jueves, 12 de diciembre de 2013

María Dolores de León "Árbool amigo"


                                               ÁRBOL AMIGO

                                     María Dolores de León

                                   Madrid, diciembre 2013

 

-- ¿Decías algo,  abuelo?

 

            --  Nada; cosas mias.- su bisbiseo prosigue, apenas  audible- Amigo, estás de liquidación, ya solo te queda una…

 

            Juan, en la silla de ruedas,  pasa las horas de luz mirando  por la ventana,  al parque;  más exactamente al árbol justo enfrente  

            Su madre le contó que lo plantaron en mayo de  1913 , el  año de su nacimiento; se trataba de un platanero o falso plátano, de la familia de los Acer. Piensa que posiblemente de esta breve explicación le vino su vocación por la botánica.

 Ya era centenario; él los  cumpliría en diciembre, la víspera de Nochebuena

 

            El tronquito aguantó cimbreando sus primeros pasos. Desde aquel momento se  estableció una relación especial entre ambos. Generoso  y paciente, aquel amigo vegetal siempre estuvo disponible para él. A lo largo de su vida le brindó apoyo y consuelo en los momentos importantes, siempre con discreción.

            Imitando a su hermano Alfonso grabó la A y la M de su primera noviecita, con cinco años: Amalita Martín. Los sucesivos enamoramientos quedaron registrados en la corteza clara del paciente amigo. Al crecer ambos,  fue enriqueciendo   las iniciales con símbolos de amor eterno, cada vez más artísticos aunque rústicos.  Le parecía el no va más del romanticismo. Tan solo una vez se arrepintió de la inscripción.  Lupe prefirió a su amigo Andrés, el chico de la pandilla que más corría; siempre rescataba a todos. En el fondo lo comprendió; hasta él sentía por el amigo una admiración rayana en enamoramiento.

            En la época de la facultad se citaba  con Lucía, Andrea, Maricarmen, Loli, Mila; una por  primavera. Iniciales, corazones, besos y lo que ellas se dejaban. La  copa ofrecía ya un alivio a los calentones.

            Igualmente  había soportado     sus depresiones y fracasos. Más de una patada  aguantó; generoso, sin rencores, cuando se abrazaba a él en los momentos de bajón, el le recargaba de una energía que olía a madera fresca; los problemas recobraban su justa medida.

             La última tortura se la infligió a consecuencia de la felicidad que le aportó el sí de Alicia,  su futura esposa. Ella, muy celosa le hizo raspar las evidencias de su carácter enamoradizo. Intentó preservar las iniciales primigenias A M, pero la chica se mostró inflexible.

            Los partos tuvieron lugar en casa.   Incapaz de estarse quieto se solía  bajar  a fumar y a dar vueltas en torno al  árbol.  El pañuelo blanco le avisó de la llegada del primer hijo: Juanito. Recuerda que de alegría se abrazó al tronco del anigo tan adulto como él ¿29 años? Mantuvo la costumbre con los partos sucesivos. Pero el pañuelo no volvió a ser blanco, sino rojo; si, tres niñitas siguieron: Alicia, como su esposa;  Adela como la abuela materna y Arantxa como su madre.

            La familia se  fue incrementando a lo largo de los años con  nuera,  yernos,   nietos y algunos  bisnietos. Alicia no conoció a los últimos nacidos.   Apenas  recuerda mas que cabecitas pelonas y mucha toquilla.

            Sus descendientes, a su imagen y semejanza tuvieron la deferencia hacia el patriarca de nacer en invierno. Uno de los nietos, ¿Ernesto el chistoso? Decía entre risas que formaban la Saga de los Invernales. Hasta el momento nadie había tenido el mal gusto de salirse de la tradición ¡Misterios de la naturaleza humana!

            Alicia… Una lágrima gorda se  desliza por las arrugas,  surco a surco,  hasta la barbilla. Se nota cada vez más lábil, se emociona por naderías.  El moquillo claro le gotea.

           

            -- Abuelo, el moco. ¿Quieres un pañuelo?

 

            Luis, uno de los nietos pequeños, un buen chico,   se ha quedado para cuidarle hasta  el regreso  de María, la buena María que hacia las veces de madre y puntualmente  de esposa consolando su viudedad.  Pero esto  había sido hacia mucho tiempo. Le da un  sofoco de vergüenza al recordar lo de la última vez.

            Un  cocker estaba meando su platanero. ¿Le perjudicaría? Ese dichoso chucho… Le veía  olfatear, levantar la pata y ¡ hala, a regar la naturaleza ajena.! Sentía como si le estuvieran mojando a él.  Algunas veces hasta cagaba; afortunadamente su ama, una señora de pelo blanco, entrada en carnes recogía las caquitas y las tiraba a la papelera.

            Como cirujanos expertos,  unos trabajadores de Parques y Jardines rondaban  al falso plátano. Lo mismo hacían con respecto a él , médicos y enfermeras.

             De pronto le cuajó una certeza: este año se libraría de las odiosas Navidades.  Detestaba esas fechas  desde la desaparición de Alicia.            ¿Percibirían algo los árboles? Excepto el abeto, vendido a la influencia yanki, el resto parecían impregnados de melancolía; como él.

            Un ruido amenazador le saca de su ensimismamiento. Los jardineros  sierra en mano, efectuan algo más serio que una poda. Hacían caso omiso de la hojilla dorada que se resiste a abandonar la rama..  ¡Gente sin sensibilidad!  Se ajusta las gafas. Con ahínco se esfuerzan en trocear el tronco, sano en apariencia…Al caer,  entrevé una mancha oscura y carcomida en el corazón del viejo amigo. 

            El periódico se resbala al suelo; como si le estuvieran cortando el brazo izquierdo, un dolor insoportable le hace jadear. Duele, duele mucho… Cierra los ojos.  ¡Señor apiádate de mi…!

 

            -- Abuelo, abuelo, ¿qué te ocurre?  María, María, corre, al abuelo le pasa algo….

 

 

viernes, 6 de diciembre de 2013

Vicente Ibáñez "El botijo mágico"


EL BOTIJO MÁGICO

El botijo es un objeto sumamente útil sobre el que pesan dos incógnitas. Una quien lo inventó y cuando lo hicieron.

Hay quien lo situa en la China, en la época de la dinastía Ming. Otros lo ponen en manos de alfareros árabes, por sugerencia de Scherezade, que la pobre se deshidrataba cada una de las mil y una noches que por salvar el cuello se las pasó contándole tonterías al memo del Sultán.

 A esta segunda opción se aferra el autor de este relato, que como se verá más adelante, puede ser aproximadamente cierta.

Cuenta la leyenda que Alí, joven e incauto miembro de una numerosa y pobre familia, se creyó la farsa con que le tomaban el pelo los espabilados vecinos de su aldea. Quienes le hacían creer que en la ciudad de Bagdag había un derviche que poseía un botijo mágico, que quien bebiese de él obtendría el cumplimiento de todos sus deseos, y nuestro joven Alí se lo tomó tan al pie de la letra que una mañana, sin decir nada a nadie, antes de la amanecida y aun antes de la llamada a la oración por parte del Almuecín, se puso en dirección a la meta de sus sueños. De lo que tardó en hacer el recorrido no quedó constancia, pero llegó y se encamino a la gran plaza del zoco.

El pobre se volvía loco entre tanta gente; vendedores, encantadores de serpientes, mendigos y una indescriptible barahúnda de personas, que no sabía a quien dirigirse, pues unos no le hacían caso a sus preguntas, y otros le tomaban por loco.

Pero al final encontró quien le tomó bien el pelo. Le dijo: “ve a casa del doctor Al-Raschid que es el poseedor de tan maravilloso elemento”. Y sin encomendarse a Alá o al diablo, le faltó el tiempo al bueno de Alí para ir a casa del supuesto doctor, que ni tal cosa era, pero que tenía una esposa que todo el barrio conocía como “la bruja”.

Una vez que el incauto Alí expuso el tema. Al-Raschid dijo que él no tenía tal botijo, pero la bruja oliendo la posibilidad de obtener algún beneficio, dijo “oh marido, porque le ocultas a este apuesto joven tu tesoro, sabes que el profeta nos manda compartir todo cuanto poseemos con los fieles cumplidores de los mandatos divinos”.

Y pasando a la acción. Le dijo al joven: “ven, para lograr tus deseos te has de poner a trabajar como criado para nosotros, sin sueldo durante diez años, y cada día beberás un trago de agua del mágico botijo; previamente me habrás de contar a mi sola cuál es tu deseo. El inocente y crédulo Alí, respondió “quiero ser pájaro y volar para conocer el mundo y poder ir a la Meca, como manda el Corán”.

Ante tal ejemplo de bobería congénita, la bruja vio la oportunidad de tener criado gratis, al menos por diez años; los que pasaron sin apenas darse cuenta, y cuando expiró el plazo, Alí que había crecido en años, pero no en inteligencia, le pidió al ama la tan ansiada solución, y la bruja sin inmutarse le ordenó: “vamos al huero y te subes a la palmera más alta”.

Obediente Alí trepó. “Más arriba” decía la bruja, y Alí trepo hasta la más alta rama; ante el asombro de Al-Raschid que le decía a su mujer “para por Alá, que este hombre se nos mata y nos quedamos sin criado”.

La bruja sin hacer caso le ordenó al Joven que se soltara de la mano derecha, y cuando lo hizo, le ordenó que lo hiciera de la izquierda. Parece ser que el miedo o la ignorancia, le daban seguridad al joven, que cuando recibió la orden de agitar los brazos, los agitó con tal ímpetu que ante el espanto del matrimonio, Alí salió volando, haciéndose cada vez más pequeño, hasta convertirse en un punto que se perdió en el espacio.

A partir de entonces, la bruja y Al-Raschid no volvieron a tocar el agua por miedo a las posibles consecuencias. Y saltándose a la torera los mandamientos del Corán, hasta las cinco abluciones diarias las hacían con whisky.

 

miércoles, 4 de diciembre de 2013

María Dolores de León "El botijo de San Isidro Labrador"


EL  BOTIJO  DE SAN ISIDRO LABRADOR


        María Dolores de León


                  Diciembre  2013

 

Dedicatoria

Con todo mi amor

a Solete, sobrina de

elección.

             

       

        En la capillita de san Isidro, a los pies de la imagen,   se muestra orondo  el  botijo único resto del humilde ajuar del santo  labrador.

        Cuentan los devotos cofrades que  hacia 1868 el humilde piporro fue ascendido a la categoría de objeto de culto con cofradía propia:la Cofradía del santo Botijo del Labrador”. Aquel año una sequía pertinaz privaba del mínimo de agua vital a los pobladores de Madrid. El último chorrillo que manó del caño de la Fuentecilla fue recogido por la futura reliquia.  Aseguran que con su contenido se abasteció a toda la capital. Eso si, tan solo para subsistir. Se eliminaron los baños frívolos y las aguas  fecales perdieron el sustantivo.

        El  15 de mayo  la cofradía en pleno, en procesión,se encamina a la ermita del santo para cambiar el agua al botijo. Todos tratan, dentro de sus posibilidades de contribuir a la pompa de dicha ceremonia. Pero el acto año tras año pierde vistosidad: por causas ajenas a su voluntad, el número de cofrades va decreciendo.

        Mucha gente acude  a la Pradera, a beber agua de la fuente santa, pero  la devoción al  Botijo había caido en el olvido. Se imponía un  milagro contemporáneo. Rezaban, hacían novenas, daban limosnas: todo inútil.  Isidro parecía haberse conchabado con los grandes bebedores de su fuente. ¿Y ellos, qué…?

        El Labrador, sin duda por aburrimiento, les inspiró una idea con grandes posibilidades. Se pusieron manos a la obra con diligencia.     

        El domingo siguiente, un cartelito a los pies del santo, apoyado en la vasija con aspiraciones a milagrera  rezaba: “ Agua del santo contra la impotencia masculina. Milagro asegurado. Donativo obligatorio: 1 Eur.

(se recomienda evitar el abuso).

        Don Raimundo y don Ramiro, devotos  de san Isidro Labrador, solían hacer una visita a la capillita todos los domingos, antes del inicio de la misa de 12.  Por el buen patrón depositan el donativo. Invita don Raimundo y tras sendos traguitos de aquella agua azul celestial, sombreros en mano,  se dirigen al banco que gustan ocupar en primera fila.

        Finalizada  la Elevación los parroquianos,  asombrados,  les ven encaminarse  con prisa a la salida, sombreros  a la altura de la entrepierna,  con perdón.

        Al término de la misa, el hecho en boca de  los asistentes alimenta los corrillos. Más tarde  aparecen en  Casa Rufino muy sonrientes y  ufanos.  Sus respectivas esposas colgadas del brazo, resplandecen,  un brillo especial en los ojos, como novias enamoradas.

        Ellos se muestran discretos sobre los efectos del agua celeste; no habían notado gran diferencia con respecto a otras veces. Muy  distinta es la opinión de sus mujeres que ante las amigas alardean,  como recién casadas. de las proezas de sus respectivos cónyuges.

         A la semana siguiente se requieren dos cofrades para atender la demanda de los asistentes. Uno mantiene  el orden y el otro controla la duración del chorrillo color cielo.

        Solo  en domingo se manifiesta el milagro. El resto de la semana el líquido  mantiene la   apariencia de agua común, incolora e insípida  

        Al no ser económica su finalidad,  sino de captación, se añadió  un nuevo rótulo: “Los cofrades de la hermandad del Santo Botijo del Labrador se beneficiarán de un descuento  del 50 %  en el donativo como contribución  para el mantenimiento   de la santa reliquia.”

        El lunes posterior, en el centro de reunión de la cofradía   reina una animación inusual. Mientras esperan turno para cumplimentar la solicitud de inscripción,  los unos y los otros  relatan con pelos y señales el milagro experimentado en sus propias zonas pudendas.

        “De seguir  así,  quizás sería saludable la interrupción temporal de tanta devoción.”  El hermano mayor de la cofradía analiza meditabundo  el desarrollo de los acontecimientos.  La mano, siguiendo la costumbre adquirida, juguetea con la pastillita cobalto en el bolsillo de la chaqueta.

 

 

 

 

martes, 3 de diciembre de 2013

María Dolores de León "Cuento"


                                               CUENTO

                                   María D. de León

                                   Madrid, 07.11.13

                                                                                  

Advertencia al lector: A propuesta tontorrona, narración simplona….

                

 

 

            -- … Y entonces el  rey supo de la pericia  de  aquel joven.

 

            El chiquillo se empeñó y lo consiguió: nació de nalgas. El primer ojo que vio la luz fue el anal y no era como los del resto de la gente. Consistía en una especie de pequeño organo táctil, muy delicado y sensible. Los médicos lo estudiaron ante la insistencia de los padres, pero al ver que por otra parte cumplía sus funciones normales dejaron de interesarse por el caso.            

            Resultó un niño vago y exigentge en cuanto a los asientos que jalonan las etapas  de toda vida humana. Cuando acertaban con sus necesidades de confort, él rehusaba cambiar de asiento. Eso ocurrió con el cochecito  de bebé. Cuando  le llegó la etapa escolar, las piernas le arrastraban dejando surcos por el suelo. Los padres probaron a llevarle a la sillita de la reina, pero era cansado  e ingrato: lloraba durante todo el camino.  No es que tuviera ninguna discapacidad orgánica,  porque efectuaba  pequeños recorridos a pie para satisfacer sus necesidades primarias. El dictamen de los especialistas había sido  pereza crónica agravada por la sensibilidad exacerbada de aquel apéndice quejica que emergía  de engtre los glúteos. Ciertamente  un caso sin solución,  incurable.

           

              Recordando el cuento de Garbancito de la Mancha a los progenitores de Rufino, que así se llmaba el infortunado jovencito, jalonaron todo el recorrido hasta la escuela de sillas recogidas aquí y allá.

Pero las posaderas de su retoño se resentían y él sufría lo indecible

Los asientos variopintos recogidos  no reunían las condiciones adecuadas.  Al final, los padres desesperados, le depositaron en  en una fábrica de sillas, la más importante del reino: “Hijo de mi alma – dijo la madre llorando- cuando encuentres la silla de tu vida,avísanos…Te queremos, pero consideramos que esto es por tu bien…”

Rufino, fascinado  por las posibilidades que se  abrían ante él  ni se despidió. Con gran esfuerzo sus nalgas, blanditas como masa de pan cruda, iniciaron el recorrido  de cada modelo. De algunos se levantó como picado por avispas. Intrigado, el dueño le preguntó la razón de dicha

actitud. Rufino le fue indicando, a su  sentir,  los defectos de que adolecían algunos. Para gran sorpresa de su interlocutor coincidían con los de peor salida.

             El fabricante tuvo la sabiduría de escuchar a aquel culón sensible e introdujo los cambios sugeridos. Las ventas se incrementaron de forma inaudita.  De palacio recibieron un pedido para el gran comedor. Los monarcas quedaron muy satisfechos  con la comodidad  de aquellas sillas. Tenían algo de mágico.  Las cenas de gala transcurrían en gran armonía y se pactaban alianzas muy provechosas para el reino. Entonces el soberano   hizo llamar a Rufino, le invitó al salón del trono donde se celebraban las audiencias y le pidió que tomara asiento. Rufino, el de  las nalgas sensibles, empezó a agitarse una vez sentado. El rey le observaba con atención. “Este muchacho  se rebulle  igualito que el embajador de  Irambia… Que penosa resultó aquella entrega de credenciales…”

            Sala tras sala y habitación tras habitación, todos los asientos pasaron la supervisión del reaacién nombrado “Probador real de sillas, sitiales y taburetes

 

            Hasta el último dia de su vida, Rufino, de silla en silla,  fue feliz. No acumuló fortuna porque su sueldo lo donaba a sus padres en compensación por los padecimientos sufridos. Siempre se mantuvo fiel a sí mismo. Bajo mano algunos desaprensivos intentaron sobornar la infalibilidad de sus nalgas pero no se sabe de nadie que lo consiguiera.

 

            El niño, sentado en el suelo, se queda mirando al aabuelo con gesto de desaprobación.

 

            -- Abuelo, vaya un cuento tonto y “rollo”.  Prefiero los de ladrones, como el de Alí Babá…

 

            --  Nico, esos ya salen demasiado en los periódicos y en la tel. Este se lo ha inventado tu abuelo, exclusivamente para ti.

 

            -- Vale, pero a ver si el próximo te lo “curras” un poco más. ¿Te vienes a echar una paratida con la play?

 

            Don Mariano piensa que el nieto  ha crecido demasiado deprisa. La misión original de los cuentos  de alecccionar a la infancia en los peligros de la sociedad,  ahora la asume la radio, la prensa y la TV.  Tiene razón el niño, mejor evadirse con una partidita. Allí los malos pagan.

           

-- Me parece bien, ya sabes que te gano. ¿Hace una onza de chocolate? Y el que pierda saca la basura…

 

 

 

domingo, 1 de diciembre de 2013

Maricarmen Colodrero ªEl botijo mágico"


El botijo mágico

 

30 noviembre 2013.

 

Un matrimonio de un importante país europeo solía pasar las vacaciones de verano en España. Comenzaron a venir cuando sus hijos eran pequeños, y todavía, a veces, éstos les acompañaban, ya casados, con sus consortes y nietos.

No les gustaba vivir en apartamentos modernos. Preferían alojarse en casas de pueblo que aunque adaptadas  a la vida del siglo XXI, conservaban el regusto de la vida rural.

Les agradaba la convivencia con los lugareños pero, esta vez, estarían solos. Una mujer del pueblo iría todos los días a limpiar, prepararles várias comidas populares y echar de comer a las gallinas.

Cuando hubieron deshecho las maletas dieron vueltas por toda la casa para fascinarse con los restos de cultura regional que aún hubiran sobrevivido.

Así fue como en un rincón de la cocina encontraron un botijo especial.

Por supuesto que años atrás habían tenido ocasión de empaparse la pechera intentando beber, pero es que aquel botijo no era blanco, ni rojo, era verde. Además el pitorro y la entrada para el agua eran de un palmo de largos. Por si fuera poco, unos signos desconocidos lo decoraban formando líneas espaciadas.

Así todo, intentaron llenarlo con agua del grifo pero con esto, solo lograban que el botijo rechazara el agua, escupiéndola a la vez que se oía un leve rugido inconveniente .

Estaba enzarzada la pareja en disquisiciones sobre la naturaleza de los signos, (ambos eran autodidactas de la Arqueología), opinando sobre si se trataba de escritura demótica o hierática, cuando se oyeron unos golpes en la puerta.

Era Demetria que venía a atenderles.

Después de las presentaciones y de que la buena mujer repitiese varias veces: “Mu contentos. Aquí van a estar mu bien y mu contentos”, le plantearon la incógnita de aquél objeto estrafalario.

-Pos no sé…Cuando yo venía a cuidar al Eladio, nunca lo ví y si que es un botijo raro…-dijo Demetria mientras lo cogía y tocaba por todas partes- A ver, a ver…

Y se volvió con rapidez a los cajones de la cocina regresando con un gran sacacorchos.

Abrazada al botijo, estuvo urgando en la embocadura mientras el matrimonio hacía algún comentario.

-Despacío po favó, ser cosa cultugal – decía ella.

-Pog favog, cuitado, cosa delicada…  -corroboraba él.

Demetria forcejeaba con el botijo a riesgo de saltarse un ojo.

 

-Así, así…mu bien…lo he cogío.

Y extrajo una bolsita de plástico que contenía un papel enrollado.

El matrimonio estaba atónito, no podrían haber hablado más que En su Idioma . La emoción les bloqueaba la dicción en español, motivo por el cual la narradora ha optado por no aventurarse por diálogos en el idioma original con el fin de no aburrir al lector.

Como es de imaginar la protagonista es la esforzada Demetria, que, en este momento ha dejado la verde antigualla en la mesa y desenrolla el papel.

-Si ustés saben leer español…porque una servidora satasca…o si no voy a buscar a la maestra.

Con delicadeza y muchísima curiosidad la Sra. Extranjera le cogió el papel y leyó:

“Como veo que me muero quiero dejar a la Demetria esta cosa histórica que ha pasao, en mi familia, de generación en generación.

En la época del Emirato árabe se impulsó la ciencia hastal punto de fabricar este botijo , carísimo entonces,  con el que se pué jacer con poca agua , guisos en el desierto.

Lo he probao y aguanta al fuego porque es vitrificao. Lo que se cocina sale muy rico.

Se lo deho a mi amiga Demetria, por buena y zimpática, que ha alegrao mis últimos días.

¡Si no juera porque mestoy muriendo, te pediría que te cazaras  conmigo!.

Adiós”. Firmado: Eladio El Risueño.

Posdata: Pa manejarlo a la parte trasera de la hoja.

 

-¡ Oh, oh, tecnológic –decían a coro los veraneantes.

-Desluego el botijo es mu majíco, pero si ustés hubieran conocío al Eladio…con lo bromista quera….

-Nosotgos compgag a ti Demetgia –ofreció él.

-No eso no estaría bien. Los deseos de un muerto hay que respetarlos. Que una es mu creyente. Pero les prometo que mientras estén en el pueblo les voy a guisar en el botijo. Talmente como si ustés fueran morabitos del desierto.

 

Una vez leidas las instrucciones descubrieron la muesca que hacía fácil abrirlo. No más de mmedio vaso de agua y una cucharada  de aceite de oliva. Fuego mínimo.

Los extranjeros alabaron mucho el pollo al chilindrón.

 

Hay que decir que Demetria no andaba descaminada, si bien, los autores de la broma eran dos: Eladio,para quien tenemos un recuerdo afectuoso, y Eleuterio.

Se hicieron muy amigos por la coincidencia de letras de sus nombres y, como Eleuterio era alfarero, idearon aquel botijo-olla que nadie compró, aunque funcionaba.

Pero el texto de las inscripciones no era de ellos. Se debía a un amigo del otro lado del Estrecho que, dicho sea de paso, escribía muy mal en árabe. La primera línea decía:

“Javivi. Alí Babá y Simbad el marino, cuanndo no estaban de viaje, comían lo que cocinaba este puchero”.

En las otras dos líneas decía cosas raras acerca del sentido del humor y la convivencia de culturas distintas.