolo una pura invención de Aristófanes: p. ej. G. E. M.
de Ste. Croix ~ Pero no parece ser éste el caso. Que Atenas as-
piraba a hacerse con el dominio del Mediterráneo occidental,
paraío que era preciso tener primero el de Sicilia y el de Carta-
go después, es algo que consta en las fuentes. El alio en que se
representaron Los caballeros regresó la primera expedición na-
val a Sicilia, con escasos resultados (cf. Tuc., IV 63, 3-4). An-
41 Aristófanes la llama ‘Naufante hija de Nausón’, con nombres parlantes
relacionados con la navegación, aunque, como hace notar SOMMERSTEIN, Aris-
¡op/tanes, Knigh¡s, Warminster, 1981, pág. 213, no se solfa dar este tipo de
apelativos a las naves de guerra.
 42 Parece aludirse aquí al tópico ‘navegar por la tierra, caminar por el
mar’ alusivo a la abertura de un canal en el monte Atos y al puente de barcas
en el Helesponto construido por Jerjes.
 ~3 Cf. Purr., Tes. 36, 2-3, Cim. 8, 5-7.
 44 No se trata del templo denominado actualmente Theseion, que en reali-
dad es un Hefais¡e¡on, sino de un santuario situado al SE. de la Acrópolis (cf.
PAus., 117, 2), en el que se refugiaban los esclavos que pedían ser vendidos a
otro amo (cf. ARISTOI’., fr. 567) y donde la gente humilde buscaba protección
contra los poderosos (Pun~., Tes. 36, 4).
~ 77w origmns of ¡he Peloponnesio.n war, Ithaca, New York, 1972, pág.
222.


 150 COMEDIAS LOS CABALLEROS 151
tes de la llegada a Siracusa de la gran expedición del 414, Her-
mócrates advertía a sus conciudadanos de que los cartagineses
vivían con el temor continuo de un ataque ateniense (Tuc. VI
34, 2). El llevarlo a cabo entraba también en los planes de Al-
cibíades (TUC. VI 15, 2). Por todo ello no es ni mucho menos
descabellado dar crédito a Aristófanes. El problema estriba en
precisar hasta qué punto. No es verosímil que Hipérbolo pro-
pusiese enviar una embajada ~ a Cartago para recabar su ayu-
da en la empresa siciliana, como consta que se hizo por enton-
ces (Tuc. VI 88, 6), pues para semejante misión cien trirremes
son excesivas y con una, como en 414, hubiera sido suficiente.
Tampoco, es probable que se tratara de hacer una exhibición
de poderío naval, como sugiere W. Kraus 47, sino de una expe-
dición militar en toda regla. En ausencia de mayor documenta-
ción es imposible saber si semejante plan fue sometido a deba-
te en la Asamblea. Una posibilidad es que se discutiera en el
Consejo y no obtuviera el número de votos necesario para pre-
sentar un prabúleuma o ‘borrador de decreto’ a dicha cámara.
Otra, que circulara en forma de rumor por Atenas, sin que el
supuesto plan llegara jamás a concretarse. Que la idea de apo-
derarse de Cartago rondase por la cabeza de Hipérbolo, es har-
to verosímil, pues ¿qué interés, si no, tendría Aristófanes en
atribuirsela?
 El éxodo (vv. 1316 y sigs.) consta de dos partes bien defi-
nidas: un diálogo solemne en tetrámetros anapésticos del Mor-
cillero, a quien ya se debe llamar en justicia Agorácrito, con el
Corifeo, y otro en trímetros yámbicos entre Agorácrito y
Demo (vv. 1335-1408). La parte anapéstica prepara la epifanía

 “Cf. el comentario de Dover a Tuc., VI 15.2 en A. W. A. Gowi.a, A.
A¡’maaws, K. J. Dovaa, A historica! commenhary ¡o Thucydides y, Oxford,
1981.
Arfstophanes’po¡itische Komódien, Wien, 1985, pág. 161, n. 152.
de Demo 48~ Agorácrito pide religioso silencio y el cierre de los
tribunales —donde siempre se desarrolla una actividad sucia y
por tanto contaminante— para que el auditorio pueda entonar
un peán en acción de gracias por la transformación de Demo.
De feo que era, Agorácrito lo ha hecho hermoso con el mítico
remedio que aplicara Medea a su padre Esón ~ el someterlo a
una cocción para arrancarle la vejez y fealdad que al modo de
costra deformante se le había adherido al cuerpo. Un milagro
que asombra al Corifeo, por cuanto que para la mentalidad
aristocrática de los caballeros el démos jamás puede ser bello,
como ilustra bien el ejemplo del Tersites homérico 5O~ Un mila-
gro también, porque rompiendo con los condicionamientos del
hic et nunc el Demo que va a aparecer, ya no como dramatis
persona sino como personificación del pueblo soberano ate-
niense, no es el actual sino el de los viejos tiempos de las Gue-
rras Médicas; ni tampoco la Atenas donde reside es la ciudad
sitiada y empobrecida por la guerra, sino la ‘reluciente y coro-
nada de violetas’ que cantaron los antiguos poetas 51, Vestido
al modo arcaico y con la melena sujeta con un broche en forma
de cigarra, tal como cuando compartía la mesa con Aristides el
Justo y Milcíades, el héroe de Maratón, se hará visible al audi-
torio, al abrirse las puertas de su casa, que los espectadores
tendrán que figurarse que son los Propileos de la Acrópolis.
Saludado por el Corifeo como ‘monarca de los griegos’ (y.
1333), se pone así de manifiesto que la falsa promesa que le
hacia el Paflagonio (y. 797) se ha convertido en realidad gra-
cias al Morcillero/Agorácrito. Con una condición empero, a
 “Cf. H. K¡ ¡wacsrr, <Die Epiphanie des Demos in Aristophanes’ Rit-
tern», Hennes 74(1939), 58-65, recogido en H.-J. Naw,oatt (ed.), Aristopha-
nes w,d die ahe Komódie, Darmstadt~ 1975, págs. 144-154.
 ~ Nóstos, fr. 6 Allen; Ovuxo, Me¡am. VII 159-293.
 ~‘ Cf. Pfrm.~no, fr. ‘76y Acar,uenses 637-639.


 152 COMEDIAS LOS CABALLEROS 153
juicio de Aristófanes, que se insinúa en el verso anterior
(1332), la de aceptar ese fin de las hostilidades ofrecido por los
lacedemonios que le permita «oler a libaciones de paz, ungido
de mirra».
 El diálogo de Demo con Agorácrito se desarrolla en tres fa-
ses. En una primera (vv. 1335-1355) Demo agradece el benefi-
cio recibido y se avergUenza de su conducta anterior: de su fla-
queza ante el halago de los políticos y de su propensión a
gastar los dineros públicos en salarios y no en construir naves
de guerra para asegurar la defensa. De acuerdo con la ideolo-
gía democrática ateniense, que, siempre que se tomaban deci-
siones desatinadas por sufragio mayoritario, eximía a la Asam-
blea de responsabilidad y se la atribuía por entero al promotor
de la propuesta, Agorácrito exonera también de culpas a Demo
y se las echa a quienes le engañaban (vv. 1356-1357).
 En una segunda fase (vv. 1358-1380) Agorácrito indaga el
cambio de actitud de Demo en lo tocante al respeto de los de-
rechos individuales, a la retribución de las prestaciones recibi-
das, a la política militar y educativa. Aristófanes ha sabido
captar bien el menoscabo que padece la justicia, cuando sobre
los jueces se ejerce la presión social excitada por la acción de
un demagogo. Los versos 1359-1360 delatan la tendencia de
los tribunales a prodigar las penas de confiscación de bienes
cuando las arcas del fisco están vacias. A quien se le ocurra en
adelante aconsejar suplir el déficit público de esa manera,
Demo amenaza con arrojarle al báratro colgándole del cuello a
Hipérbolo, lo que arroja cierta luz sobre el tipo de procesos en
que se dio a conocer este sujeto a comienzos de su carrera po-
lítica (cf. Acarnienses, 847). Que en lo venidero Demo prome-
ta pagar religiosamente a los remeros nada más terminada la
misión de las trirremes (y. 1366-1367), guarda relación con la
política de construcción naval apuntada en los vv. 1351-1353 y
permite matizar el supuesto ‘pacifismo’ de Aristófanes, que en
ningun momento es antiarmamentista. Lo que defiende el co-
mediógrafo es el ‘fair play’ entre el Estado y el individuo. Si
éste ha de cumplir con sus deberes de ciudadano, la ciudad
debe retribuir puntualmente los servicios prestados y velar por
que el favor no exima a nadie del cumplimiento de sus obliga-
ciones. En consecuencia, Demo se muestra decidido a acabar
con ciertos abusos y corruptelas como la falsificación de las
listas de reclutamiento, pasando los nombres de unas a otras,
por ejemplo, del ‘catálogo’ de los hoplitas al de los caballeros,
para eludir el más peligroso servicio de armas en la infantería
(cf. LISIAS, XIV, XVI 13), o falsear la edad para quedar exento
de obligaciones militares (cf. ARJsro’r., Const. de los aten. 53,
7; Eso., 11133, 168).
 En lo referente a la educación de la juventud, Demo se re-
vela un- decidido adversario de los aires nuevos traídos por los
sofistas. Para evitar toda posible contaminación con sus doctri-
nas se prohibirá la estancia de los adolescentes en el ágora y se
les obligará a practicar el sano ejercicio de la caza (vv. 1373-
1383). Aristófanes parece anunciar al final de esta pieza el ata-
que en toda regla que hará a la sofística en Las nubes. Pero se-
mejante defensa de la mocedad no va reñida con la tradicional
afición a la pederastia del pueblo griego. Y así no tiene el me-
nor empacho en que Agorácrito le regale a Demo un mozo
bien dotado para que le acompañe con una silla plegable en sus
paseos, lo que en Atenas era normal entre la gente acomodada
a principios del siglo y 52, y también para que le haga ‘plegadi-
zo’ a sus deseos, cuando el vagar le diera por ello.
 A lo anterior, que simboliza la recuperación de los modos
de vida tradicionales, Agorácrito le ofrece a Demo la garantía
de practicarlos con la entrega en forma de buenas mozas de las

 52 Cf. Heraclides Póntico en AraNEo, XII 515 c.



 154 COMEDIAS LOS CABALLEROS 155
treguas de treinta años (vv. 1388-1389) ~ las de mayor dura-
ción que la experiencia permitía soñar. La disposición de
Demo a ‘treintaflostrmncárselas’ revela no tanto sus inclinacio-
nes sexuales, como la recuperación del vigor físico y la capaci-
dad de gozar sin limitaciones. La ‘douceur de vivre’ de la anti-
gua generación no es un invento de Aristófanes, sino que
coincide con la imagen idealizada del pasado que se creó a fi-
nales del siglo y en Atenas, según nos la dan a conocer Tucflx-
DES (16, 3), TELECLIDES (fr. 215 K) y CR.i«n4o (fr. 86K). La vie-
ja generación no sólo era valiente, próspera, ‘bon vivante’ y
sodomita, como recuerda Lowell Edmunds ~ sino también bi-
sexual.
 Un problema plantea la presentación escénica de las Tre-
guas de Treinta años. Suponer como W. Kraus55 que son trein-
ta muchachas es una ingenuidad, ya que ni el público tendría
tiempo material para irlas contando, ni habría espacio donde
acomodarlas en la orquestra junto con los veinticuatro coreutas
y los actores. A mi juicio, estas personae mutae deben ser el
mínimo indispensable para que se las pueda mentar en plural:
dos o a lo sumo tres. Y deben salir de la casa de Demo, como
se deduce del y. 1393. El Paflagonio las tiene escondidas den-
 ~3 Esa duración tenían las que hicieron Atenas y Esparta en 446/445 (cf.
Tuc., 1115, 1) y las que elige Diceópolis en Los acamienses <Vv. 194-2).
 3’ ~The Aristophanic Cleon’a disturbance of Athens» AJPh 108 (1987),
233-263. Sin embargo, no comparto la opinión de este autor de que Demo es
caracterizado como jonio, ni su interpretación de la escena final como la pre-
sentación de una ideología alternativa a la de hlsychfa y ~phmr>~ni ligadas a
la clase de los caballeros, mediante la substitución de los caballeros por un di-
mos rejuvenecido, es decir, por un orden político donde son innecesanos y que
en cierto modo continúa la política de Cleón.
~ Ar¡stophanes’ poh:ische Komódsen. Dic Acharner/ dic Riner. Wien,
1985, pág. 106. Tambi¿n es mucho precisar poner en quince allos la edad de
cada muchacha para obtener con la suma de ambas los treinta afios que duraría
la tregua, como hace B. H. Kiuur, o. c. (en nota 13), pág. 128.
tro, con lo que se quiere visualizar que la posibilidad de hacer
las paces y regresar al campo no depende tanto de la actitud
del enemigo como del talante propio para negociar.
 El castigo del Paflagonio (vv. 1397-1401) y la promoción
política y social del Morcillero/Agorácrito (vv. 1402-1408) lle-
van la p~ripé:eia o ‘reversal’ cómico a sus últimas consecuen-
cias. El castigo del primero y el premio del segundo consiste
en la inversión de sus papeles, insinuada en diversos momen-
tos del desarrollo dramático: el Paflagonio queda condenado a
vender morcillas y el Morcillero se sentará en el puesto que
ocupaba éste en el pritaneo. Pero a nuestro juicio la pieza ter-
mina de una manera abrupta, sin el jubiloso canto, reliquia del
kómos, que suele ser de regla en la comedia aristofánica, una
singularidad a la que David Welsh 56 ha dado recientemente
una explicación satisfactoria. La anomalía se venía explicando,
bien por la pérdida de ese canto en la tradición manuscrita ya
en época alejandrina, bien porque fuera substituido por gritos y
gestos de júbilo 5~, o por cantos tradicionales de alegría que, al
no ser de autoría aristofánica, no recogió la tradición. Frente a
esto, Welsh opone que la pieza termina así, porque no necesita
para nada un canto coral. El breve parlamento de Demo (vv.
1402-1408) que la cierra, contiene la invitación al Morcillero
de ir al pritaneo (1404-1405) y la orden de llevar al Paflagonio
a ejercer el oficio anterior de su oponente a las puertas de la
ciudad, tal como antes había propuesto el Morcillero (y. 1398)
para que allí le vean los extranjeros «a quienes perjudicaba»
(y. 1408) 58• Aristófanes alude al comportamiento de Cleón en
 3’ «The ending of Aristophanes’ ‘Knights’», Hermes 118 (1990) 421-429.
 ~ Motu el gesíu el clamoribus, cf. Van LEEUWEN, Arisrophanis Equiles,
Leiden, 1901 [196821, pág. 239.
 3’ W. Ka~ws, o. c., pág. 167, hacia notar que la palabra xénoi era la que
por cerrar la pieza se grabarla en el recuerdo del auditorio. Pero, influido por
la corriente general, a5adla que quizá la siguieran algunos anapestos.



 156 COMEDIAS
el asunto de Mitilene, que había criticado en Los babilonios. El
respaldo de Demo al Morcillero vendría a darle la razón. Los
extranjeros, cuando acudieran en las Dionisias al teatro, verían
el justo castigo que se había impuesto al arrogante CleónIPa-
flagonio. No es necesario un canto coral. La pieza termina me-
jor así. Menos convincentes son las razones que alude Welsh
en una apostilla a su estudio ~ donde sugiere que el verbo
el¿3báth’, que Aristófanes no vuelve a usar jamás, sería la pala-
bra clave que evocaría el recuerdo de Los babilonios. El cómi-
co en dicha obra, donde seguramente Cleón aparecía como
causante de los males del coro, parodiaría a Heródoto, el cual
emplea dicho verbo no menos de seis veces en el relato de la
automutilación de Zópiro (cf. 111153-160). Puede ser, pero es
imposible comprobarlo.
ARGUMENTOS

1
 La comedia de Los caballeros está compuesta contra Cícón,
el líder político de los atenienses. Se le presenta como un Pafla-
gonio, recién comprado, que sirve a Demo y que ha adquirido
ante él excesivo predicamento. Cuando dos compañeros suyos
de esclavitud tratan de atacarlo y de traer a casa, de acuerdo con
ciertos oráculos, a un vendedor de morcillas insigne por su ba-
jeza, para que tome a su cargo la tutela del pueblo ateniense,
aparecen inopinadamente en su ayuda los caballeros de Atenas
en forma de coro. Insultado por ellos, Cleán se irrita, y tras ha-
ber quedado en neta inferioridad frente a sus adversarios, en lo
tocante a carecer de educación, se precipita a denunciarlos ante
el Consejo de haberse conjurado contra la ciudad. Y habiendo
corrido el Morcillero tras él, los caballeros hablan por extenso a
los ciudadanos sobre el poeta y sus predecesores, así como so-
bre los peligros que han compartido con ellos sus caballos en
los combates . El Morcillero, tras vencer en el Consejo de un
modo muy gracioso a Cleón, de nuevo aparece dirigiéndole in-
sultos. Saca de la casa con sus llamadas Cleón a Demo, éste
sale y escucha la disputa. Y tras haberse esgrimido muchas ra-
zones contra Cleón, como Agorácrito va venciendo muy hábil-


 LOS CABALLEROS 159
 158 COMEDIAS
mente con sus tretas y halagos, y también con las exageraciones
de los oráculos, poco a poco Demo se deja arrastrar por sus ar-
gumentos. Cleón siente miedo y recurre a ofrecer gollerías a
Demo, pero el otro se dispone a su vez a hacer lo mismo. Al fi-
nal, habiendo reparado Demo en la cesta de cada uno ellos, se
descubre que una está vacía y llena la de Cleón, y como así se
evidencia que roba las cosas de Demo, le ha de ceder a su rival
la administración. Después de esto el Morcillero cuece a Demo
y lo muestra con la juventud recuperada. Cleón, cargado con
los trastos de Agorácrito es enviado como escarmiento a vender
morcillas por la ciudad y a ejercer el oficio de éste. La pieza es
del número de las muy bien elaboradas.

II

 1. Su própósito era el derrocar a Clcón. En efecto, éste que
era un vendedor de cueros, ocupaba el poder en Atenas por el
motivo siguiente. Los atenienses tenían puesto sitio a una ciu-
dad de Pilo, llamada Esfacteria, con los generales Demóstenes
y Nicias. Éstos se demoraban y los atenienses montaron en có-
lera. Reunidos en asamblea y mostrando su inquietud, se le-
vantó un tal Cleón, vendedor de cueros, y prometió traer enca-
denados a los enemigos en un plazo de veinte días, si era
elegido general, cosa que sucedió. Conforme a sus promesas
desempeñó el generalato alborotando la ciudad. Sin poder so-
portarlo, Aristófanes hizo representar la comedia de Los caba-
¡¡eros a su nombre, ya que por temor ningún tramoyista hizo la
máscara de Cleón. Al principio agachaba la cabeza temeroso,
después se dejó ver y dirigió personalmente la pieza.
 2. Parece que el prólogo corre a cargo de Demóstenes,
quien tras haber puesto su esfuerzo en el cerco de Pilo, fue
despojado del mando por Cleón, que había prometido entonces
a los atenienses ponerles en bandeja Pilo en un plazo de veinte
días. Y lo consiguió gracias a que la mayor parte de la toma la
tenía ya preparada de antemano Demóstenes. Se emplea el sí-
mil de una casa señorial, cuyo dueño sería el Pueblo, y la casa
la ciudad. El prólogo corre a cargo de dos criados de Demo
agraviados por Cleón. El coro está compuesto por los caballe-
ros, los cuales lograron imponer a Cleón una multa de cinco
talentos dejándole convicto de soborno. Dicen que, si uno de
los criados es Demóstenes, el otro es Nicias, para que los dos
fueran políticos.
 3. Se ha de saber que la población de Atenas se dividía en
cuatro clases, pentacosiomedimnos, caballeros, zeugitas y jor-
naleros’.
 4. La pieza se representó en el arcontado de Estratocles, a
expensas públicas, bajo la dirección del propio Aristófanes.
Obtuvo el primer premio; el segundo, Cratino, con Los sátiros;
el tercero, Aristómenes, con Los portadores de ¡ella.
 5. La casa es la ciudad; el dueño, el pueblo; los criados,
los generales.




 Se trata de la división censitaria de los ciudadanos realizada por Solón.
Los pentakos¡oméd¿mno¿ eran los que recogfan anualmente quinientas medi-
das <médinmoi) de grano, los h¿ppeis los capaces de mantener un caballo, ani-
mal de lujo, los zeugita.. los propietarios de un yugo o pareja de bueyes y, por
último, los ¡hites o jornaleros, quienes no contaban con otro medio de susten-
to que su fuerza de trabajo.


 160          COMEDIAS
           II
  De Aristófanes gramático (3 ia)

 Presenta a un tal Cícón —el llamado Paflagonio y también
vendedor de cueros— que devora los dineros públicos del
modo más lamentable y a un morcillero descollante por el vi-
gor de sus argumentos engañosos, un auténtico ‘comemier-
da’ 2, que se deja convencer a atacar, con la ayuda de ciertos
caballeros presentes en el coro, el origen de los males y a acu-
sar públicamente a Cícón. Así sucede. Cícón cae de muy mala
manera y el ‘comemierda’ obtiene urja honrosa presidencia.
 2 No otra cosa significa ska¡ophdgoi. El texto esta comipto y la traducción
que ofrecemos es conjetural.
ABREVIATURAS
Ag. = Agón
Anap. = Anapestos
Cto. = Canto
Ep. = Epirrema

Esc.(c). = Escena(s)

Éx. = Éxodo
Kat. = Katakeleusmós
Kom. = Kommation
Od. = Oda
Pbs. = Parábasis
Pdo. = Párodo
Pu. = Pnigos
Pr. = Prólogo
Sphr. = Sphra gis
Str(r). = Estrofa(s)
PrAg. Proagón

AEp. Antepirrema
PrEp. = Proepirrema
AprEp. Antiproepirrema
Esc. bat. = Escena de batalla
Esc. dial. = Escena dialogada
Esc. lir. Escena lírica
Esc. strr. Escena con estrofas
AKat. Antikatakeleusmós
AOd. Antoda

APu. Antipnigos

AStr. = Antistrofa








PERSONAJES DE LA OBRA

Siervo primero (Demóstenes)
Siervo segundo (Nicias)
Morcillero (Agorácrito)
Cleón
Coro de Caballeros
Demo
LOS CABALLEROS

(La escena representa la casa de Demo. Por la escalera de la puerta
descienden a la orquestra lentamente, frotándose los miembros en se-
ñal de estar doloridos, dos esclavos, el primero en hablar porta una
máscara que reproduce los rasgos del general Demóstenes, su compa-
ñero otra que imita los de Nicias.)
 Dm~iÓsr~zs [Pr. 1-241 (3 ia)
¡Ayayay! ¡Qué desgracia! ¡Ay! ¡ay! ¡Ojalá! acaben los dioses
malamente con ese malvado recien comprado, el Paflagonio, y
con sus intrigas, pues desde que se metió en casa siempre logra
que se zurre la badana a los criados.
NiclÁs
Y que sea el primero de los paflagonios en acabar con sus ca-
lumnias de la peor manera.
DaMÓs1~nNns
Infeliz, ¿cómo te encuentras?
NicrÁs
Mal, como tú.
4


 164 COMEDIAS LOS CABALLEROS 165
Dm~tÓs~’m~Es
 Ven aquí entonces y toquemos llo-
rando a dúo con la flauta una endecha de Olimpo’.
 DEMósm.~s y NICIÁS (imitando el sonido de la flauta)
lo Mu mu, mu mu, mu mu.
DEMósi~zs
¿Por qué gemimos en vano? ¿No deberíamos buscar el modo
de salvamos ambos y dejar de llorar?
NICIAs
¿Y qué salvación puede haber?

Dila tú.
NICIÁs
Dímela tú, para no pelearnos.

¡Por Apolo! Yo no. Habla
15 con confianza y luego te expondré mi parecer 2~
NICIÁS
De eso ni pizca tengo. ¿Cómo lo expresarla de un modo sutil,
al estilo de Eurípides? «¿Podrías decirme tú lo que es menester
que diga?> 3.

 Mftico músico frigio o misio, autor de nó,noi (‘endechas’) que se acom-
pallaban con la flauta.
 2 No aceptamos el orden de versos propuesto por Hall-Geldart, sino el de
Coulon-Van Duele <es decir, 15, 17, 18, 16).
 3 Cf. Eualpmas, Hipólito, y. 345~
DEMÓsi’nm!s
No, por favor, no me hagas tragar perifollos4 y encuentra al-
gún ‘pasacalle’ ~ para pasar del amo.
NICIÁs
Repite entonces muchas veces ‘cabullámonos’, empalmándo-
las así.
DEMÓsrE¡~s
Vale. Lo digo: ‘cabullánionos’.
NICIAs
 Añade ‘es’ detrás de ‘cabu-
llámonos’.
DEMÓSTENES
‘Es’
NICIÁs
 Muy bien. Di ahora ‘cabullánionos’ y luego
‘es’, despacito primero y luego, como si te la menearas, dando-
le más rápido a la cosa.
DEMÓs1’~us
Cabullámonos es, cabullámonos, escabullánionos.
NICIAS
Ya está. ¿No te gusta?

 ~ Alusión a la madre de Eurípides, verdulera de profesión. El sk4ndix era
una verdura que sólo comían los pobres. El verbo diask.andin(z~3 aludirla a dar
un alimento vulgar y de escasa calidad.
 Traducimos así de forma aproximativa apókinon (y. 20) que designaba
una danza de caricter burlesco y licencioso.
20
25
me temo el mal agUero para la piel.
1
166
COMEDIAS
Si, ¡por Zeus! Pero

NICIÁs
¿Por qué?
DEMÓSTENES
Porque la piel se les va a los que se masturban.
NICIAS
30 Lo mejor entonces para nosotros, por el momento, es ir a pros-
temamos ante la imagen de algún dios.
DEMÓs’re~Es
¿A qué imagen? ¿De verdad crees en los dioses?

Yo si.
DEMÓSTENES
¿En qué te basas?
NICIAS
En que me aborrecen. ¿No es un indicio verosímil?
DEMÓSTENEs
35 Maña te das para convencerme. Pero hay que ver las cosas de
otra manera. ¿Quieres que explique el asunto a los espectado-
res?
NICIAS
No estaría mal. Pidámosles sólo que con sus caras nos dejen
ver si les gusta lo que decimos y representamos.
LOS CABALLEROS
167
DEMÓSTENES
Entonces puedo empezar ya. Es nuestro amo un hombre de ta-
lante rústico, dado a comer habas y propenso a la cólera: Demo
el Picuita 6, un vejete cascarrabias, medio sordo. Y la luna nue-
va pasada compró un esclavo, un curtidor de pieles paflagonio ~‘,
marrullero redomado y grandísimo calumniador. El susodicho 45
pielero-paflagonio se caló la forma de ser del viejo, se echó a
los pies del amo y se puso a hacerle carantoñas, a halagarle, a
adularle y engañarle con la punta de los recortes del cuero, ha-
blándole así: «Demo, toma un baño no más hayas juzgado un so
solo pleito, engulle, zampa, traga, ten el trióbolo 8• ¿Quieres que
te sirva un piscolabis?». Luego arrebata lo que cualquiera de
nosotros tiene dispuesto y se lo ofrece al amo como regalo suyo.
Precisamente el otro día, cuando tenía yo amasada en Pilo una 55
tarta lacónica 9, se me adelanta muy a lo cazurro, me la birla y le
sirve como hecha por él la que yo había preparado. A nosotros
nos aparta a un lado y no consiente que le atienda al amo nadie.
Se planta a su vera cuando está comiendo y le espanta con su 60
matamoscas de cuero ... los oradores. Salmodia oráculos, el
viejo cae en el trance de las Sibilas 10, y tan pronto le ve alelado,

 6 El adjetivo ~vxvtrrj (creado sobre el modelo de ‘A~ew~sayin1~) alude
a la Pnix donde celebraba el pueblo sus asambleas.
 El padre de Cleón, segiln informa el escoliasta, era curtidor. Muchos es-
clavos procedían de Paflagonia y la aplicación de este nombre genérico a
Cleón se explica por su asociación con el verbo ~u¡q~Xál;w (‘borbotear’).
 8 Gracias a Cleón se habla aumentado a tres óbolos el salario de los jue-
ces.
 ~ Por renuncia de Nicias al mando de la expedición, Cleón logró en veinte
días la rendición de la guarnición espartana de Pilo. Los preparativos de la
empresa fueron, sin embargo, llevados a cabo por Demóstenes.
 lO La proliferación de oráculos de toda índole en Atenas a comienzos de
la guerra del Peloponeso la atestigua Tudomas (II 8, 2; 21, 2). Es ésta la pri-
mera mención de fuente ateniense a la Sibila.


 168 COMEDIAS LOS CABALLEROS 169
 despliega sus artes. A los de casa les levanta calumnias falsas
65 por completo, y los latigazos después nos los llevamos noso-
tros. El Paflagonio corre detrás de los criados, les exige, les
asusta y les saca dinero diciéndoles: «Veis a Hilas cómo recibe
azotes por mi culpa? Si no me tapáis la boca moriréis hoy». Y
70 nosotros le damos la pasta. Si no, la cagamos ocho veces más
con las patadas que nos suelta el viejo. Así que, ahora, pense-
mos de una vez, buen amigo, por qué camino y a quién hemos
de dirigimos.
NíCIAs
El mejor, majo, es aquel de «cabullámonos».
DEMÓs¶’m¿sS
 No. Es imposible que se le escape nada al Paflagonio, porque
75 tiene el ojo en todo, un pie en Pilo y el otro en la Asamblea.
Tan despatarrado está, que su culo se encuentra ahora en Cao-
nia, sus manos en Etolia y su pensamiento entre los Clópi-
das11.
NICIÁS
80 Entonces, lo mejor para los dos es morir.
DEMÓSTENES
En ese caso, mira
cuál es la mejor manera de morir como valientes.


 “ Los clones eran un pueblo del Epiro. Su mención (y. 78), así como la
de los etolios (y. 79), obcdece a la asociación respectiva con los verbos
chdske¡n (‘tener la boca abierta’) y con aitcfn (‘pedir’). En cuanto a Cl6pi-
das es una defonnación sobre x>~btp (‘ladrón’) del nombre del demo Kgo-
xL~,aL.



j
NICIAS
¿La mejor, leñe, la mejor manera de morir como valientes? Lo
mejor para nosotros es beber sangre de toro’2. La muerte de
Temístocles 13, sin duda, es lo preferible.
DEMÓSTENES
¡Por Zeus!, no, sino beber puro el vino del Buen Genio 14~ Tal 85
vez así tomaríamos una buena detenninación.
NICIAS
Mira tú: ¡Vino puro! ¿Contigo va la cosa de bebida? ¿Cómo un
tío puede tomar, borracho, una buena determinación?
DEMÓSTENES
¿De veras, tú? Las chorradas las sacas a cántaros de la fuen-
te 15• ¿Te atreves a insultar al vino en lo tocante a la imagina- 90
ción? ¿Qué cabe encontrar más eficaz que el vino? Lo ves:
cuando beben, los hombres se hacen ricos, tienen éxito, ganan
pleitos, son felices, ayudan a los amigos. Anda ya, sácame 95
pronto una jarra de vino, para que riegue mi mente y diga algo
ingenioso.

¡2 Los antiguos la estimaban venenosa; cf. HERÓDOTO, III 125, Purno,
His:. mit. XI 90, NIcANDRo, Alex¡pharmaca, 315. El verso es una imitación de
SÓ,’oa..as, fr. 185 N: &~¿o~ U )~<jx~rov aT~ta ~cti)~e~ov rnstv. Sobre las formas
de suicidarse típicas mencionadas en otras comedias de Aristófanes, cf.
E. Fs.~srnca¡., «Selbstmordwege», Phulo¡ogus 87 (1932), 470-473.
 ‘3 Cf. CícaxóN, Brutus 43. TUcÍDIDES, 11138, 4, en cambio, dice que murió
de enfermedad.
 ‘~ Después de la cena, se bebía un poco de vino puro diciendo &yaOo~,
&zi4wvo~ (Ai~srmo, 1138 D).
 ‘~ El compuestQ xQo1IvoXutQo?~QUwv (y. 89), en el que se combinan
los nombres de la ‘fuente’, el ‘recipiente’ y la ‘necedad’, anticipa la polémica
helenística entre los ‘bebedores de agua’ y los ‘bebedores de vino’ a propósito
de la inspiración poética.



L
 170 COMEDIAS LOS CABALLEROS 171
NICIAs
¡Ay! de mí. ¿Qué diantre nos vas a hacer empinando el co-
do?
DEMÓSTENES
Cosas buenas. Anda, sácala (Nicias entra en la casa), que yo
me voy a tumbar. Si agarro una cogorza, dejaré espolvoreado
tao todo esto (señalando al teatro) de determinacioncillas, senten-
ciejas y pensamienticos.
NICIAs
(Saliendo con una jarra y un vaso) ¡Qué suerte que no me pi-
llaran dentro robando el vino!
DEMÓSTENES
Dime: ¿Qué hace el Paflagomo?
NtCIAS
Lamió pasteles de sal confiscados 16 y ahora, el muy gafe, está
roncando borracho, tumbado boca arriba sobre los cueros.
DEMÓSTENES
105 Venga, pues, échame a borbotones una buena libación de vino
puro.
NICIAS
<Tendiéndole el vaso) Toma y liba en-honor del Buen Ge-
nio.

 16 Se tomaban para acrecentar la sed y seguir bebiendo. La confiscación
de bienes era una pena accesoria de múltiples delitos. Parte de los dineros ob-
tenidos de su subasta pública correspondía al acusador, lo que, lógicamente,
fomentaba la sicofancia.
DEMÓSTENES
Traga, traga la libación del Genio de ... Pramno ‘~. (Tras be-
ber) ¡Oh! Buen Genio, tuyo es el plan, no mío.
NtcíAs
Por favor, dime: ¿Qué es?
DEMÓSTENES
 Roba enseguida los orácu- ¡10
los del Paflagonio y sácalos de dentro, mientras está dormi-
do.
NICIAS
 Vale. Pero me temo encon-
trar al Genio de mal genio. (Entra en la casa)
DEMÓSTENES
¡Ea! Yo me aplicaré a la jarra, para regar la mente y decir algo
agudo.
NíctAs
(Saliendo con un rollo de papiro) ¡Qué recio se pee y ronca el 115
Paflagonio! Como que cogí sin que se diera cuenta el santo
oráculo que tantisimo guardaba.
DEMÓSTENES
 ¡Relisto!, tráelo para que lo
lea (Nicias se lo da y le mira expectante). Y tú echa de beber
de una vez. (Desplegando el rollo) Veamos qué hay aquí.
¡ Huy, profecías! Dame pronto la copa.
120
 ~7 El vino de Pramno, en la costa de Asia Menor, es mencionado ya en los
poemas homéricos (II. XI 639, Od. X 235).



L


 172 COMEDIAS LOS CABALLEROS 173
NICIAs
Aquí la tienes. ¿Qué dice el oráculo?
NíctAs
Y ¿cómo?
DEMÓSTENES
Escancia otra.
NícíAs
¿Pone en los oráculos: «escancia otra»?
DEMÓSTENES
¡Oh! Bacis18
NICIAS
¿Qué hay?
DEMÓSTENES
Rápido, dame la copa.
NICIAs
Gran uso hacia Bacis de la copa.
DEMÓSTENES
125 ¡Ah! Paflagonio, bribonazo, ¡eso era lo que venias guardando,
temeroso del oráculo que te atañía!
NíCIAs
¿Por qué?
DEMÓSTENES
Aquí está cómo va a ser su ruina.

 ‘~ Nombre de oráculo citado con frecuencia junto al de la Sibila. Sus pra.
 dicciones se hicieron famosas durante las Guerras Médicas (cf. HERÓDOTO,
VIII 20, 77; IX 47) y su prestigio se renovó durante la Guerra del Pelopo-
new.
DEMÓSTENES
 ¿Que cómo? El oráculo dice sin rodeos que primero
habrá un vendedor de estopa ¡9, que será el primero en dominar ¡30
los asuntos de la ciudad.
NíctAs
Ya tenemos con ése un vendedor. ¿Qué hay a continuación?
Dilo.
DEMÓSTENES
Después de ése, el segundo será un vendedor de borregos 20•
NíctAs
Ya van dos vendedores. Y ¿qué le ha de pasar a éste?
DEMÓSTENES
Que tendrá el poder, hasta que aparezca un tipo más repelente ¡35
que él. Después de eso, viene su ruina. Efectivamente, le suce-
de un vendedor de cueros, el Paflagonio, rapiñador, vocinglero
con una voz estruendosa como el Ciclóboro21.
NíctAs
Luego ¿estaba decretado por el sino que al vendedor de borre-
gos se lo cargase un vendedor de cueros?

 ~9 Alusión a ¿ucrates, mencionado más adelante (y. 254).
 ~ Lisicles (mencionado en y. 765), estratego en el 428/427, que murió en
el valle del Meandro ese mismo año (cf. TUCIDIDES, III 19). Según PLUTARCO,
Pendes 24, tomó por esposa a Aspasia a la muerte del gran estadista. Es éste
el momento en que Aristófanes comienza el cómputo de los nuevos políticos
procedentes de la burguesía que desprecia.
 21 Torrente del Ática célebre por su estrépito en ¿pocas de crecida.


 174 COMEDIAS
 LOS CABALLEROS 175
DEMÓSTENES
Si, ¡por Zeus!
NICLaS
¡Ay! po
140 bre de mí, ¿de dónde podría salir ya un solo vendedor?
DEMÓSTENES
Todavía queda uno que tiene un oficio extraordinario.
NICIAS
Dime, te lo ruego, ¿quién es?
DEMÓSTENES
¿Te lo digo?
NICIAs
Si, ¡porZeus!
DEMÓSTENES
Es un vendedor de morcillas el que se lo va a cargar.
NIcIAS
145 ¿Un vendedor de morcillas? ¡Posidón!, ¡qué oficio! Anda, di:
¿Dónde vamos a encontrar al tipo ese?
DEMÓSTENES
Busquémosle.
NICIAS
 No hace falta. Hélo ahí que viene al merca-
do, como por voluntad divina (Entra el vendedor de morcillas
con una mesa plegable y un cesto en la cabeza).
DEMÓSTENES
 ¡Oh! bienaventurado vendedor de morcillas, aquí (señalando
los escalones de la puerta de la casa de Demo) sube aquí, que-
ridisimo amigo. Apareciste como la salvación de la ciudad y
de nosotros dos.
MORCILLERO
(Deteniéndose) ¿Qué pasa? ~Por qué me llamáis?
¡50
DEMÓSTENES
Ven acá a enterarte
de la suerte y fortuna tan grande que tienes.
NICIAs
Anda, quitale el tablón e infórmale de cómo es el oráculo de la
divinidad; entretanto yo iré a vigilar al Paflagonio.
 DEMÓsTENES
Ea, tú, deposita primero en el suelo tus trastos; y luego prostér- 155
nate ante la tierra y los dioses.
MORCILLERO
Ahí los tienes. ¿Qué pasa?
DEMÓSTENES
 ¡Oh! bienaventurado, ¡oh! acaudala-
do, ¡oh! tú que ahora no eres nadie y mañana serás supergran-
de, ¡oh! caudillo de la próspera Atenas.
MORCILLERO
¿Por qué no me dejas, buen hombre, lavar las tripas y vender ¡ño
las morcillas, en vez de cachondearte?


 176 COMEDIAS LOS CABALLEROS 177
DEMÓSTENES
¡So lelo!, ¡qué tripas! (señalando al público). Mira aquí. ¿Ves
las filas de esta gente?
MORCILLERO
Las veo.
DEMÓSTENES
¡65 El caudillo serás de todos ellos, y también del mercado, de los
puertos y de la Pnix. Al Consejo, lo patearás; a los generales,
los harás trizas, los encadenarás, los encarcelarás; y en el Prita-
neo comerás ... pollas 22•
MORCillERO
¿Yo?
DEMÓS1~nEs
 Si, tú. Pero todavía no ves todo. Sube un poco más,
170 también sobre el tablón de tu mesa y pon la vista en todas las
islas de tu alrededor.
Moacnimto
(Tras subit unos escalones de la casa de Demo y ponerse so-
bre su tabla) Las veo.
DEMÓsTENES
¿Y qué? ¿Ves también los puertos
comerciales y las naves de carga?
MORCILLERO
SI.
DEMÓSTENES
 ¿Cómo, pues, no va a ser grande tu suerte? Ahora
mira a este lado, con tu ojo derecho a Caña y con el otro a
Cartago.
MORCILLERO
¡Buena suerte, sí, tendré, si me quedo bizco! 23
¡75
DEMÓSTENES
Por eso no, sino porque gracias a ti se venderá todo eso. Serás,
según lo dice aquí el oráculo, un tío importantísimo.
MORCILLERO
Dime: ¿Cómo llegará a ser alguien, si soy un morcillero?
DEMÓs1~ns
Por eso mismo te engrandecerás, porque eres ruin, procedes ¡80
del mercado y tienes desparpajo.
MoRCIu..uRo
No creo merecer tanta categoría.
DEMÓSTENES
¡Ay de mí! ¿Por qué razón dices no merecerla? Me pareces
consciente de tener cierta virtud. ¿Acaso eres de buena fami- ¡as
lia?

 La aparición de >..au<áoet (y. 167), en vez de GLTi~cJeL (tomar alimen-
to’) es un oprosdóklton. El verbo denota la práctica de Iafellatio y ¡o hemos
traducido con la misma crudeza con que lo entenderfa el auditorio atenien-
se. Se juega brutalmente con el tópico de la degradación sexual de ¡os políti-
cos.
 Aceptamos(v. 175) lalccciónyenlugardefi’deR,deacuerdoCoflla
Mimada otuervacidn de E. Fm~a¡ÍKH., Beob<¡chtuagen zu Anaophwws, Boina,
1962, pág. 47. Se ¡rata de una ráplica irónica, no de una interropeida.
178
COMEDIAS
Moacuxmw
No, ¡por los dioses!, que yo sepa, vengo de gente ruin.
DEMÓsTENES
 ¡Oh! bienaventura-
do, ¡qué suerte tienes!, ¡qué buena condición la tuya para la
política!
Moactunto
Pero si ni siquiera sé, buen hombre, lo de la escuela, salvo las
letras, y encima muy requetemal.
DEMÓs1~r’¡us
190 Sólo eso te perjudica: saberlas muy requetemal. El liderazgo
del pueblo no le va al hombre instruido, ni al honrado en su
forma de ser, sino al ignorante y al corrupto. Conque no dejes
escapar lo que te ofrecen los dioses en sus oráculos.
MORCilLERO
¿Cómo diantre se expresa el oráculo?
DEMÓs1~nnES
Bien si, ¡por los dioses!,
195 aunque de un modo enigmático, un tanto enrevesado y sutil
(despliega el rollo y comienza a leer):
«Mas cuando aprese el aguila ‘cuerol’2’ de corvas garras (6 da)
con su pico a la estúpida sierpe bebedora de sangre,
entonces ya se echará a perder el salmorejo de los paflagonios
 2~ Buena parodia del estilo oracular en el que son frecuentes las parábolas
de animales: cf. II. XII 200, Luci>.~o, Jup. trag. 31. La enemistad natural enne
e¡ águila y ¡a serpiente la destaca A,usTúrai.ss, Hu¡. oiL X 1,609 a 4. El neo-
logismo byrsdietos. que traducimos por ‘águi¡a cueral’ por analogía con ‘águi-
la real’ es una clara alusión a Cleón.
r
LOS CABALLEROS

y a los vendedores de tripas la divinidad otorgará
gran gloria, si no prefieren seguir vendiendo morcillas».
179
200
MORCILLERO
Y ¿qué tiene que ver conmigo eso? Explícame.
DEMÓSTENES
El águila cueral es el Paflagomo (señalando la casa) que está
ahí.
MORCILLERO
¿Y qué significa eso de ‘corvas garras’?
DEMÓSTENES
Exactamente lo que dice, 205
que encorva las manos para arramblar con todo.
MORCILLERO
Y la sierpe ¿a qué alude?
DEMÓSTENES
 Está clarísimo. La sierpe es alargada
y la morcilla también es alargada. Además ‘bebedora de san-
gre’ lo es la morcilla y la sierpe. Así que dice que la sierpe va 210
a vencer al águila cueral, si no se deja calentar los cascos con
sus palabras.
MORCILLERO
Los oráculos me halagan. Pero me pregunto cómo seré yo ca-
paz de gobernar al pueblo.
DEMÓSTENES
Eso es tarea facilísima. Haz cabalmente lo que haces. Revuel-
ve todos los asuntos, hazios morcilla y congráciate siempre 215
con el pueblo endulzándole con frasecillas de cocinero. Las


 180 COMEDIAS LOS CABALLEROS 181
demás condiciones del liderazgo las reúnes: lenguaje indecen-
te, ruin linaje, eres discutidor. ‘flenes todo lo necesario para la
~o política. Los oráculos coinciden también con el pitico. Así que
corónate y haz una libación a la Estupidez. Y ¡ a defenderte de
ese tipo!
MoRduiElto
¿Y quién se pondrá de mi parte? Los
ricos le temen y la gente pobre se pee de miedo ante él.
DEMÓSTENES
~s Pero hay mil caballeros, hombres de pro, que le odian y acudi-
rán en tu ayuda; de los ciudadanos, así lo harán también las
personas decentes y de los espectadores, todo el que tenga
buen juicio. Yo estaré con ellos y también echará una mano la
250 divinidad. No temas, porque no está caracterizado, pues por
miedo ningún fabricante de máscaras quiso hacer una que se le
pareciera. Aunque, de todas formas, se le reconocerá, ya que el
público es perspicaz (sale el Pafiagonio de la casa de Demo).
MORCilLERO
¡Desdichado de mí!, el Paflagonio sale.
PAPLAGoNIo
~s No ciertamente, ¡por los doce dioses!, os alegraréis los dos de
estar tanto tiempo conspirando contra el pueblo. (Reparando
en la copa) Esa copa calcídica, ¿qué hace aquí? No cabe duda
de que preparáis la defección de los calcidenses 25~ Pereceréis,
moriréis, grandísimos bribones.
 ~ Calcis, la principal ciudad de Eubea, se sublev6 contra Atenas en 445 y
fue sometida por Pendes (cf. Tuc., 1144). En los inventarios del Partenón se
mencionan ‘vasos calcídicos’ de plata. El calificativo aquí empleado para un
enser, de material evidentemente mb modesto, es una exageración cómica
que sirve para poner de relieve la manía delatoria de Cicón.



L
DEMÓSTENES
[Pdo. 242-283 (4 tro)
(Al Morcillero) ¡Eh! tú, ¿por qué huyes? Párate. Noble morci- 240
llero, no traiciones el plan. (Al coro que entra) Caballeros,
acudid. Ahora es el momento. Simón, Panecio 26, galopad so-
bre el ala derecha. (Al Morcillero) Ya están cerca. ¡Ea! defién-
dete y da la cara. La polvareda indica que cargan en bloque. 245
¡Venga!, defiéndete, persiguelo, ponlo en fuga.
CORO DE LOS CABALLEROS
Duro, duro con el granuja, espantajo de la tropa de a caballo,
recaudador de impuestos, abismo y Caribdis de rapiña, granuja
y requetegranuja. Mil veces se lo repetiré, pues granuja es mil 250
veces al día. Golpéalo, persíguelo, espántalo, desconciértalo y
muéstrale tu aborrecimiento, que también lo hacemos nosotros.
Acósalo con tus gritos. Pero, ¡cuidado!, no se te escape, pues
conoce los caminos por los que Éucrates 27 huyó derechito a
los molinos.
P~’n~AooN¡O
(Al público) Ancianos heliastas, cofrades del trióbolo, a quie- 255
nes apaciento clamando a voces lo justo y lo injusto, venid en
mi ayuda, que me están dando golpes unos conjurados.
CORIFEO
Con razón, pues devorabas los fondos comunes antes de tocar-
 ~ Simón y Panecio probablemente, como dice el escoliasta, eran hiparcos
ese afio. El primero aparece como sacerdote de un ¡h(a.ios de Heracles del
demo Cidateneo en IG 112. 2343 (cf. S. Dow, Am. Journ. Arch. 73 [19691,234
ss.), y quizí fue autor del tratado hípico mencionado por JENOFONTE, De la
equitación 11.
 27 Personaje aludido anteriormente (cf. nota 19). El texto griego (y. 254)
dice e<~Oi, tGiv xvQ1~iWV ‘derecho al salvado’, lo que puede significar, o que
se retiné a sus molinos para dedicarse a una actividad lucrativa abandonando
la política, oque se refugié en ellos huyendo de una persecución.



4’
 182 COMEDIAS LOS CABALLEROS 183
 te en suerte tu porción y palpabas, como si fueran higos, a los
~óo obligados a rendir cuentas, para ver cuál de ellos estaba verde,
 o maduro, o un tantico duro; y si reconocías que alguno era
poco enredador y lelo, lo hacías traer del Quersoneso, con tus
calumnias le ponías la zancadilla, le dabas la vuelta y te lo trin-
cabas por ... la espalda 28~ Observas a los ciudadanos para atis-
265 bar cuál de ellos tiene el pelo de la dehesa, dineros y buen lina-
je, y tiembla ante las complicaciones.
PAFLAGOMO
¿Me atacáis también? Pero si yo, amigos, estoy recibiendo gol-
pes por vosotros, porque iba a proponer que es justo que se os
erija un monumento en la Acrópolis por vuestra valentía 29•
CoR1~O
 ¡Qué embustero y qué zorro eres! ¿Ves con qué engaños trata
270 de ganarnos, como si chocheásemos? Pero, si por ahí vence,
(mostrando el puño) recibirá un golpe de éste, y si trata de za-
farse por aquí, una buena patada.
PM~ooMO
(Tratando de esquivar los golpes) ¡Oh! ciudad y pueblo, ¡qué
fieras me pegan en el estómago!

 ~ El verbo xo~frroct~ (y. 263: &v~i ~o0 xataialnw,%«~ sehol.) en
este contexto, donde se juega con el adjetivo ‘maduro’ y el substantivo cLj~o~
‘espalda’, se prestaba a una interpretación obscena, habida cuenta de su posi-
ble asociación con xó>~ov ‘colon’ y ~¿uvetv ‘cubrir’. Sobre las actitudes del
coro y del Paflagonio al declamarse los vv. 270-272, cf. P. THIERCY, ~Probl~-
mes de distnibution et d’attribution de repliques chez Anistopbane», Pailas 38
 (1992), 289-300.
 29 Sobre la brillante actuación de la caballería ateniense en la expedición a
Soligea, localidad próxima a Corinto, a la que alude el antepinrema de lapar~-
basis, cf. Tudonzs, IV 4245.
CORIFEO
Encima gritas, como haces siempre para doblegar a la ciudad.
PA.n~c3ON¡O
Si, y con este grito de guerra te voy a poner en fuga ya de en- 215
trada.
CORwno
Bien, si vences con tus gritos, para ti la ovación de la victoria,
pero (señalando al Morcillero), site sobrepasa en desvergílen-
za, el pastel del premio ~ es nuestro.
PAFLAGONIO
(Señalando al Morcillero) A este individuo yo lo denuncio, y
afirmo que exporta ‘caldamen’ 31 para las trirremes de los pe-
loponesios.
MORcn±atO
También yo a él, ¡voto a Zeus!, porque corre al Pritaneo con la 280
andorga vacía y sale arreando después con ella llena.

Y sacando, ¡vive Zeus!, lo prohibido al propio tiempo, queso,
carne y salazón de pescado; lo que jamás se le consintió a Peri-
cíes 32•
 30 El 1WQa4A0fJ~ (y. 277), segdn informa un escolio, era un pastel que se
daba como premio a quienes podían resistir la noche entera despiertos en los
sympos¡a.
 31 El neutro plural ~w~ei~ata, formado a imitación de otros como
~atfieu~xa, 8oi)Xet,~a de la tragedia, es de creación cómica sobre ~w~¿ó~
‘caldo’. De la misma manen que el pueblo emplea el sufijo culto -men para
referirse a cosas harto concretas, lo hemos traducido por ‘caldamen’, que tiene
cierto efecto de aprosdóki¡on marinero (cf. ‘velamen’).
 32 Pendes jamas fue honrado con la alimentación a expensas póblicas en
el pritaneo.



COMEDIAS LOS CABALLEROS 185
PA~GoNIO
[Ag. 284460
(Alzando la voz) Moriréis los dos ahora mismito.
MoRCuIERO
Ps.ru«jONIo
Confieso que robo, y tú no.
MORCILLERO
Claro que no, ¡por el Hermes del mercado!,
y aunque me estén viendo, perjuro no hacerlo.
PAFL&GONío
Te atribuyes habilidades ajenas
y declararé ante los prítanes
que tienes, sin pagar el diezmo,
tripas consagradas a los dioses ~3.
1 Str. 303-313 (paeon, 4 tro)]
CORO
300
[Od. 303-332
Bribón, asqueroso, bocazas,
de tu descaro está toda la tierra llena,
toda la Asamblea, las autoridades,
los procesos públicos y los tribunales.
Removedor de fango, que has perturbado
toda nuestra ciuda4 y ensordecido
a nuestra Atenas con tus gritos,
oteando desde lo alto de las rocas
como si fueran atunes, los tributos.
PAFL>.ooNIo
310
[PrEp. 314-321(4 tro)
Bien sé de dónde se me cose la suela de este zapato.
 La explicación del escoliasta (idos nidge¿m¡ tenían por costumbre en-
tregan la d¿cima parte de las victimas a los prítanes») no es del todo satisfacto-
ns. El diezmo estA atestiguado en el caso de Atenea, pero el plural ‘dioses’ es
impreciso. Tampoco consta si la phdsis ‘denuncia’ se podía hacer ante la co-
misión permanente del Consejo constituida por dichos magistrados.
 ~ A saber, las de la Pnix, colina rocosa, considerada como un
Ouvvooxosieiov (‘atalaya para observar los atunes’) desde el que se oteaba el
mar Egeo.
184
PrAg 284-360 (sist. tro)]
235
Gritaré tres veces más que tu.
PAFLAGONIO
 Te aturdiré a voces.
MORCillERO
 Te acallaré a gritos.
PAI~aoNíO
Te d~famaré, si eres general.
MORCillERO
Te zurraré el lomo como a un perro.
PAFLAoONIO
Te acorralaré con mis embustes.
MORCILI..uaO
Te cortaré la escapado.
PAn~aoNíO
 Mírame sin pestañear~
MORCillERO
También me crié en la plaza.
PAFLAGONIO
Te haré pedazos, si replicas.
MORCILLERO
Te haré mierda, si rechistas.
305
 186 COMEDIAS LOS CABALLEROS 187
MORCILLERO
315 Si tú no entiendes de suelas, tampoco yo de morcillas; tú, que
cortabas sesgado cuero de buey raído para que pareciera maci-
zo y se lo vendías engañosamente a los campesinos; y antes de
llevarlo un día, habla dado de si más de dos palmos.
DEMÓSTENES
320 ¡Por Zeus!, también a mí me hizo lo mismo, y di harto que reír
a mis paisanos y amigos. Pues, antes de estar en Pérgasas 35,
nadaba en las sandalias.
II str. 322-332 (pacon. tro)]
325
CORO
¿Acaso desde un primer momento
no mostraste desverguenza, que es
la única patrona de los oradores?
En ella confiado, tú que eres el primero,
exprimes a los extranjeros que dan fruto.
Y entretanto, al hijo de Hipodamo ~
se le caen las lágrimas contemplándote.
Mas apareció, para contento mio,
otro mucho más bribón que tú,
 33 Demo del Ática.
 ~ Poniendo en relación este verso (327) con el decreto recogido en Psauoo-
PLUTARCO, Vida de Antífonte (Mor. 833-834), donde aparece un Arqueptólemo,
hijo de Hipodamo, y el y. 794 de nuestra pieza, en el que se menciona un An-
queptólemo, se ha pensado que los tres personajes son la misma persona y que
Hipodamo era el célebre arquitecto de Mileto. En contra de esta identificación
se manifiesta A. W. GoMMa, <Notes on Greek comedy», CR 59(1958), 2-4, a
favor A. H. Sow.leutsiEIN, <Notes on Aristopbanes’ Kn¡ghts>., CQ n. a. 30, 1
(1980), 47, basándose: a) en que el escolio al y. 327 da por supuesto que se
trata de Hipodamo de Mileto y que su hijo es Anqueptólemo. b) que Hipada-
mo no es un nombre ático y que su mención aquí supone que era una persona
bien conocida en Atenas.
¡
que te parará y te sobrepasará,
a ojos vistas, en eso mismo: en truhanería,
en desparpajo y en marrullerías.
Coiwno
[Kat. 333-334(4 ia)
(Al Morcillero) ¡Ea! tú, que te has criado de donde salen los
hombres que cuentan hoy en día, muestra ahora que la buena
crianza no tiene nada que decir.
MoRcilLERo
[Ep. 335-366(4 ia)
A eso voy. Escuchad qué clase de ciudadano es ése.
335
PAFLAGoNIo
¿No me vas a dejar el turno?
MORau.ERO
 No, ¡por Zeus!, pues tam-
bién soy un mangante.
Co~tw~o
Y si con eso no cede, añade que desciendes de mangantes.
PAFLAIoNIo
¿No me vas a dejar el turno?
Moací¡mto
No, ¡por Zeus!
PAFLAGoNIo
SI, ¡por Zeus!
MORCILLERO
No, ,por
Posidón! Ante todo defenderé mi derecho a hablar primero.
330
 188 COMEDIAS LOS CABALLEROS 189
PM~t.,~ooNIO
340 ¡Ay! voy a reventar.
MORCILLERO
Pero yo no te dejaré.
Co¡twno
 Déjale, déjale, ¡por los dioses! que reviente.
PAFLAGONIO
¿En qué cotillas para pretender hablarme cara a cara?
MORCiunto
En que también soy capaz de hablar y de aliñar un discurso ~.
PAFLAGONIO
 Mira tú: ¡Hablar! Tú sí que aceptarías el caso que buenamente
345 te cayera, en crudo y despedazado, y lo tratarlas bien. ¿Sabes
lo que me parece que te pasa? Lo que a los más. Por haber ha-
blado bien en una birria de pleito contra un residente extranje-
ro, repitiendo tus palabras durante la noche, hablando en las
calles contigo mismo, bebiendo agua, ensayando y molestando
350 a los amigos, te creíste capaz de hablar. Imbécil, ¡qué insensa-
tez!

 ~ El venbo ka¡ykopoieln (y. 343) es propiamente preparar un ka,ykeuma
(especie de salas lidia) y está empleado aquí, como advierte un escolio, en el
sentido de <adornar el discurso con abigarramiento de palabras>. Por su seme-
janza fonética puede asociarse con kiryke<umata po¿etn ‘hacer pregones’ (es
decir, hablar a grandes voces’), cf. C. L Neuour.c¡, <xcxQlJxoluxeTv, Anisto-
phanea, Knights 343», PhQ 20(1941), 609-610. Por su parte, A. H. Soao<mx-
mus. <Notes on Anistophanes’ Kmghts», CQ n. s. 30,1 (1980), 343 ha llama-
do la atención sobre dos entradas de Hesiquio: xaQ<1~eLv ~QQ&rrELV y
(<¡Q~>fl5~• ~iayasgel>Iaaosov, &Q1U~AaULV, que confirman la interpretación
del escoliasta.
MORCILLERO
¿Y qué bebías tú para hacer lo que hiciste a la ciudad, que por
tu culpa no puede hablar de tanto que le metes la lengua en la
boca?38
P~AGoNIo
¿A mí me vas a comparar con alguien? ¿A mí, que voy y me
trago una ración calentita de atún, me pimplo después una ja-
rra de vino puro, y me paso por la piedra a los generales de 355
Pilo?
MORCILLERO
Y yo voy y me zampo una panza de buey y una tripa de cerdo,
y me echo al coleto el caldo, y sin limpiarme los morros sofo-
co después a los oradores y le quito a Nicias el sosiego.
CoRn~o
Lo demás que dijiste me agrada. Pero hay algo que no me cae
bien: que seas el único en engullir el caldo de la política.
360
PAruwoNío
Comiendo lubinas 39, no espantarás a los milesios.

 35 Esto es lo que significa xatÉy)~ontLo~ivl]v (y. 352). El xata-
T)~cbTuo~.&a es el beso erótico, con activo trabajo de la lengua, tesitura en la
que difícilmente cabe articular palabra.
 ~‘ Quizá el apodo de Xáfr~czxa~ se daba a los oligarcas en Mileto, ciudad
aliado de Atenas. Poniendo interrogación .a final de la frase y refiriendo oi> a
xaraqxxyixv, J. TAILLARDÁT, scAristophanea. II CavaIier~, 36 1-362», BAGB
(1961), 109-111, traduce: <¿Sin comer lubinas quieres soliviantar a los mile-
sios?». La lubina para los griegos era un pez muy voraz y astuto. de ahí que en
sentido figurado la expresión X¿4lQaxrx~ ~é~QwxE (‘ha comido lubinas’) de-
signaría a las personas codiciosas y taimadas (cf. oxo~iuot,~ ~é~Qwxe). Esta
interpretación, que da algiin sentido a este oscuro verso, exigiría la negación
i~ynooi~.
[Pn. 367-381 (sist. ia)
1
190
COMEDIAS
MoRcillERo
Pero comiendo chuletas, compraré minas 40•
PA.n..&GON¡o
Yo saltaré sobre el Consejo y lo sacudiré violentamente.
MoRcíu.aao
Y yo te embutiré el culo como tripa de morcilla.
PAFLAGONIO
365 Y yo te arrastraré a la puerta, boca &bajo, agarrándote de las
cachas.
D~ós~s
Y de rechazo a mí también, ¡por Posidón!, si consigues llevár-
telo a rastras.
PM~GONIO
¡Cómo te voy a atar al cepo!
MoRCIuERo
Te haré procesar por cobardía.
PAFLAGONIO
Tu piel va a quedar extendida.
MORCILLERO
 370 Te arrancará el pellejo para hacer un saco de ladrón.
                   PAFLAGONIO
         Quedarás clavado en el suelo.

 40 Las minas eran monopolio del Estado y el Consejo las cedía en arrien-
do a los particulares.
LOS CABALLEROS
191
MORCILLERO
Te voy a hacer picadillo.
PAFLAGONIO
Te arrancaré las pestañas.
MORCIu..nRO
Te cortará el buche.
D~Ós’r~r’~Es
¡Por Zeus!, metámosle un clavo
en la boca, al estilo de los carniceros
y sacándole la lengua, mirémosle bien,
mientras está boquiabierto, el culo,
a ver si tiene landrillas.
1 AStr. 382-390]
CoRo
375

390
(AOd. 382-406
Hab(a~ en efecto, otras cosas
más calientes que el fuego
y en la ciudad palabras más
desvergonzadas que las desvergonzadas.
La cosa no era tan sencilla
(Al morcillero) ¡Ea!, ve por él
y retuárcele. No hagas nada a medias.
En este momento lo tienes bien agarrado
y, si ahora en el asalto, lo ablandas,
descubrirás su cobardía.
Yo conozco su forma de ser
385
390
 MoRcillERo [AprEp. 391-396(4 tw)
Y, pese a ser así toda su vida, parecía encima alguien, por se-
gar cosecha ajena Ahora las espigas que de allí sacó las ha
puesto a secar, atadas al almiar, y quiere venderlas.


 192 COMEDIAS LOS CABALLEROS 193
PAPLAGONIO
No tengo miedo de vosotros, mientras exista el Consejo y la
cara de Demo siga alelada en las sesiones.
II Antísir. 397-406]
CoRo
¡Qué desverguenza muestra en todo
sin que se le demude la color!
Si no te odio, que me convierta
en piel de cordero en casa de Cratino 41,
o me hagan ensayar los cantos
de una tragedia de Mórsimo 42~
¡Oh! tú que, sobre todo y en todo asunto,
te sientas en las flores del soborno,
¡Ojalá! arrojaras, tan fácilmente
como la hallaste, la mordida que en la boca
te metiste, pues sólo entonces
podría yo cantar: «Bebe, bebe
por el feliz acontecimiento» ~3.
CORWEO
(AKaL 407-408
Y hasta creo que el hijo de Ulio, el viejo mirón del trigo”, go-
zoso, cantada el ‘Yepeán’ y el Baco-Baco’ ~5.

 ‘.‘ Cratino, cuya afición a la bebida era conocida, padecía de incontinencia
de arma. Las pieles se usaban como mantas.
 42 Sobrino nieto de Esquilo y mediocre autor Irígico (cf. Paz 801; Ranas
151).
 ‘.~ Comienzo de un canto de victoria de Simónides (fr. 14 Bergk =7 Page).
‘.‘.EI personaje aquí mencionado (Ulio, hijo de Cimón) tal vez fuera si-
Ioph,JLax (‘vigilante del grano’) en 425/424 y tuviera cierta morbosa inclina-
ción a los mancebos pelirrojos; de ahí que, aludiendo al homérico partheiw-
ptpls Cmirón de muchachas’), le llame al poeta ‘mirón del trigo’ (y. 407), que
fícilmente podía confundirse con rruQgoxbn~v ‘mirón de pelirrojos’.
 ‘.~ Gritos de ritual en los cultos de Apolo y Dioniso. Estas muestras de ale-
gría presuponen que Ulio estaba de alguna manera amenazado por Cleón, cf.



j
PAFLAGONIO
[AEp. 409-440 (4 ia)
No me ganaréis a desverguenza, ¡por Posidón! Que no pueda, 410
si no, encontrarme jamás junto a las entrañas del Zeus de la
plaza46
MORcILLERO
Por mi parte, ¡por los muchos puñetazos que desde niño
aguanté por tantas causas y por las cuchilladas!, creo que en
eso site aventajaré, o en vano me habría criado tan buen mozo
alimentándome de migajas.
PAFLAGONIO
¿De migajas, como un perro ~ Grandísimo canalla, ¿Cómo 415
vas a luchar, si tomas alimento de perro, con un ... cinocéfa-
lo4?
MORCillERO
Y tengo, ¡voto a Zeus!, otras triquiñuelas de cuando era niño.
Engañaba a los carniceros diciendo así: «Mirad, chicos. ¿No lo
veis? ¡La primavera! ¡Una golondrina!». Ellos miraban y yo, 420
entretanto, robaba un trozo de carne.


A. H. SOMMERSTEIN, «Notes on Aristophanes’ Kn¿ghts». CQ , n. s. 30. 1
(1980), 49.
 46 Alusión tal vez a los sacrificios que se hacían a Zeus al comienzo de las
sesiones de las asambleas.
 ‘.~ Después de comer se limpiaban los dedos con migas de pan que se
arrojaban a los perros.
 ‘.‘. El nombre (literalmente ‘cabeza de perro’), que designaba al babuino o
a un fabuloso animal medio humano (cf. Haitónoro IV 191), tal vez le vino en
mientes al poeta por asociación con el apodo de schinokiphalos (‘cabeza de
cebolla albarrana’ = ‘puntiaguda’) que se habla dado a Pericles.
L
405
Ir
194
COMEDIAS
Coanno
¡ Sagacísima carne! ¡Con qué maña te la agenciaste! La roba-
bas, cual si comieras ortigas 49, antes de llegar las golondri-
nas.
MoRCillERO
Y hacía eso sin que se dieran cuenta. Y si alguno de ellos me
vela, escondía el pedazo entre las cachas y negaba jurando por
425 los dioses. Tanto e~s así que uno de los oradores viéndomelo
hacer dijo: «Es imposible que este chiquillo no llegue a ser go-
bernante del pueblo».

Bien se lo barrunté. Pero está claro de qué lo dedujo: la hablas
robado y perjurabas que no, pero la carne ~ la tenía dentro tu
culo.
PAFLAGONIO
 Yo pondré fin a tu descaro (mirando a Demóstenes) o más
430 bien, al de ambos. Pues me voy a lanzar ya, desencadenado
como un recio vendaval, sacudiendo a la vez, en donde caiga,
la tierra y el mar.
MORCILLERO
Y yo plegaré ... las morcillas y me dejaré llevar por el oleaje a
favor del viento mandándote al cuerno.
DEMÓSTENES
Y yo, por si hay una vía de agua, vigilaré la sentina.

 ‘.~ Las ortigas se usaban como condimento: pero se debían coger muy tier-
nas, antes de la llegada de la golondrina.
~<> En este pasaje kre<as (‘carne’) es el membrum vzru¡e.
LOS CABALLEROS
195
PAPLAGONIO
No quedarás sin pagar, ¡por Deméter!, el haber robado tantos 435
talentos de los atenienses.
DEMÓSTENES
¡Ojo! añoja la bolina, que éste trae
ya soplos de cieno y delación.
MoRclun~o
Sé con certeza que tienes diez talentos sacados de Potidea 5~.
PM~GON¡o
¿Y qué? Si recibes uno de ellos, ¿te avienes a callarte?
DEMÓSTENES
El gaché los cogerla con gusto. Suelta los cables de la yerga. 440
El viento está amainando.
 PAFLAGONIO (APn. 441-456 (sist. ia)
Serás acusado en cuatro
procesos de cien talentos.
MoRCnxe¡~O
Y tú en veinte por prófugo
y en ,nás de mil por robo.



 3’ LosgastosocasionadosporelsitioylatomadePotidea(43W429a.C.)
fueron enormes (2000 talentos, segdn TucI¡3mas, 11117). Alguno de estos di-
meros pudo caer en el bolsillo de los políticos imperialistas.
Ir
196
COMEDIAS
PAFLAGONIO
Afirmo que eres del linaje
de los sacrílegos de la diosa 52•
MORCILLERO
Afirmo que tu abuelo fue
uno de los lanceros 53...
PAFLAGONIO
¿De cuáles? Explícate.
MORCillERO
De los de Birsine M, la mujer de Hipias.
PAFLAGONIO
Eres un mentiroso.
MORCILLERO
Y tú, un granuja.
CORIFEO
Pégale fuerte.
PAFLAGONIO
¡Ay! ¡Ay!
Me pegan los conjurados.
 52 Los asesinos de los partidarios de Cilón que habían buscado asilo en el
altar de Atenea fueron declarados, con sus descendientes, &vayrig XQL
&X4XjQLO~ ~ OeoO ‘malditos y culpables ante la diosa’ (Tuclo¡oes 1126, 7).
La acusación de pertenecer a este linaje maldito se le hizo a Clistenes y a Peri-
cíes.
 ~ La guardia de corps del tirano Hipias que mató a Harmodio el tiranicida
(Tuclr>mas, VI 57).
 ~ Su verdadero nombre era Mírsine, hija de Callas (Tuclomas, VI 55). La
deformación se ha hecho sobre b’>Srsi y viene a significar ‘Cuerina’.
LOS CABALLEROS
197
CORIFEO
Pégale con todas tus fuerzas
y zúrrale la panza con las entrañas
y las tripas del cagalar~
caga ... stigale al tío ~
455
[Sphr. 457460 (4 ia)
¡Oh! nobilísima carne y en ánimo el mejor de todos, que para
la ciudad y nosotros, los ciudadanos, apareciste como un salva-
dor, ¡qué bien, qué sagazmente confundisie con tus palabras a
ese individuo! ¿Cómo podrían corresponder las alabanzas que 460
te hiciéramos al gozo que sentimos?
 PAFLAGONIO [Esc. dial. 461497(3 is)
¡Por Deméter!, no se me escapé que se estaba armando este
tinglado. Sabia que todo él estaba clavado y encolado.
DEMÓSTENES
(Al Morcillero) ¡Ay de mí! ¿No dices nada en jerga de carrete-
ro?
MORCILLERO
(Al Pafiagonio) Tampoco se me escapan a milos manejos que 465
traes en Argos ~. (Al coro) Como excusa pone que trata de
conseguirnos la amistad de los argivos, pero allí se reúne en
privado con los lacedemonios. Y adónde se aplica el fuelle de
 ~ Pretendemos reproducir así el juego toT~ XÓ>~oL ... xo>4 (vv. 455-456)
 ~ Sobre la distribución de versos los 464, 465 y 470, cf. P. THIERCY,
«Probl~mes de distribution et d’attribution de repliques chez Aristophane»,
Pallas 38 (1992), 289-300. Argos, regida por una democracia, aunque a lasa-
zón estaba en tregua con Esparta. tenía ciertas diferencias con ella por la pose-
sión de la Cinuria. Buscar la alianza de Argos, que se mantenía en precario
equilibrio entre las dos grandes potencias, era uno de los objetivos de los de-
mócratas radicales.
445
450
 198 COMEDIAS LOS CABALLEROS 199
esto, lo sé: se está fraguando en beneficio de los encadena-
dos ~.
DEMÓSTENES
470 Muy requetebién. Contra la encoladura aplica la fragua.
MORCILLERO
Y también dan martillazos contigo algunos de allí: y eso, ni
por plata ni oro que me ofrezcas, ni aunque me envíes a tus
amigos, lograrás disuadirme de exponérselo a los atenienses.
PAFLAGONIO
475 Ahora mismo me voy al Consejo a denunciar las conjuras de
todos vosotros, vuestras reuniones nocturnas en la ciudad, todo
lo que estáis conspirando con los medos y el Gran Rey, y el
queso ese que se está cuajando con los beocios 58~
MoRcillERo
tao A propósito, ¿a cuánto se vende el queso en Beocia?
PAFLAGONIO
A ti, ¡voto a Heracles!, te voy a dejar tendido en tierra (sale
precipitad wnente).
CoRIFEo
 Venga ya: ¿Qué idea o qué intención tienes? Ahora es el mo-
mento de mostrarla, si de verdad escondiste antaño la carne en-
485 tre las cachas, según dices. Pues te vas a ir volando al Consejo,
porque ése se precipitará allí a calumniamos a todos y a poner
el grito en el cielo.
MORCILLERO
Está bien, iré. Pero antes, estando como estoy, dejaré las tripas
y los cuchillos aquí mismo.
D~tÓSm’¿Es
(Sacando un trozo de tocino de la cesta) Ten, úntate el cuello 490
con esto, para poder escurrirte de sus calumnias ~
MORCILLERO
Bien dicho eso. ¡Ni que fueras un entrenador!
DEMÓSrEr’~S
(Sacando una ristra de ajos) Ten, toma esto y trágatelo.
MORCILLERO
¿Para qué?
DEMÓsm’¿uS
Para que luches mejor, tío, excitado por los ajos. Y «apresúrate 495
deprisa» ~.
MORCILLERO
Así lo haré.
DEMÓs1~NES
No te olvides de picotearlo, de acu-
 57 A saber, los prisioneros de Esfacteria.
 38 Las denuncias de alta traición (e¡sangella¡) se hacían ante el Consejo.
Por aquellas fechas el general Demóstenes mantenía contactos con los demó-
cratas beocios con vistas a un cambio de situación (Tudwr>es, IV 76), que se
vieron frustrados en la batalla de Delion. El queso de Beocia era muy apre-
ciado.
 Los luchadores se untaban de grasa el cuerpo para ofrecer menos presa
a sus rivales.
 60 A los gallos de pelea se les excitaba con ajos; cf. Acarn. 166. Las últi-
mas palabras son una deformación del conocido refaln «apresilrate despacio»,
como en Tesm. 277.
500


505
1
200
COMEDIAS
sano y de comerte su cresta. Procura regresar habiéndote co-
mido sus barbas (sale el Morcillero).
Kom. 498-506 (sist. an)]
CoRo
[Pbs. 498-610
Vete en buen hora
y ¡ojalá! las cosas te salgan
conforme a mi deseo, y te guarde
el Zeus de la plaza. ¡Así! regreses
de allí junto a nosotros vencedor
y cubierto de coronas. (A los espectadores)
Vosotros, ahora, prestadnos atención
a los anapestos, vosotros,
que ya tenéis experiencia personal
de una Musa muy variada.
Anap. 507-546 (4 an)
Si alguno de los antiguos maestros de comedias nos hubiera
acuciado a dirigirnos al público para decir unos versos, no lo
hubiera conseguido fácilmente. Pero ahora el poeta es merece-
510 dor de ello, porque odia a los mismos que nosotros y se atreve
a decir lo justo, y se enfrenta noblemente al tifón6’ y al hura-
cán. Pero, con respecto a lo que dice de que se le acercan mu-
chos de vosotros a mostrarle su extrañeza y a indagar por qué
no ha pedido hace tiempo un coro para si mismo, nos ha roga-
do que os demos una explicación. Nuestro maestro, en efecto,
sís asegura que se ha demorado, no porque le pasara esto por ne-
cedad, sino por considerar que la dirección de un coro de co-
media es el trabajo más difícil de todos. Pues son muchos los
que han cortejado a la comedia, y pocos aquéllos a quienes les
ha concedido sus favores. También desde hace tiempo se habla
percatado de que sois inconstantes por naturaleza y de que

 61 Es decir, Cleón.
r
LOS CABALLEROS
201
ibais traicionando, tan pronto se hacían viejos, a los poetas que
le precedieron. Por un lado, sabia lo que le ocurrió a Mag- 520
nes 62, cuando le salieron canas; a él, que habla erigido trofeos
de victoria como nadie sobre los coros rivales. Acudió a toda
clase de recursos, a tocar la lira, agitar las alas, caracterizarse
de lidio, de mosquito, y a pintarrajearse de color verde nana 63:
No le valió de nada. A la postre, en su vejez, no ciertamente en s~s
su juventud, fue rechazado, cuando era un anciano, porque ha-
bia perdido el gracejo. Se acordaba también de Cratino ~, que,
crecido del abundante elogio, se desbordaba por los campos
llanos y, saliéndose de madre, arrastraba consigo de raíz, enci-
nas, plátanos y ... enemigos. En los banquetes era imposible
cantar otra cosa que «Doro la de sandalias de higo»65 o «Artí- 530
fices de himnos hechos por diestra mano»: tan grande era su
éxito. Ahora, en cambio, no le compadecéis, cuando le veis de-
cir necedades, caldas como están ya las clavijas de su lira, sin
tensión sus cuerdas y resquebrajadas sus junturas. A su vejez,
anda de un lado para otro, como un Connás ~ cualquiera, con
una corona manchita y muerto de sed 67; él, que, por sus ante- 535
 62 El iniciador, con Qujónides, de la comedia ática.
 ~ Se alude a los disfraces de los coros de sus piezas tituladas TaAedores
de lira, Aves, Lidios, Mosquitos, Ranas.
 “Contemporáneo mayor de Aristófanes, ysin duda el más famoso come-
diógrafo ateniense después de éste. Es innecesaria la corrección en
<3~>Q?’laa~ (y. 526) del ~o>J4 ~eúoa; de los mss. propuesta por P. Gaoeia-
aooi~<, <Some Notes on Aristophanes», CR 30(1916), 183-184.
 ~ Deformación del adjetivo ‘de sandalia de oro’, propio de las diosas, so-
brc el término ‘sicofanta’. Doro <de dóron ‘regalo’) vendría a ser la diosa del
soborno.
 ~ Cretino se había burlado de Conno, célebre músico maestro de Sócra-
tes, deformando su nombre con el despectivo sufijo en -ds, cuando a su vejez
había caído en la miseria. Aristófanes le devuelve así el golpe.
 67 El propio Cretino se burló de su dipsomanía en su comedia PytiitL que
venció al a5o siguiente a Las nubes de Aristófanes. En dicha pieza el poeta
abandonaba a su esposa la Comedia por Medie (la Embriaguez).
y
202
COMEDIAS
riores victorias, merecería beber en el Pritaneo, dejar de cho-
chear y asistir, resplandeciente, a las funciones teatrales junto a
Dioniso. ¡ Qué de enfados y malos tratos vuestros soportó Cra-
tas!, quien con poco gasto os despedía de su mesa satisfechos
con el manjar de aquellas ocurrencias tan graciosas que sallan
540 de boca tan frugal. Éste, sin embargo, fue el único que pudo
resistir, a veces cayendo y otras no. Temeroso de esto, nuestro
maestro se demoraba siempre y a estas razones añadía que, an-
tes que el timón, hay que manejar el remo; que luego hay que
ser oficial de proa y observar los vientos, para saber después
545 dirigir con el timón el propio rumbo. Por todo ello, porque fue
prudente y no dijo tonterías, precipitándose como un insensato,
que vuestro aplauso se eleve como el bramido del man y dadle,
como escolta sobre los once remos ~,
(sist. se)] el propicio clamor de las Leneas,
para que el poeta se vaya gozoso,
[Pn. 547-550
habiendo conseguido su propósito,
radiante el rostro, la frente reluciente.
550
 “ Expresión (y. 546) de sentido incierto. Frente a la interpretación de Na-
bar, seguida por Coulon, Taillardat y Sommerstein de que los once remos son
los diez dedos y la lengua, fi. K. Huas~.an, «The knight’s eleven oars (Aria-
tophanes, Equates 546-547)», CJ 85 (1989), 115-118, opone que se aplaude
con las palmas de las manos y no con los dedos y que la metáfora resulta de-
masiado rebuscada, sugiriendo que ‘remos’ aludiría a algo que llevan los ca-
balleros. El extraBo espectáculo de caballeros con remos enriquecería la ejecu-
ción de la ada siguiente con su doble énfasis en Posidón como dios de las
naves y los jinetes (vv. 554 s., 560-564, 55 1-553, 556-559). Daría colorido a
la descripción de los ‘caballos-marineros’ (vv. 596-610) y a la conversación
de las trirremes de la segunda parábasis. Los remos de los caballeros serían un
símbolo de la comunidad de intereses entre la caballería aristocrática y la ma-
rina, el arma de las clases bajas.
LOS CABALLEROS
Sizigia
551-610
Pa¡rón de los caballos, soberano Posidón,
a quien agradan el relincho y el redoble
de los corceles con sus golpes broncíneos
y las raudas trirremes de azulados espolones,
cuando reciben su soldada ~, y la carrera de
jóvenes resplandecientes en sus carros,
aun apesadumbrados por la suerte adversa,
ven aquí al coro, ¡oh! dios del áureo
tridente, señor de los delfines,
a quien se eleva la plegaria en Sunion,
¡oh! dios de Geresto 70, hijo de Crono,
querido de Formión” y de los atenienses
como ningún otro dios en el presente.
203
[Od. 551
564 (gí, ion)

SSS



560
[Ep. 565-580(41ro)
Queremos alabar a nuestros padres, porque eran hombres dig- 565
nos de esta tierra y del Peplo 72, pues adornaron esta ciudad
 ~ Por ~Iu19oq~ QOL tQL12>QeL~ no hay que entender <tripuladas por merce-
narios., ni suponer con A. Willems que el estado alquilaba sus trirremes a
particulares para celebrar regatas y que el adjetivo alude a los ingresos obteni-
dos de ellas. Se trata de algo mucho más prosaico. En esta misma pieza (vv.
1366 u.) se emite una queja sobre la morosidad del demos en el pago a las tri-
pulaciones. Sobre compuestos poéticos como vtxi~q~ó~o; y &O>~o<póQo~ en
uno de sus típicos aprosdókita el poeta substituye el adjetivo esperado por
éste, que viene a decir que a Posidón le gustan las trirremes cuando reciben
puntualmente su paga (cf. O. BIO«CK, «MLo8oqóQo~ ci ‘AvuXéwv deux ca-
lembours par catachrése chez Aristophane», Eranos 38 (1940), 32-33). De la
misma opinión se muestra M. LANOFESTER, Die Richter des Ar¿stophanes.
Reobachtungen zur dramanichen Hand¡w¡g w¡d zwn kom¿schen Srl des Aris-
tophanes, Amsterdam, 1967, págs. 41-42.
 ~ En los promontorios de Sumon (sur del Ática) y Geresto en el territorio
de Corinto habla sendos santuarios de Posidón.
 71 El famoso almirante ateniense que en el 429 había vencido a la flota co-
rintia en Naupacto.
 72 A saber, que cada cuatro aiios se ofrendaba a Atenea en las Panateneas.
1
204
COMEDIAS
con sus continuas victorias en las batallas campales y con la
hueste naval en todas partes. Jamás ninguno de ellos, al ver a
570 los enemigos, los contó, y su arrojo al punto le sirvió de genio
defensor. Y si en algún combate calan de espaldas, se sacudían
el polvo y negaban luego haber caldo, reanudando la lucha. Ni
un solo general de los de antes reclamó alimentación a expen-
575 sas públicas, pidiéndoselo a Cleéneto 73; ahora, en cambio, si
no reciben asiento de preferencia y los alimentos, se niegan a
combatir. Nosotros, sin embargo, pretendemos defender noble-
mente y gratis a la patria y a los dioses de nuestra tierra. Y en-
cima no pedimos nada: sólo esto. Si llega alguna vez la paz y
seo nos libramos de penalidades, no veáis con malos ojos que an-
demos con melena74 y bien raspados con el estrígilo.
¡Oh! Palas protectora de la ciuda4 [AOd 581-594
¡Oh! señora de la tierra más sagrada
y superior a todas en la guerra,
en poetas y en poderío,
ven aquí con nuestra colaboradora
en las expediciones y combates,
la Victoria, que es compañera de nuestros
cantos corales y se pone a nuestro lado
frente a los enemigos. Aparece ahora aquí,
pues ahora, más que nunca, es preciso
5,0
 73 La alimentación a expensas públicas en el pritaneo y el asiento de pea-
ferencia en el teatro se concedían por decreto para premiar los servicios al es-
tasio. Pericles (cf. y. 283) jamás recibió esos honores. Cleéneto era el padre de
Cfrón
 ~‘ Dejarse la melena larga a la manera espartana era propio de la juventud
dorada ateniense. Un escolio menciona una ley suntuaria (por lo demás desco-
nocida) que prohibía esa costumbre. Los jóvenes no parecen refeiine sino a
una desaprobación social de dicha práctica estimada como una insolencia ju-
venil.
r
LOS CABALLEROS
205
que, con todos tus recursos, otorgues
el triunfo a estos varones.
tAEp. 595-610(41ro)
Lo que sabemos de nuestros caballos, lo queremos elogiar. 595
Dignos ciertamente son de alabanza, pues soportaron con nos-
otros muchas penalidades, incursiones y batallas. Pero sus ha-
zañas en tierra no nos causaron tanta admiración, como cuando
saltaron varonilmente a las tafureas, después de comprar pero- óoo
las y algunos también ajos y cebollas. Tomaron luego los re-
¡nos y, como nosotros los mortales, al ponerse a bogar, excla-
maron: «Hippapái ~5, ¿quién le va a dar al remo? Hay’que
echarle más fuerza. ¿Qué hacemos? ¿No vas a remar tú, el de
la marca de san 76»~ Desembarcaron de un salto en Corinto y, a
continuación, los jóvenes excavaron yacijas con sus pezuñas y 605
• fueron en busca de alimentos; en lugar de alfalfa ~, comían
crustáceos, apresándolos tanto si sallan a tierra como en lo pro-
fundo, de tal modo que, según dijo Teoro 78, exclamó un can-
grejo79 corintio: «Es terrible, ¡oh! Posidón, que ni en las pro- 610
fundidades, ni en tierra, ni en la mar, podamos escapar de los
jinetes» (entra el Morcillero).

 ~ En lugar de rhyppapai (Ran. 1073), que era el grito de boga en las tri-
¡remes.
 76 Como marcas de caballos se empleaban el san y la koppa, variantes do-
rias de las letras sigma y kappa.
 “ El texto dice ‘hierba de Media’, que se importó de esta región al final
de las Guerras Médicas. En el y. 605 aceptamos la lección ~3QOJ1LdItU de R en
lugar de CYtQw~Aata de v4>.
 75 Un poeta, por lo demás desconocido, según el escoliasta. Probablemen-
te se trata aquí del parásito de Cleón mencionado en Acarn. 134, Nub. 400,
Avisp. 42, etc.
 ~ ‘Cangrejos’ era posiblemente el apodo que daban los atenienses a los
corintios.
585
206
COMEDIAS
Co~no
[Eso. dial. 611-755 (3 ia)
¡Oh! tú, el más querido y gallardo de los hombres, ¡cuánta pre-
ocupación nos dejaste en tu ausencia! Ahora, una vez de regre-
so sano y salvo, cuéntanos cómo debatiste el asunto.
MoRaun~O
615 ¡Cómo iba a ser! Salí cual Nicobulo, vencedor en el Consejo.
CoRo
 Ahora si vale la pena lanzar [Str. 6 16-623 (tro lir.)
al unísono gritos de júbilo
¡Oh! tú, que cosas buenas dices y mejores
aún que tus palabras las hiciste,
¡ojalá! me refieras todo con pelos
y señales, pues hasta haría,
me parece, un largo viaje.
con tal de oírte. Ante esto, buen amigo,
habla con confianza, pues todos
nos complacemos contigo.
MORCILLERO
625 Vale la pena, en verdad, oír los hechos. Inmediatamente me
lancé tras él, pero ya estaba dentro del Consejo y, estallando en
palabras que retumbaban como truenos, atacaba a los caballe-
ros con imputaciones inauditas, acumulando palabras escabro-
sas para tacharles de conspiradores de la manera más convin-
cente. El Consejo, entero, al escucharlo, quedó empachado por
630 culpa suya de armuelles falsos ~<~ ponía cara de mostaza y ar-

 a> El annuelie afrdphaxys es planta de rápido crecimiento (cf. T~o~sin,
HLrL de las Plan:. VII 1,2-3), de ahí que, según el escoliasta, el convenciniien-
to del Consejo creciera con la velocidad de la misma. Puiao, Hút. Nat. XX 219
dice que causaba hidropesía y palidez Las mentiras del pseuda¡rdphaxys del
 Paflagonio surtieron rápido efecto en el auditorio haci¿ndole empalidecer de frs.
F
LOS CABALLEROS
207
queaba las cejas. Entonces me di cuenta de que aceptaba sus
argumentos y se dejaba engaliar por sus embustes. «¡Ea!, pues,
deidades de rijosos y embusteros —me dije—, de imbéciles, tra- 635
paceros y caraduras, y tú, plaza del mercado St en la que me
eduqué de niño, dadme atrevimiento, soltura de lengua y voz
desvergonzada». Mientras yo cavilaba esto, un maricón soltó
un pedo a diestra 82~ Yo me incliné para besar el suelo y al le- ~o
vantarme luego hice saltar de un golpe con el culo la cance-
la 83~ Abrí la boca y a voz en grito dije: «¡Oh! Consejo, porque
traigo buenas noticias, os las quiero comunicar primero a vo-
sotros. Desde que nos estalló la guerra, jamás vi los boquero- ~s
nes tan baratos». Al punto se serenaron los rostros. Después
trataron de coronarme por la buena nueva, y yo, como si fuera
un secreto, les dije que, para comprar boquerones a porrillo
por un óbolo, hicieran cuanto antes acopio de escudillas en las 65o
cacharrerías. Rompieron a aplaudir y se me quedaron mirando
boquiabiertos. Sospechándose algo el Paflagonio, como cono-
cedor de las palabras que más le gustan al Consejo, hizo una
propuesta: «Señores, me parece éste el momento de hacer, en
acción de gracias por la feliz coyuntura anunciada, un sacrifi- 655
cio de cien bueyes a la diosa». De nuevo se inclinó a su favor
el Consejo, y yo, dándome cuenta de que con las boñigas que-
daba derrotado, sobrepujé con doscientos y aconsejé hacer ma-
Llana un voto a la Cazadora de mil cabritos M, si se ponían las ~o
sardinas a óbolo el ciento. Volvieron sus cabezas hacia mí otra
 51 Las invocaciones a los dioses y a personificaciones abundan en los
exordios de los discursos. El Morcillero recurre a los más afines a su calafla.
 82 Burlesco: el trueno y el rayo se tenían por presagios favorables cuando
se producían a la derecha.
~ De la barrera que separaba a los consejeros del público.
 M El gran número de bajas persas en Maratón (más de 6.000) les impidió
a los atenienses cumplir el voto a Ártemis cazadora de inmolarle una cabra
por cada cadáver enemigo. En compensación decretaron un sacrificio anual de
620
1
208
COMEDIAS
 vez los consejeros, y él, atónito al oir esto, comenzó a decir
665 tonterías. Y mientras prítanes y arqueros 85 tiraban de él para
sacarlo, los consejeros, puestos en pie, alborotaban por los bo-
querones. Él, entretanto, les suplicaba un momento de espera,
«para que os enteréis —repetía— de lo que dice el heraldo de La-
670 cedemonia, pues ha llegado a proponer treguas». Pero a una
sola voz todos gritaron: «¿Ahora vienen con treguas, desgra-
ciado, cuando se enteraron de que aquí están baratos los bo-
querones? No las necesitamos. Que siga la guerra». Y pidieron
675 a gritos que los prítanes levantasen la sesión. Luego saltaron
las barreras por todas partes, pero yo me anticipé y corrí a
comprar todo el cilantro y los puerros que había en el mercado.
Y cuando no tenían donde encontrarlos, se los ofrecí gratis
680 para ahilo de los boquerones y se los regalé. Todos redoblaron
sus alabanzas y sus vivas a mi persona; así que me gané al
Consejo entero por un óbolo de cilantro y aquí me tenéis de
vuelta.
CoRo
En todo te fue como le cumple a un favorito de la suerte. El
trapacero se encontró con otro pertrechado
de trapacerías mucho mayores,
de engaños variopintos
y palabras falaces...
Con que, procura disputar
el resto del debate
[AStr. 683-
690 (tro lir.)
500 cabras el 6 de Boedromión. El efecto cómico radica en la desproporción
entre las posibilidades de abastecimiento en una ciudad sitiada con las pro-
poestas del Paflagonio y del Morcillero.
 ~ Los prítanes, que presidían la Asamblea y el Consejo, tenían bajo su
mando a los arqueros escitas encargados de velar por el buen orden de las se-
siones.
ir
LOS CABALLEROS
209
lo mejor posible. Ya sabes
que en nosotros tienes
aliados leales (Entra el Paflagonio).
690
MORCILLERO
A todo esto: por ahí se acerca el Paflagonio empujando una ola
sin cresta 86, perturbando y agitando todo, como si fuera a tra-
garme.¡Qué horror! ¡Vaya descaro!
PAFLAGONIO
Si no te aniquilo, con sólo una pizca que me quede de mis em- 695
bustes, que me caiga en pedazos.
MORCILLERO
Me gustan tus amenazas, me río del humo de tus jactancias,
me marco un zapateado, me doy la vuelta del cuco
PAJ~GoN1o
¡Por Deméter!, que deje de vivir, si de un bocado no te arran-
co88 de esta tierra.
MORCILLERO
¿Si no me arrancas de un bocado? Y yo, si no te saco de un 700
sorbo, aunque reviente después de engullirte.

 56 Amenazadora, por tanto, al no saberse la fuerza con que romperá.
 87 El Morcillero acompafla sus palabras con movimientos grotescos. El
lióO<uv según explican los escolios, era una especie de kónlox En cuanto al
verbo periekdk>zasa (y. 697), probablemente alude a un tipo de danza mim6ti-
ca del cuco, ave que a veces gira sobre si misma al cantar y tiene torpes movi-
mientos en tierra; cf: L E. LAwI~ax. <fle~iaxóxxauc-Añstophanes, Krdghu,
697», AJP 72 (1951), 300-307.
 • y. 98 áxqxiyw por &x~á>¿o, efecto de aprosdókl¡o~s que se recage ca la
respuesta del Morcillero.
685
1
 210 COMEDIAS

PAR~ooNIO
Te voy a destruir, ¡ por el asiento de preferencia que recibí por
lo de Pilo!
MORCILLERO
Mira tú: ¡la preferencia! ¡Cómo te voy a ver fuera de ella en la
última fila del teatro!
PAFLAGONIO
705 Te ataré al cepo, ¡por el cielo!
MoRCíu.a~O
¡Qué vivo de genio! Anda ya, ¿qué te echo de comer? ¿Qué te
gustaría más? ¿Una bolsa de dinero?
PAFLAGONIO
Te voy a arrancar las entrañas con las uñas.
MORCillERO
 Con ellas te sacaré yo los alimentos del Pritaneo.
PA.rt~c3oNIO
710 Te arrastraré ante Demo, para que me las pagues.
MORCILLERO
 Y yo a ti, y te difamaré todavía más.
P~nAGONIO
A ti, granuja, no te hace ningún caso y yo me río de él cuanto
quiero.
MORCILLERO
¡Qué convencido estás de que Demo es .cosa tuya!
mal. De lo que mascas
tragas el triple.

 lo puedo ensanchar o 720



te burlaste de mí en el
ir
 LOS CABALLEROS 211

PAt~GONIo
Porque sé qué bocaditos hay que darle. 715
MORCILLERO
 Por eso, como las nodrizas, le alimentas
 sólo le metes un poco en la boca y tú te
PAFLAGONIO
Porque, gracias a mi destreza, a Demo
estrechar.
MORCILLERO
Esa habilidad la tiene también mi culo.
P>~AGONIO
Buen hombre, no te irás a creer que
Consejo. Vayamos a la Asamblea 89~
MORCILLERO
Nada lo impide. Ya lo
ves, echa a andar, que nada nos detenga (Demo se asoma a la
puerta).
P~&~n.AGoNIO
Demo, sal aquí. 725
MORCILLERO
¡Por Zeus!, padre, sal de una vez.
 ~ Sí el Paflagonio ha acusado anteriormente al Morcillero, sin éxito, de
conspiración ante el Consejo, ahora pretende denunciarle ante la Asamblea
por f1~QL &¿s 3T)~Tjy<bv ‘malos tratos de obra’ delito que se llegaba a castigar
con la muerte en el derecho ático; y de ahí sus bravatas (cf. M. L¿Dres~rF.a,
(he Ríner des Arwophanes. Beobachiungen zur drwnatischen Handlung ¡oíd
zum lconuschen Sti¡ des Aris¡ophanes, Amsterdam, 1967, pág. 49). En toda la
escena se juega con el doble sentido de bf~o~ (‘asamblea’ y ‘pueblo’).
ver qué afrentas estoy sufriendo.
212
COMEDIAS
PAFLAGONIO
Demito, mi alma, sal a

DEMO
 (Acevtándose) ¿Qujénesgritan? ¡Largaos ya de la puerta! Me
730 habéis destrozado la rama de olivo ~ Paflagonio, ¿quién te
agravia?
P>.PLAGoNIO
 Por ti me están golpeando (se flalando al Morcillero)
ése de ahí y los jovenzuelos.
D~o
¿Por qué?
P.AcioN¡o
Porque te amo, Demo, y estoy enamorado de ti.

<Al Moreillero) Y tú en realidad ¿quién eres?
MORc1un~o
 El rival en amores de ése,
 que te lleva amando mucho tiempo y quiere servirte bien,
‘~ss como otros muchos hombres buenos y honrados, pero que por
su culpa mo podemos, ya que eres igual que los muchachos
 codejados: no aceptas a las personas decentes y te ofreces a
740 vendedores de lámparas, cordeleros, zapateros y curtidores.

 “La ebwk*sl (y. 729> era una rama de olivo, can cintas de 1am. y lo. di-
verso’ fruta’ de la recolección, que se ofrecía a Apolo en una procesión en las
Plamepalo. y lloplias y se colacabe después sobre la pausa de la casa lumia
— .ovaád. al do siguiauule.
iT
LOS CABALLEROS
213
P~ri.AGONIo
Yo, por cierto, le sirvo bien a Demo.
MORCILLERO
Di: ¿En qué?
PAi~GONíO
¿En qué? Los generales escaparon corriendo de Pilo. Allí na-
vegué y de allí me traje a los laconios91.
MORCILLERO
Y yo, mientras iba de paseo, mangué de un taller un puchero 745
que otro habla puesto a cocer.
PAFLAGONIO
Reúne ahora mismo, Demo, una asamblea, para enterarte de
cuál de los dos te es más adicto. Reconócelo y concédele tu
amistad.
MORCILLERO
Si, si, reconécelo, pero no en la Pnix.
DEMO
No puedo celebrar sesión en otro sitio. En marcha, pues. Debe- 750
• mos comparecer en la Pnix.
MORCILLERO
¡Ay desdichado de mí! ¡Qué perdido estoy! En casa, el viejo es
el más inteligente de los hombres, pero, cuando toma asiento

 91 Aceptamos en el 742 la corrección de Meineke t&v o~at1~-
• yGv i,,~ob9u&óvtwv tdv bc flu,Xov, la que mejor sana el texto a nuestro
juicio.
1
214
COMEDIAS
755 en esa roca, se queda boquiabierto como si estuviera ensartan-
do higos~.
11 Ag. 756-941]
760
CoRo
[Od. 756-760 (4 ja lír.)
Ahora ya has de largar toda tu vela,
tener impetuosa decisión e irrebatibles
argumentos, para quedar por encima
de éste. Pues es astuto el individuo
y hábil para hallar buenos recursos
en causas desesperados. Ante eso,
lánzate sobre él como recio vendaval.
Co¡ui~o
[Kat. 761-762 (4 an)
Pero ponte en guardia y, antes de que se te arrime, iza los del-
fines93 y pon la nave a su costado.

 ~ Traducción tentativa del &IL7tO&~WV ta~á6ci~ del y. 755, aún no bien
explicado. Puede referirse a la expresión atontada de quienes ejecutaban largo
rato un trabajo aburrido y maquinal. Los escolios a este lugar interpretan esta
expresión como ‘masticar’ o ‘pisar’ los higos. M. V. Mou’roR, «Aristarchos’
note on &~&no6L~wv to~á6c¡~: Equites, 755», Hermes 108 (1980), 12-14, ba-
sándose en un escolio que puede ser un fragmento de Aristarco, una entrada (e
2484) deI léxico de Hesiquio, y en CoLUMELA (IX 14), estima que era una ex-
presión del lenguaje de los apicultores, que daban a las abejas, cuando les fal-
taba la miel, un alimento substitutivo consistente en higos machacados y tal
vez humedecidos. Habría, pues, que traducir: «he gapes as one chewing dried
figa» («abre la boca como quien mastica higos secos»), lo que no reproduce
bien k¿chlne «se queda boquiabierto». T. W. Alíen, «Adversaria 118. Aristo-
phanes, Knights, 755», Rey. Ph¿L 9 (1933), 294-95, sostiene, basándose en
GA¡.w~o XI 120. que ¡schds no significa higo seco, sino el que está en el árbol,
y que la expresión aludiría a un juego infantil consistente en atrapar con un
lazo uno de estos frutos (&~uto6L~wv) y recogerlo a su calda con la boca abier-
ta, como puede deducirse de un escolio, cf. D¡óo. LABRe. y í, 18, y PLU’r.,
3rEQL pl3yf~ 602 A.
 93 Masas de plomo, así llamadas por su forma, que se dejaban caer sobre
la nave enemiga para hundirla.



1.
LOS CABALLEROS
215
 PAFLAGONIO [Ep. 763-823 (4 an)
A la soberana Atenea, protectora de la ciudad, suplico, si con
respecto al pueblo ateniense vengo a ser el hombre más bene- 765
mérito, después de Lisicles y de las putas Cinna y Salabacco ~,
cenar como hasta ahora, sin dar golpe, en el Pritaneo. (A Demo)
Y site odio y si no soy el único que sale a luchar por ti, que me
muera y que me sierren y me corten en tiras para hacer riendas.
MoRcILLmto
Por mi parte también, ¡oh! Demo, si no te tengo amor y afecto,
que me descuarticen y me pongan a cocer en pedacitos. Y 51 770
esto no te vale para confiar en mí, (señalando la tabla del car-
nicero), que me raspen sobre ésta para hacer una ensalada con
queso, y que con las tenazas me arrastren de los cojones al Ce-
rámico 95.
PAFLAGONIO
¿Y cómo puede haber, ¡oh! Demo, ciudadano que te ame más
que yo? Primero, cuando fui consejero ~, te asigné en el erario

 ~ Lisicles es el personaje mencionado en y. 132; Cinna y Salabacco eran
dos cortesanas.
 ~ El escoliasta explica que había un Cerámico exterior, donde se enterra-
ba a los muertos por la patria, y uno interior, barrio de mala nota donde resi-
dían las prostitutas. ¿A cuál de ellos se refiere Aristófanes? El efecto cómico
de ser arrastrado por semejante parte allá donde tanto se la ha menester, no es
menor que el de figurarse un glorioso sepelio con ekphord tan poco decorosa.
En todo caso, el ‘engallo del pueblo’ era una figura de delito público punible
con la precipitación al báratro.
 ‘~ El Consejo, encargado del erario público, cuando disponía de fondos.
suficientes, dice LisiAs (XXX 22). no cometía extorsión alguna, pero, cuando
andaba escaso de ellos, se veía obligado a admitir acusaciones de alta traición,
a confiscar los bienes de los ciudadanos y hacer caso a las propuestas más in-
morales de los demagogos. De esta poca escrupulosa actividad se jacta el Pa-
flagonio.
Y
216
COMEDIAS
775 público dineros a montones, presionando a unos, agobiando a
otros, reclamando a los de más allá, sin preocuparme de nin-
gún hijo de vecino con tal de serte grato.
MORCILLERO
 Eso, Demo, no tiene valor alguno. Yo también te lo haré. Arre-
bataré el pan ajeno para servírtelo. Que ni te ama, ni te es adic-
780 to, sino que obra así porque disfruta del calor de tu brasero, es
lo primerito que voy a poner en tu conocimiento. De ti, que
empuñaste la espada contra los medos en defensa del país en
Maratón, y que con tu victoria nos diste motivos sobrados para
dar chasquidos de gusto, no se preocupa de que tomes tan duro
asiento en estas rocas; no como yo, que te he cosido y te traigo
esto (saca un cojín). ¡Ea!, levántate un poco (le pone el cojín
785 en el asiento) y siéntate luego en blando, para no desgastar a
ése que estuvo en Salamina.
D~o
Tío, ¿quién eres? ¿Acaso uno de los ilustres descendientes de
Harmodio ~‘? Al menos, esta acción tuya es verdaderamente
noble y democrática.
PAFLAGONIO
¡Con qué míseros halagos le muestras tu adhesión!
MORCILI..mto
Mucho más míseras eran las añagazas con las que tú le atra-
paste.

 ~ A. H. SOMMERSTE1N, «Notes on Aristophanes’Knígh:s», CQ n.s. 30, 1
(1980), 50, hace notar que Cícón por parte de su esposa estaba emparentado
con esta familia y que tal vez hiciera valer este hecho en beneficio propio.
Demo se preguntada si su nuevo benefactor iba a alegar una circunstancia pa-
recida.
LOS CABALLEROS
217
PAFLAGONIO
Dispuesto estoy a apostar la cabeza, si aparece por alguna par- 790
te alguien que te defienda o te ame más que yo.
MORCILLERO
¿De qué le vas a amar tú, si no te compadeces de verlo habitar
en tinajas, en nidos de buitre, en torreones, ya va para ocho
años 98? Antes bien, lo tienes encerrado para exprimirle el
jugo. La paz que traía Arqueptólemo ~, la desmoronaste; las 795
embajadas que ofrecen treguas, las echas de la ciudad a pata-
das en el culo.
PAFLAGONIO
Así lo hice, para que llegue a mandar sobre todos los griegos.
Pues está en los oráculos que, si aguanta, habrá de ser un día
heliasta en Arcadia con sueldo de cinco óbolos. Pero, de todas
formas, yo lo alimentaré y lo cuidaré, encontrando por las bue- 800
nas o las malas de dónde reciba el trióbolo.
MORCILLERO
¡ Por Zeus!, de que ocupe el poder en Arcadia no te cuidas,
sino más bien de robar y recibir sobornos de las ciudades. En-
tretanto, el pueblo, obnubilado por la guerra, no ve tus sucios
manejos y, forzado por el provecho que saca del salario, te
mira boquiabierto. Pero, si un día regresa al campo para vivir 805
en paz, si recobra sus ánimos comiendo cebada tostada y entra
en tratos con el borujo, reconocerá qué clase de bienes le arre-
bataste fraudulentamente con la percepción de este salario. En-
“El hacinamiento de la población por la afluencia masiva de refugiados
del campo a comienzos de la guerra fue la causa principal de la peste que
diezmó la población de Atenas (TUCIDIDES, 1152, 2).
 ‘9 Cf. no<a36. Se ignoracual fuesu actuación. ¿Sc tratadeunabromaeti-
mológica (Arqucptólemo= ‘iniciador de la guerra’)?
 218 COMEDIAS LOS CABALLEROS 219
tonces vendrá contra ti con la acritud del campesino, en busca
del voto de tu condena. Eso lo sabes tú y por ello le engañas y
le haces soñar contigo.
PAFLAGONIO
810 ¿No es indignante que digas tú precisamente eso de mí y me
calumnies ante los atenienses y Demo, cuando con mucho lle-
vo hechos a la ciudad más beneficios, ¡por Deméter!, que Te-
místocles?
MORcILLERO
¡Oh! ciudad de Argos, oíd qué cosas dice 100~ ¿Te comparas tú
con Temístocles? Él se encontró nuestra ciudad a medio llenar
815 y la dejó repleta, y encima le dio para el almuerzo la torta del
Pireo 101 y, sin quitarle nada de lo antiguo, le sirvió nuevos pe-
ces. Tú, en cambio, trataste de hacer de los atenienses vecinos
de villorrio, separándolos del mundo con tus murallas y tus
oráculos. ¿Y te comparas con Temístocles? Aquél fue desterra-
do de su tierra y tú te limpias los dedos con pan de lujo como
Aquiles 102•

 ‘<‘<> Verso tomado probablemente del T&fo de Eurípides.
 101 Probable alusión a los Largos Muros construidos por su iniciativa que
unían Atenas con el Pireo, segón los escolios. El adjetivo buxetXfí (y. 814) es
diversamente interpretado: a) como x~<>~i i¿ii fxovoav; b) como &v8e8~
yá~ ~¡é~gov >~éye~a& rá ~ ~ ¿sAX 4~ro$Awo<~evov. A. II.
Sow.<a¡tsrun~, «Notes on Aristophanes’Knights», CQ n.s. 30, 1 (1980), 50-51,
recuerda que Temístocles estuvo encargado del suministro de agua (PLUTARco,
Tem. 31, 1) y que castigó duramente a quienes desviaban en provecho propio
parte del caudal, consagrando con el importe de las multas una estatua que re-
presentaba a una muchacha con un cántaro. Si Aristófanes alude a esto, la
acepción b) del adjetivo, estaría en su adecuado contexto.
 102 Los Achtlle¡a (y. 819) eran panes hechos con harina de la achillds una
variedad de cebada.
1
PAFLAGONIO
¿No es indignante, Demo, que le tenga que oir eso, precisa- 820
mente porque te amo?
DEMO
 ¡ Eh! tú, para y no calumnies insidiosa-
mente. Durante demasiado tiempo, hasta ahora mismito, no me
oíl la tostada que me estabas ocultando.
MORCILLERO
Es un grandísimo granuja, Demitucho, y lleva hechas faenas a
porrillo,
(sist. an.)] siempre que estás alelado. Arranca de cuajo [Pn. 824 825
los tallos de las rendiciones de cuentas
para zampárselos, y a manos llenas
saca el Caldo de los dineros públicos.
PAFLAGONIO
No te regodearás, cuando te deje convicto
de haber robado tres mirladas.
MORcILLERO
¿Por qué das golpes en la mar
y la palmoteas con el remo, cuando
eres un bribonazo con el pueblo ateniense?
Yo sí demostrará, ¡por Deméter!,
—que me muera, si no— que de Mitilene
recibiste un soborno de más de cuarenta minas 103

 103 La intervención de Cleón en el famoso debate sobre la sublevación de
Mitilene es conocida por TUCIDIDSS, III 50. Un escolio a LUCIANO, limón 30,
menciona un soborno de 10 talentos que recibiría de los lesbios residentes en
Atenas.
~30



835
 220 COMEDIAS LOS CABALLEROS 221
CoRo
[AOd. 836-840 (4 ia lír.)
 ¡Oh! tú, que apareciste como el amparo mayor
de todas los hombres, te envidio por tu pico de oro.
Si le acosas así, serás el más grande de los griegos,
dominarás tú solo la ciudad y mandarás sobre los aliados
con tu tridente. Con él sacarás montones de dinero,
840 agitando y perturbando los asuntos.
CoRIFno
[AKat. 841-842 (4 ia)
Y no lo sueltes, una vez que te ha dado por donde agarrarlo.
Acabarás con él fácilmente con esos costados que tienes.
P~AooNIO
[AEp. 843-910(4 ia)
No están aún las cosas en ese punto, buena gente, lo juro por
845 Posidón. Pues la proeza que he realizado es como para que to-
dos mis enemigos pongan punto en boca, mientras quede un
resto de los escudos traídos de Pilo.
MORCIIiERO
 ¡Tente ahí! íO4~ Con eso de los escudos has ofrecido presa, por-
que, si de verdad amas al pueblo, no hubieras debido consentir
intencionadamente que quedaran consagrados con sus abraza-
850 deras. Eso es una treta, Demo, para que, si quieres castigarlo,
 no te sea posible. Ves qué tropel tiene consigo de vendedores
 de cuero, buenos mozos ellos. A su lado viven los vendedores
 de miel y los de queso. Eso se ha tramado a la chita callando
sss con el solo fin de que, si montas en cólera y pones cara de que-
rer jugar al os ... tracismo ~, puedan de noche arrebatar los

 ‘~ Aceptamos la puntuación de E. Fn.a~amcsa.: ~ ~.v; cf. Beobach-
¡ungen zu Ar¿swphanes, Roma, 1960, pág. 50.
 ¡03 El texto dice o.uraktnda (y. 885), juego infantil de los óstraka (‘tejos’;
 cf. Pt~wx, IX 110, Pm~r~e4, Fedro 241 B) que evocaba fácilmente al póblico cl
ostracismo.
escudos y correr a ocupar los puestos por donde nos llega el
grano ~.
DEMO
¡Ay desdichado de mí! ¿Tienen de verdad las abrazaderas? (Al .s~o
Paflagonio) ¡Bribón! ¡Cuanto tiempo me estafaste sisándole en
las medidas al pueblo 107!
PAFLAGONIO
¡ Ingenuo! No te pongas de parte del orador de turno, ni creas
que encontrarás jamás amigo mejor que yo. Yo solo desarticu-
lé a los conjurados. No se me escapa nada de lo que se trama
en la ciudad y lo proclamo a voces inmediatamente.
MORCILLERO
•Te pasa, si, lo que a los que van por anguilas. Cuando la charca 865
está quieta, no cogen nada. Pero, si remueven el fango arriba y
abajo, las atrapan. También sacas provecho tú, cuando revuel-
ves la ciudad. Respóndeme tan sólo a esto: vendiendo como
vendes tantísimo cuero, ¿le diste ya a éste, porque te saliera de
dentro, una suela para sus sandalias? ¡ Y dices que le quieres! 870
DEMO
No me la dio, lo
juro por Apolo.
MORCILLERO
¿Te has dado cuenta ya de qué calaña es? En cambio, yo te
compré este par de sandalias y te las doy para que te las pon-
gas (las saca del cesto).
 ‘~ Los escudos estaban colgados en la S¡od Poikfl~ que estaba cerca de la
de la s¡o¿~ alphitope5lls donde se vendía el grano.
 ¡07 El participio xQo1Jo¡Bq~Ldv es una refección sobre 6¶~o~ de XQo1JOL-
~nir~etv ‘sacudir las medidas’ (para derramar fuera parte del grano).



L
 222 COMEDIAS LOS CABALLEROS 223
D~o
De cuantos conozco, te juzgo el de mayores méritos con el
pueblo y el de mejor intención para la ciudad y ... los dedos de
mis pies.
P~oOMO
875 ¿No es indignante que puedan tantísimo unas sandalias y se te
olviden los beneficios que recibiste de mí? Yo acabé con los
bardajas, borrando a Gripo ¡08 la lista de los ciudadanos.
MORCILLERO
¿No es indignante precisamente eso, que te dieras a inspeccio-
nar culos y acabaras con los bardajas? Si acabaste con ellos fue
880 por cochina envidia, para impedir que se hicieran oradores.
Pero, pese a ver aquí a Demo sin túnica, a su edad y en invier-
no, jamás le estimaste digno de una con dos mangas. (A Demo)
Pues bien, yo te doy ésta (la saca de la cesta).

885 Algo semejante jamás se le ocurrió a Temístocles, y eso que lo
del Pireo estuvo muy bien traído. Con todo, no me parece ocu-
rrencia mejor que la de la túnica.
PAFLAGONIO
¡Desdichado de mí¡ ¡Con qué monadas me envuelves!


 ‘~ Sobre los prostituidos recaía la inhabilitación de hablar en público en
la Asamblea y el Consejo. Aceptamos (y. 877) la corrección Gr9pon (apelati-
vo de grypós ‘de nariz aguilefia’), basada en la Suda (y 467, j~ 288) y en la va-
riante rQi13s3IoV de los escolios, al extrailo rQlirroV de los codd. Sugerida por
Dovaa (CR n. s. 22 [19721, 2 1-24), la defiende convincentemente V. TAMY.4A-
ao, <Note al Cavaiierir., MCr 25-28 (1990-1993), 149-150.
MORCILLERO
¡Quiá! Me pasa lo que al que le entran ganas de cagar en un
convite. Me calzo tus tretas por pantuflas ~<».
PAl~ua~GONIO
A halagos no me ganarás. Le voy a echar sobre sus hombros 890
esto (hace ademán de ponerle su pelliza). Y tú, bribón, fastí-
diate.

¡ Puaf! (Rechazándola) Vete a pudriste con los cuervos con tu
fétido olor a cuero.
MORCILLERO
Te la puso a propósito, para asfixiarte. Ya te lo tramó antes. 895
¿Te acuerdas de aquellos tallos de laserpicio 110 que se pusie-
ron tan baratos?
D~o
 Sí, por supuesto.
MORCILLERO
Que salieran baratos, lo procuró ése a propósito, para que los
comprarais y los comierais, y se mataran después a pedos los
jueces en la Heliea.

 09 En los banquetes los convidados dejaban el calzado en el vestíbulo.
Las necesidades se hacían en la calle y no era raro, cuando el apremio era
grande, ponerse el primer calzado que se encontraba a mano para salir urgen-
temente.
 ¡¡0 El silph¿on, cuya principal productora era Cirene, se usaba como con-
dimento y medicina. Producía diarrea y ventosidades, como subrayan Tao-
FRASro, H¡sr. de las Plan¡. VI 3, y PLINIO, HLYI. Nat. XIX 38-XXII 101.
 224 225
 ¡Por Posidón!, también me dijo eso uno de Copro 111,
MORCILLERO
-—-~ Y de tanto peer entonces, ¿no os pusisteis rojos?
DEMO
 ¡Por Zeus!, eso sí que fue la treta de un pelirrojo 112,
PAFLAGONIO
 ¡Con qué chocarrerías, so granuja, tratas de confundirme!
MORCILLERO
 Cierto. Recibí de la diosa encargo de vencerte en fanfarrona-
das.
PAFLAGONIO
905 Pero no me vencerás. Yo te prometo, Demo, que te procuraré,
para que te lo zampes sin hacer nada, un plato de ... salario.
MORCILLERO
 Y yo te doy un pote de ungílento, para que te untes las llagui-
tas que tienes en la parte huesuda de las pantorrillas.
PAFLAGONIO
Yo te quitaré las canas para rejuvenecerte.
MoRCIu~Ro
Mira: un rabo de liebre. Tómalo para quitaste las legañas de
los ojitos.
 “‘ El adjetivo Kópre¡os tiene un doble sentido: ‘mierdero’, por un lado y
‘natural de Kopros’, un demo del Ática.
 ¡12 La expresión fll,QQÚv6QolI ~r~cávT»sa, según la Suda y AposroLlo
XV 16 era proverbial. Se ha pretendido deducir de este pasaje (y. 901) y de un
fragmento de Ha¡wn’o (46 Kock) que Cleón era pelirrojo.
LOS CABALLEROS

PAFLAGONIO
Suénate, Demo, y sécate los dedos en mi cabeza.
Haré que te nombren triera rco 114
con una nave vieja [a costa de tu dinero]
y no dejarás de gastar en ella
y de llevarla a reparar al astillero.
Me las apañaré para que recibas
una vela que se caiga a pedazos.
MORCILLERO
El tío está que bulle —¡para!, ¡para! 115.
a punto de derramarse. Habrá que
retirar tizones de la lumbre
 y quitar del puchero (señalando las tenazas)
con éstas algunas amenazas.
PA¡~aoNíO
Me las vas a pagar bien,
agobiado de contribuciones 116,
Me daré prisa a que te pongan
en la lista de los ricachones.

 “~ Seguimos a Rogers atribuyendo al Morcillero el y. 911.
 ‘~‘ Hasta el 412 a. C. la trierarqufa era una liturgia individual. Su alto cos-
te obligó después a repartirla entre dos o mis personas.
 ~ Atribuimos al Morcillero con Coulon-Van Daele los vv. 919-22.
 “~ La eszphord o contribución extraordinaria recaía fundamentalmente
sobre los ciudadanos ricos.
1
COMEDIAS
910
 MORCILLERO [APn. 911-940 (sist. ia)
En la mía. En la mía 113
PAFLAGONIO
915




920





925
 226 COMEDIAS LOS CABALLEROS 227
MORCILLERO
930
Yo no te haré amenaza alguna,
sólo te expreso este deseo:
que esté tu sartén con calamares,
sobre la lumbre, chirriante;
que tú, a punto de presentar
una propuesta sobre los milesios ¡í7
y de ganar un talento, si te sales
con la tuya, te apresures para
llegar a tiempo a la Asamblea,
atiborrado de calamares;
que, antes de comerlos, venga
a buscarte el emisario
y que, por ansia de sacarte
el talento, te ahogues al engullirlos.
935
940
CoRn~no
[Sphr. 941 (prosa)
 Bien dicho, ¡por Zeus!, ¡por Apolo y por Deméter!
[Esc. dial. 942-972 (3 ia)
 Así me lo parece a tul, y que también en lo demás es a ojos
945 vistas un .buen ciudadano, como nunca lo ha habido para la
 gente de a óbolo el montón. (Al Paflagonio). Tú, en cambio,
Paflagonio, afirmando quererme, me diste a comer ajos ~8•
Ahora, devuélveme el anillo, porque ya no serás mi despen-
sero.


 111 El tributo anual de Mileto era de cinco talentos y fue elevado a diez en
el 424. Tal vez Cleón se opuso a este aumento, dando lugar a la sospecha de
que habla sido sobornado.
 I¡~ Sobre los efectos de los ajos, cf. la nota 60.
PAFLAGONIO
Tómalo,
pero ten presente sólo esto: si no me dejas administraste 119,
aparecerá otro más granuja que yo.
DEMO
(Observando el anillo) Es imposible que este anillo sea el mío.
El sello parece otro, o no tengo ojos en la cara.
MORCILLERO
Déj ame ver:
¿Cuál era tu sello?
DEMO
Una hoja de higuera asada con grasa de buey ¡20,
MORCILLERO
No es lo que figura.
DEMO
 ¿No está la hoja de higuera? Entonces, ¿qué
hay?
MORCILLERO
Una gaviota ¡21 sobre una roca, con el pico abierto, arengando
al pueblo.

¡Pobre de mí!

 ~¡9 Las funciones de tam(as (intendente o despensero) y epúropos (encar-
gado o administrador) se daban a esclavos o libertos de confianza.
 ~<> Juego de palabras (y. 950) entre dimos ‘pueblo’ y dimós ‘grasa’, que
simboliza la abundancia anterior a las privaciones de la guerra.
 121 Es conocida la voracidad de esta ave.
950









955
 228 COMEDIAS LOS CABALLEROS 229
MORcIunto
¿Qué pasa?

Qultalo de mi vista.
 No tenía mi sello, sino el de Cleónimo ¡22~ (Quitándose otro
anillo) Recibe éste de ml y sé mi despensero.
PAFLAGONIO
960 Amo, todavía no, te lo suplico, hasla que no hayas oído mis
oráculos.
MORCILLERO
Y también los míos.
PAFLAGONIO
¡Ojo! Si le haces caso,
 harán de tu pellejo un odre.
MORCILLERO
 Y si se lo haces a éste, te van a des-
capullar hasta el arranque del pijo.
PAFLAGONIO
965 No, porque los míos dicen que vas a mandar en toda la región
coronado de rosas.
MORCilLERo
Y los míos, que, con un manto de púrpura bordado y una dia-
dema, perseguirás en un carro de oro a Esmícite y a su señor
marido123
 ‘~ Aparte de cobarde, Cleónimo era glotán.
 ~ Se juega con el doble sentido de di/Mis (y. 969) ‘perseguir’ y ‘perse-
guir en justicia’ y se transforma en femenino x~O9) el nombre ~4dxt,Oo~
CORIt~O
(Al Morcillero) Ve a traerlos, para que los oiga (señalando a 970
Demo) éste.
DEMO
Perfecto. (Al Paflagonio)
Tráelos también tú.
PAFLAGONIO
Estoy listo.
MORCILLERO
Yo también, ¡vive Zeus!
Nada lo impide (ambos abandonan la orquestra).
Str. 973-984 (gí)]
CORO
[Cto. 973-996
Placentera como ninguna será
la luz del día, para los presentes
y para quienes no han venido ¡24,
975
de quien era a la sazón secretario de los teqiLeiL tu>v XQllIlatWv (CIA 1139).
Las mujeres, perennes menores de edad en el derecho ático, tenían que ser re-
presentadas en juicio por su k’~rios (padre o hermano mayor en el caso de las
solteras; esposo, en el de las casadas). El Paflagonio se dirige a Demo con me-
táforas de la lengua amorosa, de ahí que le presente como ‘coronado de rosas’
a la manera de un er~menos, como a un objeto de amor pasivo. El Morcillero,
en cambio, quiere hacer de él un era0s en función activa, que ‘persiga’ (ver-
bo que se emplea también con connotaciones eróticas) a los prostituidos como
Z~sLxueo~ cf. M. LANDFBSTER, Die Rítter des Arisrophanes. Beobachiungen
zur drama¡ischen Handlwsg und zwn komischen Ser! des Arisrophanes, Ams-’
terdam, 1967, págs. 61-62.
 124 Aceptamos, para subsanar el gliconio del y. 975, la corrección <o~lx>
&tpLxvol4¡evoLS de P. voN DER MOu¡x, «Ennianuro, Aristophaneum», SIFC,
n.s. 6, 222-223,. «los que no han venido», equivalente a rot ¿utoi3at, que for-
ma con totot 7taQovoL una de esas antítesis tan del gusto de tos griegos.



L
 230 231
COMEDIAS

si se acaba de una vez con Cleón.
Y eso que a algunos viejos
de los que son más cascarrabias
les ol replicar en la lonja de
los pleitos ¡25, que, de no haberse
encumbrado éste en la ciudad,
no existirían dos útiles cacharros,
la mano de almirez y el cucharón ¡ 26•
985 Mas también hay un detalle que me AStr. 985-996]
pasma en su porcuna ¡27 educación.
Dicen los que de niños iban
con él a la escuela que tan sólo
al modo dorio ajustaba la lira
una y otra vez, y no quería
aprender otro. Así que el citarista,
irritado, ordenó que se lo llevaran,
995 en la idea de que ese niño no podía
sino aprender el son de «saca-don-dorio 128»•
PAFLAGONIO [Esc. dial. 997-1110 (3 ia+6da)
(Regresando con el Morcillero, ambos con grandes cestas)
 Mira, aquí están y no he sacado todos.

 ¡25 En el Pireo habla una lonja (de fgma, ‘muestra’) donde se exponían los
diversos productos disponibles. Aristófanes llama así a los tribunales de Ate-
nas, donde había una ‘exposición’ permanente de los más diversos pleitos.
 126 Es decir, aquellos con los que se revuelven y machacan las cosas.
 127 El cerdo para los griegos no era símbolo de la suciedad sino de la falta
de educación.
 ¡25 V. 995: bwQoboxulnL. El interés de Cleón por el modo musical dorio
(&OQ«JtL) y su desprecio de los otros tres, el jónico, el frigio y el lidio, se ex-
plica por su afán de recibir sobornos (&oQo6oxetv).
MORCILLERO
¡Ay!, que me cago del esfuerzo, y no he sacado todos.
DEMO
Eso, ¿qué es?
PAFLAGONIO
Oráculos.
DEMO
¿Todo eso?
PAFLAGONIO
¿Te asom- íooo
bras? Pues todavía, ¡ voto a Zeus!, me queda un arca llena.
MORCuiaw
Y a ini un desván y dos habitaciones.
DEMO
Veamos, ¿de quién diantre son los oráculos?
PAFLAGONIO
Los míos son de Bacis.
DEMO
(Al Morcillero) Y los tuyos, ¿de
quién?
MORCILLERO
De Glams 129, el hermano mayor de Bacis.

 ¡29 El Morcillero replica con el primer nombre de similar terminación que
se le viene en mientes y aduce el de un pez: gldnis ‘siluro’ (y. 1004).



L
LOS CABALLEROS
980



LOS CABALLEROS
í<x» ¿Y de qué tratan?
DEMO

P~LAGOMo
por ti gruñe y que, defendiéndote con terribles ladridos, te procurará
salario, y habrá de perecer~ si no hace eso, pues muchas son
las cornejas que, por aborrecerlo, contra él graznan».
todas las cosas.
De Atenas, de Pilo, de ti, de mí, de
Dm~o
Eso, ¡por Deméter!, yo no sé qué quiere decir. ¿Qué tiene que
ver Erecteo con un can y unas comejas?
 (Al Morcillero) Y los tuyos, ¿de qué?
MORcillERO
De Atenas, de caldo de
lentejas, de los lacedemonios, de caballas frescas, de los que
tolo miden el grano mal en el mercado, de ti, de mí. (Apane y sefla-
lando al Paflagonio) ¡Qué se muerda el pijo ése 130!

Venga, leédmelos, sin olvidar ése sobre mí que tanto me gusta
de que me transformaré en águila entre las nubes’31.

Escucha entonces y préstame atención:
1015 <cObse,va, hijo de Erecteo 132, el camino de los oráculos que te (6 da)
pronuncia Apolo desde el penetral del templo a través del sacrosanto
trípode 133~ Te ordena consen’ar el can sagrado de aguzados dientes que
‘3~ Optamos por la lectura xs~L ooi>, xe~L &~¿o1l —— cá xéo~ o<,coai.
 6áxot (y. 1010) de la mayoría de los codd. La substitución del esperado
 >~ztXo~ ‘labio’ por ~éo~ es un chocarrero aprosdókiton.
 ‘3’ El orkulo, citado por el escoliasta decía: ‘Afortunada ciudad de Ate-
¡sea, depredadora, tras ver, padecer y sufrir muchas cosas, te tranaformarís
para siempre en un 6guila en las nubes~..
 “~ Primer rey mítico de Atenas.
 ‘33 La expresión &i~t lQuró&nv &gtci~u»v, tomada del Himno a Apolo ho-
¡¡sérico (y. 443) no alude, a nuestro parecer, a la colección de trípodes consa-
PAELAGONIO
El can soy yo, pues ladro por ti. Y a ti te encarga Febo conser-
varme pues soy tu perro.
MORCILLERO
No dice eso el oráculo, sino que (señalando al Morcillero) este ío~s
perro te está mordisqueando los oráculos, como si fueran ga-
chas. Para mí está claro lo del chucho ese.
DEMO
Habla entonces. Pero antes cogeré una piedra para que no me
muerda el oráculo del can
MORCILLERO
«Observa, hijo de Erecteo, al can Cérbero, (6 da)
el esclavizador que, meneando el rabo, te acecha
cuando cenas, y se zampará tu comida, tan pronto como
se te vaya el pensamiento a otra parte y te quedes
boquiabierto; y que, a escondidas, yendo y viniendo de noche
a la cocina, te lamerá a lo perruno los platos y las ... islas».
DEMO
¡ Por Posidón! Mucho mejor lo tuyo, Glanis.
grada a Apolo, sino al trípode sobre el que se sentaba la pitonisa (plural poéti-
co) para entrar en trance profético.
 134 En el y. 1029 aceptamos la lección de los códices: tvc.t l~1 A’ 6
XQTlOI.LO~ O 3tEQL tol> XUVO &IXfl.
1030





1035
232
COMEDIAS
233
1020



234
COMEDIAS

Px~GONío
 Escucha, amigo, y decide luego sobre esto:
«Hay una mujer y parirá un león en la sagrado Atenas (6 da)
que luchará por el pueblo contra muchos mosquitos,
tal como si saliera a defender a sus cachorros.
io4o Guárdalo, hazle un muro de maderos y torres de hierro I35»~
Eso, ¿sabes lo que quiere decir?
DEMo
¡Por Apolo!, yo no.
PAFLAGONIO
El dios te avisa con claridad que me conserves, porque hago
para ti las veces de un león.
DEMo
¡Cómo se me escapé que te hablas transformado en un ‘vice-
león’ como Antileén 1 3ó!

 ¡35 Alusión al célebre oráculo délfico que ordenaba proteger Atenas con
una muralla de madera (HeRóDoTo. VII 141).
 ‘~ En griego (y. 1044) ‘AvnAáwv, nombre propio. Los compuestos con
&vrí— designan: 1) el ámbito en que se desarrolla un conflicto (¿tvrL&xo~ ‘ad-
versario en el proceso’); 2) el objeto reemplazado o igualado (&vrL8eo~); 3) el
objeto de una oposición (AvuartLxwTi1~); 4) un estar frente a frente concre-
to (&vci~XLo~). Aunque el sentido 3) no está atestiguado hasta época tardía.
G. BIORCK, «MuJ8oq,óQo~» et ‘Avu)~kwv deux calembours par catachrése
chez Aristophane», Eranos 38 (1940), 33-35, estima que como Augenbl¡cks-
bildung, basado en el sentido 4) sería posible en la lengua popular. El ve¡io
(<¡cómo se me escapó que te habías hecho un antdeónh.) aludiría a León, uno
de los signatarios de la paz de Nicias, con el que ya desde el 424 estaría ene-
mistado Cleón. La hipótesis, aunque ingeniosa, carece de base firme. Optamos
por el sentido 2).
LOS CABALLEROS
MORCILLERO
235
Hay una cosa en los oráculos que, adrede, no te la explica, sólo ¡045
una: qué es el muro de hierro y el madero en el que Loxias te
ordena guardarlo.
DEMO
¿Qué quiso entonces dar a entender el dios con eso?
MORCILLERO
narlo a un madero de cinco agujeros 137~
DEMO
Ya me parece que van a cumplirse esos oráculos.
PM~ooNíO
Te ordena encade-
No le hagas caso. Envidiosas graznan las cornejas. (6 da)
Ama al gavilán, guardando en la memoria a quien te trajo
encadenados los polluelos de los cuervos lacedemonios.
MORCILLERO
1050
Ese fue un riesgo que asumió borracho el Paflagonio. (6 da)
Descendiente de Cécrope de malas determinaciones, 1055
¿por qué lo tienes por una gran hazaña? Hasta una mujer
llevaría un fardo, si se lo pone en la cabeza un hombre.
Pero no combatiría, se cagaría, si combatiera.
PAFLAGONIO
Pero atiende a esto, al Pilo delante de Pilo que te decía: «Hay
un Pilo delante de Pilo I38~

I3~ El cepo, con cinco agujeros, para la cabeza y las extremidades.
 ¡35 Alusión a un conocido verso («hay un Pilo delante de Pilo, y también
hay otro Pilo») que se refería a las tres ciudades del Peloponeso así llamadas:
 236 COMEDIAS LOS CABALLEROS 237
 ¿Qué quiere decir eso de «delan-
te de Pilo»?
MORCILLERO
106o Dice que ocupará las pilas en la casa de baños.

Entonces, ¿voy a quedarme sin lavar?
MORCILLERO
Claro, porque éste nos arrebaté las pilas. Pero el oráculo de
ahora se refiere a la flota y le debes prestar mucha atención.
D~o
1065 Ya se la estoy prestando. Léeme primero cómo se les dará la
soldada a mis marineros.
MORCILLERO
«Descendiente de Egeo, atención al ‘perro-zorro’, (6 da)
no vaya a engañarte, pues muerde a traición y es veloz
el astuto garduño, y se las sabe todas».
¿Sabes qué es eso?
DEMO
SI. El ‘perro-zorro~ es Filóstrato t39~
MoRC¡unto
íoio No dice eso, sino que este tipo te está pidiendo siempre naves
veloces para recaudar dinero y Loxias te desaconseja dárselas.
Pilo Énoe, al N. de la Élide, Pilo Lepreático, al Sur, y Pilo, frente a Esfacteria,
en Mesenia.
‘39 Propietario de un prostíbulo, conocido con el apodo de kynalépix.
D~o
Pero, ¿cómo va a ser una trirreme un ‘perro-zorro’?
MORCILLERO

Porque la trirreme y el perro son veloces.
¿Cómo?
D~o
1075
¿Por qué se añadió entonces ‘zorro’ a ‘perro’?
MORCILLERO
Comparé a los soldados con zorrillos, porque se comen las
uvas en los campos.
D~<o
Sea. Pero, para esos zorrillos, ¿donde está la soldada?
MORCILLERO
Yo te la proporcionaré y para tres días.
«Mas aún escucha este oráculo en el que el hijo de Leto (6 da)
te ordena zafarte de Cilene, no vaya a engañarte».
logo
DEMO
¿Qué Cilene?
MORCILLERO
Con propiedad poética denominé
Cilene ¡~I<)a la mano de éste, porque dice: «Echa en la mano tu-
llida 141»
 ‘~ Montafia de Arcadia, que se menciona para dar lugar al juego de pala-
bras con xv)J4~ (y. 1083).
 ‘~‘ El adjetivo kytlós significa ‘tullido’. La expresión ¡1sfr¡Ae nu~Xf~ (y.
1083) <echa en la mano tullida> sería propia de mendigo lisiado. Pero aquí se
evoca el adjetivo xo¿>~fl ‘en el hueco de la mano.



L
 238 COMEDIAS LOS CABALLEROS
P~a~GoNíO
 No lo interpreta correctamente. Con Cilene Febo aludió (6 da)
íoss enigmáticamente y con razón a la mano de Diopites t42•
Mas tengo en mi poder un vaticinio alado sobre ti:
que te transformarás en águila y serás el rey de toda la tierra.
MORCILLERO
También lo tengo yo: y no sólo de la tierra,
sino del mar Rojo, y que habrás de ser juez
en Ecbátana, lamiendo pasteles espolvoreados.
P>~ooNIo
1090






1095
Pero yo tuve un ensueño, y me pareció
que la diosa en persona con un aguamanil
derramaba sobre el pueblo salud y riqueza.
MORCillERO
¡Por Zeus!. yo también, y me pareció que
la diosa en persona salía de la Acrópolis
y que una lechuza estaba posada en ella,
Y que luego con un esenciero vertía ambrosía
sobre tu cabeza y salmorejo en la de éste.

¡Ay! ¡Ay! Nadie en verdad era más sabio que Glanis. Y ahora,
aquí me tienes, en tus manos me pongo para que seas «el ayo
de mi vejez y me reeduques t43»~


 ‘~ Uder del partido conservador, muy apegado a la religión tradicional y
que ejerció un gran influjo en Nicias. A lo que parece tenía una mano tullida.
 ~ Expresión tomada del Peleo de Sópoa.as (fr. 434 Nauck).
PAFLAGONIO
Todavía no, te lo suplico, espera, pues te voy a procurar ceba- tao
da y vituallas a diario.
DEMO
No soporto oir hablar de cebada. Fueron muchas las veces que
me engañasteis tú y Túfanes t44•
PAFLAGONIO
Pues te proporcionaré harina ya molida.
MORCILLERO
Y yo tortitas bien amasadas y el condumio guisado. No tendrás tíos
más que comerlo.
DEMO
Acabad de una vez lo que vayáis a hacer. A aquél de los dos
que ahora mejor me trate, le entregaré las riendas de la Pnix.
PAFLAGONIO
Voy corriendo a entrar el primero.
MORCILLERO

No serás tú, sino yo (salen precipitadamente).
 CORO [Cto. aro. 1111-1150 (tel, reiz)
¡Oh! Demo, hermoso es el poder
que tienes, pues todos los hombres
te temen como a un tirano.
Pero eres fácil de engañar
y te gusta que te halaguen
y te engañen. Te quedas siempre

 144 Adulador y secretario de Cleón. segiln noticia de un escolio.



L
1110





1115
239
 240 COMEDIAS LOS CABALLEROS 241
boquiabierto ante quien te está
hablando y tu mente se ausenta
aun estando tú presente.
D~o
Donde no está la mente es
en vuestras melenas, si creéis
que no estoy en mis cabales.
Esas tonterías las hago adrede.
Me gusta reclamar a gritos la comida
y quiero tener~ por si me roba,
a un solo administrador~
Y cuando está atiborrado,
lo levanto y lo estrello.
CoRo
En tal caso, haces bien,
si en esa tu forma de ser hay
tan buen seso, como dices,
si a propósito los crías en la Pnix
como víctimas de sacrificios públicos
y luego, si no tienes alimento,
al que de ellos esté bien cebado,
lo sacrificas y te lo almuerzas.
D~o
Mirad, si no les busco
las vueltas con pericia
a quienes se las dan de listos
y creen que me engatusan.
A cada paso los vigilo,
sin parecer que los veo robar~
Después los obligo a vomitar
todo lo que me han robado,
metiéndoles como sonda
el embudo de la urna 145
(Salen el Paflagonio y el Morcillero, ambos cargados de obje-
tos, porfiando por adelantarse)
1150
PAFLAGONIO [Escen. dial. 1151-1263 (3 is)
Quita de ahí, vete al infierno.
MORCILLERO
Te irás tú, desgraciado.
PA1~ooNlO
Demo, llevo la tira de tiempo preparado y deseoso de benefi-
ciarte.
MORCnIERo
Y yo diez veces y doce veces y mil veces la tira y requetelatira. 1155
D~o
Y yo estoy harto de esperaros a los dos treinta mil veces la tira
y me estáis asqueando requetelatira de tiempo.
MORcIu~tO
¿Sabes lo que debes hacer?
D~io
Ya me lo dirás tú, si no.
MORCILLERO
Sudítanos en la línea de salida a éste y a mí, para que te benefi- 1160
ciemos en condiciones de igualdad.
 ~ En el y. 1150 (xnJAóv xcrrapa~X6v), como complemento del verbo se
esperaría laimón Ugarganta’) lo sondado y no el instrumento empleado como
sonda: klmón es un aprosd4k¿ton (cf. A. H. SoaQ.~s¡s1P.m, .Notes on Arista-
pbanes’Kn¡ght.r*, CQ n. s. 30,1 [1980], 51).



L
1120



1125


1130
1135
1140
1145
 242 COMEDIAS

D~io
Así habrá que hacer. Id a ella.
PAI~ooN1O y MoRcnin~o
Listos.
DEMO
Podéis correr.
MORcnxmw
No voy a
dejar que te me cruces (entran en la casa, el Paflagonio antes).
D~o
(Aparte) Si no me pego hoy la gran vida a costa de mis enamo-
rados, ¡por Zeus! me haré el melindroso.
PAFLAGONIO
¿Lo ves? Yo te traigo primero un taburete.
MORCILLERO
1165 Pero no una mesa, y en eso soy el requeteprimero.
PAFLAGoNIO
Mira, te traigo esta tortita hecha con los granos de cebada de
Pilo.
MORCILLERO
Y yo cortezas de pan con la miga quitada’~ por la mano mar-
fileña de la diosa.

1170 ¡Qué grande, por cierto, santa diosa, tenias el dedo!
 146 Para servir de cuchara, que eso era la mysdli (y. 1168).
 LOS CABALLEROS 243

PP.aAGoNIO
Y yo un puré de guisantes apetitoso y sabroso. Lo amasé per-
sonalmente la Palas que combate en la Puerta I47~
MORCILLERO

¡Oh! Demo, está claro que la diosa vela por ti; incluso ahora
sostiene sobre ti una olla llena de caldo148

¿Crees que continuarla habitada esta ciudad, si por encima de 1175
nosotros no sostuviera a ojos vistas ... la olla 149?
PAFLAGONlO
Esta loncha de pescado te la da La que pone en fuga los ejércitos.
MORCILLERO
Y la Hija del Potente, esta carne cocida en salsa y estas piezas
de tripa, de estómago y de panza.
D~o
 ¡Hizo bien en acordarse del peplo 150! 1180
PAFLAGONIO
La de la cimera de Gorgona te invita a comer esta tira de
pan 151, para que tiremos bien de las naves.

 ~ Cleón, interesadamente, transforma el epíteto flQóIK¡Xo de Atenea
en fl1ñsu~¿dXov (sobre ~ri~j ‘puerta’) que sugiere un fl1J).oqAá~o~ ‘comba-
tiente en Pilo’.
 ‘~ La expresión irneQé)~EL 00V )utQClv (y. 1174) es una evocación cómi-
ca de un verso de Solón (xeTQa~ 67T.EQOEV ~2L).
 ‘49 Los pobrea recibían en las Panateneas pan y caldo gratuitamente.
 ‘~ En las Panateneas se ofrendaba un peplo a la diosa.
 151 El »~ar,~g (y. 1182) era un pan alargado, cuya denominación (fornen
agentis de »~si’vo,) evocaba a tos remeros.



L
 244 COMEDIAS

MoRCn±ERo
Toma también esto.

¿Y qué voy a hacer con estos entresijos?
MORCILLERO
1185 La diosa te los envía para reforzar los entresijos 152 de las na-
ves, pues vela evidentemente por la flota. Toma también para
beber esta mezcla de tres partes de agua y dos de vino.
D~o
(Probando) ¡Qué rico y qué bien lleva las tres partes de agua!
MORCILLERO
Como que fue la Tritógenes 153 la que lo terció.
P4’.rL’~GONíO
1190 Toma, de mi parte, este trozo de torta mantecada.
MORCILLERO
Y de la mía esta torta entera.
PAFLAooNIO
Pero no tendrás de dónde darle tasajo de liebre y yo sí (lo saca
del cesto).
MORCILLERO
(Aparte) ¡Ay! ¿De dónde sacaré tasajo de liebre? ¡Oh! corazón,
inventa ahora alguna payasada.
152 El raro & raQóveta (y. 1185), en juego etimológico con &YtéQotg (y.
 1184), expresa la parte interior de las naves.
 ‘~ El epíteto TQt~oyevv~, T~oyévs«i de Atenea (‘nacida junto al lago
 Tritón’) es puesto en cómica relación con el ordinal de ‘tres’.
245
LOS CABALLEROS

PM~GON1O
 (Mostrándolo) ¿Lo ves, desgraciado? 1195
MORCILLERO
Me importa un ~omino, pues por allí
vienen hacia mí unos embajadores con bolsas repletas de dinero.
PAFLAGONIO
¿Por dónde? ¿Por dónde?
MORCILLERO

 ¿Qué tienes tú que ver con esto?
Deja en paz a los extranjeros (coge las tajadas mientras el Pa-
fiagonio se vuelve para mirar). Demito, ¿ves las tajadas de lie-
bre que te traigo?
PAFLAGONIO
¡Ay! desdichado de mí, me las quitaste contra todo derecho. í~oo
MORCILLERO
Y tú, ¡por Posidón!, hiciste lo propio con los de Pilo.
DEMO
Dime, por favor, ¿cómo se te ocurrió quitárselas?
MORCILLERO
La idea fue de la diosa, el hurto mío.

Yo fui quien se arriesgó.
MORCILLERO
Y yo quien las asó 154•
 ‘~ Atribuimos, con Coulon-Van Daele, la segunda mitad del y. 1204 al
Morcillero.



L



LOS CABALLEROS

MORCILLERO
í2os Apártate. El agradecimiento se debe a quien las ha servido.
PJ~LAGoNIo
¡Ay! desdichado de mí, me va a superar en desverguenza.
MORcELERO
¿Por qué no decides, Demo, cuál de nosotros dos es mejor con-
tigo y con tu estómago?
DEMO
1210 ¿De qué criterio me valdré para parecer a los espectadores que
juzgo con pericia?
1215
MORCILLERO
Yo te lo diré. Ve junto a mi cesta, cógela a la chita callando y
comprueba lo que hay dentro. Haz lo mismo con la del Pafla-
gomo y, descuida, juzgarás bien.
DEMo
(Abriendo la cesta) Veamos, pues, qué hay dentro.
Todo te lo he servido.
MORCillERO
Dm~o
Esta cesta, al menos, es adicta a Demo.
MORCILLERO
¿No la ves vacía, papaíto?
Ahora ven acá, a la del Paflagonio (abriéndola) ¿Ves esto?
DEMO
 ¡Jo! ¡De cuántas cosas bue-
1220 nas está llena! ¡Qué cacho de torta se ha guardado! Y lo que
cortó para darme no era ni tanto así.
Pues algo parecido te hacia también antes. Te ofrecía un poco
de lo que cogía y se reservaba la porción mayor.
DEMO
¡Asqueroso! ¿Me engañabas así robándome? ¡Y yo te concedía 1225
«coronas y regalos» 155!
PA¡~GoN1o
Si robaba era en bien de la ciudad.
DEMO
Quitate inmediatamente la corona, para que se la imponga a
éste.
MORCnLERO
Quitatela ya, carne de látigo.
PAFLAGoNIO
No, por cierto, porque tengo un oráculo pitico que indica el 1230
único que me ha de vencer.
MORCILLERO
Indicará entonces mi nombre con toda claridad.

 ‘“Parodia de la tragedia, como lo indica el empleo del dórico en el origi-
nal (y. 1225). Un escolio adviefle que <imita a loe hilotas cuando corcman a
Posidón». Como se hace díficil discernir a qué ritual pueden corresponder es-
tas palabras, siguiendo una sugerencia de K. O. MOu.m. A. H. SoatMsasreii’,
<Notes orn Aristophanes’knights», CQ n. s., 30, 1 (1980), 51-53, estima que
en dicho escolio ha de leerse Hilotas, comedia atribuida por ciertas fuentes a
Éu~ous (cf. Athen. IV 138 e; IX 400 c; XIV 638 e), lo que permitiría funda-
mentar con cierta base el que Éupolis en los B4pta¿ pudiera decir de Los cabo-
Uen3s: mvvso(alua ~Q paXax~<¡ Iu~L6oJQt10áIL11v en réplica a la acuaacida
de plagio que le hiciera Aami~.,¿as en Nubes (553-554).
246
COMEDIAS
247



LOS CABALLEROS

MORCILLERO
 Pues bien, quiero someterte a una prueba, para ver si concuer-
í~s das en algo con el oráculo del dios. Te tantearé primero sólo
 con esto: de niño, ¿a qué escuela ibas?
MORCillERO
En los quemaderos 156 del rastro me enseñaron compostura a
puñetazos.
P>a~’.oONío
¿Cómo dices? ¡ Cómo toca el oráculo la fibra sensible de mi co-
razón! Sea. En la escuela de gimnasia, ¿qué deporte aprendiste?
MORCILLERO
A robar y a perjurar y a mirar cara a cara.
Pba~ooNíO
1240 «¡Oh! Febo Apolo Licio, ¿qué vas a hacer de mi? 157» (Al Mor-
cillero) ¿Qué oficio ejercías, cuando te hiciste hombre?
MORCILLERO
Vendía morcillas y tomaba por culo.
P>~I~GoníO
¡Ay! desdichado de mí. Ya no soy nada.
Tenue es la esperanza que nos mantiene a flote 158~
1245 (Al Morcillero) Respóndeme tan sólo a esto: ¿Vendías las mor-
cillas en la plaza o junto a las puertas de la ciudad?
 ‘~ Las he*stroi (y. 1236) eran los lugares de los mataderos donde se que-
maba el vello de los cerdos sacrificados.
 ~ Parodia del estilo trágico.
 158 Parodia del estilo trágico, con un efecto de aprosdókiton sobre una
¡netifora marítima. Detrás de 1ept~ se esperaría sched(a ‘balsa’ (cf. PLAÚJN,
Fedón 85 D) y no elpú (y. 1244).
Junto a las puertas, donde el mercado de salazón.
PAa~GONíO
«¡Ay! se ha cumplido el oráculo divino.
Arrastrad adentro a este infortunado.
¡Oh! corona, vete con dios, aunque forzado,
yo te dejo. Otro te tomará y será tu dueño,
más ladrón no, quizá más afortunado 159» (La tira al suelo).
CoRiFEo
Zeus Helanio, tuyo es el premio de la victoria ‘~.
MORCILLERO
1250
(A Demo) Salve, vencedor de la hermosa victoria. Acuérdate
de que te has hecho un hombre gracias a mí. Te pido poca 1255
cosa: ser para ti como Fano, un testaferro de pleitos 161•
Dime: ¿cuál es tu nombre?
DEMO
MORCILLERO
 Agorácrito, pues en el ágora me crié
pasando momentos críticos 162•

 ~ Los dos primeros versos (1248-1249) corresponderían al Beleforontes
de Eurípides, según el escoliasta. Los siguientes (1250-1252) se han tomado de
la despedida de Alcestis, en la pieza eurípides del mismo nombre (y. ¡77 sigs).
 ‘~ Atribuimos, con Marzullo, el y. 1253 al Corifeo y los siguientes al
Morcillero. El epíteto de Zeus es de origen egineta.
 161 Fano, mencionado con Cleón en Avispas 1220, probablemente era uno
de sus testaferros. Hay un juego de palabras con ph4inein en el sentido de ‘de-
latar’ y el adjetivo phanós ‘brillante’, ‘ilustre’.
 162 Hemos procurado mantener así la explicación del nombre del y. 1258
(l~v t¿ryoQt~ ya~ XQLVó1IEVO~ &~ooxó~v).
248
COMEDIAS

P>~oorno
249
 250 COMEDIAS LOS CABALLEROS 251
D~o
1260 A Agorácrito, pues, me encomiendo y le entrego este Paflago-
mo.
MORCILLERO
Y yo, Demo, te atenderé bien, tanto que confesarás no haber
visto hombre mejor que yo para la ciudad de los Boquiabiertos
 (entran los tres en casa de Demo).
Od. 1264-1273 (da-ep)]
1265



1270
CoRo
[II Pbs. 1264-1315
¡Qué cosa más hermosa hay 163
al principio o al final de una oda
que cantar a los conductores
de veloces corceles, sin herfr
con premeditada intención
a Lisístrato 164 y a Tumantis 165,
el carente de hogar~ Pues éste,
¡oh! Apolo querido, siempre pasa
hambre y con un raudal de llanto,
agarrado a tu carcaj, te implora
en la divina Pitón, no padecer
penurias tan atroces.
[Ep. 1274-1289(4 tro)
 Insultar a los canallas no es algo censurable. Al contrario, es
1275 un honor para los hombres decentes, si bien se piensa. Si un
 sujeto, que forzosamente habrá de oir muchos improperios,
 163 Imitación de un pmsódion de Píndaro, compuesto en honor de Atenea
Ates de Egina (fr. 101 Twyn); cf. el comentario de E. FltAaNIcaI., Beobachtwz-
gen zu Arísíophanes, Roma. 1962, págs. 204-207.
 ‘“ Un muerto de hambre, mencionado en Dairal¿s, fr.1, Acarnienses 855
sigs. y en Avispas 786, 1302.
 ¡65 Un pobre kólax que aparece en el fr. 32 de Hermipo.
fuera por si mismo conocido, no haría mención de un amigo.
El caso es que a Arignoto le conoce todo el mundo que sepa
distinguir lo blanco y el modo ortio. Pero tiene un hermano nao
que por su forma de ser no es de su casta: Arífrades ~ un de-
generado. Y encima quiere serlo. Y no sólo es un degenerado,
sino inventor de un vicio nuevo. Mancha su lengua con place-
res vergonzosos, lamiendo en los prostíbulos el repugnante 11- 1285
quido, ensuciándose el bigote y removiendo a las hembras el
brasero. Compone al estilo de Polimnesto y se trata con Eéni-
co 167~ Cualquiera que no sienta un profundo asco por semejan-
te tipo, jamás beberá con nosotros de la misma copa.
Muchas veces durante la noche [AOd. 1290-1299 1290
me he puesto a cavilar
y he tratado de averiguar
de dónde puede comer
 Cleóninw’~ sin dar golpe. 1295
 Dicen que, mientras se atibo rra

 ¡66 Arignoto, era un buen citarista. Arífrades, que fue discipulo de Anaxí-
goras, era conocido por su depravación; cf. Avispas, 1275-1283, Paz 883, Are-
taso V 220 B y LUCIANO, Pseudolog. 3. Hijos dc Autómenes, tenían otro her-
mano actor. Las habilidades musicales de Arignoto le inducen a Aristófanes a
cambiar la expresión esperada: «distinguir lo blanco de lo negro». Ésta es, al
menos, la impresión que se saca a primera vista del texto, pero el aparente elo-
gio puede ser un insulto encubierto, si se tiene en cuenta que el adjetivo ‘blan-
co’ se asociaba a los afeminados, que el ‘modo ortio’ puede ser una alusión al
phaliós erecto y que los citaredos gozaban fama de abembrados. Y teniendo
todo ello en consideración, cabe dudar de la sinceridad del poeta al calificar a
Arignoto de ‘amigo’; cf. P. TOTARO. «II bianco Arignoto (Ar. Eq. 1279)», Eí-
ko.srwaos 2 (1991), 153-157.
 167 Polimnesto de Colofón. aulodo famoso por sus variaciones musicales
en el nómos órthios citado por Píndaro, Alcman y Purr,.aco, De musica 5-12.
Eónico sólo es conocido por una mención de Hesiquio.
 ‘~ Cf. nota 117.



L



LOS CABALLEROS
de lo que tienen los ricos,
no quiere salir de la despensa,
y que ellos al unísono, le suplican:
«Anda, señor, por tus rodillas,
sal y perdona nuestra mesa».
[AEp. 1300-1315 (4 tro)
1300 Cuentan que las trirremes se reunieron para deliberar y que una
de ellas, que era más vieja, dijo: «¿No os habéis enterado, chi-
cas, de lo que pasa en la ciudad? Corre el rumor de que reclama
cien de nosotras contra Cartago’69 un mal ciudadano, un tío vi-
1305 nagre, Hipérbolo l70»~ Que eso les pareció indignante e intole-
rable y que una de ellas, que no se había arrimado a los hom-
bres, exclamó: «Dios protector 171, jamás será mi patrón y, si es
preciso, aquí me haré vieja, corroída por la carcoma. No, ¡oh!
1310 dioses, no mandará en Naufante 172, la hija de Nausón, si es que
estoy hecha de maderos de pino. Si eso les place a los atenien-
ses, propongo que naveguemos al templo de Teseo o al de las
diosas venerables 173 y que allí nos refugiemos. Pues no se va a

 ‘~ Los atenienses habían enviado una flota a Sicilia en el 427 a. C., que,
tras la conferencia de Gela en el 424. regresó por decisión de sus comandan-
tes, por lo que fueron castigados (cf. Tucloinas, IV 65). El partido belicista
abogaba por una intervención en los asuntos de la isla con vistas a la ulterior
conquista de Cartago para hacerse con el dominio del Mediterráneo occiden-
tal. Para ello era necesaria una potente flota.
 171) Sobre el carácter de Hipérbolo, cf. Tudomas, VIII 73, 3; Avispas 1082,
Acarnienses 846. Nubes 876. Puntuamos el y. 1304, con Rogera, poniendo
coma detrás de I.wXO~Qóv y de 6~ivt~v (dvb~a lwXO,QÓV, ,ro>~Lti~v ¿~Lvilv).
 171 Es decir, Apolo Apotropnios.
 172 Las naves atenienses llevaban nombres femeninos; en esta prosopope-
ya la joven trirreme exhibe dos nombres parlantes, el suyo y el de su padre.
 173 En el templo de Teseo se suponían enterrados los restos del héroe na-
cional de Atenas. Tanto éste, como el de las diosas venerables junto a la colina
del Areópago, eran conocidos lugares de asilo.
burlar de la ciudad teniéndonos a su mando. Que navegue él
solito hasta los cuervos, si quiere, botando al mar las cajas en .1315
que vendía sus lámparas 174» (Sale de la casa el Morcillero).
MORCILLERO [Esc. en vv. largos (4 en) 1316-1334
Es preciso guardar silencio, cerrar la boca, abstenerse de testi-
monios y clausurar los tribunales con los que se regocija esta
ciudad y que los espectadores entonen un peán por la nueva
ventura.
CoRIFEO
¡Oh! luz de la sagrada Atenas y defensor de las islas, ¿qué bue- 1320
na noticia traes que nos mueva a cubrir las calles con el humo
de los sacrificios?
MORCILLERO
Cocí a Demo, y de feo que era lo hice hermoso 175,
Coiw~no
¿Y dónde está ahora, ¡oh! inventor de ideas maravillosas?
MORCILLERO
Habita en la antigua Atenas, la coronada de violetas.
CORu~no
¿Podemos verlo? ¿Qué clase de atuendo tiene? ¿En qué clase
de persona se ha transformado?
MORCILLERO
En el que era antes, cuando comía con Aristides y Milcíades. 1325
Le vais a ver, pues ya se está oyendo el ruido de los Propileos
al abrirse. ¡Ea!, lanzad gritos de júbilo ante la aparición de la
~ Hipérbolo era fabricante de lámparas (cf. Nubes 1065, Paz 690).
175 El mágico recurso con el que Medea devolvió la juventud a Esón.




L
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COMEDIAS
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 252 COMEDIAS LOS CABALLEROS 253
de lo que tienen los ricos,
no quiere salir de la despensa,
y que ellos al unísono, le suplican:
«Anda, señor, por tus rodillas,
sal y perdona nuestra mesa».
[AEp. 1300-1315(4 tro)
1300 Cuentan que las trirremes se reunieron para deliberar y que una
de ellas, que era más vieja, dijo: «¿No os habéis enterado, chi-
cas, de lo que pasa en la ciudad? Corre el rumor de que reclama
cien de nosotras contra Cartago 169 un mal ciudadano, un tío vi-
1305 nagre, Hipérbolo 170»• Que eso les pareció indignante e intole-
rable y que una de ellas, que no se había arrimado a los hom-
bres, exclamó: «Dios protector 171, jamás será mi patrón y, si es
preciso, aquí me haré vieja, corroída por la carcoma. No, ¡ oh!
1310 dioses, no mandará en Naufante 172, la hija de Nausón, si es que
estoy hecha de maderos de pino. Si eso les place a los atenien-
ses, propongo que naveguemos al templo de Teseo o al de las
diosas venerables 173 y que allí nos refugiemos. Pues no se va a

 169 Los atenienses habían enviado una flota a Sicilia en el 427 a. C., que,
tras la conferencia de Gela en el 424, regresó por decisión de sus comandan-
tes, por lo que fueron castigados (cf. Tucft>mes, IV 65). El partido belicista
abogaba por una intervención en los asuntos de la isla con vistas a la ulterior
conquista de Cartago para hacerse con el dominio del Mediterráneo occiden-
tal. Para ello era necesaria una potente flota.
 ‘~ Sobre el carácter de Hipérbolo, cf. Tudranes, VIII 73, 3; Avispas 1082,
Acarnienses 846, Nubes 876. Puntuamos el y. 1304, con Rogers, poniendo
coma detrás de MoX8,lQóv y de ó~tv,1v (dvbQa JOXO1IQ y, ,soAítviv ¿>~tVTlV).
 171 Es decir, Apolo Apotropaios.
 172 Las naves atenienses llevaban nombres femeninos; en esta prosopope-
ya la joven trirreme exhibe dos nombres parlantes, el suyo y el de su padre.
 173 En el templo de Teseo se suponían enterrados los restos del héroe na-
cional de Atenas. Tanto éste, como el de las diosas venerables junto a la colina
del Areópago, eran conocidos lugares de asilo.
burlar de la ciudad teniéndonos a su mando. Que navegue él
solito hasta los cuervos, si quiere, botando al mar las cajas en .1315
que vendía sus lámparas 174» (Sale de la casa el Morcillero).
 MORCILLERO [Esc. en vv. largos (4 an) 13 16-1334
Es preciso guardar silencio, cerrar la boca, abstenerse de testi-
monios y clausurar los tribunales con los que se regocija esta
ciudad y que los espectadores entonen un peán por la nueva
ventura.
CORIFEO
¡Oh! luz de la sagrada Atenas y defensor de las islas, ¿qué bue- 1320
na noticia traes que nos mueva a cubrir las calles con el humo
de los sacrificios?
MORCILLERO
Cocí a Demo, y de feo que era lo hice hermoso 175•
Coawno
¿Y dónde está ahora, ¡oh! inventor de ideas maravillosas?
MORCILLERO
Habita en la antigua Atenas, la coronada de violetas.
Co~ur~o
¿Podemos verlo? ¿Qué clase de atuendo tiene? ¿En qué clase
de persona se ha transformado?
MORCILLERO
En el que era antes, cuando comía con Aristides y Milcíades. 1325
Le vais a ver, pues ya se está oyendo el ruido de los Propileos
al abrirse. ¡Ea!, lanzad gritos de júbilo ante la aparición de la
‘7’ Hipérbolo era fabricante de lámparas (cf. Nubes 1065, Paz 690).
175 El mígico recurso con el que Medea devolvió la juventud a Esón.




LL
 LOS CABALLEROS 255
COMEDIAS
254
antigua Atenas, la admirable y cantada en mil himnos, donde
reside el ínclito Demo.
ColuFEo
1330 ¡Oh! reluciente, coronada de violetas, muy envidiable Atenas,
muéstranos al monarca de la Hélade 176 y de esta tierra (Demo
aparece vestido a la antigua usanza).
MORCILLERO
Ahí se le puede ver, con la cigarra puesta, con el esplendor de
su antiguo porte. Y no huele a votos, sino a libaciones de paz,
ungido de mirra.
CORIFEO
Salve, rey de los griegos. Nos congratulamos contigo. Tu suer-
te es la que se merece la ciudad y el trofeo de Maratón.

1335 Amigo mío, el más querido, ven aquí, Agorácrito. ¡Qué de be-
neficios me hiciste al cocerme!
MORCILLERO
 ¿Yo? No sabes, desdichado,
cómo eras antes y qué cosas hacías. De lo contrario, me esti-
marías un dios.
DEMO
¿Qué hacia antes? Dímelo. ¿Cómo era?

 116 La calificación de Demos como monarca’ (y. 1330) y ‘rey de los grie-
gos’ (y. 1333) recuerda un conocido comentario de AIUsTó-raes (Política IV
4. 1292 a 15 sigs.) y tal vez sea un reflejo de nociones políticas de la época
 (cf. H. KI.smi~acHr, «Dic Epiphanie des Demos in Aristophanes’ Rittern>’.
 Hermes 74(1939], 65).
MORCILLERO
En primer lugar, siempre que alguien decía en la Asamblea: ¡340
«¡Oh! Demo, estoy enamorado de ti, te quiero y soy el único
que cuida de ti y vela por tus intereses»; siempre que alguien
hacia ese proemio, agitabas las alas y erguías los cuernos.

¿Yo?
MORcnmto
A cambio de esto, se iba después dejándote engañado.
1345
DEMO
¡Qué dices! ¿Me hacían eso y no me daba cuenta?
MORCILLERO
Tus orejas, ¡por Zeus!, se abrían y se volvían a cerrar como
una sombrilla.
DEMO
¿Tan fuera de mis cabales llegué a estar y tan chocho?
MORCILLERO
Efectivamente, ¡vive Zeus! Y si tomaban la palabra dos orado- 1350
res, uno proponiendo naves largas, y el otro, gastar en salarios
ese dinero, el que proponía salarios ganaba la carrera al que
proponía las trirremes. ¡Eh! tú, ¿por qué agachas la cabeza?
¿No vas a estarte quieto?
D~o
Me avergílenzo de mis yerros anteriores.
¡355
MORCILLERO
No tienes tú la culpa de ellos, no te acongojes, sino los que te
engañaban de esa forma. Ahora, responde. Si algún botarate


L
 LOS CABALLEROS 257
COMEDIAS
 de asesor dice: «No habrá harina para vosotros, los jueces, si
í~o no emitís condena en este proceso»; a ese asesor, di, ¿qué le
harás?
DEMO
Lo levantará en el aire y lo arrojaré al abismo, colgándole del
cuello a Hipérbolo.
MORCILLERO
í~s Esta respuesta ya es la correcta y la sensata. En lo demás, ¡ea!
veamos: ¿cómo va a ser tu política? Explícate.

Ante todo, a los que reman en las largas naves les entregaré In-
tegro el sueldo nada más llegar a puerto.
MORCILLERO
Merced que haces a muchas posaderas desgastadas.

1370 Luego, ningún hoplita que figure en las listas de reclutamiento
cambiará por influencia su inscripción, sino que quedará ins-
crito en donde estaba en un principio.
DEMO
Me refiero a esos mozalbetes del mercado de peifunies que, 1375
sentados allí, parlotean lindezas de esta índole: «Listo es
Féax 178 y con habilidad se libré de la muerte. Pues es argu-
mentativo y conclusivo, creativo en sentencias, claro e incisi-
vo, y excelente en lo anticipativo de lo alborotativO». 1380
MORCILLERO
¿No serás tú resolutivo al enseñarle el dedo al chamullante co-
lectivo 179?
DEMO
No, ¡por Zeus!, pero a todos esos les voy a obligar a ir de caza,
dejándose de decretos.
MORCILLERO
En ese caso, toma esta silla plegable y a este muchacho, que 1385
los tiene tan bien puestos, para que te la lleve. Y site viene en
gana, hazle también plegadizo.
DEMO
¡Qué feliz soy al reinstalarme en mis antiguos usos!
MORCILLERO
Esto le muerde a Cleómmo la abrazadera del escudo.

Ni andará por la plaza ningún barbilampiño.
MORCILLERO
Entonces, ¿por qué plaza andarán Clistenes y Estratón ‘~~?

~77 Clístenes aparece como afeminado en Acarnienses 118, Nubes 335,
Aves 821, Lisútrata 1092, Tesmofortantes 635. Estratón figura a su lado en
h. L
Acarnien.ses 127. El escoliasta explica que uno y otro se depilaban la barba
con pez, en una época en que llevarla crecida era habitual.
 ‘7~ Hijo de Erasístrato, muy admirado por los jóvenes, por su habilidad
oratotsa.
 ~ La filosofía y la sofística, con los nombres abstractos, pusieron en cir-
culación gran cantidad de adjetivos en -¿Icos. A la serie de ellos enumerada por
Demo en imitación del lenguaje al uso, el Morcillero acuila el chocarrero
1ta&tXt1J~LXO~ roO XaXryrucoO, con clara alusión al gesto despectivo de
mostrar el dedo corazón «estirado contrayendo tos demás», como explica el
escoliasta a Paz 549.
256
 258 COMEDIAS LOS CABALLEROS 259
MORCILLERO
Ya lo dirás, cuando te entregue las treguas de treinta años. Rá-
pido, treguas, venid acá (entran representadas por dos mucha-
chas).
Dm~to
1390 ¡Zeus santísimo! ¡Qué buenas están! ¡Por los dioses! ¿me las
puedo ‘treintañostrincar’ 1w? ¿Cómo diantre las agarraste?
D~o
Atinaste en lo que se merece, desgañitarse a gritos entre putas
y bañeros. En premio de esto, te invito al Pritaneo, al asiento íws
que ocupaba ese canalla. Toma este manto verde y sigueme.
Que a ese lo lleve alguien a su oficio, para que lo vean los ex-
tranjeros a quienes perjudicaba.
MORCILLERO
¿No te las
 tenía escondidas dentro el Paflagonio, para que no las cogie-
1395 ras? Así que, ahora, te las entrego para que te vayas al campo
con ellas.

Y al Paflagonio que hizo eso, dime: ¿qué castigo le
impondrás?
MORCILLERO
Poca cosa. Recibirá mi oficio, y en las puertas venderá morci-
llas él solito, mezclando carne de perro con pichas de asno 181•
í4oo Se emborrachará con las putas, aguantará insultos y beberá el
agua sucia de las casas de baño.

 ‘~ La creación cómica xara ptaxovrovrLacu (y. 1391) puede interpre-
tarse ~atravesar (o<,táocz~) por entero (xará) tres veces (1~Lc¿) con un dardo
(xovróg)» lo que acreditarla en Demo rejuvenecido una virilidad flrst-class
como dice Sow~~aas~ram, Kn¡gh¡s, pág. 219.
 181 En la expresión 5veux ir~áy~icrra (v.1399), visto el sentido obsceno
de la expresión del griego moderno tñ 3rQájICLtQ TOi) yCILMQOV ‘,E. S. Sn’-
ROOOPOULOS, ¿Oveta ~á~sara’ ~pto~roq>ávi~ 7ffm’-Z~- 1399», Hellen¿ka 33
 (1981), 3-13, encuentra una alusión a los genitalla de ambos animales. En
 cualquier caso, hay un aprosdóki:on (se esperarla xQeáoL y no 3rQ&flLaGL).
INDICE GENERAL
  Págs.
 INTRODUCCIÓN GENERAL VII
 Los ACARNIENSES 1
 Prólogo 1
 Argumentos 25
 Los acarmenses 31
 Los CABALLEROS 123
 prólogo 123
 Argumentos 157
 Los caballeros 163
L